¡BIENVENIDOS AL BLOG DEL TALLER LITERARIO DESPERTARES!

Bienvenidos al blog del TALLER LITERARIO DESPERTARES de la Biblioteca Popular "Cultura y Progreso" de Morteros, Córdoba, República Argentina.

Este blog se inicia el 14 de junio de 2011 para publicar los trabajos de los participantes del taller, que funciona en la Biblioteca Popular "Cultura y Progreso".

Ilustración de la cabecera: "El desván de la memoria" de José Manzanares, creador de sueños, artista plástico de Linares, Jaén, España.

Seguidores

jueves, 27 de junio de 2019

357. ¿Quién era Mariano Alvarado?

Escultor: Néstor Maldonado


Cuando escribí el libro “Mística y Matices”, donde hago un escueto análisis sobre la acción del desaparecido “Partido Demócrata Cordobés” en la provincia de Córdoba y su influencia en Morteros, me encontré con la fascinante secuencia de la fundación de “Villa Los Morteros”, suceso acaecido allá por el año 1.891. El nombre al que se la atribuyen, Don Mariano Alvarado, no apareció escrito en las actas fundacionales municipales que consulté  para el resumen de mi libro. Tampoco tuvo protagonismo en “Los Juegos Florales”, el libro que se editara en 1.944, en ocasión de celebrarse el Cincuentenario de Morteros. No se le adjudica relevancia en la historia de la ciudad. Mi curiosidad hizo que hurgara en el camino de este colonizador, y encontré en las redes, estos desenlaces que desarrollo a continuación.



       
 El colonizador que tiene confundido a Morteros                             
Su padre, Ramón Esteban Alvarado Sánchez de Bustamante, había nacido en 1.793 en San Salvador de Jujuy y se había casado con Leocadia Zenavilla. Llegó a ser Gobernador de la Provincia de Salta.
Al ocupar luego el cargo de Cónsul General Argentino ante Bolivia, se trasladó a ese país con su familia.
En Tarija, Bolivia, el 15 de agosto de 1.823, nació su hijo, Mariano Alvarado Zenavilla.
De regreso a la Argentina, en el tiempo, se instalarían en la futura ciudad que llamarían Rosario, de la provincia de Santa Fe.
En el proceso histórico que involucra a la Nación, el 22 de enero de 1.841, el Generalísimo, Don Juan Manuel de Rosas, en litigio con los estados vecinos del Norte del país, había cerrado la navegación de los ríos Paraná y Uruguay a los  buques extranjeros. Promoviendo conflictos entre las provincias limítrofes. Comenzaba la rebelión de las provincias del Norte con el Gobierno de Buenos Aires.
Estas dificultades hicieron que en 1.850, se creara, primero el puerto y la aduana y el 5 de agosto de 1.852, fundaran con el nombre de Rosario, al caserío que los rodeaba, en honor a Nuestra Señora del Rosario.
Don Mariano Alvarado, que para entonces su  familia ya se había afincado en el lugar, fue el  Intendente primero de la novel ciudad. Según la Revista del “Centro de Estudios del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas” de la Universidad de Buenos Aires. (UBA)
En 1.852, Aarón Castellanos le había propuesto al Presidente de la Confederación Argentina Gral. Justo J. Urquiza (ya depuesto Rosas) la construcción de un ferrocarril que uniera Rosario “con una gran ciudad, centro geográfico del país, Córdoba”. El Ingeniero norteamericano Allan Campbell se encargaría de elaborar el proyecto.
En tanto, en Rosario, Carlos Casado de Alisal, español, nacionalizado argentino, empresario, latifundista y banquero, que había creado en 1.852 el Banco Casares, lo vendía al Banco de Londres. Esta Institución bancaria pasó a ser una Sociedad Anónima, que se organizaba para la adquisición de latifundios en el Chaco Boreal (actual Paraguay Occidental) Tierras necesarias para la extensión del futuro ferrocarril.  La familia Alvarado, era accionista del nuevo Banco. 
El Gobierno de la Confederación del Gral. Urquiza, designaba en 1.855, al padre, Don Ramón Alvarado Sánchez, Senador Nacional por Santa Fe y su representante ante en el Congreso de Paraná, al que presidió. Confederación de la que no participaba la rebelde provincia de Buenos Aires. Su puerto y la ciudad, sí la integraban.
Volviendo al proyectado ferrocarril, con  un decreto del 2 de abril de 1.855, el Gral. Urquiza, le otorgaba por Ley a su amigo José Buschental, la autorización para construirlo, según el trazado que el Ingeniero Allan Campbell, diagramara para la línea Rosario-Córdoba. Aarón Castellanos, su promotor, se dedicaría a organizar un plan de colonización para la provincia de Santa Fe.
El Banco de Londres, en 1857, fue quien otorgó el crédito financiero que permitió que se creara la sociedad anónima de origen británico, la “Ferrocarril del Oeste Santafesino”. Empresa que se encargaría de ejecutar el proyectado ferrocarril. Le autorizaron instalar su sede administrativa en Londres y sin control fiscal del país en sus libros de contaduría. Presidía la misma el estadounidense William Whelwright. José Buschental se había retirado del proyecto.
El Gobierno de la Confederación Nacional Argentina, que presidía el Gral. Urquiza, en el contrato, otorgaba a los ingleses para la extensión de las líneas ferroviarias “…los terrenos necesarios para el camino, muelles, estaciones y apeaderos, entregados a la empresa libres de todo gravamen y a perpetuidad”.
A su vez, con el fin de ordenar la compra de tierras para el extendido de los rieles, los encargados de la construcción del ferrocarril, en Rosario, se habían organizados en una Sociedad Anónima de capitales privados, la “Compañía de Tierras del Ferrocarril del Oeste Santafesino” quienes decidirían la creación de los pueblos antes de inaugurar las estaciones del ferrocarril. Con sede en Londres y sin injerencia argentina.
Cuando, en el plan de colonización, el negocio de las tierras a ocupar había pasado a ser tal, que los comerciantes e industriales santafesinos, dándose cuenta de los enormes beneficios que se podían obtener por las ventas y evitar que las ganancias por las tierras a vender al ferrocarril, las llevara toda Londres y sus socios, en Rosario crearon para tal fin la empresa “Compañía de Tierras del Central Argentino”. Una sociedad mixta de capitales estatales y privados. La familia Alvarado, eran socios de la misma e integraban el Directorio.
A la nueva Compañía, como la anterior, se le permitió instalar de manera ilegal su administración en Londres, sin control ni fiscalización del Gobierno central argentino.
En 1.861, los ingleses aún no habían iniciado la construcción del ferrocarril Rosario-Córdoba.
Ese año, con una nueva ley, Urquiza prorrogó por última vez la autorización para la construcción del ferrocarril, pero sin especificar fecha de inicio.
Ante dificultades con Buenos Aires por el contrato Rosario-Córdoba, establecido en Santa Fe con el “Ferrocarril del Oeste Santafesino”, cuando en 1862 se firma con los británicos el contrato definitivo de construcción del primer ferrocarril en Argentina, se hizo evidente que la diplomacia inglesa prefería negociar con las autoridades del puerto de Buenos Aires y no con Rosario.
Es cuando los ingleses inscriben  en el tratado con el “Ferrocarril Central Argentino”,  a su representante, el Sr. William Wheelwright. Los documentos originales del proyecto y autorización de la creación del primario, “Ferrocarril del Oeste Santafesino”, fueron luego entregados al nuevo delegado y desaparecieron.
En diciembre de 1.862, ante la necesidad del gobierno provincial de establecer coordenadas para las tierras a ocupar, necesarias para el avance del demorado ferrocarril santafesino, crearon la “Oficina de Topografía y Estadística de la provincia de Santa Fe”. Formaba parte de dicho Instituto Provincial, Don Mariano Alvarado.
Las dificultades que presentaba el hecho de atraer inmigrantes extranjeros para la fundación de las colonias adyacentes al ferrocarril, en 1.863, crearon la “Comisión Promotora de la Inmigración” haciéndose cargo de la presidencia del Directorio, Don Mariano Alvarado.
En el nuevo contrato que el país había firmado con los ingleses, aparecía la problemática de la Inmigración. La ley decía que  las tierras eran “… donadas en plena propiedad, “a condición de poblarlas” y que  “… el Gobierno concede a la Compañía, en plena propiedad, una legua de terreno a cada lado del camino, en toda su extensión” (aproximado unos cinco kilómetros, de ambos lados)
Hacerse de esas tierras para la extensión de las vías ferroviarias, fue el imán que atrajo a especuladores encargados del emplazamiento de colonias agrícolas, y resistido a la vez por quienes ya disponían de  esos bienes, en particular en el sur de la provincia de Santa Fe. No así en el centro, donde aún el proceso colonizador estaba demorado y se daría con productores medios, con explotaciones pequeñas y medianas.
El 14 de enero de 1.863 llegaba al puerto de Buenos Aires el estadounidense, y apoderado del Gobierno inglés, William Wheelwright, presentando ante el gobierno nacional una queja, porque no se les concedía a los constructores, las tierras marginales prometidas para la línea ferroviaria a extender, tal como se decía en la remozada ley, que modificaba artículos aprobados en la primera.
El 16 de marzo de 1.863,  las autoridades nacionales ceden ante el inglés y el Ministro Rawson, en la presidencia del Gral. Mitre, firma el contrato que fue aprobado luego por el Congreso Nacional.
En resumen, la nueva Ley se apartaba de las directivas iniciales en que se sustentaba la construcción de la línea Rosario-Córdoba, en  detrimento de las finanzas públicas y en beneficio del contratista del ferrocarril y de los operadores latifundistas. Además del terreno gratuito y a perpetuidad, en el convenio con el ferrocarril, le otorgaron la explotación del mismo por 40  años, libres de todo impuesto.
Las propiedades a ocupar por el ferrocarril en el nuevo contrato, eran tierras fértiles, sujetas  “a expropiar de cualquier manera” y sin considerar para el vendedor, las que  se ocuparían para el camino, la estación, muelles y apeaderos del ferrocarril. Esta situación dio lugar a embargos, según tasación que se establecía para las mismas.
La Provincia de Santa Fe subastó para hacer frente al pago de las expropiaciones, casi la sexta parte de las tierras fiscales de su territorio (187 leguas de su provincia y 250 de Córdoba, alrededor de 60.000 kilómetros cuadrados).
Ante las erogaciones, y para responder a esta obligación, el 5 de junio de 1.874 en Rosario, por iniciativa del entonces Gobernador de la Provincia de Santa Fe, Servando Bayo, reunidos en el domicilio de Benjamín Ledesma, crearon el Banco Provincial de Santa Fe. Una Sociedad Anónima, con capitales mixtos: estatal y privado. El presidente del nuevo Banco sería Carlos Casado de Alisal. Entre los accionistas se encontraba la familia Alvarado, a la vez que, Mariano Alvarado, fue el redactor de los Estatutos definitivos del Banco creado. Junto a Melitón de Ibarlucea, fue designado Delegado del Gobierno Provincial, en el directorio de la novel entidad.
Encargado de la impresión de los billetes del nuevo banco fue la “Compañía Americana de Billetes de Banco de Nueva York”. Su apoderado en la Argentina era el Sr. Carlos H. Stanford.
El Banco Provincial de Santa Fe abrió sus puertas el 1° de septiembre de 1.874.
La entidad bancaria, según consultas,  adquiriría en el tiempo en la provincia, un poder monopólico que frenaba la creación de nuevos establecimientos y obstaculizaba la introducción de capitales en el mercado, situación que obligó a los comerciantes a formular una solicitud de protesta. La entidad fue catalogada como un “establecimiento particular”
En 1.876, para fomentar la colonización en el país y continuar extendiendo el  ferrocarril en lugares inhóspitos, el Gobierno del Presidente Avellaneda, obsequiaba tierras fiscales con la condición de que trajeran colonos a poblarlas. Condición, a que obligaba la Ley y que no siempre cumplían los que se hacían de las mismas, al punto que, en el tiempo, quienes las poseían, fueron eximidos de ese requisito.
Para las ventas, los empresarios dueños de esos latifundios, ponían un aviso en los diarios, ofreciendo alrededor de 20 cuadrados de tierra, pagaderas generalmente por los colonos en cuatro cuotas, cada una luego de la cosecha anual del trigo.
Las haciendas regaladas, aumentaban su valor al ser atravesadas por un ferrocarril. Es imposible calcular cuánto ganaron con las tierras los organizadores de los ferrocarriles en Argentina. Quienes recibieron ese regalo sin duda que se hicieron ricos.
En 1.867, el ferrocarril Rosario- Córdoba, tantas veces proclamado, había llegado a Villa María y el 13 de mayo de 1.870, por fin a Córdoba ciudad.
El Gobierno provincial de Santa Fe, en octubre de 1.884, determinaba que, para instalar nuevas vías ferroviarias en el interior de la provincia, los particulares que quisiesen fundar colonias agrícolas, tenían la obligación de presentar al Departamento Topográfico, los planos respectivos para ser aprobados a fin de autorizar la fundación.
 En 1.886, las provincias de Santa Fe y Córdoba, firmaron un convenio con el Sr. Santiago Temple, que lo autorizaba a construir dos líneas. Una que venía de Sunchales, provincia de Santa fe y la otra de Córdoba ciudad, líneas que unirían sus rieles en el límite interprovincial (hoy Seeber-Eusebia). Un ramal que conectaba a colonias establecidas.
En 1.891, desde Colonia Iturraspe-San Francisco, un nuevo ramal ferroviario hacia el Norte, llegaba hasta “el Punto céntrico la Estación Morteros”, así llamada entonces por los ingleses. El terreno donde asentaron la administración, había sido donado por Miguel Cerana y Mariano Alvarado.
 A su andén, arribó el primer tren el 1° de febrero de 1.891.  (Línea que en 1.909, extenderían hasta La Rubia, provincia de Santa Fe).
En aquel momento, en las tierras aledañas al ferrocarril del lado Oeste de la novel Estación “Los Morteros”, ya existía el caserío del pueblo de la colonia llamada “Isleta”, fundada por los Sres. Pablo y Alberto In´Aebnnit en el año 1.889.
En julio de 1891, a los pobladores de “Colonia Isleta” los autorizó el Gobierno de Córdoba a establecer el primer Municipio y “elegir las autoridades del “punto céntrico “Estación Morteros”, desde allí cinco kilómetros a cada uno de los vientos cardinales…”. Así especificaba el Decreto Ley del Gobierno de Córdoba.  El 9 de agosto de 1.891, Don Pablo In´Aebnnit, era electo autoridad de una colonia y un caserío del que no poseía, ni constaban, los planos catastrales según Santa Fe lo exigía.

En la página 357 del libro escrito por Megías Alicia y Bertoni Lili Ana, del “Centro de Estudios Genealógicos de Rosario”, provincia de Santa fe, un gráfico dice… “Colonia Morteros”. Propiedad de Don Juan Beiro. Litografía publicitaria. Año 1.890-1.892.”
Sucedía que, en 1.891, Don Juan Beiro, había presentado en Santa Fe los planos y documentos según exigía la Ley, pero no había podido presentar la escritura, para acreditar la compra efectuada a Don Mariano Alvarado, por el fallecimiento de éste, ocurrido el 3 de julio de 1.892.
En 1.894, presentó los avales en regla y fue considerada por los gobiernos de las provincias de Córdoba y Santa fe, “Morteros” legalmente fundada como colonia y pueblo, por el Sr. Juan Beiro.
En esta confusión de precursores…. ¿A quién le endilgamos la honra de haber fundado a Morteros?













miércoles, 5 de junio de 2019

356. Los escritores y el estilo literario


Publicado por Tes Nehuén 12 de marzo de 2012



Hace unos días leí un artículo del escritor Fabio Morabito, quien actualmente vive en México, en el cual hablaba sobre la escritura y esa persecución del estilo perfecto, algo que nos aqueja a la mayoría de los que nos dedicamos a escribir. Reuniré en esta nota algunas ideas que diferentes escritores han expresado en torno al estilo literario, espero que les resulte útil y que disfruten con la lectura.


Algunos escriben, otros redactan
En este artículo, Fabio compartía la anécdota de un hombre a quien su esposa le había pedido que redactara un justificante para que su hijo presentara en la escuela, en el cual explicaba las razones por las que la tarde anterior se había ausentado del instituto. El hombre se sentó frente a una hoja y un bolígrafo y estuvo un buen rato dándole vueltas sin conseguir escribir la nota adecuadamente; finalmente, su esposa cansada de esperar le arrebató la hoja y ella misma escribió brevemente el mensaje, firmando al pie y doblando bruscamente el papel. En este punto se detiene Fabio para decir que en ese ejemplo puede verse la diferencia entre un escritor y alguien que redacta, dice:

Posiblemente una de las características que podrían encontrarse en la mayoría de los autores es esa sed de perfección, de pulir absolutamente todo lo que escriben, hasta una simple nota para el supermercado, no podemos dejar nada inconcluso o incorrecto sintácticamente.



El estilo perfecto

El oficio del escritor requiere en primer lugar el saber escoger las palabras exactas para decir aquello que se desea, consiguiendo expresar con claridad una idea, sin perder un estilo claro y auténtico, pero ¿siempre se encuentran las palabras adecuadas? y ¿cómo saber si hemos dado con la frase que buscamos? Deseo detenerme en este punto. Considero que sólo en contadísimas ocasiones el autor es consciente de haber dado en el blanco, de haber optado por las únicas palabras que podrían expresar eso que deseamos, en la gran mayoría termina convenciéndose de dar por terminada de una vez la labor.

El estilo perfecto no existe, así como tampoco el autor impecable, el que nunca se equivoca; y aquellos autores que nos quedamos dando vueltas en un mismo texto durante años, sin atrevernos a mostrarlo, posiblemente convirtamos este acto tan bonito que es escribir en una tarea penosa y hasta odiosa. Buscar mejorar debe ser uno de nuestros objetivos siempre, pero también debo serlo ser razonables y todo lo equilibrados que podamos y por ende huir de términos extremistas, como «perfecto», «absoluto» o «único».



Estilo natural y estilo espontáneo

El estilo literario es algo característico de cada escritor, la forma en la que se expresa que lo vuelven especial. Según el escritor argentino Ernesto Sábato, el estilo está relacionado íntimamente con el arte, no podríamos hablar del estilo de un matemático o un físico.

Es necesario aclarar aquí que no existen buenos y malos estilos, en todo caso podemos coincidir o sentirnos más cerca de uno u otro; así como preferimos un estilo de música por sobre los demás, también podemos preferir formas de expresión lingüística específicas, estilos que nos lleguen de forma más profunda que otros.

En uno de sus textos literarios, Ernesto Sábato, citando a Pascal dice que cuando uno descubre un estilo literario natural se llena de asombro porque donde esperaba encontrarse con un autor, se topa con una persona. Acto seguido, Sábato aclara las diferencias entre estilo natural y estilo espontáneo. Según el autor al que pese a sus incansables labores jamás se le concedió el Premio Nobel de Literatura, un estilo natural sólo puede conseguirse con mucha labor, buscando alcanzar la mayor pureza posible; mientras que lo espontáneo termina siendo el lenguaje más artificioso, ya que detrás de él se encuentra una «subconsciencia idiotizada de mala literatura».

Para Sábato la riqueza de un estilo debe residir en la naturalidad y en la sencillez, en que los lectores lleguen a convencerse de que ellos también son capaces de conseguir redactar lo mismo, esas sensaciones que pueden venirnos al leer a Tolstói, por ejemplo. El estilo no debe ponerse por encima de lo que se desea expresar y siempre debe intentarse llegar al lector de una forma directa y clara.



Entre Borges y Sábato

Creo que crear un paralelismo entre estos dos autores, contemporáneos y compatriotas es una buena forma para entender lo que deseo con respecto al estilo.

Borges utilizaba para sus textos un lenguaje rebuscado, extraído de diccionario y lleno de vocabulario, ideal si lo que se desea es convertirse en un libro abierto en lo que respecta a definición de palabras y términos intrincados, sin embargo, pese a que se considera a él como a uno de los escritores argentinos por excelencia, si nos detenemos en su estilo, encontraremos un uso exagerado de construcciones rebuscadas y poca claridad en el mensaje. De todas formas, en su caso posiblemente fuera auténtico, porque era su manera de ver el mundo; no lo veo del mismo modo al analizar a autores posteriores a él que parecen intentar imitar las construcciones borgianas y terminan elaborando textos complejos pero poco homogéneos.

En el caso de Sábato, podemos encontrar en su obra una forma directa de expresarse, un estilo limpio de absurdismos lingüísticos y una sencillez que alucina. La naturalidad en él parece ser alcanzada, lejos de la parafernalia propia de muchos autores cuyos estilos parecen fabricados. Sábato es sencillo, sin olvidarse de la belleza que la lengua le ofrece para expresar sus ideas, y lo es tanto al escribir ensayos como ficción.

Volviendo al punto de arriba en cuanto a que no hay estilos buenos y malos, en mi caso me inclino por la pureza y sencillez de Sábato, capaz de acercarse al lector sin preámbulos, con una literatura viva y directa, que a la complejísima lingüística de Borges que en el fondo termina taponando los sentimientos y las sensaciones con artilugios aparatosos que ensucian el mensaje. Borges posee un estilo retórico, estilístico, basado en la estructura del lenguaje más que en el mensaje que lleva, y como ya lo hemos dicho el lenguaje debe primar ante todo lo demás.



 https://www.poemas-del-alma.com/blog/especiales/los-escritores-el-estilo-literario
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...