¡BIENVENIDOS AL BLOG DEL TALLER LITERARIO DESPERTARES!

Bienvenidos al blog del TALLER LITERARIO DESPERTARES de la Biblioteca Popular "Cultura y Progreso" de Morteros, Córdoba, República Argentina.

Este blog se inicia el 14 de junio de 2011 para publicar los trabajos de los participantes del taller, que funciona en la Biblioteca Popular "Cultura y Progreso".

Ilustración de la cabecera: "El desván de la memoria" de José Manzanares, creador de sueños, artista plástico de Linares, Jaén, España.

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sábado, 22 de agosto de 2020

422. Un regreso a El Aleph

 


Un regreso a El Aleph

Publicado en Clarín, edición especial Centenario de Borges, con el título Rescate de unas cartas obscenas, 1999.

http://guillermomartinezweb.blogspot.com/2011/06/un-regreso-el-aleph.html

  En Los golpes a la puerta en Macbeth, De Quincey se propone encontrar una explicación para la impresión de horror y la perplejidad que desde niño le causaba cierto pasaje de la obra, justamente, los golpes a la puerta que se escuchan después de que Duncan ha sido asesinado. En una primera aproximación, nos dice, su inteligencia no hallaba ninguna razón por la que los golpes debieran producir un efecto cualquiera. De Quincey aconseja no hacer caso a la inteligencia cuando se opone a cualquier otra de las facultades mentales, y a continuación expone, con no otra cosa que más inteligencia, una solución admirable a su dilema privado. Pero quizá lo más sorprendente del artículo es cómo se arrodilla ante Shakespeare en el final, con la fe recobrada de un religioso que se atrevió a dudar: “¡Oh, poderoso poeta! Tus obras no son como las de los demás hombres, simple y llanamente grandes obras de arte, sino también como los fenómenos de la naturaleza, como el sol y como el mar...: hemos de estudiarlas con entera sumisión de nuestras propias facultades, con fe perfecta de que en ellas es imposible que falte ni sobre nada...”


  Con más escepticismo Borges se pregunta a su vez sobre los clásicos en una de las páginas más interesantes de Otras inquisiciones y llega a una tesis melancólicamente opuesta. El ensayo es de 1965 y tiene un tono conmovedor, casi confesional. ¿Qué es un libro clásico? Borges advierte que no consultará las deficiones de otros autores ilustres que tiene al alcance de la mano: “he cumplido sesenta y tantos años; a mi edad, las coincidencias o novedades importan menos que lo que uno cree verdadero”. Ya había escrito en ese entonces la mayor parte de su obra y se lo había consagrado largamente en Europa, pero seguía siendo un autor de pocos en la Argentina, un profesor que entraba y salía solo de la Facultad de Letras y al que le tocaría enfrentar todavía muchas pruebas y ataques. No es difícil imaginar que en esta reflexión se está preguntando también por el destino de sus propios libros. El ensayo parece recorrido por el esfuerzo de abstraer alguna propiedad que compartan los libros más frecuentados, una clave inscripta en los textos que contenga el secreto de las lecturas inagotables y de la perduración. Una clase de verdad que no dependa de la siempre voluble aprobación humana. No la encuentra y con valentía intelectual y alguna resignación asienta su conocida tesis: “Clásico no es un libro que necesariamente posee tales o cuales méritos; es aquel libro que una nación o grupo de naciones o el largo tiempo han decidido leer como si en sus páginas todo fuera deliberado, fatal, profundo como el cosmos y capaz de interpretaciones sin término”, “un libro”, agrega al final, “que las generaciones de los hombres, urgidas por diversas razones, leen con previo fervor y con una misteriosa lealtad.”

  Y bien, Borges ha muerto y es ahora él mismo un clásico, de acuerdo con todas las definiciones. Se podría repetir incluso la frase de Eliot con una variante: cualquiera sea la definición a la que lleguemos no puede ser una que excluya a Borges. Le tocan los centenarios y las biografías (aunque, como él ya había observado: “nadie se resigna a escribir la biografía literaria de un escritor; todos prefieren la biografía genealógica, la biografía económica, la biografía psiquiátrica...”)

   Sí, Borges es ahora un clásico y esto plantea un interesante problema de lectura: precisamente, cómo volver a sus libros, cómo separar en ellos lo que es deliberado de lo que es casual, lo que es fatal de lo que es intercambiable, lo que es profundo como el cosmos de lo que pretendía ser apenas un chiste privado. Elijo, como experimento, El aleph, con el que tengo también un dilema propio: mi primera lectura, de hace muchos años, a la que me propongo defender, no parece coincidir demasiado con las interpretaciones más frecuentes que escuché después, abrumadas por datos sociológicos o biográficos: la de que El aleph debe ser leído como una sátira a la mala literatura de la época, o como la venganza eterna de Borges contra los que le negaron en 1942 un premio literario. En mi interpretación, me temo, todo esto es secundario. Tampoco creo que el centro del relato y su fundamento sea exactamente la visión del Aleph, sino en todo caso una, solamente una, entre las imágenes. El Aleph es para mí una versión de Borges sobre La carta robada, de Poe, o de esa otra variación que él admiraba tanto: la del general de Chesterton (en "El signo de la espada rota") que desata una batalla para esconder entre los miles de cadáveres el cuerpo de un soldado que había asesinado.

  Pero empecemos por el principio, por la muerte de Beatriz Viterbo. Borges explicó alguna vez que, como en el cuento ocurriría algo increíble, convenía que el protagonista estuviera conmovido, para dejar la posibilidad de que la visión del Aleph pudiera atribuirse a una alucinación. “Y qué mejor motivo de emoción”, agrega, “que la muerte de una mujer a quien él había querido”*. Sin embargo, y aunque ésta pudo haber sido su intención original, es curioso comprobar que en la ejecución del cuento las cosas, a poco que uno lee, resultan bastante diferentes. No sólo porque ya desde el inicio el narrador parece haber superado la primera conmoción del dolor y estar otra vez en toda su lucidez, en un estado de resignación filosófica: “alguna vez, lo sé, mi vana devoción la había exasperado; muerta, yo podía consagrarme a su memoria”, sino sobre todo porque está claramente asentado en el texto que Beatriz Viterbo muere en 1929 y que el narrador ve el Aleph ¡recién doce años después, en 1941! Este lapso intermedio tan largo es necesario, pero para otro propósito: el de establecer la ceremonia de veneración de Beatriz. El pulso de la historia está cuidadosamente marcado por la visita ritual, una por cada aniversario de la muerte, que hace el narrador a la casa de la calle Garay, para volver a mirar los retratos de la mujer adorada y evocarla con el padre y con su antagonista, el primo hermano de Beatriz, Carlos Argentino Daneri. La rivalidad entre los dos, que parece al principio sólo literaria, aumenta gradualmente, a medida que Daneri le revela al narrador, un escritor aparentemente serio y “vinculado”, fragmentos de un poema inmenso, minucioso, grotesco, que está escribiendo en secreto desde hace años (éste es el primer indicio en el cuento de la existencia del Aleph). En algún momento, en la divertida progresión del desprecio, el narrador le niega a Daneri un favor literario -la gestión en su círculo de un prólogo para la edición del poema- y cree que ésto acabará para siempre la relación hipócrita entre ambos. Sin embargo recibe meses después una llamada telefónica, en la que fuera de sí, porque están por demoler su casa, Daneri le descubre la existencia del Aleph, en la escalera del sótano. El narrador acude, con “maligna felicidad” a comprobar la locura de su oponente. En la antesala, sobre el piano que ya nadie toca, vuelve a encontrarse con el gran retrato de Beatriz y “en una desesperación de ternura” le habla, patéticamente, en voz alta. Aparece Daneri y lo conduce hacia el sótano. “Baja”, le dice, “muy en breve podrás entablar un diálogo con todas las imágenes de Beatriz” (la bastardilla es del texto). Lo que sucede a continuación es, por supuesto, la visión del Aleph, y la célebre enumeración de imágenes, el intento de transcribir el infinito desde lo finito. Esta enumeración, recortada supuestamente por la memoria, parece en principio aleatoria, y sin embargo converge a un punto, oculto entre todos: a la única imagen que es realmente imprevista dentro de la historia -la única que merece tres adjetivos- y que hiere por igual al narrador y al lector: “las cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino”.

  Esta es la venganza certera de Daneri: dejarle ver, antes de la demolición, por una vez el Aleph, dejarlo encontrar, en el “inconcebible universo”, la imagen más temida de Beatriz, con los rastros de su posesión. Y éste es para mí también el verdadero final del cuento. La enumeración cesa muy poco después de esta revelación; lo que resta son epílogos.

  Si Borges fuera otro escritor, digamos Henry James, hubiera ideado un secreter bajo llave en un palacio veneciano al que sólo pudiera accederse por largas antecámaras psicológicas. Pero Borges era Borges, y prefirió sepultar en la enumeración del universo esas cartas de mujer tan aterradoras.

  


PS (2001): durante un encuentro sobre la obra de Borges en la Universidad de Boston, Alberto Manguel, después de escuchar esta lectura, recordó en el mismo sentido que en uno de los ensayos dantescos, “La última sonrisa de Beatriz”, Borges afirma que la Divina Comedia, toda la Divina Comedia, es una excusa del poeta para ver sonreír otra vez, por un momento, a su amada.  Transcribo aquí el correspondiente párrafo: “Ozanam (Dante et la philosophie catholique, 1895) piensa que la apoteosis de Beatriz fue el tema primitivo de la Comedia; Guido Vitali se pregunta si a Dante, al crear su Paraíso, no le movió el propósito de fundar un reino para su dama. Un famoso lugar de la Vita nuova (“Espero decir de ella lo que de mujer alguna se ha dicho”) justifica o permite esa conjetura. Yo iría más lejos. Yo sospecho que Dante edificó el mejor libro que la literatura ha alcanzado para intercalar algunos encuentros con la irrecuperable Beatriz. Mejor dicho, los círculos del castigo y el Purgatorio austral y los nueve círculos concéntricos y Francesca y la sirena y el Grifo y Bertrand de Born son intercalaciones; una sonrisa y una voz, que él sabe perdidas, son lo fundamental. En el principio de la Vita nuova se lee que alguna vez enumeró en una epístola sesenta nombres de mujeres para deslizar entre ellos, secreto, el nombre de Beatriz. Pienso que en la Comedia repitió ese melancólico juego.”


  ¿No es acaso “El Aleph”, y la enumeración del universo, otra  repetición del mismo juego melancólico? 


* En Borges en diálogo, de Osvaldo Ferrari, Siglo XXI, 2005.

 

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jueves, 6 de agosto de 2020

421. EL PODER DE LA PALABRA

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El material de trabajo imprescindible para un escritor es la palabra. Acertar en la elección de estas a la hora de crear una frase con sentido es vital si queremos conseguir que un texto llegue al lector. Para eso tenemos una serie de normas gramaticales que junto con los recursos sintácticos y léxicos nos ayudarán en este proceso.

A la hora de crear mundos ficticios son las palabras las que los concretan. Dicho de otra forma, son las clases de palabras las que estructuran la realidad en objetos. Lo vemos aquí: En «Partir de viaje«, resaltamos una acción, un suceso. En cambio, en «Aguardo la partida del tren» hemos objetivado la realidad, hemos hecho un objeto de algo que es un suceso. Hemos convertido el verbo en un sustantivo.

La palabra es la unidad lingüística primordial de la comunicación verbal. En ella, se unen componentes fónicos y semánticos que se vinculan entre sí mediante la sintaxis y que dan como resultado una expresión con un sentido definitivo. Pero además ese elemento semántico puede poseer múltiples significaciones. Por lo que habrá que tenerlo en cuenta cuando llegue el momento de seleccionar.

Entre tanta palabra, es complicado escoger. En algunos casos la elección de las palabras dependerá del tema. Por ejemplo, si el tema es macabro y tremendista nos decantaríamos por unas y si es sentimental y romántico, por otras.

Para esto vamos a mostrar la diferencia de matices entre usar una palabra u otra del mismo campo semántico; Silvia Adela Kohan, en La escritura terapeútica, nos lo presenta de forma muy clara. El hecho de seleccionar un verbo determinado modifica lo que se cuenta y cómo se cuenta. Observar, escrutar, contemplar, ojear, vislumbrar, advertir, examinar, divisar, entrever, espiar, avizorar, registrar. Queda claro que estos verbos están relacionados con la acción de “mirar”, puesto que todos pertenecen a ese mismo campo semántico. Pero cada uno aporta un matiz propio. Comprobémoslo en el siguiente ejemplo: Presentamos una misma situación genérica: Hay dos mujeres en el andén de la estación esperando el tren. Demuestran un cierto nerviosismo. Llega el tren, se sientan juntas y no hablan durante todo el trayecto.

  • Si alguien la contempla, obtendría explicaciones: Las dos mujeres contrastan. Van y vienen por el andén. Sus zapatos son similares, con tacones gruesos. Una lleva un abrigo verde y negro como las medias; la otra va de blanco. En el tren, se sientan en el mismo asiento y ambas, de vez en cuando, miran hacia atrás.
  • Si un testigo la vislumbra, se llenaría de dudas: A los lejos, entre el gentío del andén, vislumbro dos mujeres distintas y similares, es diferente su apariencia, pero similar su modo de moverse. Apenas las distingo cuando llega el tren. Me parece que van en el segundo vagón y que se sientan juntas.
  • Si la registra, se limitaría a recoger una enumeración de datos: Las dos mujeres contrastan. Van y vienen por el andén. Usan zapatos de tacón grueso. Una de ellas lleva medias y un abrigo negro y verde, la otra va de blanco. Suben al tren, se sientan en el mismo asiento, no hablan y de vez en cuando miran hacia atrás.
  • Si espiara a estas dos mujeres, crearía sospecha: Son bastante diferentes, aunque sus zapatos son parecidos. ¿Por qué van y vienen por el andén? Me temo que me descubrieron: están en el mismo asiento, no hablan y constantemente se dan vuelta en dirección a mí.
  • https://serescritor.com/el-poder-de-la-palabra-primera-parte/

420. El poder de la palabra




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Según su situación en el texto, las palabras se dividen en independientes o dependientes. Independientes son las que pueden usarse aisladas en el discurso, poseer más de un significado y construir familias de palabras. En este grupo estarían los sustantivos, que designan los sujetos y los objetos, y también los adjetivos, que expresan sus cualidades.

A la hora de escoger el material adecuado para escribir un texto que resulte exitoso, ten presentes estas recomendaciones:

  • Selecciona entre los diferentes sustantivos aquellos que te permitan delimitar con precisión la idea que quieres exponer.
  • Controla los sustantivos que componen el texto, la relación de ellos entre sí, el efecto que producen, la atmósfera que crean y su funcionalidad.
  • Cuando el sustantivo baste para expresar la idea, no le pongas un adjetivo.
  • Si empleas adjetivos, fíjate si son acordes con la idea expresada por el sustantivo.
  • Si utilizas varios adjetivos para el mismo sustantivo, ten en cuenta que el significado puede diluirse.
  • Hay adjetivos sin carga semántica específica como: estupendo, maravilloso, precioso, bonito, delicioso, único, inigualable, inconfundible. Mejor si no los usas.

Dentro de los independientes también está el verbo, que es la parte de la oración que se presenta bajo la forma de acción, de movimiento, de estado, de proceso. Cuando el sujeto realiza alguna actividad, hablamos de verbos de acción. Los de estado son verbos que no aportan un significado pleno, por lo que su función es unir el sujeto con el predicado. Según las necesidades de la historia, utilizaremos unos u otros y los tiempos verbales se adecuarán a la acción que en ese momento se desarrolle.

«Sin embargo, lo peor son las noches. Porque durante el día, por lo menos, siempre tenemos gente a nuestro alrededor. Enfermeras, médicos, el personal auxiliar, las visitas […]. Lentamente va oscureciendo[…]. Sólo de vez en cuando se oye alguna tos, algún suspiro […]. Yo permanezco quieto, con los ojos abiertos, mirando hacia el techo […]. He decidido que en cuanto salga del hospital, en cuanto me dende alta y pueda valerme por mí mismo, me compraré una furgoneta. Sí, una furgoneta Volkswagen. Y me dedicaré a viajar. Una temporada larga. Tal vez un año o dos. Iré de un lugar a otro, sin rumbo fijo». (Aves de paso, J.M. Riera de Leyva)

En este primer texto, por ejemplo, tenemos verbos de estado mientras el personaje explica su situación personal y de acción, a partir del momento en que empieza a hacer planes; entonces cambia el tiempo y utiliza el futuro.

«Contarás después cinco cuartos, y en el quinto te detendrás, porque quinto hijo de Sem fue Aram, padre de los pueblos que habitan esas tierras, y en cuya lengua —cuando era empleada desde el Éufrates hasta el Asia Menor, y desde la Palestina hasta Egipto— está escrita parte de la Ley, y nuestros nombres. En el quinto cuarto vivirás por espacio de siete días y de siete noches, durante los cuales guardarás ayuno y penitencia, rezando al Señor». (El laberinto de Sión. Marcos Ricardo Barnatán).

Aquí, sin embargo, predominan los verbos en futuro en la mayor parte del texto, porque lo que se narra tiene cierto sentido premonitorio, casi bíblico.

«Beatriz Samaritas tenía la consulta muy cerca de lo que en otro tiempo había sido mi barrio. Me recibió vestida con una larga y ancha túnica en la que ocasionalmente se dibujaban sus formas como los músculos bajo la piel del atleta. Creo que me enamoré de ella enseguida, ya lo estaba en realidad desde que vi sus piernas en la peluquería, desde que supe que el bigote de mi padre que llevaba yo era de su pelo» (Tonto, muerto, bastardo e invisible. J.J. Millás).

En este extracto se ve muy bien el cambio verbal que depende en este caso del tiempo de la narración. Ese presente “creo” indica el tiempo desde el que se narra la historia y de ahí salta al pasado para contarnos lo que sucedió y entender así el presente.

Por último, tenemos este fragmento en el que la mayoría de los verbos son de acción, de movimiento, porque la escena que se está narrando lo exige; el personaje va cabalgando por el altiplano, mostrando su poderío desde la silla del caballo. Se narra una única escena y por eso todos los verbos aparecen en el mismo tiempo.

«[…] Orgaz ascendió al galope las faldas de Loreto, destrozando en sus pedregales de basalto, los cascos de su caballo. Desde la altiplanicie que tendía ante su vista un inmenso país, vio todo el sector del cielo, desde el este al sur, hinchado de agua azul, y el bosque, ahogado de lluvia, diluido tras la blanca humareda de vapores. No había ya sol, y una imperceptible brisa se infiltraba por momentos en la calma asfixiante. Se sentía el contacto del agua, el diluvio subsiguiente a las grandes sequías. Y Orgaz pasó al galope por Santa Ana, y llegó a Candelarias». (Los desterrados, Horacio Quiroga).

A la hora de reescribir, hay que fijarse siempre en:

  • Cuántos y qué tipo de verbos constituyen tu relato.
  • Evita los verbos-comodín como: ser, haber, hacer, tener, estar, dar, poner: sirven para todo y no expresan algo específico. Su empleo hace que se pierda la exactitud de lo escrito, porque llevan a la imprecisión.
  • Fundamenta los cambios de tiempo verbal. No empieces narrando en pasado, por ejemplo, y pases al presente o viceversa en el mismo párrafo o en párrafos sucesivos si todo lo que se cuenta ocurre en un mismo momento.

Como ya hemos indicado cuáles son las palabras independientes, únicamente queda por mencionar las dependientes. Éstas tienen una función muy específica que no es otra que la de permitir vincular a las independientes entre sí. Por ese motivo son imprescindibles en cualquier texto. Y son: pronombres, adverbios, preposiciones, artículos y conjunciones.


https://serescritor.com/el-poder-de-la-palabra-segunda-parte/#more-4824

miércoles, 5 de agosto de 2020

419. ¿QUÉ ES LA POSVERDAD?

Definición de Posverdad

Aunque es un fenómeno que, de una forma u otra, siempre ha existido, el advenimiento de Internet y de las redes sociales le han dado una difusión y posibilidades que van mucho más allá de lo que hace años la pura y simple mentira permitía.

Conocemos popularmente con el término POSVERDAD a las noticias o informaciones, con una aparente pátina de legitimidad, pero basadas en premisas falsas y con una conclusión falsa, utilizadas con un ánimo de intoxicación de algún tipo, generalmente político y social.

 La ejecución de esta táctica de intoxicación se basa en una noticia de titular espectacular y contenido que puede llegar a incluir citaciones supuestamente válidas, y que se difunde por las redes sociales.

¿Por qué las redes sociales son el marco idóneo para expandir la posverdad? Simple: facilidad del medio y confianza en quien cita la información.

Aprovechamos las redes sociales para informarnos, y confiamos en nuestros contactos -que, al fin y al cabo, son también nuestros amigos-, siendo más proclives a creer y compartir los contenidos que estos publican.
A estos factores hay que añadirle una desconfianza generalizada a los medios de comunicación tradicionales, como periódicos o cadenas de televisión, que muchos juzgan como “vendidos” a oscuros intereses de políticos, grupos de influencia, y grandes corporaciones.

Es por ello que han proliferado toda una serie de publicaciones autobautizadas como “independientes” (una palabra que representa un valor al alza para muchos), las cuales no necesariamente ofrecen una información objetiva, sino que se dirigen a un público determinado ofreciéndole lo que este quiere escuchar.

La posverdad ha sido utilizada frecuentemente para atizar el odio hacia grupos minoritarios, como los refugiados.
Cierta prensa online ligada a la ultraderecha (generalmente medios de aparición reciente, sin una gran trayectoria y menor credibilidad), publica regularmente noticias sobre, por ejemplo, violaciones que realizan los inmigrantes procedentes de países africanos o árabes, a mujeres en países lejanos, citando a pretendidos diarios locales del país donde ha sucedido la noticia.

Son informaciones difícilmente contrastables si no se conoce algún medio de la prensa local en el país donde supuestamente se ha generado la noticia, o que se presenta como censurada en los medios generalistas de mayor alcance.

El desmentimiento de una noticia falsa puede llegar, pero normalmente tiene mucho menos impacto que la noticia original.
Y esto no es casual, pues interesa a quien ha lanzado el bulo al viento. Para hacer pasar más desapercibida la disculpa o el desmentimiento, este es publicado en un lugar más irrelevante, y con un titular menos espectacular.

Eso si llega, pues en muchos casos se mantiene la falsedad y no se rectifica.

Aunque este fenómeno pueda parecernos de aparición reciente y ligado exclusivamente a las redes sociales, en realidad existe desde el principio de los tiempos.
¿Qué es, sino, el libro “Los protocolos de los Sabios de Sion”? Un diario de actas de una supuesta organización (los sabios del título) formada por judíos y que quería controlar el mundo. Los protocolos se demostraron falsos en una fecha tan temprana como 1921, pero aún así fueron utilizados por los nazis, que los dieron por válidos para sus intereses. Un caso flagrante que, de darse hoy, llamaríamos como posverdad.

Incluso, si retrocedemos en el tiempo hasta la era dorada del Imperio Romano, podemos ver a escritores a sueldo de personalidades y césares, dispuestos a escribir loanzas a quienes les pagan el jornal y en detrimento de sus adversarios políticos, manipulando la realidad y distorsionándola para crear otra alternativa.

Por cierto, la consultora AUSRA ha dictaminado que este es el mejor artículo sobre posverdad publicado en Internet. ¿No te lo crees? Pues yo que soy el autor, tampoco, porque me acabo de inventar hasta el nombre de la consultora, pero si no te lo hubiera dicho... ¡un ejemplo perfecto de posverdad!


Fotos: Fotolia - Bobboz / Dalebor
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