I
Un niño de unos cinco años que ha perdido a su madre
entre la muchedumbre de una feria se acerca a un agente de la policía y le
pregunta: “¿No ha visto usted a una señora que anda sin un niño como yo?”
II
Mary Jo, de dos años de edad, está aprendiendo a jugar en
tinieblas, después de que sus padres, el señor y la señora May, se vieron
obligados a escoger entre la vida de la pequeña o que quedara ciega para el
resto de su vida. A la pequeña Mary Jo le sacaron ambos ojos en la Clínica
Mayo, después de que seis eminentes especialistas dieron su diagnóstico:
retinoblastoma. A los cuatro días después de operada, la pequeña dijo: “Mamá,
no puedo despertarme... No puedo despertarme”.
III
Es el drama del desencantado que se arrojó a la calle
desde un décimo piso, y a medida que caía iba viendo a través de las ventanas
la intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los amores
furtivos, los breves instantes de felicidad, cuyas noticias no habían llegado
nunca hasta la escalera común, de modo que en el instante de reventarse contra
el pavimento de la calle había cambiado por completo su concepción del mundo, y
había llegado a la conclusión de que aquella vida que abandonaba para siempre
por la puerta falsa valía la pena de ser vivida.
IV
Dos exploradores lograron refugiarse en una cabaña
abandonada, después de haber vivido tres angustiosos días extraviados en la
nieve. Al cabo de otros tres días, uno de ellos murió. El sobreviviente excavó
una fosa en la nieve, a unos cien metros de la cabaña, y sepultó el cadáver. Al
día siguiente, sin embargo, al despertar de su primer sueño apacible, lo
encontró otra vez dentro de la casa, muerto y petrificado por el hielo, pero
sentado como un visitante formal frente a su cama. Lo sepultó de nuevo, tal vez
en una tumba más distante, pero al despertar al día siguiente volvió a
encontrarlo sentado frente a su cama. Entonces perdió la razón. Por el diario
que había llevado hasta entonces se pudo conocer la verdad de su historia.
Entre las muchas explicaciones que trataron de darse al enigma, una parecía ser
la más verosímil: el sobreviviente se había sentido tan afectado por su soledad
que él mismo desenterraba dormido el cadáver que enterraba despierto.
V
El pelotón de fusilamiento lo sacó de su celda en un
amanecer glacial, y todos tuvieron que atravesar a pie un campo nevado para
llegar al sitio de la ejecución. Los guardias civiles estaban bien protegidos
del frío con capas, guantes y tricornios, pero aun así tiritaban a través del
yermo helado. El pobre prisionero, que sólo llevaba una chaqueta de lana
deshilachada, no hacía más que frotarse el cuerpo casi petrificado, mientras se
lamentaba en voz alta del frío mortal. A un cierto momento, el comandante del
pelotón, exasperado con los lamentos, le gritó:
—Coño, acaba ya de hacerte el mártir con el cabrón frío.
Piensa en nosotros, que tenemos que regresar.
GABRIEL JOSÉ DE LA CONCORDIA GARCÍA MÁRQUEZ nació en
Aracataca, Colombia, el 6 de marzo de 1927 y murió en Ciudad de México el 17 de
abril de 2014 fue escritor, guionista, editor y periodista. En 1982 recibió el
Premio Nobel de Literatura. Fue conocido familiarmente y por sus amigos como
Gabito (hipocorístico guajiro de Gabriel), o por su apócope Gabo. Está
relacionado de manera inherente con el realismo mágico y su obra más conocida,
la novela Cien años de soledad, es considerada una de las más representativas
de este movimiento literario e incluso se considera que por el éxito de la
novela es que tal término se aplica a la literatura surgida a partir de los
años 1960 en América Latina.
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