¡BIENVENIDOS AL BLOG DEL TALLER LITERARIO DESPERTARES!

Bienvenidos al blog del TALLER LITERARIO DESPERTARES de la Biblioteca Popular "Cultura y Progreso" de Morteros, Córdoba, República Argentina.

Este blog se inicia el 14 de junio de 2011 para publicar los trabajos de los participantes del taller, que funciona en la Biblioteca Popular "Cultura y Progreso".

Ilustración de la cabecera: "El desván de la memoria" de José Manzanares, creador de sueños, artista plástico de Linares, Jaén, España.

Seguidores

lunes, 11 de abril de 2022

471. POEMAS DE JUAN L. ORTIZ (1896-1978)

 
Juan L. Ortiz

Deja las letras y deja la ciudad

Vamos a buscar, amigo, a la virgen del aire…

Yo sé que nos espera tras de aquellas colinas

en la azucena del azul…

Yo quiero ser, amigo,

uno, el más mínimo, de sus sentimientos de cristal…

o mejor, uno, el más ligero, de sus latidos de perfume…

No estás tú también

un poco sucio de letras y un poco sucio de ciudad?


Sigue, sigue, por entre la bencina, sobre la lisa pesadilla

de las calles extremas, hacia la gracia de las huellas…

Ay, la ternura de Octubre, a las nueve,

ya hace, por aquí, flotar a la pesadilla

en celeste de agua…

Pero derivemos rápido, del lado de los caminos del rocío,

invisible, casi, lo adivino, en el seno mismo de la luz…

Sentémonos, mi amigo, entre estas niñas rubias

que suben y bajan, altas, por unas orillas de jardín,

apoyadas, contra los cercos, sobre un rumor de enredaderas…

El sol ha bebido sus propias perlas

y hay apenas de ellas una memoria por secarse…

No temas, no temas, y mira, mira hasta las islas…

Viste alguna vez la melodía de los brillos?

La viste ondular, todavía de gasa,

desde tus pies al cielo, sobre el río?

Oh, la misma ciudad, a lo lejos, es una música blanca

con unos silencios amatistas…

Y ahora, ahora, torna la vista alrededor…

Saluda como un aura a estas humildes gracias de miel,

capaces, sin embargo, de atraer hacia sí

a las abejas todas del día

y de volver de margaritas a la melancolía más flotante…

No las sientes curvarse bajo un amor transparente

en un hálito de alas?

O es sólo la cortesía más misteriosa

entre esa que inclina, alternadamente, a los otros finos tallos,

ante algo que al parecer es la respiración de un dios?

Saluda, también, a sus vecinas menos subidas y más pálidas:

qué delicadísimo sueño de amapolillas más pálidas,

sobre un rastreo de tases, serpentino?

Y a las apenas malvas, medio escondidas entre las espiguitas:

pétalos de alba, a su pesar, con sus secretos amarillos…

Y a las apenas níveas, por bordadas, del país de Liliput,

pero que visten, igual que a una novia, a toda la gramilla…

Y ah, a las más sin nombre que se van

con los alambres libres

en una fuga preciosa de piedritas…

Y al trébol de allí, loco de verde, y miniado de sol,

increíblemente miniado de sol en primores casi íntimos

pero que extenúan a la brisa…

Y a las verbenillas, por cierto, de aquí:

oh, la más dulce sangre labrada por los misterios

para los misterios de las hierbas.. .

Y a estos emblemas de llama, perdidos de los trigos

mas que blasonan, del mismo modo, todo el aire…

Y a esos recuerdos de la luna,

aparecidos de seda, ay, en una vigilia de espejo

que se busca, a su vez, en su infinito todavía…

Pero no olvidemos, mi amigo,

a las esbeltas criaturas que arden el azul, allá,

delante no se sabe qué sacramento etéreo:

no olvidemos, mi amigo, a las criaturas de los cardos…

Ni olvidemos a aquéllas que ya parecen abisales

con su «pasión» de cielo sobre el susurro trepador:

rêveries de qué abismo hacia otro abismo las de mburucuyá?

Y no habremos comprendido, es cierto, a todas. ..

Cómo abrazar, mi amigo, a estas miríadas del beso

que van estrellando, se diría, todos los minutos

con todos los pétalos y todos los fuegos del suspiro?


Y si nos corriéramos hasta el arroyito del otro lado de la loma?

Allí, lo veo, las redes hondas sin bautizo

con su penumbra colgada y su casi vía láctea de jazmines

sobre una huida de vidrios, poco menos que nocturna,

con las navecillas de cita. ..

Y los laberintos de los taludes, aún con su sin fin

de pequeñísimas miradas en los iris más inéditos,

dando no sé qué números de no sé qué otra noche

o qué mareo de gemas entre unos miedos de crepúsculo…


Mas no oyes al silencio, ahora, mi amigo?

Qué ave de diamante, di, sobre la línea del sueño,

se deshace dulcemente?

O qué llamado para el sacrificio, di

de campanillas de humo?

Oh, todo dorado de misivas sobre las alas del azar

es el mismo amor que no teme perderse

como la propia gracia ya, libre, sobre su propio cielo de

corolas…

Y no oyes en este momento, di, al silencio o al amor más allá

de las lianas que tejiera para vencer su abismo,

asumiendo justamente la muerte con los modos de un espíritu?

Sí, en los amantes invisibles está asimismo la otra flor

o el otro lado de esa flor,

llama, serena llama, que viviría de su sombra…

Dónde, entonces, aquí, nuestras debilidades hechas dioses?

Aquí, lo que llamamos «horror», o lo que llamamos

«amenaza»,

sonriendo desde la semilla, se diría,

o equilibrando a las mariposas, si quieres,

con un frío que nos duele, es cierto, en lo uno de la sangre…

Pero aquí también enfrentando a lo innombrable,

algo como los honores de un ángel…


Mas es en nosotros, mi amigo, que la agonía es dividida,

terriblemente dividida, y expedida a la ventura…

Y aquella música blanca con unos silencios de jacarandaes?

Allí y aquí, a la vez, la condena «de la rueda»,

desde las madres del río y desde las madres de las zanjas…


Y aquí, ay, asimismo, lo que vinimos a buscar..

Si el lirio da a los precipicios, qué le vamos a hacer?

Hay que perder a veces «la ciudad» y hay que perder a veces

«las letras»

para reencontrarlas sobre el vértigo, más puras

en las relaciones de los orígenes…

O más ligeras, si prefieres, como en ese domingo

y en esa fantasía que serán…

Hay que perder los vestidos y hay que perder la misma identidad

para que el poema, deseablemente anónimo,

siga a la florecilla que no firma, no, su perfección

en la armonía que la excede…

O para ser el arpa de Lungmen

eligiendo ella sola los temas de su música,

lejos de los tañedores que se cantan a sí mismos

o que no oyen con los suyos a los recuerdos de las ramas

ni lo que dice el viento…

ni menos ven lo que el viento, por ahí, pone de pie. ..

Y aquí, además, las rimas entre los escalofríos de las briznas,

con los hilos temblando, siempre más allá de nuestra luz..

Y el rostro de Ella no escrito,

oh, recién nacido, con unos signos por hallar

y que serán, oh amigo, los que han de llevarte hasta su esencia

como las mismas, las mismas letras de tu alma…

Pero la viste a Ella,

amaneciendo aquí, Ella, de la espuma de las matas,

Venus de las colinas. Ella, sobre un flujo de jardín,

virgen profunda ésta toda aún de cabellos?



Sí, mi amiga

Sí, mi amiga, estamos bien, pero tiemblo

a pesar de esas llamas dulces contra junio…


Estamos bien… sí…

Miro una danzarina en su martirio, es cierto,

con los locos brazos, ay, negando la ceniza

y el crepúsculo íntimo…


Estamos bien… Cummings que se va, muy pálido,

al país que nunca ha recorrido,

mientras Debussy enciende el suyo, submarino…

Estamos bien… Pero tiemblo, mi amiga, de la lluvia

que trae más agudamente aún la noche

para las preguntas que se han tendido como ramas

a lo largo de la pesadilla de la luz,

con la vara que sabes y la arpillera que sabes,

en las puertas mismas, quizás, de la poesía y de la música…

Estamos bien, sí mi amiga, pero tiemblo de un crimen…

Cuándo, cuándo, mi amiga, junto a las mismas bailarinas del fuego,

cuándo, cuándo, el amor no tendrá frío?



Fui al río

Fui al río, y lo sentía

cerca de mí, enfrente de mí.

Las ramas tenían voces

que no llegaban hasta mí.

La corriente decía

cosas que no entendía.

Me angustiaba casi.

Quería comprenderlo,

sentir qué decía el cielo vago y pálido en él

con sus primeras sílabas alargadas,

pero no podía.


Regresaba

-¿Era yo el que regresaba?-

en la angustia vaga

de sentirme solo entre las cosas últimas y secretas.

De pronto sentí el río en mí,

corría en mí

con sus orillas trémulas de señas,

con sus hondos reflejos apenas estrellados.

Corría el río en mí con sus ramajes.

Era yo un río en el anochecer,

y suspiraban en mí los árboles,

y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.

Me atravesaba un río, me atravesaba un río!



Para que los hombres

Para que los hombres no tengan vergüenza

de la belleza de las flores,

para que las cosas sean ellas mismas: formas sensibles

o profundas de la unidad o espejos de nuestro esfuerzo

por penetrar el mundo,

con el semblante emocionado y pasajero de nuestros sueños,

o la armonía de nuestra paz en la soledad de nuestro pensamiento,

para que podamos mirar y tocar sin pudor

las flores, sí, todas las flores

y seamos iguales a nosotros mismos en la hermandad delicada,

para que las cosas no sean mercancías,

y se abra como una flor toda la nobleza del hombre:

iremos todos hasta nuestro extremo límite,

nos perderemos en la hora del don con la sonrisa

anónima y segura de una simiente en la noche de la tierra.



Todos aquí

Todos aquí para mirar arder y consumirse ese fuego.

Fuego sólo?


No es un corazón apasionado que se ilumina en los cielos?


La pasión de la luz antigua abriéndose en flores encendidas

para mirarse en el espejo humano.


El corazón dice: criaturas terrestres, la vida es gloriosa,

alzaos hasta el fuego armonioso como hasta la sangre

del éxtasis para que todos seáis como simientes ardiendo

para las cosechas sucesivas de la luz común que encenderá hasta la sombra

y la estrellará como un jardín.

https://www.zendalibros.com/5-poemas-de-juan-l-ortiz/



Juan L. Ortiz

(Juan Laurentino Ortiz; Puerto Ruiz, 1896 - Paraná, 1978) Poeta argentino, conocido como Juanele. Se le considera una de las figuras fundamentales de su país, en el mismo plano singular y secreto en el que se ubica la influencia de Macedonio Fernández u O. Girondo.

Vivió su infancia en el medio rural de la Mesopotamia argentina y residió de joven en Buenos Aires, donde se vinculó a los ambientes políticos e intelectuales del anarquismo. Vuelto a su provincia natal de Entre Ríos, trabajó como empleado público y llevó una vida retirada que no le impidió ejercer una notable influencia estilística sobre las jóvenes generaciones.

Se inició bajo la influencia de la poesía intimista posterior al modernismo para después evolucionar hacia acentos más personales, entre los que destaca un sentimiento cósmico del paisaje y un humanitarismo solidario. Apartado de los círculos literarios, su obra tuvo escasa difusión y se publicó de manera dispersa en varios poemarios (El agua y la noche, El alba sube, El ángel inclinado, La rama hacia el Este, El álamo y el viento, El aire conmovido, La mano infinita y La brisa profunda) que en 1971 se reunieron en tres volúmenes bajo el título En el aura del sauce.

En 1969 compartió con R. González Tuñón el Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía. Completan su obra El Gualeguay y La orilla que se abisma (ambos de 1971). En 1996 la Universidad Nacional del Litoral editó su Obra completa, a la que agregó poemas, ensayos y artículos inéditos. Su poesía fue influida por la estética de S. Mallarmé en el sentido espacial del verso.

https://www.biografiasyvidas.com/biografia/o/ortiz_juan_l.htm

https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_L._Ortiz


No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...