¡BIENVENIDOS AL BLOG DEL TALLER LITERARIO DESPERTARES!

Bienvenidos al blog del TALLER LITERARIO DESPERTARES de la Biblioteca Popular "Cultura y Progreso" de Morteros, Córdoba, República Argentina.

Este blog se inicia el 14 de junio de 2011 para publicar los trabajos de los participantes del taller, que funciona en la Biblioteca Popular "Cultura y Progreso".

Ilustración de la cabecera: "El desván de la memoria" de José Manzanares, creador de sueños, artista plástico de Linares, Jaén, España.

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lunes, 11 de abril de 2022

472. DECONSTRUCCIÓN DE UNA POESÍA: “POEMA 23” DE ALEJANDRA PIZARNIK

 Deconstruir poesía: “Poema 23” de Alejandra Pizarnik

El poema 23 de Alejandra Pizarnik pertenece al libro Árbol de Diana, de 1962. Lo que sigue no es producto del embotamiento estival. Es un análisis realizado en el marco de la materia “Teoría y Análisis Literario” de la carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires (y una prueba de que en literatura, por descocada que sea, cualquier interpretación es posible y hasta respetable).



23

“Una mirada desde la alcantarilla

puede ser una visión del mundo,


la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos.


Alejandra Pizarnik, Árbol de Diana



El poema 23, aun en algunas ediciones en las que aparece solo, en el centro de la página y rodeado de blanco, se presenta visualmente como parte de una cadena, un eslabón que insinúa la existencia de algo que lo precede y algo que es posterior. El hecho de que tenga por nombre simplemente un número, junto al comienzo con minúscula y la ausencia de punto final, refuerza esta idea.

Nos encontramos ante dos secuencias que sugieren una oposición, acentuada por el espacio en blanco entre los dos pares de versos. Por un lado tenemos el mirar desde una alcantarilla abriéndose hacia un espacio mayor —el mundo—, y por el otro está la idea de mirar, desde el mundo, hacia un objeto pequeño —una rosa—. Si intentáramos plasmar este contenido semántico en una figura geométrica, podríamos imaginar que el poema inicia con un vértice (la alcantarilla) que se abre en forma de abanico (el mundo), y que luego vuelve a cerrarse hacia el objeto pequeño (la rosa) formando un rombo, una figura que se cierra y que vuelve a remitirnos al eslabón de una cadena.


AdentráDeconstruir poesía: “Poema 23” de Alejandra Pizarnik

El poema 23 de Alejandra Pizarnik pertenece al libro Árbol de Diana, de 1962. Lo que sigue no es producto del embotamiento estival. Es un análisis realizado en el marco de la materia “Teoría y Análisis Literario” de la carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires (y una prueba de que en literatura, por descocada que sea, cualquier interpretación es posible y hasta respetable).

23

una mirada desde la alcantarilla

puede ser una visión del mundo


la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


El poema 23, aun en algunas ediciones en las que aparece solo, en el centro de la página y rodeado de blanco, se presenta visualmente como parte de una cadena, un eslabón que insinúa la existencia de algo que lo precede y algo que es posterior. El hecho de que tenga por nombre simplemente un número, junto al comienzo con minúscula y la ausencia de punto final, refuerza esta idea.

Nos encontramos ante dos secuencias que sugieren una oposición, acentuada por el espacio en blanco entre los dos pares de versos. Por un lado tenemos el mirar desde una alcantarilla abriéndose hacia un espacio mayor —el mundo—, y por el otro está la idea de mirar, desde el mundo, hacia un objeto pequeño —una rosa—. Si intentáramos plasmar este contenido semántico en una figura geométrica, podríamos imaginar que el poema inicia con un vértice (la alcantarilla) que se abre en forma de abanico (el mundo), y que luego vuelve a cerrarse hacia el objeto pequeño (la rosa) formando un rombo, una figura que se cierra y que vuelve a remitirnos al eslabón de una cadena.


Adentrándonos en el léxico, encontraremos que el campo semántico más concurrido corresponde al sentido de la visión: “mirada”, “visión”, “mirar”, “ojos”. Otra constelación la forman “mundo” y “rebelión”, aportando cierto contenido social. Quedan “alcantarilla” y “pulverizarse” —que además tienen en común que desentonan con el registro del resto—, y aquí entra en juego algo más físico y terrenal, que remite en el primer caso al peso, la dureza, el metal, y en el segundo al polvo, a las partículas de algún material. Pero llama la atención el uso reflexivo, “pulverizarse”, que sugiere una herida autoinfligida (por añadidura actúa sobre los ojos) y proviene de una acción que se prolonga con insistencia: “mirar […] hasta pulverizarse”.

No hay un sujeto excepto ese que “pulveriza” sus ojos y aparece al final, pero si tomamos la primera palabra, “una”, y la conectamos espacialmente con las palabras que se encuentran por debajo, “puede ser”, formamos “una puede ser”, y si vamos más allá, tenemos “una puede ser una”: hay un sujeto femenino que logra ser “a pesar de”. También “mirada” y “ser” se relacionan verticalmente, y podría considerarse que el ser se hace posible por la acción de mirar. De la misma manera quedan conectados “alcantarilla” y “mundo”, arrojando sobre “mundo” una connotación negativa. Desde un abajo (debajo de la alcantarilla) hay alguien que ve pero no puede ser visto, observa un mundo del que no forma parte. Pero en “alcantarilla” se abre una posibilidad: hay una relación con la boca (“boca de alcantarilla”), y dentro de la palabra tenemos “cantar”. Es decir mirar al mundo, cantar, hablar. También en “pulverizarse” se abre un doble juego: aparece “erizarse”, y eso nos lleva a la idea de conmoción, de impacto, no necesariamente en un sentido negativo.

En relación al género, vemos una fuerte presencia de lo femenino: “una mirada”, “la alcantarilla”, “una visión (del mundo)”, “la rebelión”, “una rosa”. Lo masculino irrumpe apenas en ese “mundo” mirado y en los “ojos”, aparece del lado de lo que se pulveriza. Quedan del lado femenino la mirada, la visión, la rebelión.

Si volvemos a observar el poema en su espacialidad, vemos sobresalir hacia la derecha, solitariamente, la palabra “rosa”. Es una flor —Alejandra Pizarnik se llamaba en realidad Flora— que trae consigo una carga simbólica importante: pasión, color rojo, color rosa, naive, rosa de los vientos, rozagante, etc., en términos generales asociada a connotaciones positivas. Volviendo a la primera palabra, “una”, veamos cómo se reitera en el segundo verso y en el tercero, formando un dibujo descendente y que progresa hacia la derecha:

                                   una

                                               una

                                                           una

Una mirada, una visión, una rosa. Hay una reiteración de ese sujeto femenino que avanza hacia la rosa, que “se escapa” del poema hacia adelante.

Publicado por Ana Caldeiro en 5:14  

471. POEMAS DE JUAN L. ORTIZ (1896-1978)

 
Juan L. Ortiz

Deja las letras y deja la ciudad

Vamos a buscar, amigo, a la virgen del aire…

Yo sé que nos espera tras de aquellas colinas

en la azucena del azul…

Yo quiero ser, amigo,

uno, el más mínimo, de sus sentimientos de cristal…

o mejor, uno, el más ligero, de sus latidos de perfume…

No estás tú también

un poco sucio de letras y un poco sucio de ciudad?


Sigue, sigue, por entre la bencina, sobre la lisa pesadilla

de las calles extremas, hacia la gracia de las huellas…

Ay, la ternura de Octubre, a las nueve,

ya hace, por aquí, flotar a la pesadilla

en celeste de agua…

Pero derivemos rápido, del lado de los caminos del rocío,

invisible, casi, lo adivino, en el seno mismo de la luz…

Sentémonos, mi amigo, entre estas niñas rubias

que suben y bajan, altas, por unas orillas de jardín,

apoyadas, contra los cercos, sobre un rumor de enredaderas…

El sol ha bebido sus propias perlas

y hay apenas de ellas una memoria por secarse…

No temas, no temas, y mira, mira hasta las islas…

Viste alguna vez la melodía de los brillos?

La viste ondular, todavía de gasa,

desde tus pies al cielo, sobre el río?

Oh, la misma ciudad, a lo lejos, es una música blanca

con unos silencios amatistas…

Y ahora, ahora, torna la vista alrededor…

Saluda como un aura a estas humildes gracias de miel,

capaces, sin embargo, de atraer hacia sí

a las abejas todas del día

y de volver de margaritas a la melancolía más flotante…

No las sientes curvarse bajo un amor transparente

en un hálito de alas?

O es sólo la cortesía más misteriosa

entre esa que inclina, alternadamente, a los otros finos tallos,

ante algo que al parecer es la respiración de un dios?

Saluda, también, a sus vecinas menos subidas y más pálidas:

qué delicadísimo sueño de amapolillas más pálidas,

sobre un rastreo de tases, serpentino?

Y a las apenas malvas, medio escondidas entre las espiguitas:

pétalos de alba, a su pesar, con sus secretos amarillos…

Y a las apenas níveas, por bordadas, del país de Liliput,

pero que visten, igual que a una novia, a toda la gramilla…

Y ah, a las más sin nombre que se van

con los alambres libres

en una fuga preciosa de piedritas…

Y al trébol de allí, loco de verde, y miniado de sol,

increíblemente miniado de sol en primores casi íntimos

pero que extenúan a la brisa…

Y a las verbenillas, por cierto, de aquí:

oh, la más dulce sangre labrada por los misterios

para los misterios de las hierbas.. .

Y a estos emblemas de llama, perdidos de los trigos

mas que blasonan, del mismo modo, todo el aire…

Y a esos recuerdos de la luna,

aparecidos de seda, ay, en una vigilia de espejo

que se busca, a su vez, en su infinito todavía…

Pero no olvidemos, mi amigo,

a las esbeltas criaturas que arden el azul, allá,

delante no se sabe qué sacramento etéreo:

no olvidemos, mi amigo, a las criaturas de los cardos…

Ni olvidemos a aquéllas que ya parecen abisales

con su «pasión» de cielo sobre el susurro trepador:

rêveries de qué abismo hacia otro abismo las de mburucuyá?

Y no habremos comprendido, es cierto, a todas. ..

Cómo abrazar, mi amigo, a estas miríadas del beso

que van estrellando, se diría, todos los minutos

con todos los pétalos y todos los fuegos del suspiro?


Y si nos corriéramos hasta el arroyito del otro lado de la loma?

Allí, lo veo, las redes hondas sin bautizo

con su penumbra colgada y su casi vía láctea de jazmines

sobre una huida de vidrios, poco menos que nocturna,

con las navecillas de cita. ..

Y los laberintos de los taludes, aún con su sin fin

de pequeñísimas miradas en los iris más inéditos,

dando no sé qué números de no sé qué otra noche

o qué mareo de gemas entre unos miedos de crepúsculo…


Mas no oyes al silencio, ahora, mi amigo?

Qué ave de diamante, di, sobre la línea del sueño,

se deshace dulcemente?

O qué llamado para el sacrificio, di

de campanillas de humo?

Oh, todo dorado de misivas sobre las alas del azar

es el mismo amor que no teme perderse

como la propia gracia ya, libre, sobre su propio cielo de

corolas…

Y no oyes en este momento, di, al silencio o al amor más allá

de las lianas que tejiera para vencer su abismo,

asumiendo justamente la muerte con los modos de un espíritu?

Sí, en los amantes invisibles está asimismo la otra flor

o el otro lado de esa flor,

llama, serena llama, que viviría de su sombra…

Dónde, entonces, aquí, nuestras debilidades hechas dioses?

Aquí, lo que llamamos «horror», o lo que llamamos

«amenaza»,

sonriendo desde la semilla, se diría,

o equilibrando a las mariposas, si quieres,

con un frío que nos duele, es cierto, en lo uno de la sangre…

Pero aquí también enfrentando a lo innombrable,

algo como los honores de un ángel…


Mas es en nosotros, mi amigo, que la agonía es dividida,

terriblemente dividida, y expedida a la ventura…

Y aquella música blanca con unos silencios de jacarandaes?

Allí y aquí, a la vez, la condena «de la rueda»,

desde las madres del río y desde las madres de las zanjas…


Y aquí, ay, asimismo, lo que vinimos a buscar..

Si el lirio da a los precipicios, qué le vamos a hacer?

Hay que perder a veces «la ciudad» y hay que perder a veces

«las letras»

para reencontrarlas sobre el vértigo, más puras

en las relaciones de los orígenes…

O más ligeras, si prefieres, como en ese domingo

y en esa fantasía que serán…

Hay que perder los vestidos y hay que perder la misma identidad

para que el poema, deseablemente anónimo,

siga a la florecilla que no firma, no, su perfección

en la armonía que la excede…

O para ser el arpa de Lungmen

eligiendo ella sola los temas de su música,

lejos de los tañedores que se cantan a sí mismos

o que no oyen con los suyos a los recuerdos de las ramas

ni lo que dice el viento…

ni menos ven lo que el viento, por ahí, pone de pie. ..

Y aquí, además, las rimas entre los escalofríos de las briznas,

con los hilos temblando, siempre más allá de nuestra luz..

Y el rostro de Ella no escrito,

oh, recién nacido, con unos signos por hallar

y que serán, oh amigo, los que han de llevarte hasta su esencia

como las mismas, las mismas letras de tu alma…

Pero la viste a Ella,

amaneciendo aquí, Ella, de la espuma de las matas,

Venus de las colinas. Ella, sobre un flujo de jardín,

virgen profunda ésta toda aún de cabellos?



Sí, mi amiga

Sí, mi amiga, estamos bien, pero tiemblo

a pesar de esas llamas dulces contra junio…


Estamos bien… sí…

Miro una danzarina en su martirio, es cierto,

con los locos brazos, ay, negando la ceniza

y el crepúsculo íntimo…


Estamos bien… Cummings que se va, muy pálido,

al país que nunca ha recorrido,

mientras Debussy enciende el suyo, submarino…

Estamos bien… Pero tiemblo, mi amiga, de la lluvia

que trae más agudamente aún la noche

para las preguntas que se han tendido como ramas

a lo largo de la pesadilla de la luz,

con la vara que sabes y la arpillera que sabes,

en las puertas mismas, quizás, de la poesía y de la música…

Estamos bien, sí mi amiga, pero tiemblo de un crimen…

Cuándo, cuándo, mi amiga, junto a las mismas bailarinas del fuego,

cuándo, cuándo, el amor no tendrá frío?



Fui al río

Fui al río, y lo sentía

cerca de mí, enfrente de mí.

Las ramas tenían voces

que no llegaban hasta mí.

La corriente decía

cosas que no entendía.

Me angustiaba casi.

Quería comprenderlo,

sentir qué decía el cielo vago y pálido en él

con sus primeras sílabas alargadas,

pero no podía.


Regresaba

-¿Era yo el que regresaba?-

en la angustia vaga

de sentirme solo entre las cosas últimas y secretas.

De pronto sentí el río en mí,

corría en mí

con sus orillas trémulas de señas,

con sus hondos reflejos apenas estrellados.

Corría el río en mí con sus ramajes.

Era yo un río en el anochecer,

y suspiraban en mí los árboles,

y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.

Me atravesaba un río, me atravesaba un río!



Para que los hombres

Para que los hombres no tengan vergüenza

de la belleza de las flores,

para que las cosas sean ellas mismas: formas sensibles

o profundas de la unidad o espejos de nuestro esfuerzo

por penetrar el mundo,

con el semblante emocionado y pasajero de nuestros sueños,

o la armonía de nuestra paz en la soledad de nuestro pensamiento,

para que podamos mirar y tocar sin pudor

las flores, sí, todas las flores

y seamos iguales a nosotros mismos en la hermandad delicada,

para que las cosas no sean mercancías,

y se abra como una flor toda la nobleza del hombre:

iremos todos hasta nuestro extremo límite,

nos perderemos en la hora del don con la sonrisa

anónima y segura de una simiente en la noche de la tierra.



Todos aquí

Todos aquí para mirar arder y consumirse ese fuego.

Fuego sólo?


No es un corazón apasionado que se ilumina en los cielos?


La pasión de la luz antigua abriéndose en flores encendidas

para mirarse en el espejo humano.


El corazón dice: criaturas terrestres, la vida es gloriosa,

alzaos hasta el fuego armonioso como hasta la sangre

del éxtasis para que todos seáis como simientes ardiendo

para las cosechas sucesivas de la luz común que encenderá hasta la sombra

y la estrellará como un jardín.

https://www.zendalibros.com/5-poemas-de-juan-l-ortiz/



Juan L. Ortiz

(Juan Laurentino Ortiz; Puerto Ruiz, 1896 - Paraná, 1978) Poeta argentino, conocido como Juanele. Se le considera una de las figuras fundamentales de su país, en el mismo plano singular y secreto en el que se ubica la influencia de Macedonio Fernández u O. Girondo.

Vivió su infancia en el medio rural de la Mesopotamia argentina y residió de joven en Buenos Aires, donde se vinculó a los ambientes políticos e intelectuales del anarquismo. Vuelto a su provincia natal de Entre Ríos, trabajó como empleado público y llevó una vida retirada que no le impidió ejercer una notable influencia estilística sobre las jóvenes generaciones.

Se inició bajo la influencia de la poesía intimista posterior al modernismo para después evolucionar hacia acentos más personales, entre los que destaca un sentimiento cósmico del paisaje y un humanitarismo solidario. Apartado de los círculos literarios, su obra tuvo escasa difusión y se publicó de manera dispersa en varios poemarios (El agua y la noche, El alba sube, El ángel inclinado, La rama hacia el Este, El álamo y el viento, El aire conmovido, La mano infinita y La brisa profunda) que en 1971 se reunieron en tres volúmenes bajo el título En el aura del sauce.

En 1969 compartió con R. González Tuñón el Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía. Completan su obra El Gualeguay y La orilla que se abisma (ambos de 1971). En 1996 la Universidad Nacional del Litoral editó su Obra completa, a la que agregó poemas, ensayos y artículos inéditos. Su poesía fue influida por la estética de S. Mallarmé en el sentido espacial del verso.

https://www.biografiasyvidas.com/biografia/o/ortiz_juan_l.htm

https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_L._Ortiz


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