¡BIENVENIDOS AL BLOG DEL TALLER LITERARIO DESPERTARES!

Bienvenidos al blog del TALLER LITERARIO DESPERTARES de la Biblioteca Popular "Cultura y Progreso" de Morteros, Córdoba, República Argentina.

Este blog se inicia el 14 de junio de 2011 para publicar los trabajos de los participantes del taller, que funciona en la Biblioteca Popular "Cultura y Progreso".

Ilustración de la cabecera: "El desván de la memoria" de José Manzanares, creador de sueños, artista plástico de Linares, Jaén, España.

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jueves, 10 de noviembre de 2022

481. EL ORIGEN DEL DILUVIO, NARRACIÓN DE UN ESPÍRITU cuento de LEOPOLDO LUGONES (1874-1938)

 




La tierra acababa de experimentar su primera incrustación sólida y hallábase todavía en una oscura incandescencia. Mares de ácido carbónico batían sus continentes de litio y de aluminio, pues estos fueron los primeros sólidos que formaron la costra terrestre. El azufre y el boro figuraban también en débiles vetas.

Así, el globo entero brillaba como una monstruosa bola de plata. La atmósfera era de fósforo con vestigios de flúor y de cloro. Llamas de sodio, de silicio, de magnesio, constituían la luminosa progenie de los metales. Aquella atmósfera relumbraba tanto como una estrella, presentando un espesor de muchos millares de kilómetros.

Sobre esos continentes y en semejantes mares, había ya vida organizada, bien que bajo formas inconcebibles ahora; pues no existiendo aún el fosfato de cal, dichos seres carecían de huesos. El oxígeno y el nitrógeno, que con algunos rastros de bario entraban en la composición de tales vidas, completaban los únicos catorce cuerpos constituyentes del planeta. Así, todo era en él extremadamente sencillo.

La actividad de los seres que poseían inteligencia, no era menos intensa que ahora, sin embargo; si bien de mucho menor amplitud; y no obstante su constitución de moluscos, vivían, obraban, sentían, de un modo análogo al de la humanidad presente. Habían llegado, por ejemplo, a construir enormes viviendas con rocas de litio; y el sudor de sus cuerpos oxidaba el aluminio en copos semejantes al amianto incandescente.

Su estructura blanda, era una consecuencia del medio poco sólido en que tomaron origen, así como de la ligereza específica de los continentes que habitaban. Poseían también la aptitud anfibia; pero como debían resistir aquellas temperaturas, y mantenerse en formas definidas bajo la presión de la profunda atmósfera, su estructura manteníase recia en su misma fluidez.

Esbozos de hombres, más bien que hombres propiamente dicho, o especies de monos gigantescos y huecos, tenían la facilidad de reabsorberse en esferas de gelatina o la de expandirse como fantasmas hasta volverse casi una niebla. Esto último constituía su tacto, pues necesitaban incorporar los objetos a su ser, envolviéndolos enteramente para sentirlos. En cambio, poseían la doble vista de los sonámbulos actuales. Carecían de olfato, gusto y oído. Eran perversos y formidables, los peores monstruos de aquella primitiva creación. Sabían emanar de sus fluidos organismos, seres cuya vida era breve pero dañina, semejantes a las carroñas con los gusanos. Fueron los gigantes de que hablan las leyendas.

Construían sus ciudades como los caracoles sus conchas, de modo que cada vivienda era una especie de caparazón exudado por su habitante. Así, las casas resultaban grupos de bóvedas, y las ciudades parecían cúmulos de nubes brillantes. Eran tan altas como éstas, pero no se destacaban en el cielo azul, pues el azul no existía entonces, porque faltaba el aire. La atmósfera sólo se coloreaba de anaranjado y de rojo.

Apenas dos o tres especies de aves cuyas alas no tenían plumas, sino escamas como las de las mariposas, y cuyo tornasol preludiaba el oro inexistente, remontaban su vuelo por la atmósfera fosfórica.

Era ella tan elevada, y el vuelo tan vasto, que las llevaba cerca de la luna. El arrebato magnético del astro solía embriagarlas; y corno éste poseía entonces una atmósfera en contacto con la terrestre, afrontábanla en ímpetu temerario yendo a caer exánimes sobre sus campos de hielo.

Una vegetación de hongos y de líquenes gigantes arraigaba en las aún mal seguras tierras; y no lejanos todavía del animal, en la primitiva confusión de los orígenes, algunos sabían trasladarse por medio de tentáculos; tenían otros, a guisa de espinas, picos de ave, que estaban abriéndose y cerrándose; otros fosforecían a cualquier roce; otros frutaban verdaderas arañas que se iban caminando y producían huevos de los cuales brotaba otra vez el vegetal progenitor. Eran singularmente peligrosos los cactus eléctricos que sabían proyectar sus espinas.

Los elementos terrestres se encontraban en perpetua inestabilidad. Surgían y fracasaban por momentos disparatadas alotropías. La presión enorme apenas dejaba solidificarse escasos cuerpos. Las rocas actuales dormían el sueño de la inexistencia. Las piedras preciosas no eran sino colores en las fajas del espectro.

Así las cosas, sobrevino la catástrofe que los hombres llamaron después diluvio; pero ella no fue una inundación acuosa, si bien la causó una invasión del elemento líquido. El agua tuvo intervención de otro modo.

Ahora bien: es sabido que los cuerpos, bajo ciertas circunstancias, pueden variar sus caracteres específicos hasta perderlos casi todos con excepción del peso; y esto es lo que recibe el nombre de alotropía. El ejemplo clásico del fósforo rojo y del fósforo blanco debe ser recordado aquí: el blanco es ávido de oxígeno, tóxico y funde a los 44°; el rojo es casi indiferente al oxígeno, inofensivo e infusible, sin contar otros caracteres que acentúan la diferencia. Sin embargo, son el mismo cuerpo, para no hablar de las diversas especies de hierro, de plata, que constituyen también estados alotrópicos.

Nadie ignora, por otra parte, que el calor multiplica las afinidades de la materia, haciendo posibles, por ejemplo, las combinaciones del ázoe y del carbono con otros cuerpos, cosa que no sucede a la temperatura ordinaria; y conviene recordar, además, que basta la presencia en un cuerpo de partículas pertenecientes a algunos otros, para cambiar sus propiedades o comunicar las nuevas, siendo particularmente interesante a este respecto lo que sucede al aluminio puesto en contacto, por choque, con el mercurio; pues basta eso para que se oxide en seco, descomponga el agua y sea atacado por los ácidos nítrico y sulfúrico, al revés exactamente de lo que le pasa cuando no existe el contacto.

A estas causas de variabilidad de los cuerpos, es menester añadir la presión, capaz por sí sola de disgregar los sólidos hasta licuarlos, cualquiera que sea su maleabilidad, y sin exceptuar al mismo acero; pues nada más que con la presión se ha llegado a convertirlo en una masa blanduzca, trabajándolo con entera comodidad.

Mencionaré, por último, una extraña propiedad que los químicos llaman acción catalítica, o en términos vulgares, acción de presencia, y por medio de la cual ciertos cuerpos provocan combinaciones de otros, sin tomar parte en las mismas. Entre éstos, uno de los más activos, y el que interviene en mayor número de casos, es el vapor de agua. Los datos que anteceden, nos ponen ya en situación de explicar el fenómeno al cual están dedicadas estas líneas.

Sucedió por entonces que la atmósfera terrestre, condensándose en torno al globo, empezó a ejercer una atracción progresiva sobre la atmósfera de la luna. Al cabo de cierto tiempo, esta atmósfera no pudo resistir aquella atracción, y empezó a incorporar con la nuestra sus elementos más ligeros. La falta de presión causada por este fenómeno, vaporizó los mares de la luna que estaban helados hacía muchos siglos; y una niebla fría, a muchos grados bajo nuestro cero termométrico, rodeó el astro muerto como un sudario.

Cierto día el vapor acuoso se precipitó en la atmósfera terrestre, y ésta vio aumentado su peso en varios miles de millones de toneladas. A tal fenómeno, unióse la acción catalítica del vapor, y entonces fue cuando empezaron a disgregarse los sólidos terrestres.

Un ablandamiento progresivo dio a todos la consistencia del yeso; pero cuando el fenómeno siguió, deleznándose aquéllos en una especie de lodo, empezó la catástrofe. Las montañas fueron aplastándose por su propio peso, hasta degenerar en médanos que el viento arrasaba. Las mansiones de los gigantes volviéronse polvo a su vez, y pronto hubo de observarse con horror que el elemento líquido cambiaba de estado en la forma más extraordinaria; secábase sin desaparecer, volviéndose también polvo por la disgregación de sus moléculas, y se confundía con el otro en un solo cuerpo, seco y fluido a la vez sin olor, color ni temperatura.

Lo raro fue que el fenómeno no se efectuaba al mismo tiempo en la materia organizada. Esta resistía mejor, sin duda por su condición semilíquida; pero semejante diferencia comportaba la muerte violenta en aquella disgregación. Poco después no hubo en el globo otra existencia que la flotante sobre esa especie de arenas cósmicas; mas ya la mayor parte de los seres animados había muerto de inanición; pues aunque no comían como nosotros, absorbían del aire sus principios vitales, y el aire estaba cambiado por los elementos de la luna.

Apenas uno que otro gran molusco se revolvía sobre la universal fluidez sin olas, bajo el horror de la atmósfera gigantesca, preñada de tósigos mortales, donde se operaba la futura organización. Tampoco pudieron ellos resistir a esas combinaciones, ni adaptarse al estado de disgregación; y, por otra parte, éste los afectaba a su vez. Ellos fueron también disolviéndose hasta desaparecer; y entonces, sobre el ámbito del planeta, fue la soledad y la negra noche.

Millares de años después, los elementos empezaron a recomponerse.

Formidables tempestades químicas conmovieron el estado crítico de la masa, y los catorce cuerpos primitivos revivieron, engendrando nuevas combinaciones.

El litio se triplicó en potasio, rubidio y cesio; el fósforo en arsénico, antimonio y bismuto; el carbono engendró titano y zirconio; el azufre, selenio y teluro....

Los océanos fueron ya de agua, el agua de la luna periódicamente exaltada hacia su origen por la armónica dilatación de las mareas. La atmósfera se había vuelto de aire semejante al nuestro, aunque saturado de ácido carbónico.

Ningún ser vivo quedaba de la anterior creación. Hasta sus huellas habían sido destruidas. Pero los vapores de la luna  trajeron consigo gérmenes vivificantes, que el nuevo estado de la tierra fue llamando lentamente a la existencia.

El mar se cubrió de vidas rudimentarias. La costra sólida pululó de hierbas, y el dominio de éstas duró una edad.

Pero yo no sabría repetir el enorme proceso. Réstame decir que los primeros seres humanos fueron organismos del agua: monstruos hermosos, mitad pez, mitad mujer, llamados después sirenas en las mitologías. Ellos dominaban el secreto de la armonía original y trajeron al planeta las melodías de la luna que encerraban el secreto de la muerte.

Fueron blancos de carne como el astro materno; y el sodio primitivo que saturaba su nuevo elemento de existencia, al engendrar de sí los metales nobles, hizo vegetar en sus cabelleras el oro hasta entonces desconocido...

... He aquí lo que mi memoria, millonaria de años, evoca con un sentido humano, y he aquí lo que he venido a deciros descendiendo de mi región, el cono de sombra de la tierra. Os añadiré que estoy condenado a permanecer en él durante toda la edad del planeta.

La médium calló, recostando fatigosamente su cabeza sobre el respaldo del sofá. Y Mr. Skinner, una de las ocho personas que asistían a la sesión, no pudo menos de exclamar en las tinieblas:

–¡El cono de sombra! ¡El diluvio!... ¡Disparatada superchería!

Nada pudimos replicarle, pues un estertor de la médium nos distrajo.

De su costado izquierdo desprendíase rápidamente una masa tenebrosa, asaz perceptible en la penumbra. Creció como un globo, proyectó de su seno largos tentáculos, y acabó por desprenderse a modo de una araña gigantesca. Siguió dilatándose hasta llenar el aposento, envolviéndonos como un mucílago y jadeando con un rumor de queja. No tenía forma definida en la oscuridad espesada por su presencia; pero si el horror se objetiva de algún modo, aquello era el horror.

Nadie intentaba moverse, ante el espantoso hormigueo de tentáculos de sombra que se sentía alrededor, y no sé cómo hubiera acabado eso, si la médium no implora con voz desfallecida:

–¡Luz, luz, Dios mío!

Tuve fuerzas para saltar hasta la llave de la luz eléctrica; y junto con su rayo, la masa de sombra estalló sin ruido, en una especie de suspiro enorme.

Mirámonos en silencio.

Algo como un lodo heladísimo nos cubría enteramente; y aquello habría bastado para prodigio, si al acudir a su lavabo, Skinner no realiza un hallazgo más asombroso.

En el fondo de la palangana, yacía no más grande que un ratón, pero acabada de formas y de hermosura, irradiando mortalmente su blancor, una pequeña sirena muerta.



LAS FUERZAS EXTRAÑAS: Este libro fue publicado en 1906. Tiene 12 cuentos que son:

El autor advierte al lector que "fuerzas oscuras" acechan la tranquilidad humana. La suspensión de la incredulidad que plantean estos cuentos, aducen a una física simbolista en lugar de una literatura fantástica. Puede interpretarse a partir de una perspectiva fantástica. Es posible interpretar Las fuerzas extrañas de Leopoldo Lugones aplicando la metodología simbolista propuesta por el físico alemán Heinrich Hertz y planteada filosóficamente por Ernst Cassirer. 

La fuerza omega

La lluvia de fuego

Un fenómeno inexplicable

El milagro de San Wilfrido

El escuerzo

La metamúsica

El origen del Diluvio

Los caballos de Abdera

Viola Acherontia

Yzur

La estatua de sal

El Psychon

A pesar de haber sido uno de los trabajos menos exitosos en ese momento, está considerado un libro pionero en el género de la ciencia ficción y la fantasía1​en Argentina.

Las historias giran siempre alrededor del concepto del conocimiento humano, y muchas están presentadas de forma similar: un científico que invita a un amigo o conocido a su laboratorio para que vea los resultados de sus experimentos. A veces estos terminan de forma trágica.






ARTÍCULO SOBRE "LAS FUERZAS EXTRAÑAS" DE LUGONES Por Sergio Inestrosa

https://www.cineyliteratura.cl/critica-las-fuerzas-extranas-de-leopoldo-lugones-la-ciencia-ficcion-del-dannunzio-argentino/

[Crítica] «Las fuerzas extrañas», de Leopoldo Lugones: La ciencia ficción del «D’Annunzio argentino»

PUBLICADO POR: CINE Y LITERATURA 25 DICIEMBRE, 2020

El singular escritor trasandino además de poeta, también fue un cuentista excepcional. A decir verdad solo conocía los versos de «Lunario sentimental», pero por suerte me topé con sus libros de relatos, textos creativos donde resultó un formidable cultivador de la literatura fantástica, al igual que el uruguayo Horacio Quiroga, y que su compatriota Jorge Luis Borges.

Por Sergio Inestrosa

Publicado el 25.12.2020

Leopoldo Lugones nació el 13 de junio de 1874 en Río Seco, Argentina y puso fin a su vida el 18 de febrero de 1938, en la localidad de El Tigre, ingiriendo una mezcla de cianuro y whisky. 

Borges consideró a Lugones como uno de los grandes escritores de la lengua en español, además Lugones fue uno de los máximos exponentes del modernismo y junto a José Martí y Rubén Darío conforman los llamados padres de este movimiento en Hispanoamérica. 

Entre otros reconocimientos, Lugones recibió el Premio Nacional de Literatura en 1926 y los que saben más sobre él afirman que fue uno de los impulsores de la Sociedad Argentina de Escritores. 

Lugones no solo fue poeta, también es un cuentista excepcional.

A decir verdad solo conocía su Lunario sentimental (1909), pero por suerte me topé con sus libros de relatos, Las fuerzas extrañas (1906) y Cuentos fatales (1924): fue un cultivador de la literatura fantástica, al igual que Horacio Quiroga y por supuesto Borges. 

«Las fuerzas extrañas» 

El libro Las fuerzas extrañas reúne doce relatos y en ellos están presentes temas como el ocultismo, el espiritismo, las ciencias (atracción que compartieron varios de los escritores modernistas), las referencias bíblicas, además de los motivos populares.   

Las fuerzas extrañas es un ejemplo de perfección tanto por la prosa como por los argumentos de los cuentos. Los críticos afirman que influyeron en Lugones escritores como Edgar Allan Poe, Marcel Marcel Schwob y Goethe, entre otros.

El primero de los cuentos se titula  «La fuerza Omega” que trata sobre el violento poder del sonido, que uno de tres amigos descubrió creando un aparato sencillo: «Anda por ahí a flor de tierra, solía decirme, más de una fuerza tremenda cuyo descubrimiento se aproxima. De esas fuerzas interetéreas que acaban de modificar los más sólidos conceptos de la ciencia, y que justificando las afirmaciones de la sabiduría oculta, dependen cada vez más del intelecto humano».

Y un poco más adelante afirma: “He descubierto la potencia mecánica del sonido. Y como ella es la última en la síntesis vibratoria cuyos otros componentes son el calor, la luz y la electricidad, la he llamado la fuerza Omega”.

“Una de esas mañanas encontramos a nuestro amigo, muerto, con la cabeza recostada en el respaldo de su silla. Fácil es imaginar nuestra consternación. El aparato maravilloso estaba ante él y nada anormal se notaba en el laboratorio”.

El segundo cuento se titula, “La lluvia de fuego” y trata de una lluvia de cobre que un mediodía empezó a caer desde un cielo limpio.

El protagonista es un hombre rico que al despuntar la segunda mañana y comprobar que la ciudad ha ardido y ya no queda nadie a su alrededor, baja al sótano, bebe una botella de vino y toma consigo un vino venenoso para cuando llegue la ocasión de poner fin a su vida. 

“Reanimado por el vino, examiné mi situación. Era asaz sencilla. No pudiendo huir, la muerte me esperaba; pero con el veneno aquél, la muerte me pertenecía… La soledad era absoluta”.

Sale por última vez, y mira a un hombre que se le acerca, después a unos leones desesperados por la sed y entonces vuelve a llover fuego y baja de nuevo, entra en la cisterna y toma el veneno.


El tercer cuento se titula, “Un fenómeno inexplicable”, y en el fondo se trata del tema del doble, solo que el doble de la persona, en este caso, es un mono.

El contexto es el encuentro de dos homeópatas que conversan de la ciencia que ambos dominan. En cierto momento, el hombre de casa le confiesa que mientras estaba en la India quiso desarrollar los poderes de los “yoghis” y lo logró.  Una noche, sin embargo, decidió ver su doble: “Ver qué era lo que salía de mí, siendo yo mismo, durante el sueño extático”.

Y he aquí lo interesante: “El desprendimiento se produjo con la facilidad acostumbrada. Cuando recobré la conciencia, ante mí, en un rincón del aposento, había una forma. Y esta forma era un mono… Desde entonces no se aparta de mí. Lo veo constantemente. Soy su presa”.

Y entonces el visitante le pide permiso para dibujar esa sombra: “Allí ante nuestros ojos, la raya de lápiz trazaba una frente deprimida, una nariz chata, un hocico bestial. ¡El mono! ¡La cosa maldita!”.

Una de las tantas ediciones de «Las fuerzas extrañas» (1906)


El realismo fantástico de Leopoldo Lugones

La siguiente historia se titula “El milagro de San Wilfrido”, el cuento ocurre en el mes de junio y julio de 1099 durante las Cruzadas, una noche cuatro valientes caballeros cristianos viajan a Jafa para encontrarse con refuerzos para conquistar la ciudad de Jerusalén.  

Por el camino los árabes capturan a Wilfrido que se había rezagado y lo crucifican, pero no pueden desclavar una de las manos de la cruz así que se la cortan y queda clavada al símbolo de madera.

Un día, cuando el líder árabe se preparaba para defender la ciudad se acerca a la cruz en la cual ha quedado clavada la mano de Wilfrido y esa misma mano lo tomó del cuello y lo estranguló, y ahora se exhibe en el convento franciscano de Jafa la cruz con la mano clavada.


El relato que continua se titula “El escuerzo” y es uno de los cuentos más cortos.

El narrador de la historia tiene ocho años y ha matado a un sapo “raro” y se lo lleva a la criada para que le aclare sus dudas y la mujer le dice que es un escuerzo y que si no lo queman, resucitará. En eso llega Julia que le pide a la empleada que cuente los pormenores de lo que le pasó al hijo de la finada Antonia.

Y la mucama les relata el argumento de esa breve ficción, la cual usted conocerá cuando lea este libro.


El siguiente cuento se titula, en tanto, «La metamúsica», y trata sobre la visualización de la música, sobre los colores físicos y pictóricos de las partituras sonoras.

Este relato se parece un poco en su forma y tema a «La fuerza omega» la primera historia del libro, el narrador tiene un amigo a quien no ha visto por dos meses, pues este ha estado recluido experimentando los secretos de la música: el hablante, entonces, le confiesa no entender nada de la música y que esa arte no logra despertar en él ninguna emoción.  

El día en que se encuentran, un miércoles, quedan en verse el próximo sábado, para que el melómano le muestre al insensible su descubrimiento.

El narrador va todas las noches a ver a su amigo ocultamente, pues piensa que está chiflado, pero nunca lo encuentra hasta el sábado, y al llegar lo recibe Juan y lo lleva a su cuarto y le dice: “Las notas poseen cada cual su color, no arbitrario, sino real. Alucinaciones y chifladuras nada tienen que ver con esto. Los aparatos no mienten, y mi aparato hace perceptibles los colores de la música”.

En un momento de la conversación, Juan le dice al narrador: “la música es la expresión matemática del alma”.

Y poco después, añade: “El universo es música, prosiguió animándose. Pitágoras tenía razón, y desde Timeo hasta Kepler todos los pensadores han presentido esta armonía. Eratóstenes llegó a determinar la escala celeste, los tonos y semitonos entre astro y astro. Yo creo tener algo mejor, pues habiendo dado con las notas fundamentales de la música de las esferas, reproduzco en colores geométricamente combinados, el esquema del Cosmos”.

Leopoldo Lugones


El siguiente relato se titula “El origen del diluvio” y este es uno de los cuentos más extraños y al final se revela de algún modo el narrador, quien se encuentra en una sesión de “espiritismo”.

La historia entremezcla el tema científico con la leyenda, por ejemplo se mencionan gigantes y sirenas, de suyo el cuento termina señalando: “En el fondo de la palangana, yacía no más grande que un ratón, pero acabada deformas y de hermosura, irradiando mortalmente su blancor, una pequeña sirena muerta”.


En el planeta de los simios

El siguiente cuento se titula “Los caballos de Abdera” se trata de un relato fantástico que versa sobre la pasión que había despertado en la ciudad la relación con los caballos, pero la pasión se había desbordado, hasta llegar a una “humanización” de los equinos.

Se cuenta por ejemplo, el caso de una yegua que había exigido espejos en su pesebre. Como era de esperar un día los caballos se rebelan y destruyen la ciudad: “las puertas reventadas a coces yacían por el suelo”.

Lo que salva a los humanos del ataque caballar fue la presencia de una cabeza de león, pero al final se revela que aquella bestia que hizo que los caballos huyeran era nada menos que:

—¡Hércules, es Hércules que llega!


El siguiente cuento se titula «Viola acherontia», es también un relato relativamente corto y asimismo es de corte fantástico. El texto trata como se establece en la primera línea: “Lo que deseaba aquel extraño jardinero, era crear la flor de la muerte”. Si el lector lee la historia sabrá si el jardinero lo logra o si el narrador lo detiene antes de que logre su fin. 


El siguiente cuento se titula “Yzur” y este ese el nombre del chimpancé que compró el narrador en un circo. En el cuento, el narrador empieza diciendo que:

Los naturales de Java atribuían la falta de lenguaje articulado en los monos a la abstención, no a la incapacidad. No hablan, decían, para que no los hagan trabajar”.  

Y continúa: “este postulado antropológico:  Los monos fueron hombres que por una u otra razón dejaron de hablar. El hecho produjo la atrofia de sus órganos de fonación y de los centros cerebrales del lenguaje, debilitó casi hasta suprimir la relación entre unos y otros, fijando el idioma de la especie en el grito inarticulado, y el humano primitivo descendió a ser animal.

«Claro es que si llegara a demostrarse esto quedarían explicadas desde luego todas las anomalías que hacen del mono un ser tan singular, pero esto no tendría sino una demostración posible: volver el mono al lenguaje». 

Y de eso justamente se trata el cuento, de hacer evolucionar a un mono para saltar el abismo que lo separa del lenguaje. 


La estatua de sal bíblica en el lenguaje metafórico adquiere un sentido memorable y extraordinario. La sal petrificada representa aquí el anquilosamiento, la inactividad, la parálisis. El hombre es un ser en continuo proceso de cambio que avanza hacia el futuro, a pesar de todos los pesares y de sí mismo, de manera imparable.

El siguiente cuento se titula “La estatua de sal”, este es también, un cuento corto y en él, el narrador introduce la historia del monje Sosistrato contada por un peregrino.

Ayúdeme Nuestra Señora del Carmelo y vosotros escuchad con atención. Lo que vais a oír, me lo refirió palabra por palabra el hermano Porfirio, que ahora está sepultado en una de las cuevas de San Sabas, donde acabó su santa vida a los ochenta años en la virtud y la penitencia. Dios le haya acogido en su gracia. Amén”.

El cuento es la historia de otra historia y esto lo hace interesante, más allá de lo bíblico.

No resisto la tentación de copiar estos renglones, relacionados con la mujer de Lot, por su perfección literaria:

A los ojos del solitario apareció una mujer, vieja como la eternidad, envuelta en andrajos terribles, de una lividez de ceniza, flaca y temblorosa, llena de siglos. El monje que había visto al demonio sin miedo, sintió el pavor de aquella aparición”.


El último cuento también cabe en el grupo de relatos “científicos” o de apariencia tal y se titula «El psychon» y trata de un físico (el doctor Paulin) que ha llegado a Buenos Aires y quiere materializar los pensamientos a través de un aparato que ha llamado Psychon. Por cierto, en esta historia aparece, al final, un gato.


Las fuerzas extrañas, es sin duda digno de lectura. El libro se inscribe dentro de la producción del movimiento del modernismo latinoamericano. Recuérdese que en el caso particular de Argentina, esta corriente retoma la tradición francesa al respecto.

***

Sergio Inestrosa (San Salvador, 1957) es escritor y profesor de español y de asuntos latinoamericanos en el Endicott College, Beverly, de Massachusetts, Estados Unidos, además de redactor permanente y miembro del comité editorial del Diario Cine y Literatura.


---->ARTÍCULO DEL DIARIO CLARÍN SOBRE LUGONES: 

https://www.clarin.com/cultura/dia-escritor-argentina-historia-detras-suicidio-leopoldo-lugones_0_WM1ROwItx.html

«Las fuerzas extrañas», de Leopoldo Lugones: La ciencia ficción del «D’Annunzio argentino»

Leopoldo Antonio Lugones dedicó parte de su vida a ponerles belleza a las palabras y su muerte, una drástica decisión frente al drama de amar y no poder expresarlo, tuvo un correlato con esa búsqueda poética: perpetró su suicidio con una ingestión de cianuro, veneno que ataca a los órganos que mayor irrigación sanguínea tienen, el cerebro y el corazón.

La historia detrás de la tragedia escondía que el poeta no podía pensar ni sentir por estar clandestinamente enamorado y socialmente perseguido frente a la pasión por una mujer a la que ya no podía acceder. Y por eso el 18 de febrero de 1938, a los 64 años, entendió que ya no había razones para seguir vivo.

Lugones nació el 13 de junio de 1874 y de allí que ese día quedó institucionalizado como el Día del Escritor en Argentina. Porque este cordobés de Villa María exploró no solo los intrincados caminos de la poesía, sino que desplegó su talento literario en otros géneros y se lo presenta como cuentista, ensayista, novelista, dramaturgo y hasta periodista.

De hecho, su primer libro en prosa fue La guerra gaucha, una recopilación de cuentos ambientados en la época de la Independencia y con la provincia de Salta como escenario, y que fue llevado al cine en 1941 con una película protagonizada por Enrique Muiño y Amelia Bence, dirigida por Lucas Demare y con Homero Manzi como uno de sus guionistas.

La película, considerada una de las primeras grandes obras del cine nacional, se estrenó el 20 de noviembre de 1942. Del suicidio de Lugones habían transcurrido 1736 días, aunque la estela de su decisión y las razones que la motivaron seguían presentes en una sociedad conmovida tanto por semejante pérdida cuanto por lo furtivo del secreto que entendió el escritor que ya no podía seguir guardando.


Emilia Santiago, la mujer que llevó a la muerte a Lugones.


Dominante frente al complejo ejercicio de poner en las justas palabras lo que muchas veces se piensa y siente, Lugones se vio impotente frente a la encerrona que el destino le preparó con tan solo 22 letras: Emilia Santiago Cadelago era su nombre. El gran amor de su vida, aunque no el primero.

En 1896 se casó con Juana González en Córdoba. Lugones estaba deslumbrado con quien era su esposa, compañera y amante, a la que le dedicaba sus obras y con quien se mostraba en público cada vez que un evento social lo requería. Ese matrimonio dio a luz un solo hijo, Leopoldo, al que se lo conocía como Polo.

Tabita Peralta Lugones, bisnieta del literato y autora del libro “Retratos de familia”, recordó en una nota publicada en Clarín en 2013 que “el poeta fue el marido más fiel de Buenos Aires hasta que se enamoró de una estudiante de veintipocos años cuando él ya había cumplido 52”.

Leopoldo y Juana llevaban tres décadas de matrimonio cuando, en 1926, Lugones recibió a Emilia Santiago Cadelago en su oficina de la Biblioteca Nacional de Maestros, la que presidió desde 1915 hasta su muerte. Le dijo que necesitaba un ejemplar de Lunario sentimental, su tercer libro de poemas, publicado en 1909, por entonces agotado. Ese encuentro fue la chispa que encendió un romance tan intenso como clandestino.

El testimonio de lo que vivieron Leopoldo y Emilia quedó reflejado en las cartas que la joven le entregó años más tarde a su amiga María Inés Cárdenas de Monner Sanz, quien las publicó en su libro Cuando Lugones conoció el amor: cartas y poemas inéditos a su amada. En efecto, esos manuscritos atesoraban la forma en que el escritor se reinventó como un hombre enamorado, tal como antes lo había estado de su esposa.

Quien no soportó la deshonra hacia su madre y embistió con odio y fiereza contra el romance fue Polo Lugones, un hombre que superaba a su padre en la catalogación de personajes políticamente incorrectos. El poeta libaba con las ideas fascistas, había celebrado la revolución rusa de 1915 y adhería al régimen de Benito Mussolini en Italia. Y en la Argentina participó activamente en el primer golpe militar, cuando en 1930 José Evaristo Uriburu derrocó a Hipólito Yrigoyen.


Polo Lugones, el hijo del escritor que fue personaje clave en el trágico final.

Polo, quien según su nieta Tabita “creció rodeado de mimos pero se intuía su maldad”, ya durante el gobierno de Uriburu fue condenado por violentar a los jóvenes que tenía a cargo en el Reformatorio de Olivera. Su padre intercedió ante el Gobierno para que le conmutaran la condena y fue enviado como diplomático a Europa. En su regreso, fue nombrado al frente de la policía secreta de Buenos Aires, en donde introdujo la picana eléctrica como método para torturar y sacarles información a los enemigos políticos.

En esa posición, Polo supo de la relación de Leopoldo y Emilia en 1932. Y acometió contra ambos con feroces métodos extorsivos: los vigiló día y noche, los amedrentó, los amenazó. A su propio padre le dijo que llegaría al límite de declararlo insano para encerrarlo en un manicomio. Tenía el poder del Estado de su lado y, sobre todo, el afán de vengar y salvar el honor de su madre engañada.

Emilia y su familia se mudaron a Montevideo. Y Lugones se recluyó para sólo seguir escribiendo. Así durante los seis años que pasó sin poder ver ni saber de su amada. Su última obra publicada, en 1938, fue Romances del Río Seco. En un prólogo sobre el mismo, el historiador Pacho O’Donnell recordaría que “luego llegaría el suicidio de Lugones dejando inconclusa en el medio de una palabra su biografía sobre Julio A. Roca”. Y que el poeta, “el 18 de febrero de 1938 en un concurrido recreo del Delta escribió: ‘No hay sino lodo, lodo y más lodo’. A continuación bebió el cianuro’”.

En efecto, Lugones había dejado una carta sobre la mesa de luz de su habitación de la pensión del Tigre sobre el río Paraná de las Palmas. "Que me sepulten en la tierra sin cajón y sin ningún signo ni nombre que me recuerde. Prohíbo que se dé mi nombre a ningún sitio público. Nada reprocho a nadie. El único responsable soy yo de todos mis actos", reclamó. La familia, la viuda y su hijo Polo, hizo caso omiso del deseo. Lo despidieron en una casa velatoria de Barrio Norte y fue sepultado en el cementerio de la Recoleta. Su esposa Juana lució un flamante vestido rojo en el último adiós a su compañero.

Emilia murió soltera, en mayo de 1981, en la ciudad de Buenos Aires. Esa mujer a la que Lugones le había declarado su amor con frases como "tu reino es como el de la estrella inaccesible y presente", fue inhumada junto con un gato de peluche que el poeta le había regalado.

Jorge Luis Borges, en una biografía de Leopoldo Lugones que escribió junto con Betina Edberg en 1955, definió con especial intensidad el momento del suicidio de quien fuera fundador de la Sociedad Argentina de Escritores. "Decir que ha muerto el primer escritor de nuestra República, decir que ha muerto el escritor de nuestro idioma, es decir la estricta verdad y es decir muy poco".

El amor no mata, pero sí lo hace la desesperación ante la imposibilidad de expresarlo, tal como le pasó al poeta. Una forma de entender a Leopoldo Lugones y su trágico final es a través de un verso del poema Elegía crepuscular, publicado en 1924 en el libro Romancero: “Heroísmo de amar hasta la muerte”.


Leopoldo Antonio Lugones Argüello (Villa de María del Río Seco,13 de junio de 1874-San Fernando, 18 de febrero de 1938) fue un escritor modernista y polímata argentino. Fue a la vez narrador, poeta, periodista, historiador, bibliotecario, pedagogo, docente, traductor, biógrafo, filólogo, teósofo, diplomático, político y simpatizante nacionalista.

Fue el principal exponente del modernismo argentino y su obra poética es considerada como la inauguración en lengua castellana de toda la poesía moderna,​ además del inicio de todas las experiencias y experimentos de la poética moderna en el idioma español.​ Fue el primer escritor en hacer uso del verso libre en la literatura hispánica,​ y con sus cuentos se transformó en el precursor y en uno de los pioneros de la literatura fantástica y de la ciencia ficción en Argentina, además de haber sido uno de los primeros escritores de habla hispana en producir microrrelatos.​

En Argentina, la fecha de su nacimiento es considerada el día del escritor.


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