¡BIENVENIDOS AL BLOG DEL TALLER LITERARIO DESPERTARES!

Bienvenidos al blog del TALLER LITERARIO DESPERTARES de la Biblioteca Popular "Cultura y Progreso" de Morteros, Córdoba, República Argentina.

Este blog se inicia el 14 de junio de 2011 para publicar los trabajos de los participantes del taller, que funciona en la Biblioteca Popular "Cultura y Progreso".

Ilustración de la cabecera: "El desván de la memoria" de José Manzanares, creador de sueños, artista plástico de Linares, Jaén, España.

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domingo, 23 de septiembre de 2018

342. CUENTOS DE REGLAMENTO SIMPLE por Gustavo Nielsen del 26-06-2017





"El cuento es un ejercicio de manipulación. El texto debe tener la suficiente cantidad de anzuelitos para mantenerte mirando". ¿Cómo escribir así? Aquí, algunos consejos del escritor Gustavo Nielsen, autor de libros como Playa quemada, El amor enfermo y La otra playa, Premio Clarín Alfaguara 2010.

1.-Me gustan los juegos simples, esos en los que el reglamento puede contarse en una línea. “Con tu bola tenés que pegarle a las otras dos, cada vez que lo lográs hacés carambola y así podés seguir jugando”. Billar. “En el saque la pelotita debe entrar en tu cancha y en la otra sin tocar la red; de ahí en más solamente en la del contrario”. Pimpón. Me gusta que alguien pueda responder en una línea cuando otro le pregunte “¿cómo se juega a esto?”.
En ambos casos se requieren poquísimos elementos: mesas, paletas, tacos, bolas.
El cuento es así.
Los recursos son muy básicos, unas hojas y un lápiz. Con eso tenés que escribir una historia que tenga un comienzo gancho, un desarrollo entretenido y un final imprevisto. Con eso tenés que enamorarme entre cinco minutos y una hora. Parece fácil, sin embargo es la cosa más difícil de hacer de la literatura, que todo el mundo intenta y vuelve a intentar; por el que decenas de personas van a talleres y pierden cantidades astronómicas de tiempo.
Por qué digo recursos básicos: si fuera cine necesitaríamos cámaras, carros, lámparas, rieles.
Necesitaríamos fletes para llevar todos esos objetos al lugar de filmación, y precisaríamos acordar ese lugar: no es lo mismo filmar en un lago que en una montaña. Se pueden hacer escenografías, pero normalmente son más caras que mandarse a los propios escenarios.
El lugar da lo mismo si lo que vamos a hacer es ponernos a escribir. Podemos escribir acerca de un lago o una montaña cómodamente sentados en la cocina de nuestras casas. Y también podemos escribir sobre fantasmas, aunque no existan, sin recurrir a carísimos efectos especiales.

2.-El oficio de escritor, según Don Julio Cortázar, consiste “en lograr ese clima propio (…) que obliga a seguir leyendo, que atrapa la atención, que aísla al lector de todo lo que lo rodea para después, terminado el cuento, volver a conectarlo con su circunstancia de una manera nueva, enriquecida, más honda o más hermosa. Y la única forma en que puede conseguirse ese secuestro momentáneo del lector es mediante un estilo basado en la intensidad y en la tensión, un estilo en el que los elementos formales y expresivos se ajusten, sin la menor concesión, a la índole del tema, le den su forma visual y auditiva más penetrante y original, lo vuelvan único, inolvidable, lo fijen para siempre en su tiempo y en su ambiente y en su sentido más primordial”.

Cortázar habla de secuestro momentáneo; yo me atrevería a agregar que es un secuestro sano, si los hay. Y muchísimo menos fascista que el secuestro del cine. En una sala de cine nos apagan la luz, nos agrandan las imágenes y sonidos de manera atronadora, nos fijan a una butaca que solamente puede mirar hacia delante y nos fuerzan a quedarnos sentados a riesgo de perdernos alguna parte de la trama. Hasta en esto es diferente: si tenemos ganas de hacer pis perdemos la continuidad. No conozco a nadie que esté atado a la silla a la hora de leer un cuento.

3.-El cuento es un ejercicio de manipulación. El texto debe tener la suficiente cantidad de anzuelitos para mantenerte mirando. Debe tener un buen hall de entrada: con iluminación y un techo donde buscar las llaves al resguardo en el caso de que llueva. El autor te tiene que recibir aunque esté muerto, y te tiene que dar una palmada en la espalda cada vez que la subida se pone ardua. Porque es una subida, ya lo dijo una vez Guillermo Martínez: leer es como trepar una montaña. Cuesta, pero el premio es extraordinario. Le escuché la frase para criticar los planes de lectura que hacen los gobiernos, en los que dicen que leer es fácil. No. Leer es bien difícil, aunque tiene su recompensa al llegar a la cumbre con esfuerzo. El orgullo que sentís por haberlo hecho, el paisaje que se ve, el cansancio bien ganado, el temple de espíritu.
Fácil es mirar la TV.
Me gustan los cuentos en los que el autor es un experto manipulador. Puede exigirnos, nos lleva, nos trae, nos excita. Y nosotros, lectores, tan sin darnos cuenta…

4.-Para lograr eso el escritor tiene que manejarse con economía. Si tuviéramos que pagar por cada adjetivo que ponemos en un texto, nos fijaríamos más. A esto le llamo economía de las palabras. Al fin y al cabo se trata de lo que Quiroga nos aconsejó en su decálogo, sacarle el “ripio” al paisaje. Demostrarle al lector que sabés conducir, sin hacerle perder tiempo. La cuestión del tiempo perdido es importante en el tema de los cuentos.
La búsqueda del tiempo perdido en el de la novela.

5.-Lápiz, papel.
Una idea, un tono, un lenguaje, una visión y años de oficio.
La intrepidez puede suplantar al oficio.
Con esos ingredientes convocar una historia que provoque el asombro de los demás. Que haga llorar, reír o dé miedo. Que haga pensar, te rechace o te ponga incómodo.
Queremos leer historias extraordinarias. Para cosas comunes tenemos nuestras propias vidas.
Queremos leer sobre robos a bancos, engaños fatales, asesinatos perfectos, viajes imposibles; queremos leer sobre amores insaciables, grandes fracasos; catástrofes, incesto. Los mejores cuentos tienen olor a prohibición, y estiran la tensión en las relaciones como si nunca se pudieran romper. En los mejores cuentos nunca nada de lo humano funciona demasiado bien.
Si tenés un temperamento más duro vas a preferir a Hemingway y a Flannery O´Connor.
Si la sutileza domina tu vida, a Cheever o a Alice Munro.

6.-La idea de ser amable con el lector no es fácil para el escritor, es un adicional que debe tomar. Ya no solo tiene que esforzarse para que lo que dice se parezca a lo que el otro leerá, sino que debe jugarse para que el otro no abandone prematuramente la lectura. Debe tenerlo ahí atrapado hasta que el cuento se termine. Es el mismo esfuerzo que tiene que hacer cualquier persona para conocer a otra: se llama seducción.
El lector se da cuenta de que algo está mal escrito cuando saltea párrafos, y también agradece cuando al cuento no le sobra ni una palabra, lo que pasa muy pocas veces. Acá, casi únicamente con Borges y Saer. En Uruguay, con el gran Onetti.
Finalmente la obra puede ser un enigma, pero ese enigma tiene que estar acompañado de las palmaditas en la espalda. Como te estás morfando esto, te voy a ayudar. El escritor que me gusta es como El Amigo Americano de Higsmith, que te mete en problemas pero también te va a ir a salvar, para garantizarte que vas a salir de los quilombos en los que te metió.
Nunca te dejará solo.

7.-Algo sobre los personajes, ah. Esa familia inventada que nos sigue a todas partes. Jamás los juzguen. Que ellos actúen. El escritor les da entidad, después los tiene que dejar que vayan, digan, hagan. El escritor tiene que ser lo suficientemente piadoso para comprender que todos sus personajes tienen defectos y virtudes. Más que tratar de dirigirlos, hay que orientarlos y cuidarlos para que sean ellos mismos. No hay que preferir uno a otro, no hay que tomar partido. Todos ellos tienen que salir bien parados al final, todos tienen que provocar una mínima ternurita, por más hijos de puta que sean. Por más mentirosos, por más irresponsables. Si el escritor no logra instalar un efecto de quiebre en algún momento, ese personaje no servirá, porque no va a provocar empatía con ningún lector.
Un personaje sin empatías es descartable.

8.-Hay que hacerle creer al lector lo que viste en otros planetas, unas formas de vida que él no se imagina. Me encantan los escritores que tienen un plan que va más allá de la historia que cuentan, que se propusieron manipularte más de la norma. Onetti en “Esjbert en la costa”, o Casciari en 8.-“Basdala”. Estos escritores deciden duplicar la apuesta, hacerte llorar y reír al mismo tiempo, en el mismo relato. Los dos son igual de amables con el que los lee. Leer literatura auto explicada está bien, aunque leer algo sumamente cruzado y entenderlo es el triunfo supremo.
La primera vez que leí el Ulyses tenía dieciséis años, en esa edad uno entiende todo, por lo tanto no tuve problemas. Lo leí y chau. Al lector joven le pasa lo mismo que al octogenario: lee con una impertinencia serial.
La segunda vez fue a los cuarenta y ocho, y el morto qui parla pide explicaciones a cada renglón. Por suerte hay un libro de Gamerro que es más largo que el de Joyce y te va resolviendo enigma tras enigma del Ulyses; yo lo leí a la par, y terminé llorando por la maravilla de novela que había terminado. Literalmente, un viaje. Gracias James, pero también gracias Carlitos. La satisfacción es lo que más aprendí a agradecerle a la vida.

9.-Además de ser un libro difícil, al Ulyses lo apretó el tiempo, que pasa siempre, y en el que los escritores no podemos saber qué se va a entender en el futuro, o qué quedará.

10.-Empecé a escribir porque leí a Quiroga. Me había hipnotizado al punto de legarme sus ganas de asustar. Y lo que comprendí en su momento era que ese tipo me estaba hablando desde la tumba, a mis cortos seis años, y me asustaba desde sus huesos vueltos polvo hacía rato. Eso que dejó en sus cuentos seguía dando resultado. Su miedo resultó porque las palabras estaban correctamente alineadas para dar miedo. Yo estaba entrando en una trampa tendida desde el pasado. Poe tendiéndomela hace unos doscientos años; Kipling hace cien, Borges hace cincuenta. Esa es la maravilla.
Si sos escritor de los buenos, te morís menos.



https://www.eternacadencia.com.ar/blog/taller-literario/item/cuentos-de-reglamento-simple.html

https://milanesaconpapas.blogspot.com/2017/06/cuentos-de-reglamento-simple.html

domingo, 16 de septiembre de 2018

341. ¿Este aula o esta aula; poco hambre o poca hambre?




Tanto en el lenguaje oral como en los textos escritos aparece muy frecuentemente la vacilación sobre el determinante que debe anteceder a los sustantivos femeninos que comienzan por a (ha) tónica.

Veamos el uso de los determinantes delante de sustantivos femeninos que empiezan por "a" o "ha" tónica

Se duda si hay que decir o escribir este aula o esta aula, poco hambre o poca hambre, por ejemplo.

Las regla existente al respecto es muy clara, aunque hay que decir que en pocos textos se respeta y se aplica correctamente. Es la siguiente:

únicamente aparecerá el determinante masculino delante de un sustantivo femenino que comienza por a (ha) tónica en el caso de los artículos determinado e indeterminado el y un, y de los indefinidos algún y ningún.

• El resto de determinantes, al igual que los adjetivos calificativos que acompañen al sustantivo, irán concertados en su forma femenina.

Ejemplos correctos:
   el aula espaciosa
   un alma buena
   algún águila
   ningún hambre

Los demás determinantes deben aparecer en sus formas femeninas, si no, son formas incorrectas que deben corregirse por el determinante adecuado.

Ejemplos incorrectos:
   Este aula es muy grande* (expresión correcta: Esta aula...).
   Tengo mucho hambre* (expresión correcta: Tengo mucha hambre).
   El río lleva poco agua* (expresión correcta: El río lleva poca agua).
   Entrad en el primer aula* (expresión correcta: Entrad en la primera aula).
   Todo alma busca la plenitud* (expresión correcta: Toda alma busca la plenitud).
   Dispararon con el mismo arma* (expresión correcta: Dispararon con la misma arma).


A esta regla general debemos añadir las siguientes puntualizaciones:

1. En el plural se utilizan los determinantes femeninos regulares:
   las asas
   unas águilas
   algunas áreas
   ningunas armas

2. La regla anterior dada para los sustantivos no se puede aplicar a los adjetivos que comienzan por a (ha) tónica:
   El ácida fruta* (expresión correcta: La ácida fruta).
   El amplia casa* (expresión correcta: La amplia casa).

3. Cuando se intercala entre el artículo y el sustantivo otra palabra, se debe utilizar la forma femenina del artículo:
   Tengo un hambre enorme / Tengo una enorme hambre
   El aula espaciosa / La espaciosa aula
   Algún área desconocida / Alguna desconocida área

4. Algunas excepciones a la norma general:
   la a
   la hache
   la Ana (al igual que el resto de nombres propios femeninos que comiencen por a/ha)

5. En cuanto a los numerales cardinales, todos los compuestos del determinante un, ante la a tónica,     concuerdan con la forma masculina:
   veintiún áreas diferentes
   treinta y un aves de distintas especies
   cuarenta y un almas

http://desequilibros.blogspot.com/2012/02/este-aula-o-esta-aula-poco-hambre-o.html#.W57VoOhKjcf


Observaciones:

 El determinante "el" ante sustantivos que empiezan con la vocal /a/ tónica, precisamente no es el artículo masculino. Se trata de la variante de "la", que solo por casualidad tiene la misma forma que el artículo masculino.

Histórica y etimológicamente, se trata del pronombre demostrativo latino femenino ILLA, que en castellano antiguo dio "ela". Luego "ela" se convirtió en "la" en la mayoría de los casos, salvo ante palabras que comienzan con /a/ tónica, para evitar la pronunciación afectada. Veamos los siguientes ejemplos:

ILLA CASA > ela casa > la casa
ILLA ANIMA > ela alma > *el'alma > el alma.

El artículo masculino, sin embargo, viene del latín ILLE:

ILLE LIBRU > ele libro > el libro.



miércoles, 12 de septiembre de 2018

340. ANTÍGRAFO, CALDERÓN O «PILCROW» (Tipografía)

CALDERÓN O «PILCROW», ANTÍGRAFO O, POPULARMENTE SIGNO DE PÁRRAFO



Diseños variados de calderones, pilcrow o marcas de párrafos



El calderón es un signo tipográfico () utilizado en la antigüedad para marcar los diferentes párrafos. Se le llama también antígrafo o, errónea pero popularmente, signo de párrafo.

No es un símbolo alfabético y varía según el tipo de letra, pero la forma mostrada aquí es la más típica. Generalmente se dibuja como una letra P mayúscula al revés, pero también se puede dibujar agrandando la sección redonda hacia abajo asemejándose esta vez a una D al revés.



Calderones en una página de Berardo Villanova impresa por Nicolás Spindeler en Valencia en 1500



Posible origen y evolución del calderón


Historia y etimología
Se originó en la Edad Media para separar las ideas en un texto, antes de adoptar la práctica habitual de separar párrafos independientes.
Se piensa que su forma se originó como una C de capitulum (Capítulo), que con el tiempo fue cruzada por una línea vertical.
Ya en 1930, Eric Gill lo usó para separar párrafos y designar unos nuevos en un texto largo, en su libro "Un ensayo sobre tipografía".​

Usos actuales
Actualmente se utiliza en textos impresos para señalar alguna observación sobre lo escrito. Asimismo es el símbolo que representa la función «mostrar todo» en los editores de texto más habituales (Microsoft Word, OpenOffice.org Writer, etc.). Dicha función muestra en pantalla marcas de párrafo y otros símbolos de formato ocultos.
En Unicode, el carácter es llamado signo antígrafo, y su código es el U+00B6. Dependiendo de la fuente éste carácter puede tener varias apariencias.

El antígrafo puede ser añadido como siempre visible e imprimible en el S.O. Windows con las teclas Alt + 20: ¶ y en formato cursiva Alt + 0182; y en el S.O. Macintosh, con la combinación Option + J. En X Window System, presente en sistemas Unix y GNU/Linux, se puede introducir directamente con la combinación Alt Gr + R o con Shift + Alt Gr + R en la mayoría de distribuciones de teclado.

Signos de párrafo en otras lenguas
En chino, el signo de párrafo tradicional es "", casi igual al círculo en sans serif, el mismo que se usa, alternativamente, como «cero» chino. Como una marca de párrafo, este signo sólo aparece en los libros muy antiguos.

En Brasil el signo de párrafo (parágrafo) es §, y se utiliza mucho en los textos legales.

domingo, 2 de septiembre de 2018

339. El infierno está plagado de adverbios (terminados en -mente)


"Los adverbios (terminados en -mente) son como el diente de león. Uno en el césped tiene gracia, queda bonito, pero, como no lo arranques, al día siguiente encontrarás cinco, al otro cincuenta... y a partir de ahí, amigos míos, tendréis el césped «completamente», «avasalladoramente» cubierto de diente de león. Entonces los veréis como lo que son: malas hierbas, pero entonces, ¡ay!, entonces será demasiado tarde".


"Los adverbios de modo terminados en -mente son un vicio empobrecedor…  me parecen feos, largos y fáciles, y casi siempre que se eluden se encuentran formas bellas y originales".

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El otro día que encontré con un interesante apunte titulado "5 fascinantes curiosidades sobre escritores que debes conocer".

La curiosidad que más me llamó la atención fue la que describe "La guerra contra los adverbios" que tenía declarada Stephen King, y que da título a este apunte.

Decía el autor en La piedra de SísifoIsaac Belmar:
"En esta guerra a un lado del frente están los adverbios, al otro un héroe solitario o quizá no, Stephen King. El famoso escritor se suele proponer escribir 2.000 palabras cada día y hacerlo sin adverbios.
   «El camino hacia el infierno está plagado de adverbios y lo gritaré desde los tejados».

King le dice vehementemente a todo el que escucha que los adverbios son, probablemente, el mayor enemigo de la escritura".

Stephen King. Mientras escribo
Así que, en vista de tan categórica afirmación, he decidido explorar un poco el tema.

El propio Stephen King ha tenido a bien, costumbre no muy extendida entre los escritores, dejar escrito un libro sobre su quehacer creativo.  
Mientras escribo contiene en su prólogo una admirable declaración de intenciones:
He escrito un libro corto porque a la mayoría de los libros sobre la escritura les sobra paja y tonterías. Los narradores no tenemos una idea muy clara de lo que hacemos. Cuando es bueno no suelen saber por qué y cuando es malo, tampoco. He supuesto que a menos páginas, menos paja. 
Cualquier aspirante a escritor debería leer The Elements of Style, de William Strunk Jr. y E. B. White. La regla número 13 del capítulo Fundamentos de la redacción dice: Omitir palabras innecesarias. Voy a intentarlo.
Y uno de los consejos que da es: desconfía del adverbio.

Y se explica:
Recordarás, por las clases de lengua, que el adverbio es una palabra que modifica un verbo, adjetivo u otro adverbio. Son las que acaban en -mente.
Ocurre con los adverbios como con la voz pasiva, que parecen hechos a la medida del escritor tímido.
Mediante los adverbios, lo habitual es que el escritor nos diga que tiene miedo de no expresarse con claridad y de no transmitir el argumento o imagen que tenía en la cabeza.
El autor de El Resplandor dice que debemos evitar a toda costa expresiones como “dijo lastimosamente”, “exclamó valientemente”, “dijo despectivamente”, etc. 
Si tenemos que expresar cómo está hablando el personaje, es porque estamos haciendo una pobre descripción o que el diálogo no es lo suficientemente claro.

Y pone un ejemplo muy clarificador, por las dudas:
Examinemos la frase «cerró firmemente la puerta». 

Reconozco que no es del todo mala (al menos tiene la ventaja de un verbo en voz activa), pero pregúntate si es imprescindible el «firmemente».
Me dirás que expresa un grado de diferencia entre «cerró la puerta» y «dio un portazo», y no es que vaya a discutírtelo...pero ¿y el contexto? ¿Qué decir de toda la prosa esclarecedora (y hasta emocionante) que precedía a «cerró firmemente la puerta»?
¿No debería informarnos de cómo la cerró? Y, si es verdad que nos informan de ello las frases anteriores, ¿no es superflua la palabra «firmemente»? ¿No es redundante?
Ya oigo a alguien acusándome de pesado. Lo niego. Creo que de adverbios está empedrado el infierno, y estoy dispuesto a vocearlo desde los tejados.
Dicho de otro modo: son como el diente de león. Uno en el césped tiene gracia, queda bonito, pero, como no lo arranques, al día siguiente encontrarás cinco, al otro cincuenta... y a partir de ahí, amigos míos, tendréis el césped «completamente», «avasalladoramente» cubierto de diente de león. Entonces los veréis como lo que son: malas hierbas, pero entonces, ¡ay!, entonces será demasiado tarde.
 Si queréis más ejemplos, en la página 79 (y ss.) del pdf con la obra de King los tenéis.

Pero es que Stephen King no era el único enemigo declarado de los adverbios.


García Márquez también tenía su opinión al respecto.Gabriel García Márquez
En una entrevista para Los Angeles Times, asegura que, para mejorar su escritura, ha eliminado los adverbios terminados en -mente:
– Antes de Crónica de una Muerte Anunciada hay muchos. En Crónica creo que hay sólo uno. En Amor en los tiempos del cólera, no hay ninguno. 
En español, el adverbio -mente es una solución demasidado fácil. Si quieres usar un adverbio terminado en -mente y buscas otra palabra, siempre es mejor. Se ha vuelto tan natural para mí que lo hago sin darme cuenta.

Y en sus memorias, Vivir para contarla, vuelve a la carga:
"Me propuse un cambio de fondo a partir de mi cuento siguiente. La práctica terminó por convencerme de que los adverbios de modo terminados en -mente son un vicio empobrecedor.
Así que empecé a castigarlos donde me salían al paso, y cada vez me convencía más de que aquella obsesión me obligaba a encontrar formas más ricas y expresivas.
Hace mucho tiempo que en mis libros no hay ninguno, salvo en alguna cita textual. No sé, por supuesto, si mis traductores han detectado y contraído también, por razones de su oficio, esa paranoia de estilo".
En otra ocasión, al hablar sobre gramática, apostilló:
…en mis últimos seis libros no he usado un sólo adverbio de modo terminado en mente, porque me parecen feos, largos y fáciles, y casi siempre que se eluden se encuentran formas bellas y originales.

No malinterpreten a King o a García Márquez. El Manual de la Nueva Gramática de la lengua Española (de 2009) no dice que su uso sea incorrecto. Es más, en su apartado 30.7.2b aclara que
Los adverbios de manera orientados al objeto indican el modo en que la acción afecta al complemento de algunos predicados. Así, el adverbio mortalmente en Lo hirieron mortalmente indica una manera de herir, pero informa también de cierto cambio de estado en el que recibió la herida, y no de una situación del que la causó.
Tanto King como Gabo se refieren a cuestiones estilísticas con las que se puede, o no, estar de acuerdo. 
Y, de hecho, muchos son lo autores en castellano que han usado "brillantemente" este tipo de adverbios: desde Alfonso X hasta Fray Luis de LeónMoratínValle-InclánJuan Ramón Jiménez

No me resito a citar la primera frase de la primera gran obra en lengua castellana: el Cantar de Mío Cid:
De los sos ojos tan fuertemientre llorando

Pero sigamos con el uso de los adverbios terminados en -mente, pero esta vez en referencia al lenguaje periodístico. Por desgracia, quedan pocos Larra o Blasco Ibáñez entre nuestros periodistas. Y el "nivel" narrativo de este gremio ha conseguido comenzar a excavar cuando parecía imposible caer más bajo.

Decía Darío Gallo, ahora editor jefe del diario Clarín:
No hay periodista que quiera impresionar con su escritura que no le meta adverbio terminado en mente a párrafo que se le cruce
Como por lo general están puestos para exagerar, para maquillar una prosa frágil, se los puede quitar sin que afecten el sentido de la frase. En muchos casos son redundantes. Para demostrar cómo se intenta embaucar con los "mente", basta leer discursos políticos o declaraciones intencionadísimas.

Así que ya saben: huyan, como de la peste, de los adverbios terminados en -mente.

Y a modo de despedida, déjenme que les recomiende la lectura de bloGicamenteúnico blog contra los adverbios terminados "en mente" en la redacción periodística y de blogs.

Por desgracia, solo estuvo activo unos meses y está muerto desde 2006, pero solo su título ya merece todos mis respetos.

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Bibliografía:

338. EVITA ESTO CUANDO ESCRIBAS (AUNQUE SEA CORRECTO)





Un texto correcto también puede ser feo. Si tienes en cuenta estas diez pequeñas claves, tus textos serán más bellos y comprensibles

«Ocurre con los adverbios como con la voz pasiva, que parecen hechos a la medida del escritor tímido. Mediante los adverbios, lo habitual es que el escritor nos diga que tiene miedo de no expresarse con claridad y de no transmitir el argumento o imagen que tenía en la cabeza»
Stephen King

Cuando un autor pone su trabajo a merced de un CORRECTOR DE ESTILO, teme que este le cambie su estilo. No es para menos, dado el nombre que ha recibido la profesión. Pero un buen corrector de estilo debería respetar el estilo del autor, entendiendo por esto los rasgos que diferencian su escritura de la de otros y la hacen reconocible.
Entonces, ¿QUÉ CORRIGE UN CORRECTOR DE ESTILO? Resumiendo mucho, hay dos tipos de correcciones. La primera, llamada CORRECCIÓN ORTOTIPOGRÁFICA, corrección de pruebas o corrección de textos a secas, simplemente «limpia» el texto eliminando los errores. Tras una corrección de pruebas, el texto será correcto, pero puede seguir siendo malo.

Para que el texto además gane calidad (sea más comprensible y más bello), hace falta una CORRECCIÓN DE ESTILO. Esta lleva más tiempo y es más costosa. Soluciona temas como el orden de las palabras en las frases, las repeticiones, el uso adecuado de las palabras según su significado, la homogeneización de términos, la puntuación… Puede tener distintas profundidades (este nivel de intervención lo acuerda el corrector con la persona que le hace el encargo).

Así pues, las recomendaciones de hoy pertenecerían a una corrección de estilo. Quien quiera puede plagar su texto de estas expresiones, ya que este seguirá siendo correcto. Son solo sugerencias. Evitar en la medida de lo posible estas expresiones embellecerá un poco el escrito y lo hará más claro y directo.

1.       GERUNDIOS
Es mejor utilizar pocos. En primer lugar, porque tienen una sonoridad fea y abusar de ellos recarga el texto. En segundo lugar, porque muchas veces se utilizan mal, y en esos casos son, además de feos, incorrectos. Es el caso del llamado «gerundio de posterioridad», que indica una acción posterior al verbo principal: Trabajó toda la mañana en la oficina, yéndose después a casa.

2.       ADVERBIOS TERMINADOS EN –mente
En casi todos los libros de estilo se recomienda no abusar de los adverbios terminados en -mente. El escritor Stephen King asegura que son «el peor enemigo de la escritura». García Márquez decía que usar un adverbio terminado en –mente es «una solución demasiado fácil» y «un vicio empobrecedor». Cuando se busca una alternativa, esta siempre resulta mejor. En este post se habla largo y tendido sobre el tema: http://desequilibros.blogspot.com/2014/09/El-infierno-esta-plagado-de-adverbios-terminados-en-mente.html#.W4x2JuhKjcd

3.       SUCESIONES DE VERBOS EN INFINITIVO
Las perífrasis demasiado largas también ensucian los textos. Casi siempre es posible eliminar al menos uno de los verbos de la ristra. Por ejemplo, la frase «queremos intentar conseguir alcanzar la excelencia en el campo» puede ser sustituida por «intentamos alcanzar la excelencia en el campo», por «queremos conseguir la excelencia en el campo» o cualquier otra variante similar más concisa.

4.       FRASES LARGAS
La claridad del texto aumenta si las frases son cortas y siguen estructuras simples, sin muchas subordinadas. Cuanto más largas y complejas sean, más atención habrá que poner en el orden de sus partes para que sigan siendo comprensibles, ya que el objetivo debe ser poner las cosas fáciles al lector.

5.       PALABRAS-COMODÍN
Casi siempre que escribimos la palabra «cosa», esta podría ser sustituida por otra más adecuada. Lo mismo ocurre con el verbo «poner». Se trata de comodines, también llamados «palabras-baúl». Se caracterizan por abarcar muchos significados, pero a menudo tienen sinónimos más procedentes en cada caso concreto. Por ejemplo, en lugar de decir «poner la fibra óptica», podemos usar el verbo «instalar». En lugar de «poner atención», «prestar atención».

6.       MULETILLAS
Son palabras que no aportan nada al texto pero facilitan la tarea de enlazar unas partes con otras, de enfatizarlo, de finalizarlo… Casi siempre pueden omitirse o sustituirse por otras fórmulas. Son comprensibles en la lengua oral («o sea, «pues nada…), ya que hay menos tiempo para construir el discurso en la cabeza; pero deben evitarse sin miramientos en la escrita. Algunos ejemplos de muletillas comunes en el lenguaje escrito son las expresiones «y es que» o «como no podía ser de otra manera».

7.       TÓPICOS
Según el capítulo dedicado a la pobreza léxica en el libro Las 500 dudas más frecuentes del español, editado por el Instituto Cervantes, un tópico es una «expresión vulgar o trivial». Algunos tópicos bastante extendidos son los siguientes: «todas las opiniones son respetables», «rectificar es de sabios», «la vida hay que disfrutarla», «un marco incomparable», «las últimas tecnologías», «una forma diferente de hacer las cosas», «fiel reflejo», «espectáculo dantesco», «cese fulminante», «estrecha colaboración», «merecidas vacaciones»… Evítalos. Si piensas en una forma diferente de decir cada uno de ellos, tus textos serán más ricos.

8.       REDUNDANCIAS
Expresiones como «subir arriba», «bajar abajo», «entrar dentro» o «salir fuera» son correctas pero redundantes. Teniendo en cuenta que la recomendación general es eliminar todas las palabras superfluas de los textos a favor de la economía del lenguaje, las primeras que se deben tachar son las que repiten exactamente el significado de la palabra que tienen al lado.

9.       REPETICIONES
Repetir palabras es necesario para que los textos tengan coherencia, para que se entienda la relación entre unos párrafos y otros. Pero hay alternativas a las repeticiones que cumplen esta misma función y evitan que se abuse de un mismo término. Por ejemplo, podemos usar sinónimos, sustituirlas por pronombres o directamente suprimirlas (en el caso de que la frase permita una elipsis).

10.   EUFEMISMOS
Los eufemismos son correctos. Son formas atenuadas de referirse a una realidad, y es decisión del autor utilizarlos o no; o incluso optar por su contrario, el disfemismo (decir, por ejemplo, «estirar la pata» en lugar de «morir»). Los eufemismos, pues, son lícitos cuando son equivalentes a las palabras que sustituyen. Por ejemplo, decir «empleada del hogar» o decir «criada» es lo mismo. Pero son censurables cuando lo que hacen es disimular, ocultar o escamotear la realidad. Es el caso de eufemismos como «reajuste de plantillas», que siempre se refiere a la eliminación de puestos de trabajo y nunca a su ampliación, por lo que no es fiel al lenguaje: hace que las palabras dejen de tener el significado que les corresponde.

Caer en estos errores desenmascara a un escritor principiante. Aunque la lista de sugerencias de estilo a tener en cuenta sería interminable, tener en cuenta al menos estas hará que el texto gane calidad comparado con otro que solo sea correcto.


https://www.yorokobu.es/textos-mas-bellos/

https://valeriamemar.wordpress.com/2016/04/29/diez-cosas-que-debes-evitar-cuando-escribes/
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