¡BIENVENIDOS AL BLOG DEL TALLER LITERARIO DESPERTARES!

Bienvenidos al blog del TALLER LITERARIO DESPERTARES de la Biblioteca Popular "Cultura y Progreso" de Morteros, Córdoba, República Argentina.

Este blog se inicia el 14 de junio de 2011 para publicar los trabajos de los participantes del taller, que funciona en la Biblioteca Popular "Cultura y Progreso".

Ilustración de la cabecera: "El desván de la memoria" de José Manzanares, creador de sueños, artista plástico de Linares, Jaén, España.

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miércoles, 15 de septiembre de 2021

466. AFORISMOS DE ROGER MUNIER (1923-2010)


Roger Munier (21 de diciembre de 1923, Nancy - 10 de agosto de 2010, Vesoul ) fue un escritor y traductor francés. A partir de 1953, Munier fue uno de los primeros en traducir al francés la obra de su maestro y amigo, el filósofo alemán Martin Heidegger (1889-1976). 

http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/poesia-moderna/16-poesia-moderna-cat/281-130-roger-munier?start=2

Soledad

I

 * El lugar en donde estoy, ¿cuál es? No es nunca el lugar en el que me veo, donde me ves. Es como inalcanzable, incluso para mí.

*No, lo que ocurre no es lo que ocurre en este momento. Otra cosa adviene en aquello que ocurre. No fuera de sí, no más allá de sí, sino en sí, como aquello que pasa.

*Lo real es inaccesible. No lo lejano, distante, al margen. Al contrario, próximo, infinitamente próximo, ahí, pero inaccesible.

*Inaccesible por real. Se puede uno acercar al mundo, pero no aproximarse a la realidad del mundo. Se puede tocar la cosa, pero no la realidad de la cosa.

*Toda cosa, en este sentido, está absuelta, es ídolo.

*Toco el árbol. Pero, ¿es el árbol lo que toco o es que me toco en el árbol?

*En el ruido de la campana que suena, hay el ruido de una campana que suena.

*Esto no se deja decir. Es casi insignificante. Y sin embargo, es esto únicamente lo que está por decirse, lo que no ha sido, y no será nunca dicho, sino al sesgo.

*Está en el principio de aquello que será dicho. ¿Puede uno hablar solo de este principio? No se dice.

*Todo es la voz de otro. Que no existe.

 Es por fuerza, su voz. No por mandato. Sólo por fuerza, del hecho que no existe, no puede ser y hablar sino por aquello que existe.

*El arroyo en la yerba hace un ruido húmedo, que dice, cuando se le escucha, algo que se dice antes de que se le escuche.

*Todo aquello que es signo o maravilla llega como antes de que tenga lugar. Se precede admirablemente.

*El afuera llama a causa de los colores del atardecer. Uno sale, pero el llamado se ha esfumado. Está el afuera, sin llamado.

    Si hay llamado, permanece con él sin más. Sin verificar el llamado.

*Eso no dice nada y sin embargo uno escucha. No aparece y sin embargo uno mira.

    Uno no ve ni escucha el mundo sino porque uno no escucha y no busca ver ante todo sino aquello que no dice nada, aquello que no aparece.

*La cosa que se mira sin distancia, casi sin mirada, vuelve sobre sí, se colma, se diría que se anima, trepa sordamente como en otro espacio.

*No se podrá nunca decirlo. Y es por esto, como por error, que hay un decir.

    Si se lo pudiera decir, todo decir se detendría.

*Rosa: al decir rosa, te he robado el nombre. Y ahora ya no tienes nombre.

*Alguna cosa se pronunció ya antes de nosotros. De allí viene el decir, su posible conveniencia. Nada, en lo visible, es inocente.

*No estoy conmigo por causa del mundo. El mundo no está consigo mismo, por mi causa.

*Tú perturbas al comprender, tal vez tanto como alteras aquello que comprendes.

*Es la vista misma lo que me impide ver; el oír lo que me impide oír; el amor lo que me impide amar.

*El Nombre; el único Nombre que existe tal vez entre los nombres, pero uno no sabría escribirlo o proferirlo como el único nombre.

*Desconfiar de los momentos intensos. No son sino intensos. Más intensos que momentos.

*El viento nocturno renace y crece en los árboles. Cuando cesa, en el silencio puro, dice: soy yo.

*Lo que hace la riqueza de este momento no es lo que sé de ella, sino lo que se me escapa.

*Tenemos acceso sin comprender, ya que comprendemos generalmente sin acceso.

*El ser no dura que por medio del ser, que lo oculta.

*Todo es obstáculo, siendo medio.

*Detrás de lo que pienso, y enmascarado por lo que pienso, está lo que pienso.

*Respiro el perfume de la rosa y es el perfume de algo que es como la rosa. No la rosa.

*Toda palabra que dice: yo hablo, soy yo, no habla, dice solamente: soy yo.

*No hace falta en el fondo sino una palabra que todas las otras buscan reemplazar-febrilmente.

*El Sentido, si existe, no se acomoda con el sentido.

*Si puedes alcanzarlo —y todo aquello que puedas alcanzar— no es digno del movimiento que busca alcanzarlo.

*Divino es el hálito ligero del viento en los rosales. Divino y vivo.

*No se trata de decir el viento, sino de ser atravesado hasta el decir, por el viento.

*Que hablen primero los matices más fugaces, como aquellos trazos brillantes que deja el sol declinante al tocar los troncos húmedos de los árboles, en los bosques de invierno.

*Nada alrededor se aclara, pero persiste-persiste y señala.


II

*Ya que es necesario que el mundo comience, será aquí.

*Alguna cosa dura bajo aquello que pasa. ¿Qué es esta cosa que dura? No es una cosa ni un ser, porque cosas y seres duran un tiempo y después se borran. Aquello que dura sería más bien lo que borra. Aquello que dura no dura sino borrando.

*Todos hacen como si la existencia, el hecho de existir, estuviera implícito en él mismo. La existencia no está necesariamente implícita en sí misma. Pero Eso va de suyo en efecto, avanza de suyo, como para sí y nos lleva en su paso.

*La dicha es el sentimiento de que el mundo profundo sigue su curso, como un río entre sus remansos de sombra, las aguas tranquilas, apenas espejeantes.

*Cuando duermo, las cosas velan. Las cosas me velan, como se vela un muerto.

*Bajo la luna, no había viento. Había una frescura, como un flujo de frescura, sin nada que se moviera.

*El misterio que se esconde no es realmente un misterio. Mayor misterio es aquel que se muestra.

*Permanecemos en la distancia. Aquello que nos ama, si nos ama, nos tiene a distancia. No a distancia, sino en la distancia.

*El hombre se hizo en el abandono. Se hizo como el abandono.

*Mucho más que de su habitación el hombre huye del aquí. Todo le es bueno —ir, venir, partir, distraerse— para no sentirse aquí. Y sin embargo aquí es el único lugar, de sorpresa, de extrañeza, casi de horror, en donde todo puede comenzar. Pero el hombre no quiere sino continuar sin jamás comenzar.

*La flor comprende el mundo en flor y el pájaro en pájaro.

*¿Por qué el hombre no puede comprenderlo en hombre? Porque quiere algo más: quiere comprenderlo...

*La madera no sabe que es violín. El hombre sabe que es hombre, pero no se sabe sabiéndolo. El hombre es hombre como la madera es violín.

*Más de lo que es el hombre, es aquello que podría ser. Este poder ser erosiona su ser, y finalmente le impide ser para siempre aquello que podría ser.

*No es que el hombre no sepa sino cosas de hombre, es que nada se sabe quizá —fuera de lo que se sabe como cosa de hombre— y es que tal vez no hay otra manera de saber. De allí viene que el límite de su saber sea, sí, un límite pero un límite infinito.

*El ingenio del hombre parece crecer a la medida del silencio de Dios.

    Dios hace al hombre por su silencio.

*¿Qué lugar tiene en mí todo lo que no conozco, sobre mí mismo y en sí mismo? Aquello que no conozco me teje tal vez tanto como aquello que conozco.

*Uno se dice: Atención, hay que mantener el rumbo, incluso si está en manos de otro. Todo puede salirse de ruta y entrar en las sombras de lo insignificante. Uno no sabe en que se apoya uno para mantener el rumbo.

*Uno topa con algo, incluso cuando todo parece abierto y practicable. Uno se topa, ciertamente.

*Ese punto de donde parte el sueño en mí, la pérdida de conciencia: corazón de toda creación y del sueño, ¿cómo alcanzarlo sino desfalleciendo?

*El deseo es bello como deseo sin más. ¿Por qué no quedarse sólo con el deseo sin quererlo satisfacer, sin tampoco negarlo? ¿Habitar el deseo sin que nos queme?

*El niño no sabe qué él quiere y de esta manera no quiere. El hombre sabe solamente que ya no quiere más.

*La Vida que se perpetúa con tanta seguridad, ella misma no está viva. Sino etérea, casi abstracta, inmaterial. La vida escapa a los vivos, incluso si no los niega.

*Todo aquello que nos es familiar es oscuro en el fondo, impenetrable. ¿Por qué se nos vuelve familiar? ¿Cuál es nuestro poder, este poder que tenemos, de volverlo familiar?

*El tiempo arregla las cosas, se dice, produce el olvido… No, no es el tiempo. Es aquello que yace en el fondo del tiempo.

*Entre ser lo lleno de una cosa vacía o tal vez el vacío de alguna cosa llena que quiere ser la cosa en nosotros, según sea vacío o pleno.

*Cuando pienso en mí en el pasado, no es en mí en quien pienso sino en el pasado.

*Alguna cosa, durante la vida, nos impide dar libre curso a una llamada en nosotros que conocemos mal, a pesar de que ella sea más que nosotros mismos, pero que los otros perciben por instantes. Ella dice lo que habríamos debido ser pero no fuimos por el solo hecho de haber sido.

    La vida a menudo nos impide al cumplirnos, nos acaba sin más.

*El mundo tal como es en todo momento pone fin a lo posible, abate lo posible a cada momento.

*La oscuridad del atardecer es azul. El canto del mirlo le corresponde en la altura. El canto dice el espacio azul. El canto es azul, el espacio pájaro.

*La melancolía es como un agua que sube hasta el fondo de los ojos. La aparición de las lágrimas sin que ellas lleguen.

*¿Por qué los sueños del hombre, sus nostalgias, carecerían de fundamento? O si no ¿de dónde vienen? El lugar del que vienen es importante.

*Si estamos ciegos para el infrarrojo y el ultravioleta, ¿cómo podemos hablar de colores? Si no escuchamos el ultrasonido… etcétera.

    No somos responsables sino de lo invisible.

*¿Qué tipo de deseo hace la suma de todos tus deseos?

*Todo aquello que fue persiste de alguna manera. Habría sido de otra manera. ¿Pero es probable también que no haya sido nunca?

*Cuando los altos nubarrones avanzan, con ellos avanza lo inexorable, lento y tranquilo.


III

*Hay en el maravillarse de vivir, en su estupor, como una nada.

*Nadie es sino por su exterior, no siendo uno consigo mismo.

*Alguna cosa nos domina. Sí, sin duda nos domina y quiere aquí, y sin embargo nos ignora.

    Que sin nosotros no es, pero estando nosotros allá no es tampoco, ya no es. Que no nos sabe allá, y sin embargo nos obliga...

*Es aquello que no existe lo que nos confunde. ¿Por qué si no existe? O es que sin embargo “sería”, de alguna manera, aquello que no existe. O aún más, ¿es porque no existe que nos confunde? ¿Realmente por qué no existe?

*¿Qué es esto que parece agotarse por momentos, para dejar paso a la calma que reina, que reina también por momentos?

*Se piensa una cosa. Ella es extrema. Ella es verdadera. Ella no es de hecho cierta al ser extrema. Se aleja. Respiramos.

*El tiempo parece acechar la ocasión para precipitarse.

*Todo tiende hacia ...Hacia que, nadie lo sabe, no obstante tiende hacia...

*Todo, el todo, no obedece más que a sí mismo, pero obedece.

*Aquello que nos oprime no tiene voz. No domina sino callándose. No reina tal vez más que por su silencio.

*Hay siempre alguna cosa, en algún lugar, que debe ser apaciguada.

*Todo aquello que arde tiene resplandor. Todo aquello que resplandece también arde.

*La hoja amarillenta ha perdido ya vigor en el árbol de otoño… Pero es el sol, el oro del sol quien la seca y finalmente la hace caer.

*Eso va o no va hacia su fin. Depende del momento.

*Alguna cosa empuja a hacer y deshace al mismo tiempo aquello que se hace por su impulso, en su aliento. Desea, parece, en un mismo movimiento, que a aquello sea y se anule.

*El árbol que alguien cortaba se derrumba pesadamente. Se ha, como dicen, acostado, haciendo su lecho del follaje caído entre un gran ruido —de su propio ser— derribado.

*Se va de la vida hacia la muerte, y no a la inversa. Lo invisible manda, y no al contrario.

*¿Qué es aquello que habla en lo árido, en todos los lugares sin belleza cuando habla?

*¿Sufres? No, alguna cosa se desgarró en el tejido de las cosas. Y esto sucede en ti.

*Hay, en este mundo que es, en el seno de este mundo que es, un mundo que no es. No es distinto de este mundo que es.

*El fundamento de las cosas está en el fondo de las cosas, en efecto. Su fondo más bajo, sumergido. No aquello que las sostiene, sino aquello que quiebran con su peso, con su belleza. Ellas mismas no descienden sino como ruina, no lo conocen sino derrumbándose.

*Aquello que es amenaza tal vez lo que no es, tanto como lo que no es amenaza lo que es.

*Todo aquello que dura está en estado de pérdida.

*Venida del sur, una tenue bruma de tormenta camina sobre los prados, como un ser vivo.

*Un punto de partida que no es nunca y continuamente sino punto de partida, sin llegada. Un arranque que se consume.

*El mundo circundante, en su totalidad y continuidad, camina hacia su fin. Si uno tuviera sobre él la verdadera mirada; lo suficientemente morosa o desde bastante alto, no se vería sino esta fatal usura.

*No hay sino un mundo: éste. Es la forma más desnuda del sufrimiento.

*El mundo no es admisible y soportable sino como mundo creado. Es inadmisible también, insoportable, si no es un mundo creado.

*Todo aquello que la vida ofrece, ella anula más de lo que da. Se diría que ella no se confirma como vida, como vida que va, sino anulándose.

*Esto se desploma sin fin más de lo que dura. Esto se hunde y se alimenta no osamos decir: se sostiene— de su durable hundimiento.

*La historia no cambia nada en el mundo. Se agrega a lo invisible.

*La historia se hace con seres que no tienen nada que ver con ella, pues son reales, cuando ella no es sino sueño.

    Tiene necesidad de ellos justamente porque son reales, para ser, por ellos que sufren y mueren, ella que no es sino sueño.

*Nada es alcanzado en la historia. Todo no está sino indefinidamente a punto de serlo. El tiempo es el lugar del casi.

*La historia continuamente retrocede. Se sirve de sí misma en pasado. Tiene muy poco que ver con el presente, desprecia todo presente.

*En medio de las brazas una parte de una rama totalmente consumida por el fuego; enteramente ella misma aún, en su forma. De un rojo sombrío. Admirablemente en suplicio.

*Si uno pudiera alcanzar la privación de todo sin sufrimiento, ¡Qué felicidad!

*A veces, el mundo, un instante, sosiega al mundo.

*Todo es real y todo es sueño. Al mismo tiempo.


IV

*No somos sino palabras, pero a nosotros mismos algo nos calla.

*La gota no sabe que ella es gota porque está en el mar. Pero, gota, ella tampoco sabe que es mar.

*Aquello que no se alcanza, aquello que está fuera de alcance, permanece fuera en efecto, desposeído tanto como nosotros que no podemos alcanzar.

*Dios no se calla. Simplemente no dice nada porque no tiene la palabra. La palabra es sólo humana.

*No hay templo en el jardín del paraíso, y la tumba está vacía hasta la resurrección.

*Hay un canto de aquello que se gasta, está herido, declina o se va. Es probable que no haya canto más que ahí.

*Todo ser abismado en la pena (en el dolor), por mediocre que sea en la cotidianeidad, es entonces grande por abismado.

*Es por la falta de lugar para detenerse que uno camina. Por la falta de saber que uno piensa, habla, escribe. Por la ausencia de dios que uno es santo.

*El silencio y la paz ¿No serían sino el reverso de aquello de que la muerte es el derecho?

*Dios no existe como existe el mundo… Sin duda. ¿Pero entonces cómo existe el mundo?

*El viento nocturno estremeciendo las hojas es otra cosa que el viento. Como —agua de la noche.

*Uno no sabe que ha nacido, como no sabe que ha muerto. ¿Y qué se puede realmente del intermedio?

*Lo que amamos en la verdad, no es la verdad, es que ella sea la verdad.

*El olvido envuelve y recoge lo olvidado con más seguridad que la memoria.

*“La nada no puede ser…”. Pero aquello que no puede ser, simplemente no puede ser, no tiene este mortal “Poder”.

*El agua no se encuentra con el agua sin mezclarse, el agua no encuentra el agua sino para mezclarse.

    Al viento le falta aire, el agua tiene sed.

*El ser no es un bien deseable. (Dios no tiene ser). Es por esto que es Dios. Sin ser.

*¿Mi nada de antes de nacer sería una nada? ¿Y mi nada después de la muerte será otra? ¿La misma u otra?

*No podemos saber, ni siquiera imaginar el puro comienzo. No tenemos conciencia, confusamente pero con fuerza, que del fin.

*Se sentía llevado a reflexionar, en un movimiento profundo del ser, en aquellos que ya no son, precisamente como ya no siendo, no como habiendo sido. Los muertos piden otra forma de memoria: Memoria inversa, que se refiera a ellos no como habiendo sido, sino como no siendo ya. Que los reúna de otra manera. Como no siendo.

*¿Hacia dónde ocurre la caída infinita? ¿Hacia arriba o hacia abajo?

*Cuando el abismo no tiene fin uno no sabe que cae.

*Los muertos no saben de la muerte —como los vivos que somos no sabemos de la vida, siendo únicamente vivos.

*Todas las derrotas se pierden en la muerte y se olvidan. Las victorias no.

*El alma subsiste después de la muerte, pero ya no vive. Es su placer, aquello que esperaba.

*En todo aquello que se va, la salud, los bienes, la vida, cuando se va, alguna cosa viene.

*La desgracia hace visible el doloroso invisible.

*Uno busca algo para reconfortar el pobre corazón. Se busca ávidamente. Y se encuentra. Misericordiosamente se encuentra.

*Lo último no puede concebirse sin horror. Más vale que no haya nada último.

*Muchas de las cosas que digo me vienen de un allá desconocido y, por mi parte, lo deposito en aquello que no es humano.

*El paraíso se perdió. Pero no, tal vez, aquello que le precedió.

*No hay que apoyarse en dios. Dios no está verdaderamente para nada. Para nada.

*¿A quién sirves? No lo sé. Pero a un dueño, sí. Sin rostro, mudo.

*La idea que salva no se comunica, si se comunica ya no es la idea que salva.

*Sí, todo es vano, pero ¿por qué tanto ardor para decirlo?

*Si yo pudiera enseñarles algo sería que no tendría nada o casi nada para enseñar. Si pudiera convenceros, sería que no han ustedes comprendido. No puedo sino ganármelos.

*Cada uno de nosotros es una sima, en la que no se cae.

*En la noche a punto de llegar, el cerezo en flor, inmóvil, irreal, pálido vigilante.

*No me escuchen más, sino en la medida que escuchan a veces la lluvia, el viento.


Poesía Moderna. Roger Munier. Nota introductoria. Soledad. All Pages. Page 2 of 3

 

Roger Munier 

Nota introductoria

Roger Munier nace en diciembre de 1923 en Nancy y falleció en Francia el 20 de agosto de 2010. En 1963, publica su primer libro, Contra la imagen (Contre l’image). Este lapso de tiempo, en el país de Rimbaud, no deja de ser extraño, y que el autor sea uno de los más lúcidos comentaristas del escritor de Una temporada en el infierno, permite una sutil ironía. Pero la reflexión sobre Rimbaud implica y explica la maduración del pensamiento de Munier.

Toda la obra de este escritor está marcada por la paciencia, por ese elemento ambiguo que hay en ella, entre la permanencia y la actividad. La paciencia no como la conciencia del tiempo que pasa, sino el umbral en donde va a dejar de pasar y a la vez dará principio su paso, su tránsito. Munier publica Contra la imagen, breve y sustancioso libro (78 páginas en la edición de Alfa, Montevideo, único libro traducido al español, y además casi de inmediato), denso, difícil y a la vez muy claro. Uno de los primeros gritos de alarma ante la proliferación de la imagen y el empobrecimiento perceptivo que ello significa.

No se trata —desde luego— de un estudio de comunicología, antecedente de las semiologías de la imagen, sino de una meditación sobre nuestra relación cognoscitiva y poética con los objetos, y con el mundo, alterada por la fotografía y el cine. “Al discurso sobre el mundo que colocaba al hombre ante el objeto para nombrarlo, ella (la fotografía) lo sustituye por la simple aparición de las cosas, por una especie de discurso del mundo”. No se trata de resucitar el conflicto foto-pintura (o su correlato, figuración-abstracción), sino de saber desde dónde y cómo nos hablan los objetos (y por lo tanto el arte), que volviéndose, e imponiéndose como evidencia en un lenguaje (foto, cine, televisión), a la vez se aleja, se vuelve “otra cosa”, un “discurso del mundo sin mí”. Contra la imagen es una reflexión sobre qué es la imagen (moderna), cuál es su lugar y cómo ocurre.

Ejemplificando esta variación en la manera en que se manifiesta, compara las “imágenes” de un cuadro de Goya —los fusilamientos de patriotas españoles por tropas napoleónicas— y la foto de la ejecución de un guerrillero en Guatemala. Todos intuimos que ahí hay una imagen de la violencia, pero no la misma imagen en un caso y otro. Describe la foto: “Un hombre, serenamente erguido enfrentará al pelotón. Se trata de su muerte. Su muerte se vuelve aquí un objeto. Su muerte real se vuelve escandalosamente imaginaria para mí, cuando hojeo con abandono la revista”.

El título del libro, deliberadamente combativo, nos indica, sin embargo, que no se trata de negar la imagen sino de llevarla a una dimensión nueva de su ocurrir, “…el medio de un lenguaje tal vez inesperado” son las palabras finales del texto.

Munier realizó estudios profesionales de filosofía. Su reflexión sobre la imagen es ontológica, y su pensamiento está vinculado a los desarrollos formales de una hermenéutica. Sin embargo, al llamarlo filósofo lo hacemos desde un desarrollo muy particular de la filosofía en este siglo, la que encuentra a su representante arquetípico en Heidegger. El pensador alemán se ha metido a fondo en los problemas que el arte y la imagen plantean dentro de una ontología contemporánea (ver, por ejemplo, las reflexiones sobre Hölderlin), pertenece al movimiento conceptual que enfrenta el agotamiento de los grandes sistemas y los estilos como ideas, ya mecanizados. Munier tradujo al francés a Heidegger y fue alumno suyo. La traducción de una obra como la de Heidegger es también un gran esfuerzo de comprensión y profundización en su difícil sentido, más aún cuando en el centro de esa filosofía está el matiz de la lengua (y del idioma). También ha traducido a Octavio Paz, enfrentándose a la ambigüedad irresoluble: la poesía no puede traducirse y (por eso) se traduce. Del péndulo que oscila entre el filósofo y el poeta, dos extremos entre comillas, surge una nueva concepción de la escritura.

Roger Munier es un poeta, primero en un sentido amplio, en el mismo que se dice que, van Gogh o Satie lo son. Después, en el sentido más lato: que ha escrito poemas (textos en verso), de lo que es un ejemplo deslumbrante su libro El instante (L’instant, Gallimard, 1973) o su Mujer (Femme, Terriers, 1986). Y es también poeta en un tercer sentido: el escritor contemporáneo que habla escindido entre el mundo y la escritura, y que por ello habla siempre y necesariamente tartamudeando. Poeta en el más terrible sentido, en el de un habla fragmentaria, cuya voz se oye mejor cuando se quiebra.

II

Escribir en francés condiciona la genealogía de Munier tanto como aquellos a quienes traduce (además de Heidegger y Paz, a Angelus Silesius, Heinrich von Kleist, Antonio Porchia, Roberto Juarroz). Francia es el lugar donde mejor se ha presentado esta habla escindida, convocando a su imán voces de otras lenguas. Escritores que, como Cioran, vuelven al francés su lengua. Otros, como Paz o Celan, que beben en ella una inspiración que fertiliza la propia. Se puede decir que la escritura fragmentaria es un fenómeno francés, con todo el eco despectivo que esto pueda suponer. Hay, sin embargo, un aspecto interrogativo que en ella se abre y que no se puede ocultar. El ya mencionado Cioran, cuya obra es esencial para plantearnos la existencia de una escritura fragmentaria, señala la enorme capacidad de matiz que tiene esa lengua, fruto de su total agotamiento. Incapaz del grito, hace del susurro un arte.

Y además la genealogía de este siglo (en su primera mitad) es impresionante. Para nadie puede pasar desapercibido el papel que juegan los movimientos de vanguardia de principios de siglo, en especial el Surrealismo en el camino hacia la escritura fragmentaria. No es éste el lugar para analizarlo. Mencionaremos en cambio algunos poetas ligados a este movimiento, pero no centrales en su momento, aunque sí en su devenir. La poesía francesa de esa época está presidida por figuras tutelares: Mallarmé, Valéry, Claudel, Breton, Reverdy, Apollinaire, figuras muy diferentes entre sí. Pero tal vez sea Saint-John Perse quien, con el paso del tiempo se ha ido mostrando como piedra angular. La pregunta surge de inmediato: ¿cómo puede originarse una escritura fragmentaria en una literatura tan de cuerpo entero como la del autor de Vientos y Anábasis? (Algo así como tratar de explicar la obra de Paz a partir de la de Pellicer y no de la de Gorostiza.)

Y sin embargo es posible y tal vez inevitable. Hay en Perse un desbordarse del lenguaje por su exceso mismo. Esos poemas, la voz que habla en ellos, puede decirlo todo, pero ¿quiere decirlo? La suficiencia de estos textos proviene de su fascinación ante su evidencia. Es una poesía que ni siquiera necesita reflexionar sobre sí misma a la manera de Mallarmé o Valéry, es contemplación de su propio surgimiento, satisfacción ante su follaje, asombro ante su colorido. Ese mundo prístino del lenguaje, con la continuidad que supone en el tiempo y en el espacio (y en la lengua), apenas instituido se adivina intocable, a punto de derrumbarse, jardín del paraíso que perdimos. Es de sus ruinas intuidas de donde nacerá la escritura fragmentaria, y por eso mantendrá la búsqueda de una sobresaturación del lenguaje y del sentido, ese fascinante lujo verbal casi pecaminoso que vibra en la poesía de Rene Char.

A partir de allí la saturación del lenguaje tomará caminos muy extraños y radicales, tanto como los del ya mencionado Char, Henry Michaux, Francis Ponge. El mismo Munier al hablar de Char señala que su poesía es “el poema siempre de nuevo recomenzando”. Hay en Char una escritura que es herida como señala Maurice Blanchot. La iluminación no es pagana como en Perse, con toda la gama de colores, sino con un solo color, el de la luz. A esto no es ajeno su cristianismo, pero como en el de San Juan de la Cruz, hay un algo de sensualidad herética en su quedar ciego ante la luz. Con Michaux vendrá la terrible y benefactora irrupción del humor, pero de un humor ya distinto al de los surrealistas, menos gratuito y sin embargo más irracional, devastador, ya cercano a la desesperanza. Y como tercera figura de esa trinidad atípica, Ponge, el poeta de las cosas. Esta voluntad de estar cerca de la materia, de los objetos, es común a los 3 poetas, sólo que Ponge la lleva hasta el extremo, un extremo que lleva a los objetos no a expresarse en el lenguaje sino a ser ese lenguaje, a ser en él, único camino para restaurar la confianza.

Ponge se dio cuenta de lo inquietante que resultaba la poesía de un Char o un Michaux; irradiando vigor por todos lados, aun al asumir la tarea de volver sobre el lenguaje. Ponge quiso darle una opacidad a su poesía que equilibrara un poco la balanza. Su cualidad más esencial le vino de otra parte, de esa posición que lo llevó a ponerse “del lado de las cosas”, y mostrarlas milagrosas en su evidencia sensible. Fue también lo radical de este impulso lo que hizo que entrara pronto en un callejón sin salida: “no sólo he perdido mi tiempo, también el bosque ha perdido su tiempo”.

No fue suficiente. La generación que sigue (la que podríamos llamar de medio siglo) se encuentra con un lenguaje al rojo vivo y con el desafío de mantener esa intensidad. Probablemente por la sombra que proyectaron las dos generaciones anteriores, pero también porque son poetas muy difíciles, son prácticamente desconocidos en español. Salvo Ives Bonnefoy, de quien se encuentran dos o tres antologías (no del todo bien traducidas), de los otros —Jacques Reda, George Guillevic, Phillipe Jacotet (el extraordinario traductor de Musil y Rilke al francés) y Georges Munier— el lector en español casi no ha oído hablar.

Les sucede un poco lo que a la generación anterior: no es difícil ver su particularidad y a la vez integrarla en una búsqueda generacional. Todos ellos quieren hacer con las ideas lo que Ponge hizo con los objetos. Ese “ser de las cosas sin mí” los aterra a todos. Y los fascina. Saben que sólo hay una salida y es ésa. Pasar del ser de las cosas al ser de la idea (o de la imagen, en algunos casos, como Bonnefoy y Munier, son sinónimos) era un salto mortal. Se trataba de purificar aún más el poema, volverlo esencia pura, destilarlo hasta el grado de volverlo inhumano para de ahí alcanzar una nueva forma (intensidad) de lo humano. No se olvidaron en este proceso de destilación de los objetos, ni la luz, ni los colores. No pretenden olvidar nada. El proceso de concentración del texto no hace sino llevar de la mano hacia —expresión muy querida a Bonnefoy— lo improbable, no haciéndolo probable, sino acercándonos a esa experiencia, sin que ella sea reductible, permaneciendo como tal —improbable— en el centro de la experiencia poética.

Si bien la reflexión de Bonnefoy parte de la iluminación chariana, Munier parte de la búsqueda de Ponge, con quien lo ligan muchas cosas, pero que, justamente, se distancian en su preocupación por los objetos. Hay algo de adánico en Ponge que Munier rechaza. Desde luego se trata de volver a nombrar las cosas, pero el autor de El instante, no cree ni por un momento que esto nos devuelva al paraíso. Y además tampoco desea volver. Como Ponge, cree que la materia se manifiesta en su aparecer como imagen. Tal vez sea por eso que sus libros son siempre objetos cuidadosamente hechos, y que esto se entreteje con su sentido. Ediciones muy hermosas casi siempre poniendo el texto en relación con obras plásticas: las litografías de Gantner en Gantner o la transparencia (Gantner ou la transparence, 1972), Nocturnos (Nocturnes, 1979) sobre el pintor Labarthe, Furtiva presencia (Furtive presence, 1983) ensayo sobre la pintura de Denise Esteban.

Munier se interesa de una manera preponderante en ese espacio de las artes visuales en donde, del fondo abismal de la abstracción, regresa una cualidad figurativa (y no sólo de objetos, como en Tapies o Rauchemberg, sino paisajística y antropomórfica.) Munier no es un crítico de pintura sino que piensa en términos pictóricos. Dentro de su obra podemos distinguir tres niveles formales distintos: el ensayo, el poema y el aforismo. Los tres están vinculados casi biológicamente a la pregunta sobre el lugar (el lenguaje) que como tal —pregunta— se formula, abriendo un espacio inesperado en el habla para la respuesta que, casi no es necesario decirlo, se nos presenta como afirmación, sólo en tanto otra pregunta. No se trata aquí de un movimiento dialéctico. Para Munier, como para casi toda su generación, la dialéctica es el monstruo que ha creado el discurso para justificarse como discurso del poder, dogmático y dictatorial. Munier quiere escapar a la formulación del poder en el lenguaje.

Es en esta voluntad donde el motivo de su preocupación por las artes visuales se vuelve esencial. Primero por una razón histórica: la pintura y la poesía han tenido en Francia una fértil relación, y desde Baudelaire sus historias son casi inseparables. Mallarmé o Apollinaire serían impensables sin su relación con los artistas gráficos. Michaux reúne en sí mismo al pintor y al poeta. Pero la segunda razón de su interés es más profunda. La imagen (dibujo, textura, color, luz) en la tela es una objetivación de un milagro que también ocurre en la poesía, aunque de forma menos palpable. En su libro El contorno, el relámpago (Le contour, l’eclat, 1977) Munier se interroga sobre ese borde —ese abismo, ese límite— que hace presente a la imagen, y que entre más impreciso se hace más evidente. No los márgenes de un exterior a la imagen (más allá del marco), sino márgenes interiores, (más allá del cuadro). Es como si hubiera en la forma un espacio sin espacio, una línea sin grosor que sin embargo es también una grieta, en donde la paradoja griega se hace real, y siempre hay un espacio por mínimo que sea que nos separa del blanco, y que nos relega (por intransitable) a la inmovilidad, a la contemplación.

Munier transforma esa contemplación. Si Bachelard nos habla, en parte rechazándola, de una espacialidad de la imagen, la obra de Munier la asume íntegramente, no sabiendo qué vendrá después, ya que ese saber no se integra (ni quiere) a un movimiento progresivo de la historia. Munier vuelve el poema (y lo visual del poema) manifestación lírica ajena a una pretendida esencia de la imagen, lo vuelve contorno, piel. Por eso, su riqueza visual se traduce en una respiración del texto, notoria tanto en los ensayos como en los poemas y aforismos. Los espacios en blanco adquieren un valor más allá de lo puramente funcional, e incluso más allá de la página en blanco (Mallarmé/Apollinaire) para adquirir un sentido en la partitura verbal propia del texto (y del idioma, enorme dificultad en su traducción).

En El recorrido oblicuo (Le parcours oblique, 1979) Munier prosigue esa interrogación, ahora sobre los textos mismos (Char, Reda, Guillevic, Rilke, Hölderlin) buscando el lugar (o el instante) en que la experiencia es presencia y tránsito en un solo acto eterno y duración. Es curioso: la concentración propia de los aforismos y los poemas parece imposible de trasladar a los ensayos. Y sin embargo, Munier toca temas sumamente complejos y profundiza en ellos en pocas páginas, como señalamos en su primer libro. Igualmente en estos dos ensayos mencionados arriba, condensa y sintetiza recuperando para el ensayo una formulación precisa e incisiva, que no abruma al lector (y a sí misma) con constantes vueltas de tuerca a lo Heidegger o Blanchot (ensayistas en los que estos giros son necesarios pero excesivos). Es esto lo que hace de este escritor un modelo de ensayista: textos no muy extensos que sin embargo exigen una detenida lectura, que a veces parecen no avanzar y de pronto uno sorprende en la formulación de lo imprevisto, replanteando la obra poética o plástica desde un nuevo ángulo.

Como si de pronto encontrara en lo fragmentario una fluidez nueva en el habla, ajena al discurso tradicional, formulando la posibilidad de una reflexión no impositiva. Como la voz de Salomé (en la ópera de Strauss): intensidad pura hablándole a la cabeza del Bautista (que aquí sería el discurso) de su amor por él ya transfigurado.


III

El canto de Salomé vive esa transfiguración en dos sentidos indivisibles e irreconciliables, que no funcionan como una unidad pero tampoco como horizontes separados. El del amor realizado (el beso) y el del amor ahora sí para siempre imposible (el Bautista ha muerto). Munier escribe sobre todo desde el primer sentido. La muerte que es horizonte permanece como tal. Y no es que no le importe, le importa y mucho, está presente en casi todos sus textos. Pero es que su escritura se acerca a ese estado buscado largo tiempo por la literatura, en donde sí se nos habla de este mundo. Se acerca a la religión, en especial al catolicismo, para de inmediato tomar distancia, no hacia un pensamiento ateo (sin Dios) sino un pensamiento con Dios pero sin divinidad, sin otro mundo más allá de la muerte, un otro mundo más allá pero aquí. “Todo aquello que vive se levanta con el día (con la luz), y aquello que muere, se deshace, vuelve al mundo nocturno” (Eurydice. Elegía, 1986).

La fluidez que conquista en el ensayo de inmediato forma remansos, lagunas, charcas, riveras, orillas, desembocaduras. Su evolución natural le hace pasar del ensayo, al diario, al aforismo. Cuando escribe notas fechadas no busca de ninguna manera una cronología de lo cotidiano pero sí conservar del devenir una superestructura que permita seguir la evolución de las ideas que son el texto mismo. Sería fácil pensar en El cuaderno del bosque de pinos de Ponge como modelo, pero las notas de Munier quieren ser todo menos exhaustivas, no pretender ser una forma de sujetar lo “técnico” dentro de la creación, sabe el escritor que incluso el decir más minucioso no agota el infinito por decir.

Del diario al aforismo no hay más que un paso, pero un paso muy peligroso. El aforismo tiende a coagularse en una forma cerrada, autosuficiente, que Munier rechaza. No quiere ese carácter asertivo para sus textos, procura, frecuenta su cualidad ambigua. Sus reflexiones permanecen antes que nada como vibraciones, ecos que son en sí la reflexión. De una trasparencia y una densidad de diamante. Consigue a tal grado purificar su escritura del elemento enunciativo que ninguno de sus textos funciona como cita ejemplar o de ocasión, y cuando —de regreso de lo enunciativo— enuncia algo, lo tenemos que leer con cuidado, a la vez sorprendidos por su evidencia y por su fuerza lírica.

Esa preocupación por el abismo que hay entre el nombre y la cosa nombrada lo lleva a interrogarse sobre el tiempo y la historia. De más está decir que la mistificación de la Historia (con mayúscula) le parece ofensiva. ¿Es posible un devenir creador? Munier sabe que antes de contestar hay que asumir una posición muy radical frente a la escritura y el arte. Sus textos buscan un ascetismo extremo, sin por ello perderse en el flagelo constante de la frase. Su ascetismo no hace chantaje, no es agresivo. Por las mismas razones no busca una fulguración (que adivina momentánea), aunque a veces lo logra, sino el brillo cualitativo de la reflexión. Hay que leer muchas veces cada texto, darle vuelta, dejarlo decantarse. Muchas veces su sentido se presenta de una manera engañosa, como inmediato, fácil de comprender. Y no, no es un escritor fácil, sus juegos de palabras (que pocas veces pasan indemnes al español) son mucho más que guiños al lector, muestran la unión medular del sentido con el uso lingüístico. En la carta que acompañó el envío de la selección de aforismos para este Material de Lectura, Munier señala al hablar de su libro L’ordre du jour (El orden del día, Fata Morgana, 1982) la ambivalencia que hay en la palabra jour en francés, a un tiempo día y luz. Y se trata de eso, de que sea a un tiempo y no de elegir entre uno y otro significado: el orden del día es también el orden de la luz.

Con la publicación de este Material de Lectura se pretende dar a conocer la obra de uno de los más importantes escritores franceses de la segunda mitad del siglo. Ya antes revistas como Diálogos, Plural, Vuelta, Desfiladero y Casa del Tiempo, han publicado textos de este autor. Su participación en el Festival de poetas del mundo latino realizado en México en octubre del 86 lo puso en contacto con el lector mexicano. De su selección el autor dice en la carta ya mencionada:

 Se trata de textos tomados de El orden del día, El visitante que no vendrá jamás (Le visiteur qui jamais ne vient, Lettres vives, 1983), Permaneciente (Au demeurant, Atelier La Feugraie, 1985), El cuerno de bruma (Le corne de brume, Le nyctalope, 1985) y Brazas (Braises, Brandes, 1986). No es fácil hacer una antología. Se escogen los textos pero luego hay que agruparlos. Esta operación cuenta mucho: los textos deben respaldarse unos a otros en su continuidad, apoyarse por un acercamiento que calificaría de casi musical. Lo mejor es escoger un tema conductor. Se resume aquí en el título elegido, Solitude, mejor aún Soledad, más bello en español. Soledad tiene grandes precedentes en la literatura hispánica: "Las soledades" de Góngora para empezar, y esto no se me escapa. En francés como en español la palabra evoca igual la soledad de un lugar que la de un ser. Se habla de una "soledad salvaje". En los textos reunidos, el lugar es aquél de nuestra condición, tanto como el de una palabra que resuena en esta "soledad"…

José María Espinasa

José María Espinasa

http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/poesia-moderna/16-poesia-moderna-cat/281-130-roger-munier?start=1


lunes, 13 de septiembre de 2021

465. LEER PARA ESCRIBIR - PAUL AUSTER - LA SUBVERSIÓN DE LO AUTOBIOGRÁFICO

 Leer para escribir – Paul Auster - La subversión de lo autobiográfico


Paul Auster

Paul Benjamin Auster (Newark, Nueva Jersey; 3 de febrero de 1947) es un escritor, guionista y director de cine estadounidense. Sus textos han sido traducidos a más de cuarenta lenguas.​ Fue nombrado Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia en 1992 y recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2006. 

Su obra destaca por contener absurdismo, existencialismo, literatura policíaca y la búsqueda de un significado y de una identidad personal.


“Todos mis libros son difíciles de escribir. Escribo de manera lenta y dolorosa. De hecho, no parto de una estructura; es el libro el que me encuentra a mí. Es más, si entendiera exactamente lo que escribo, no escribiría. Y cuando termino uno de mis libros me siento triste, lamento haber perdido a mis personajes.”

                                                                                                                     Paul Auster




La investigación constante es el elemento productor de la escritura de Auster. En ella se repiten temas como la búsqueda del padre, la soledad, la deriva existencial y la reflexión sobre la creación literaria. En varias de sus novelas, Auster utiliza elementos de novela negra, pero sólo como punto de partida.


1.  La ruptura de lo convencional

Como dice uno de sus críticos, Mark Ford: “La originalidad de Auster es resultado de una magistral utilización de las técnicas de la literatura de vanguardia europea aplicadas a la mitología americana. Auster es, rara avis, un escritor experimental que provoca una lectura compulsiva”.

Ya en sus primeras obras, la Trilogía de Nueva York, podemos detectar transgresiones. Son tres novelas que tienen como escenario a Nueva York y que, como género, son novelas de misterio. Sin embargo, ni una cosa ni la otra responden a las convenciones. Nueva York es miserable y marginal, y la novela de misterio es una historia de intriga en la que detective y escritor son coincidentes.

El planteamiento de La ciudad de cristal, la primera novela de la trilogía, incluye a un personaje típico de Auster, el vagabundo, que dice lo siguiente:


“Vine a Nueva York porque es el sitio más deplorable que pueda existir, el más abyecto. El desastre está en todas partes, el desorden es absoluto. No tiene más que abrir los ojos para verlo. Gente destrozada, casas destrozadas, ideas destrozadas. La ciudad entera es un montón de basura”.


De lo que acaba hablando el escritor-detective es de El Quijote, cuyo autor, Cervantes, también transgredió un género, el de la novela de caballerías.


2  Un universo propio

Todos los libros de Auster están presididos por el afán de conocimiento, por la búsqueda espiritual. En este sentido, todos forman parte de un mismo universo; hasta tal punto, que Auster retoma personajes en varias novelas: protagonistas en una, meros accesorios en otra. Por ejemplo, Anna Blume, personaje principal de El país de las últimas cosas, aparece en El palacio de la luna como la novia ausente de Zimmer.

También determinadas obsesiones y temas reaparecen con frecuencia, conformando un mismo paisaje existencial que se va enriqueciendo libro a libro.


3  No calificar sino destacar

La narración de Auster avanza en espiral; cada tanto, se retoman los datos principales y se agregan unos pocos detalles, espesando la trama y empleando escasos adjetivos calificativos.

A menudo, las frases escuetas aparentan decir lo imprescindible, pero los datos son tan esenciales que sugieren mucho más.

Ejemplo

“Éstas son las últimas cosas –escribía ella-. Desaparecen una a una y no vuelven nunca más”.

El país de las últimas cosas


Ejemplo

“Nadie puede cruzar la frontera que le separa de otro, por la sencilla razón que nadie puede lograr acceso a sí mismo.”

La habitación cerrada

  


Paul Auster y Siri Hustvedt




464. EMOCIONES

 

                                           

Fronteras con el indígena en Mar Chiquita y distribución de los fuertes. Línea continua: 1858-1865, línea punteada: 1865-1869 (Punzi 1997). 

El mapa es de este  sitio:

  https://www.promarmarchiquita.com.ar/documentos/archivos/capitulo_historia_problamiento_humano.pdf



Son de aquellos candorosos días de mi niñez, las emociones que acuden fuertes al arcón de mis memorias.

Invariable, los recuerdos me llevan siempre a una casita blanca, en un campo donde un día asomé a la razón.

Un amplio patio la rodeaba. Al sur, un monte de paraísos y un importante ombú le cortaban las furias de los vientos que antecedían a las tormentas. Y del lado norte extendía su sombra protectora, un imponente muro  de eucaliptus.

Ese era mi hogar. En Colonia Tacurales.

__ Un lugar con historia__ siempre decía papá.

Un campo que heredara de Andrés, su padre, que lo recibiera de Francisco, su abuelo. Y que compartía con los hermanos.

En la época de levantar los granos llegaban los tíos para colaborar con las trillas. El patio era un hervidero de gente y rondas de tareas. Los veíamos alinear caballos que uncían a las máquinas. Y luego partir, para cumplir con la labor del día.

Cuando llegaba la noche y el momento del descanso los convocaba a la cena, con mis hermanos asistíamos asombrados a las conversaciones que solían tener.

Anécdotas. Apariciones. Chismes. Todos eran temas para comentario, que a nosotros los niños, nos descubrían mundos nuevos, llenos de magia que nos llevaban a senderos de misterios.

Mucho de lo que hoy rememoro viene de esos días. Pero lo que más me impactó fue cuando una noche abordaron el tema de la historia del lugar, que papá mencionaba a menudo y por la que yo nunca había indagado.

Y hablaban de indios y de soldados. De un Fuerte y de un boliche que había existido en el linde sur del campo donde estábamos, aledaño al camino en diagonal, que entonces demarcaba una frontera.

Lo que recordaban venía del siglo pasado, tal vez allá por el año 1870, en la época de los primeros inmigrantes que llegaron al lugar. Cuando los soldados de cuatro Fuertes patrullaban la línea de frontera y brindaban protección.

Historias que se habían trasmitido de boca en boca y perpetuado en la memoria de los lugareños.

Esa noche, el boliche de “Doña Rosa” fue el tema elegido por papá y los tíos. Por los comentarios que hacían, dedujimos que conocían el lugar donde había estado emplazado. No tuve entonces la precaución de registrarlo en mi memoria y hoy, no hay  quién  pueda indicarme el lugar exacto.

El boliche de “Doña Rosa” había sido un parador necesario. Allí se realizaba el trueque de provisiones para la subsistencia de los soldados del Fuerte. Los indios, en paz con los blancos, también se acercaban al lugar para comerciar. 

El comentario de esa noche, era que en cierto lugar del campo, con el arado levantaban restos de ladrillos, lo que hacía verosímil la existencia del boliche. El tío Hipólito contó también, que había encontrado allí una planchita maciza de hierro, de las que antes se usaban para planchar la ropa. Tampoco recuerdo el final de esa planchita.

En nuestras cabecitas, todo lo que oíamos era extraordinario. Imaginábamos a los indios rondando por el campo y a partidas de soldados recorriendo ese camino en diagonal.

Pero la charla familiar de esa noche, a nosotros los niños, nos llevó a la cama impresionados, al enterarnos de las razones que habían motivado la desaparición del boliche. Todo había sido por una pelea entre indios y parroquianos, que había terminado con un muerto.

Y para concluir, dijeron que el Ejército Argentino, por lo acontecido, había enviado a una partida de soldados con la orden de arrasar con todo y borrar el boliche del lugar.

Orden que cumplieron eficientemente.

Papá y los tíos decían que por los restos que hallaban en el campo, ese parador no estaba muy lejos del Fortín “Los Tacurales”.

Hoy un mangrullo recuerda el lugar de los probables emplazamientos

                                                   Esperanza Chiapero

 

 

martes, 7 de septiembre de 2021

463. Diez poemas de la 'Poesía vertical' de Roberto Juarroz

 


Roberto Juarroz nació en Coronel Dorrego, provincia de Buenos Aires, el 5 de octubre de 1925 y murió en Temperley el 31 de marzo de 1995. - 

El grueso de la obra del poeta argentino se agrupa en una serie de catorce volúmenes titulados 'Poesía vertical'. Esta selección hace parte del primero, publicado en 1958.


                                          



1

Una red de mirada

mantiene unido al mundo

no lo deja caerse.

Y aunque yo no sepa qué pasa con los ciegos,

mis ojos van a apoyarse en una espalda

que puede ser de dios.

Sin embargo,

ellos buscan otra red, otro hilo,

que anda cerrando ojos con un traje prestado

y descuelga una lluvia ya sin suelo ni cielo.

Mis ojos buscan eso

que nos hace sacarnos los zapatos

para ver si hay algo más sosteniéndonos debajo

o inventar un pájaro

para averiguar si existe el aire

o crear un mundo

para saber si hay dios

o ponernos el sombrero

para comprobar que existimos.


2

La muerte nos roza a veces los cabellos,

nos despeina

y no entra.


¿La detendrá quizás algún gran pensamiento?

¿O acaso pensamos

algo mayor que el pensamiento mismo?


3

El ser empieza en mis manos de hombre.

El ser,

todas las manos,

cualquier palabra que se diga en el mundo,

el trabajo de tu muerte,

Dios, que no trabaja.


Pero el no ser también empieza entre mis manos de hombre.


El no ser,

todas las manos,

la palabra que se dice afuera del mundo,

las vacaciones de tu muerte,

la fatiga de Dios,

la madre que nunca tendrá hijo,

mi no morir ayer.


Pero mis manos de hombre ¿dónde empiezan?


5

No quiero confundir a Dios con Dios.


Por eso ya no uso sombrero,

busco ojos en los ojos de la gente

y me pregunto qué es lo que nos deja despertar,

mientras estoy aquí, entre paréntesis,

y sospecho que todo es un paréntesis.


Mientras manoseo esta muerte con horario de trenes

y me calco las manos.


Porque tal vez todo el juego sea ése:

calcarse uno las manos.


Calcarse entre paréntesis,

no afuera.



No quiero confundir a dios con dios.


9

Pienso que en este momento

tal vez nadie en el universo piensa en mí,

que sólo yo me pienso,

y si ahora muriese,

nadie, ni yo, me pensaría.


Y aquí empieza el abismo,

como cuando me duermo.

Soy mi propio sostén y me lo quito.

Contribuyo a tapizar de ausencia todo.


Tal vez sea por esto

que pensar en un hombre

se parece a salvarlo.


13

Hay palabras que no decimos

y que ponemos sin decirlas en las cosas.


Y las cosas las guardan,

y un día nos contestan con ellas

y nos salvan el mundo,

como un amor secreto

en cuyos dos extremos

hay una sola entrada.


¿No habrá alguna palabra

de esas que no decimos

que hayamos colocado

sin querer en la nada?


Seis poemas de Constantino Cavafis

15

El amor empieza cuando se rompen los dedos

y se dan vuelta las solapas del traje,

cuando ya no hace falta pero tampoco sobra

la vejez de mirarse,

cuando la torre de los recuerdos, baja o alta,

se agacha hasta la sangre.


El amor empieza cuando Dios termina

y cuando el hombre cae,

mientras las cosas, demasiado eternas,

comienzan a gastarse,

y los signos, las bocas y los signos,

se muerden mutuamente en cualquier parte.

El amor empieza

cuando la luz se agrieta como un muerto disfrazado

sobre la soledad irremediable.


Porque el amor es simplemente eso:

la forma del comienzo

tercamente escondida

detrás de los finales.


17

Hay que caer y no se puede elegir dónde.

Pero hay cierta forma del viento en los cabellos,

cierta pausa del golpe,

cierta esquina del brazo

que podemos torcer mientras caemos.


Es tan sólo el extremo de un signo,

la punta sin pensar de un pensamiento.

Pero basta para evitar el fondo avaro de unas manos

y la miseria azul de un Dios desierto.


Se trata de doblar algo más una coma

en un texto que no podemos corregir.


33

Sí, hay un fondo.


Pero hay también un más allá del fondo,

un lugar hecho con caras al revés.


Y allí hay pisadas,

pisadas o por lo menos su anticipo,

lectura de ciego que ya no necesita puntos

y lee en lo liso

o tal vez la lectura de sordo

en los labios de un muerto.


Sí, hay un fondo.


Pero es el lugar donde empieza el otro lado,

simétrico de éste,

tal vez éste repetido,

tal vez éste y su doble,

tal vez éste.


39

Voy a alargar caminos de caricia,

con algo de dulzura entre dos dientes

y un garabato tibio en los cabellos,

para que el poco sueño que aún nos queda

no se nos caiga.


Voy a alumbrar tu rostro mientras duerme

y mirarlo al revés, donde no duerme.


Voy a juntar raíces por el aire,

catálogos de nieves que no caen

y sitios para párpados.


Voy a tomar al hombre por el centro

y tirarlo a rodar, a ver si llega.


Voy a tomarme a mí, ya me he tomado,

para enlazar de nuevo los cristales

con un redondo material sin tiempo.


Voy a cortar las puntas de la vida

como unas uñas demasiado largas.


https://www.semana.com/libros/articulo/diez-poemas-de-la-poesia-vertical-de-roberto-juarroz/78577/

462. Roberto Juarroz, el poeta que sondeó el misterio de lo real

Hasta enero de 2020, la Biblioteca Nacional rinde homenaje a Roberto Juarroz

En 2018, la familia del escritor, traductor, profesor y bibliotecólogo Roberto Juarroz donó a la Biblioteca Nacional Mariano Moreno (BNMM) la colección del autor de Poesía Vertical que, además de miles de libros, incluía cartas, manuscritos, tarjetas postales, apuntes y mapas. De esa galaxia textual, Andrés Boiero y Javier Planas, que trabajan respectivamente en el Departamento de Desarrollo de Colecciones y en el Departamento de Investigaciones de la BNMM, seleccionaron el material que orbita en Saltos verticales: Roberto Juarroz entre nosotros, muestra que se exhibe en la Sala María Elena Walsh de la institución hasta marzo de 2020. Como la casa de Temperley en que Juarroz vivió con su compañera de toda la vida, la profesora y especialista en literatura inglesa Laura Cerrato, había sufrido un incendio décadas atrás, algunos ejemplares de libros y de la revista Poesía=Poesía (que Juarroz codirigió con Mario Morales de 1958 a 1965) conservaban aún rastros de cenizas. El Departamento de Conservación Preventiva de la BNMM realizó un tratamiento especial para proteger esas piezas. No obstante, el fuego filosófico de su poesía sigue activo. La muestra tiene tres ejes: Juarroz como lector (de Charles Baudelaire, de Luis de Camoens, de Jorge Luis Borges); sus obras publicadas en la Argentina y en Francia, donde su producción fue y es muy valorada, y su aporte a la bibliotecología. Los dibujos y siluetas del escritor que se ven en la muestra son de Lautaro Parada. Se exhibe además, por gentileza de Cerrato, la pipa del poeta.

Respetado y conocido por su obra poética, que en gran parte se articuló a la manera de silogismos, Juarroz se destacó como bibliotecario y teórico de la bibliotecología. Nacido en Coronel Dorrego en 1925, se formó en la Universidad de Buenos Aires (donde trabajó como profesor por más de treinta años) y en la Sorbona, colaboró con instituciones internacionales, y dirigió el Departamento de Bibliotecología y Documentación de la UBA por varios años. En simultáneo, desarrolló una metódica pasión por la escritura que, a partir de la publicación de Poesía vertical, en 1958, evolucionó hacia un lenguaje que intentaba descifrar el misterio de lo real mediante una sutil desconfianza por las palabras. "Levantar el papel donde escribimos/ y revisar mejor debajo// Levantar cada palabra que encontramos/ y examinar mejor debajo// Levantar cada hombre/ y observar mejor debajo", recomienda uno de sus austeros poemas verticales. Concentrados, reflexivos, "metapoéticos" y paradójicos, los libros de Juarroz aparecieron hasta 1994, con la edición de Decimocuarta poesía vertical, siempre en el sello de su amigo Carlos Lohlé, donde también publicó su ensayo Poesía y realidad, y el libro de conversaciones con el poeta Guillermo Boido, Poesía y creación, donde se explicitan sus procedimientos, obsesiones e influencias. Hoy, lamentablemente, no circula edición alguna de esos libros.

"Como los surrealistas, Juarroz pretendía quizás un más allá de la razón, pero, a diferencia de ellos e incluso en dirección opuesta, sin abandonar nunca el uso de la razón -dice el poeta y traductor Rodolfo Alonso-. Lo que no mezquina sus riesgos y determina, voluntariamente o no, los límites de su aventura, siempre sobre el abismo que separa la prosa filosofante de la poesía realmente encarnada". En la obra poética de Juarroz, que murió en 1995, no se encuentran alusiones al agitado contexto sociopolítico nacional e internacional. En tono armonioso, su poesía "discute" con la poesía de la época y la filosofía. "Continuó martillando sin pausa la rugosa y refractaria realidad -sigue Alonso-, intentando otra dimensión que pueda ser la vía o la coartada de tanta angustia. Donde choca, cae y se alza una y otra vez, cual Sísifo. Aunque en sus textos se percibe una desconfianza visceral ante la vida ('fatal repetición de un sonido inexistente') y el lenguaje ('las palabras semejan alas disecadas'), se sublima o se aplaca una tercera salida". Alonso describe el sistema poético de Juarroz como tangencial, tal vez porque por contigüidad, síntesis o "contacto oscuro", como se lee en uno de sus poemas, se podía revelar el código de la realidad, un lenguaje que se rebelaría contra la abolición de los lenguajes. "Existe un alfabeto del silencio,/ pero no nos han enseñado a deletrearlo./ Sin embargo, la lectura del silencio es la única durable,/ tal vez más que el lector", aventuró Juarroz. Su poesía, elevada y cabal, ensaya ese intrépido salto de la lectura al silencio.




Daniel Gigena

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461. AFORISMOS DE ANTONIO PORCHIA

  


Antonio Porchia nació en Italia en 1886, pero residió desde muy joven en Argentina, hasta el día de su muerte en 1968. A principios de los cuarenta Porchia publicó en Argentina la reunión de sus Voces, en edición de autor. Luego, Roger Caillois tradujo este libro al francés en 1949. Asimismo en Estados Unidos, W.S. Merwin tradujo y publicó en 1969 una selección de esos poemas y la intituló Volees.

Ajeno a las cortes literarias, a los elogios y los ataques, a envidias y resentimientos, escribía Porchia, en cuaderno de colegial, sus aforismos. Grata lección de una poesía que al propio poeta le sirve para limpiarse los ojos. Cuando Antonio Porchia afirmó que escribía para sí, simplemente era que se dejaba tomar por la palabra.

Hacer aforismos, o leerlos, quizá sea una de las formas más auténticas y profundas del diálogo con uno mismo; un diálogo crítico, despiadado, irónico, autoparódico.

El aforismo (al margen de lo que dice el diccionario: "sentencia breve y doctrinal que se propone como máxima") busca la contradicción en nuestra propia forma de comprender el mundo; ayuda al escritor (y al lector) a mantenerse con los ojos abiertos.

En ninguna otra forma poética el discurso del silencio posee tanta energía como en el aforismo. La lucidez acaso consista en iluminar zonas inéditas del pensamiento, negando, dudando, descubriendo, y no en un filosofar metodológico. Tal vez sea viajar a fondo en el pensamiento, descorriendo velos que nos ocultan los otros mundos que tiene este mundo: vigilar ante las ausencias que representa la vida.

En el aforismo se unen pensamiento y sentimiento, representados por esa palabra castellana que le gusta tanto utilizar a Roger Munier (otro maestro del aforismo) cuando explica esta fusión: co-razón.

La crítica europea, a fines de la década de los cuarenta, afirmaba la presencia de un poeta deslumbrante. Rubén Vela nos dice: "Antonio Porchia jamás quiso darse por enterado de la fama que le llegaba desde Europa. Siguió siendo un hombre sencillo, trabajando con la pala en su huerto o en la profesión de albañil que tanto amaba". En su libro Entretiens 1913-1952, André Breton declara: "Debo decir que el pensamiento más dúctil de expresión española es, para mí, el de Antonio Porchia, argentino".

Raúl Antonio Cota

http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/poesia-moderna/16-poesia-moderna-cat/286-133-antonio-porchia?showall=1

 



VOCES

*Quien ha visto vaciarse todo, casi sabe de qué se llena todo.

*Antes de recorrer mi camino yo era mi camino.

*Mi primer mundo lo hallé todo en mi escaso pan.

*Mi padre, al irse, regaló medio siglo a mi niñez.

*Sin esa tonta vanidad que es el mostrarnos y que es de todos y de todo, no veríamos nada y no existiría nada.

*El hombre no va a ninguna parte. Todo viene al hombre, como el mañana.

*Quien me tiene de un hilo no es fuerte; lo fuerte es el hilo.

*Un poco de ingenuidad nunca se aparta de mí. Y es ella la que me protege.

*Mi pobreza no es total: falto yo.

*Si no levantas los ojos, creerás que eres el punto más alto.

*Vengo de morirme, no de haber nacido. De haber nacido me voy.

*Me hicieron de cien años algunos minutos que se quedaron conmigo, no cien años.

*Casi no he tocado el barro y soy de barro.

*El hombre habla de todo y habla de todo como si el conocimiento de todo estuviese todo en él.

*Todo es como los ríos, obra de las pendientes.

*El universo no constituye un orden total. Falta la adhesión del hombre.

*Las alturas guían, pero en las alturas.

*Han dejado de engañarte, no de quererte. Y te parece que han dejado de quererte.

*Mis ojos, por haber sido puentes, son abismos.

*Y sin ese repetirse eternamente de todo, de sí mismo a sí mismo, a cada instante, todo duraría un instante. Hasta la misma eternidad duraría un instante.

*Hallarás la distancia que te separa de ellos, uniéndote a ellos.

*El mal no lo hacen todos, pero acusa a todos.

*Lo pagado con nuestra vida nunca es caro.

*Quien no llena su mundo de fantasmas, se queda solo.

*A veces hallo tan grande a la miseria que temo necesitar de ella.

*Porque eres lo mejor, en este mundo, crees que eres lo mejor para este mundo. Nuestras creencias, ¡cómo nos engañan!

*Y si llegaras a hombre, ¿a qué más podrías llegar?

*Una cosa, hasta no ser toda, es ruido, y toda, es silencio.

*Nada no es solamente nada. Es también nuestra cárcel.

*Éramos yo y el mar. Y el mar estaba solo y solo yo. Uno de los dos faltaba.

*Mi pesadez viene de los precipicios.

*El hombre lo juzga todo desde el minuto presente, sin comprender que sólo juzga un minuto: el minuto presente.

*Lo indomesticable del hombre, no es lo malo que hay en él: es lo bueno.

*Quiero por lo que quise, y lo que quise, no volvería a quererlo.

*La flor que tienes en tus manos ha nacido hoy y ya tiene tu edad.

*A veces creo que no existe todo lo que veo. Porque todo lo que veo es todo lo que vi. Y todo lo que vi no existe.

*Las quimeras vienen solas y se van acompañadas.

*Hay dolores que han perdido la memoria y no recuerdan por qué son dolores.

*El hombre, cuando no se lamenta, casi no existe.

*Nada termina sin romperse, porque todo es sin fin.

*La razón se pierde razonando.

*Todos los soles se esfuerzan en encender tu llama y un microbio la extingue.

*Más llanto que llorar es ver llorar.

*¿Habría este buscar eterno si lo hallado existiese?

*El dolor no nos sigue: camina adelante.

*Tu mano me busca, porque me cubre todo y no es transparente.

*Quien se queda mucho consigo mismo, se envilece.

*Cuando todo está hecho, las mañanas son tristes.

*Todo lo creado, sólo es lo que tú puedes crear con todo lo creado.

*En plena luz no somos ni una sombra.

*Con algunas personas mi silencio es total: interior y exterior.

*El dolor está arriba, no abajo. Y todos creen que el dolor está abajo. Y todos quieren subir.

*No sale de lo malo quien está en él, porque teme encontrarse… con lo malo.

*Veía yo un hombre muerto. Y yo era pequeño, pequeño, pequeño… ¡Dios mío, qué grande es un hombre muerto!

*Sí, es necesario padecer, aun en vano, para no vivir en vano.

*Cuando observo este mundo, no soy de este mundo; me asomo a este mundo.

*Como me hice, no volvería a hacerme. Tal vez volvería a hacerme como me deshago.

*Sólo algunos llegan a nada, porque el trayecto es largo.

*Estoy tan poco en mí, que lo que hacen de mí, casi no me interesa.

*¿Es tanto lo que no sé? ¿Y cómo? ¿Es que alguna vez habré sabido tanto, que es tanto lo que no sé?

*Las certidumbres sólo se alcanzan con los pies.

*El hombre, cuando sabe que es una cosa cómica, no ríe.

*En mi silencio sólo falta mi voz.

*Me ves cuando me tocas: cuando no debieras verme.

*Quien busca herirte busca tu herida, para herirte en tu herida.

*Eres cuanto te necesitan, no cuanto eres.

*El niño muestra su juguete, el hombre lo esconde.

*Donde hay una pequeña lámpara encendida, no enciendo la mía.

*Algunas cosas se hacen tan nuestras que las olvidamos.

*Te quiero como eres, pero no me digas cómo eres.

*Hay sueños que necesitan reposo.

*La montaña que he levantado me pide un grano de arena para mantenerse en pie.

*La confesión de uno humilla a todos.

*Cerca de mí no hay más que lejanías.

*Río porque ríen, no por lo que ríen.

*Hace mucho que no pido nada al cielo y aún no han bajado mis brazos.

*Tu drama, cuando se asoma a tus labios, es la sonrisa más dulce de tus labios.

*Puedo no mirar las flores, pero no cuando nadie las mira.

*Estás atado a ellos y no comprendes cómo, porque ellos no están atados a ti.

*Otra vez no quisiera nada. Ni una madre quisiera otra vez.

*Se apiadan de las víctimas, las víctimas.

*Sí, eso es el bien: perdonar el mal. No hay otro bien.

*Cuando se apagaron sus ojos, yo también vi una sombra.

*Todo tiende a unirse, porque no se quiere ser "tantos".

*De lo que tomo, tomo de más o de menos, no tomo lo justo. Lo justo no me sirve.

*El frío es un buen consejero, pero es frío.

*Te asusta el vacío, ¡y abres más los ojos!

*Cuando no se quiere lo imposible, no se quiere.

*Los mares, los cielos, los astros, no son ni un hombre.

¡Qué extraordinario absurdo!

*Todo es un poco de obscuridad, hasta la misma luz.

*Extraños, extraños, extraños, un infinito de extraños. Y yo, un extraño solo.

*Convénceme, pero sin convicciones. Las convicciones ya no me convencen más.

*Si tú tampoco estás conforme de ti, yo estoy conforme de ti.

*Algunas cosas, para mostrarme su inexistencia, se hicieron mías.

*El no saber hacer supo hacer a Dios.

*Hoy no podría habituarme a cómo seré mañana; mañana sí.

*El hombre ciego lleva una estrella sobre sus hombros.

*El hombre vive midiendo, y no es medida de nada. Ni de sí mismo.

*Sí, también me duelen las piedras; pero las piedras sólo me duelen cuando hay solamente piedras, que es cuando no debiera dolerme nada.

*La verdad, cuando es la verdad de lo pequeño, casi es toda verdad, y cuando es la verdad de lo grande, casi es toda duda.

*A veces sueño que estoy despierto. Y es así como sueño el sueño de mi sueño.

*Todo: lo grande de los pequeños. Nada: lo grande de los grandes.

*Quise alcanzar lo derecho por sendas derechas. Y así comencé a vivir equivocado.

*El hombre quisiera ser un dios, sin la cruz.

*Tanto universo, tanto universo para hacer funcionar un cerebro, un pobre cerebro.

*Herir al corazón es crearlo.

*Si no nos dieran nada quienes no nos deben nada, ¡pobres de nosotros!

*Cuántos, cansados de mentir, se suicidan en cualquier verdad.

*El misterio te hizo grande: te hizo misterio.

*Cuando ya nada me quede, no pediré más nada.

*Quien ama sabiendo por qué ama, no ama.

*Iría al paraíso, pero con mi infierno; solo, no.

*Mi corazón me duele a mí. Y no debiera dolerme a mí, porque no vive de mí, ni vive para mí.

*Quien asciende peldaño a peldaño, se halla siempre a la altura de un peldaño.

*Te depuras, te depuras… ¡Cuidado! Podría no quedar nada.

*Quien te quiere, si te quisiera solamente a ti, no podría quererte, porque no sabría como a quién ni como a qué quererte.

*Hallé lo más bello de las flores en las flores caídas.

*Se va igualando todo. Y es así como se acaba todo: igualándose todo.

*En lo superficial, si no eres superficial, necesitas que te lleve de la mano alguien superficial.

*El hombre es débil y cuando ejerce la profesión de fuerte es más débil.

*La tragedia del hombre es mayor cuando se la deja caer.

*Donde se lamentan todos, no se oyen lamentos.

*Todo juguete tiene derecho a romperse.

*Si quieres que las flores de tu jardín no mueran, abre tu jardín.

*Todo lo que llevo atado en mí, se halla suelto, en cualquier parte.

*Si nunca me olvidase de nada de lo que hay en ti, nunca hallaría nada nuevo en ti.

*A veces pienso en ganar altura, pero no escalando hombres;

*He sido para mí, discípulo y maestro. Y he sido un buen discípulo, pero un mal maestro.

*Un amigo, una flor, una estrella no son nada, si no pones en ellos un amigo, una flor, una estrella.

*Quiero tu bondad, pero no sin una sonrisa en tus labios.

*Hoy me he encontrado un nuevo defecto. Hoy la humanidad tiene un nuevo defecto.

*No, no es nada, nada. Es sólo dolor.

*Quienes nos vemos siempre, no nos vemos como somos hoy.

*Nadie es luz de sí mismo: ni el sol.

*Tu bondad no es toda buena conmigo, porque es toda bondad.

*El hombre es una cosa que aprenden los niños. Una cosa de niños.

*A veces creo que el mal es todo y que el bien es sólo un bello deseo del mal.

*Una luz que alumbra muchos caminos, no alumbra un camino.

*Y si todavía encuentras algo, no has perdido todo. Te falta perder algo todavía.

*Los niños que nadie lleva de la mano son los niños que saben que son niños.

*Debemos bien, lo debemos a quien nos lo hace.

*Un corazón grande se llena con muy poco.

*La tierra ha perdido, conmigo, un puñado de tierra.

*Debo darme algunos méritos para poderlos dar.

*Se aprende a no necesitar, necesitando.

*Si yo fuera quien se conduce a sí mismo, no iría por la senda que conduce a morir.

*Nadie te ha dado nada por nada si nadie te ha dado el corazón, porque sólo el corazón se da por nada.

*El mar de amargura que me has dado no me basta para darte ni una gota de amargura, porque también me has dado una gota de dulzura.

*Quien conserva su cabeza de niño, conserva su cabeza.

*La humanidad no sabe ya adónde ir, porque nadie la espera: ni Dios.

*He abandonado la indigente necesidad de vivir. Vivo sin ella.

*La razón de todos es un monstruo y la razón de uno… es la razón de uno.

*Centenares de miles de gentes son la ciudad. Y yo, en la ciudad, soy centenares de miles de muertos.

*Para poder alcanzar ciertas alturas, no las bajo: las levanto más.

*A veces necesito la luz de un fósforo para alumbrar las estrellas.

*Quien ha hecho mil cosas y quien no ha hecho ninguna, sienten iguales deseos: hacer una cosa.

*Cuando me acerco a un alma, no llevo el deseo de conocerla; cuando me alejo, sí.

*Y si estuviera separado de ese árbol que veo, de ese sol que veo, ¿vería ese árbol, vería ese sol?

*Cuando no ando en las nubes, ando como perdido.

*Mi sed agradece un vaso de agua, no un mar de agua.

*Porque ya no tienes tus necesidades, creen que ya no tienes necesidades. Y sólo ya no tienes tus necesidades.

*El mal que no he hecho, ¡cuánto mal ha hecho!

*Abato mis absurdos, porque son absurdos y me quedo con ellos… abatidos.

*En todas partes mi lado es el izquierdo. Nací de ese lado.

*No me hables. Quiero estar contigo.

*Hasta el más pequeño de los seres lleva un sol en los ojos.

*Quien hace un paraíso de su pan, de su hambre hace un infierno.

*Las cosas que más contrastan entre sí son las que menos contrastan conmigo.

*Todo se había quedado sin engaño, esa vez. Y esa vez tuve miedo de todo.

*Después de beber el contenido de mi copa, se llenó mi copa.

*Y para acabar de humanizar todo lo que tengo, de santo y de no santo, me falta humanizar todavía casi todo lo que tengo de santo.

*Si amas al sol que te alumbra, tal vez amas, y si amas al insecto que te muerde, amas.

*No me llevaré tu alma. Me basta saber que la tienes.

*El esforzarse de unos para obtener lo que otros obtienen sin esfuerzo, envilece el esfuerzo.

*Yo le pediría algo más a este mundo, si tuviese algo más este mundo.

*Temer no humilla tanto como ser temido.

*El amor, cuando cabe en una sola flor, es infinito.

*Los que dieron sus alas están tristes, de no verlas volar.

*No ves el río de llano porque le falta una lágrima tuya.

*Al dejar una cosa, no quisiera tomar otra, por no dejarla otra vez.

*No hables mal de tus males a nadie, que hay culpas de tus males en todos.

*Saber morir cuesta la vida.

*El recuerdo es un poco de eternidad.

*Se puede no deber nada devolviendo la luz al sol.

*Me sepulto en cualquier parte y moriré… quién sabe dónde.

*El hombre, con ser una tragedia, no vale una tragedia. No hay nada que valga una tragedia.

*Mi gran día vino y se fue, no sé cómo. Porque no pasó por el alba al venir ni por el crepúsculo al irse.

*Sí, ya he oído todo. Ahora sólo me falta callarme.

*En el sueño eterno, la eternidad es lo mismo que un instante. Quizá yo vuelva dentro de un instante.

 









VOCES NUEVAS 

*El razonar de la verdad es demencia.

*Creías que destruir lo que separa era unir. Y has destruido lo que separa. Y has destruido todo. Porque no hay nada sin lo que separa.

*Todos mis pensamientos son uno solo. Porque no he dejado nunca de pensar.

*Visto así como te veo ahora, en ninguna parte. ¿Dónde estabas así como te veo ahora? Y como te había visto, ¿dónde estás?

*Hay caídos que no se levantan para no volver a caer.

*Y si lo anormal fuese realmente anormal no existiría.

*El sueño que no se alimenta de sueño desaparece.

*La noche es un mundo que la misma noche alumbra.

*Islas, puentes y alas: mis tres vidas separadas. Mis tres muertes unidas.

*Casi siempre es el miedo de ser nosotros lo que nos lleva delante del espejo.

*No perdonamos ser como somos.

*En vano se da a tus ojos cuanto se da a tus ojos si no tienes a quien agradecerlo.

*Porque saben el nombre de lo que busco ¡creen que saben lo que busco!

*Dos cosas no iguales son la mayor desigualdad. Todas las cosas no iguales son la menor desigualdad.

*Cuando tú y la verdad me hablan, no escucho a la verdad. Te escucho a ti.

*Ahora el instante, luego lo eterno. El instante y lo eterno. Y sólo el instante es tiempo, porque lo eterno no es tiempo. Lo eterno es recuerdo del instante.

*No podrá esperarte más. Porque has llegado.

*Casi todo lo que el hombre necesita lo necesita para no necesitarlo.

*Mis venas, más allá de mi cuerpo, no son visibles.

*Y si ellos no te hicieran mal, el dolor de ellos sería demasiado dolor para ti.

*Quieren que me haga diferente. Y sin ellos hacerse diferentes y sin nada hacerse diferente. ¿Y de qué me haría diferente?

*A veces lo que deseo y lo que no deseo se hacen tantas concesiones que llegan a parecerse.

*¿Por qué te pido tanto que me ayudes? Es que te estoy ayudando.

*Antes de las cosas, sólo el milagro no puede ser. Después de las cosas, sólo el milagro fue.

*Acaban de ahogar al torrente de lágrimas que venía a ahogarte, dos lágrimas.

*Las distancias no hicieron nada. Todo está aquí.

*Fragmentos de mis días, salvados de mis noches, prolongan mis noches.

*¿Qué diría de la humanidad de hoy? Diría que sus calles son amplias.

*Quería conquistar. Pero no conquistaba. Porque quería conquistar sin derrotar.

*En tanto uno aprende, ignora por dónde aprende.

*Prefiero al mejor de los refugios las puertas de cualquier refugio.

*Lo que hay fuera de mí es una imitación mal hecha de lo que hay dentro de mí.

*Hay cosas que no caben en lo infinito. Y cabrían en mis manos, si las tuviese en mis manos.

*Sí, he hecho algunas cosas que cuando puedo no decírmelas no me las digo, para no ofenderme. Porque yo no quisiera ofender a nadie.

*Comprendo que tu poco de no me importa es un poco de suicidio, pero es lo que te salva del total suicidio.

*Y si el amor es el amor perdido, ¿cómo encontrar el amor?

*Porque crees que me has comprendido has dejado de comprenderme.

*Pequeño es aquel que para mostrarse esconde.

*Todo acercamiento es acercarse a un cuerpo, donde termina todo acercamiento.

*Cuando alguna voz me llama, respondo a ella, pero antes me respondo a mí.

*La vida comienza a morir por donde más es vida.

*Siento que me repito cuando repito al otro, no cuando me repito a mí.

*Creen que moverse es vivir. Y se mueven, no para vivir. Se mueven para creer que viven.

*Mi alma tiene todas las edades, menos una: la de mi cuerpo.

*Comprendo que la mentira es engaño y la verdad no. Pero a mí me han engañado las dos.

*Cuando uno comprende que es hijo de sus creencias, pierde sus creencias.

*Siempre me fue más fácil amar que elogiar.

*Lo que no se convierte en recuerdo no fue. Y tal vez no es. Porque no fue.

*Lo que hice o no hice, creo que pasó. Y lo que haré o no haré creo que también pasó.

*Cuando no sea más nada, ¿no seré más nada? ¡Cómo quisiera no ser más nada cuando no sea más nada!



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