Ruinas de Alejandría
En 323 a. C. Alejandro Magno moría repentinamente
dejando en el Oriente Medio un imperio extenso, pero sin consolidar. Los Generales
que conformaban la hegemonía, se repartieron el territorio.
En 200 a. C. en Occidente, una disputa en el seno
del reino Autocrático Romano, convertía a Italia en la nación de mayor poderío
del Imperio. Su ejército invadía la provincia de Macedonia, que entonces
pertenecía al reino Asiático de Oriente, usurpando el territorio, en abierto
desafío a potencias que en Oriente había conquistado Alejandro Magno.
En 170 a. C. el ejército asirio del emperador
Antíoco IV, intentando detener el avance romano, invadía y conquistaba Egipto, pero
no conseguía doblegar a la culta ciudad helénica de Alejandría, que permanecía
autónoma y enfrentaba a los árabes.
En Egipto, Antíoco IV, enfrentaría conflictos religiosos
entre pueblos sojuzgados, que no cedían sus creencias. Hacía perseguir al
judaísmo, pero para no ofender en demasía al mundo greco-romano, sellaba un acuerdo
con el destituido faraón de Egipto, manteniéndolo en el trono, pero sojuzgado a su gobierno. Sin embargo el
faraón, al retirarse el invasor sirio a su reino, acordó nuevamente con
Alejandría. Antíoco IV decidió entonces
volver a invadir el enclave y al
perderlo frente a Roma, se retiró abandonando el intento.
En 146 a. C. el ejército del Imperio Romano conquistaba Anatolia y todo el Asia Menor. Los
países del Oriente Próximo pasaron a ser provincias bajo el protectorado romano,
con gobiernos soberanos.
A la Administración del gobierno de Alejandría,
económicamente activa, le permitieron mantenerse autónoma del gobierno de
Egipto, pero el comercio, en la ciudad, iba cayendo paulatinamente bajo la
tutela de Roma y se deterioraba su economía.
Sin embargo, en el largo interregno del acontecer
helénico que heredaría el Imperio de Occidente, obtendría de Grecia mucho más
que un tesoro, su cultura, que al extenderse en sus dominios, en el tiempo cambiaría
el pensamiento y la ciencia, de la sociedad europea y del mundo.
En 80 a. C. un motín en Roma contra el Imperio Único,
erigiría Dictador Vitalicio a Julio Cesar, militar y político. Con su ejército y en ejercicio de su
autoridad, entraba en Egipto y privaba a las provincias de su autonomía de
gobierno, al ponerlas bajo la soberanía de Roma.
En 51 a. C. los habitantes de la ciudad de
Alejandría se resistían a la invasión
romana. Sin embargo, Roma, al contar con el apoyo de la comunidad judía,
lograba controlar la rebelión y ocupaba
la ciudad.
En 45 a. C. la reina Cleopatra, litigaba el
trono de Oriente con su medio hermano Ptolomeo XIII. Con el propósito de solicitar
la intervención del Imperio para zanjar la situación, se dirigió a Roma y el
entonces Rey Julio César, con quién mantuvo un romance del que nació un hijo, le
otorgaba el reino de Egipto.
En 35 a. C. el trono de Roma se hallaba nuevamente
en disputa cuando era asesinado el Rey Julio César. Octavio I se convertiría en
el Primer Emperador de un nuevo reino, el Romano Unificado.
En 30 a. C. el trono romano aún no estaba consolidado.
Marco Antonio, amante de Cleopatra, desde Egipto desafiaba al Emperador Octavio
I. En la contienda, el ejército del Rey lo vencía. Marco Antonio se suicidaba y
Cleopatra moría haciéndose picar por un áspid.
Las fuerzas del Imperio romano iniciaban así un camino de conquistas. Entraba
y sojuzgaba a la autónoma ciudad de Alejandría que continuaba siendo la sede
del emporio de mayor influencia en la economía asiática, gracias a los ingresos
que le dejaba el puerto.
Roma la convertiría en un enclave más de una provincia
romana, quitándole la preeminencia de ciudad más importante del país, al
trasladar la capital al interior de Egipto.
Octavio I, para desalentar en Alejandría rebeliones
internas y aislarla de Roma, y con ella aislar a todo el Oriente conquistado,
dispuso que todo comerciante que llegaba de ultramar al puerto por negocios, a que
en un local de Alejandría, cambiaran la moneda romana que traían por la moneda
común que circulaba en Egipto. Estableció el lugar, como el único permitido
para la transacción del dinero del país, en desmedro de las ciudades del
interior. Todos los pueblos perdían con
las tasas de cambio. Situación que la expondría a la envidia de los sometidos.
Con un régimen jurídico y político propio, Alejandría
independiente, seguía su camino, rivalizando culturalmente con Atenas.
El primer Banco de conversión de la moneda de la
historia conocida, había nacido en Egipto.
OO Año bisagra en el
mundo de Occidente.
En 25 d. C en Jerusalén, era crucificado el
líder Jesús por proclamarse Rey de los judíos. De su martirio surgiría un
culto, germen de enfrentamientos ecuménicos que agitarían los intereses de Roma,
y rompería el acuerdo establecido con los judíos de Alejandría.
En 37 d. C. las civilizaciones de la antigüedad, rendían culto a dioses diferentes, según las
creencias que en cada región se afianzaba, razón por la que, en Roma y en el
Asia Menor, al introducirse el nuevo culto al judío Jesús, desencadenó una
persecución religiosa que afectaría a sus adeptos. Tiberio, emperador que
reverenciaba a los dioses antiguos, hacía expulsar a los judíos de Roma y perseguir
en la ciudad a los conversos al cristianismo, que debieron buscar refugio en
catacumbas para huir de la cacería.
En 61 d. C. en la antisemita Alejandría, llegaba
Marcos, el primer apóstol que venía a predicar la fe cristiana.
En 68 d. C. en Roma, el emperador Nerón,
auto-investido divino, mandaba martirizar a Marcos y lo hacía asesinar. Los
cristianos eran perseguidos hasta la muerte. Preocupaba a Roma, la nueva
creencia que se propagaba en el pueblo.
En 100 d. C. en Alejandría y en las costas del
Nilo, no sucedía lo que en Occidente. Había cierta tolerancia hacia el nuevo
culto a Jesús. Pero disensos graves dividían a judíos y árabes del norte de
África y del Oriente Medio, a consecuencias del entredicho suscitado entre
quienes creían que Jesús en su naturaleza era uno solo, divino y no humano, y
los que consideraban al Hijo, de la misma sustancia pero inferior al Padre. Estos
desencuentros recelaban al Imperio Romano y a la propia Alejandría, que rivalizaba
con Roma.
En 115 d. C. los judíos de la ciudad de Alejandría,
en defensa de su culto, enfrentaban a la
comunidad griega. La contienda provocó destrozos de importancia en gran parte
de la ciudad. El ejército romano intervino restableciendo el orden y ordenando expropiar
las posesiones de los judíos para reparar pérdidas, debiendo exiliarse el jefe
de la rebelión.
Comenzaba, por la intolerancia religiosa, la destrucción
del enclave alejandrino.
En 215 d. C. cien años después, era la comunidad
griega de Alejandría la que intentaría rebelarse del poder de Roma. El ejército
del Emperador Caracalla, luego de abortar la revuelta, instigó a su tropa a la matanza de griegos y
judíos, al tiempo que ordenaba un brutal saqueo a la ciudad, ejercido sin
consideraciones.
En 275 d. C. poco tiempo después, Alejandría
intentaría nuevamente liberarse de Roma. Las fuerzas del Emperador Aureliano al
reprimir el motín, ordenaba destruir completamente el Museo y la Biblioteca,
debiendo los sabios griegos refugiarse en el Templo del Dios Serapis. Según
escritos que registra la historia, fue la contienda bélica que mayor
destrucción provocó en el enclave madre de la cultura helénica: su Biblioteca.
En 297 d. C. sin embargo Alejandría no aprendería
de las lecciones perdidas al apoyar al invasor asirio Aquileo, autoproclamado
Emperador, que enfrentando a Roma había ocupado Egipto. El ejército del romano
Diocleciano lo vencería, y sólo después de ocho meses de asedio, lograba por
fin entrar en Alejandría, que se
resistía a los romanos. La ciudad fue nuevamente saqueada y destruidos millares de libros
relacionados con la alquimia y las ciencias herméticas, ante el temor de que esos
escritos, incentivaran el deseo de recuperar contenidos que modificarían la
conducta de los ciudadanos.
En 312 D. C. la efervescencia religiosa en occidente, se iba
extendiendo en las ciudades de los países aliados de Roma.
Con el fin de serenar disputas internas, el Emperador
Teodosio I, autorizaba y protegía el
culto del cristianismo ortodoxo como una religión más, que se reverenciaba en
el reino.
Las fronteras del extenso Imperio se hacían imposibles
de proteger, y estaban amenazadas por fundos enemigos que intentaban recuperar
sus posesiones.
El Imperio se volvía ingobernable y para su control Teodosio
I lo dividió en dos. Entregó a su hijo Arcadio, la custodia del reino Romano de
Occidente y a Honorio, su otro hijo, el Romano de Oriente. Este último enclave era
el más amenazado, porque ejércitos bárbaros y avanzadas de Persia, con milenios
transcurridos de presencia en el lugar, intentaban reconquistar los territorios
perdidos.
En 325 d. C. un devastador terremoto sumergía en
las aguas parte de la ciudad de Alejandría, incluyendo el Bruchión, enclave del
Templo de Serapis, el Dios protector de la ciudad y de su Biblioteca menor.
Cataclismo que en las costas de Alejandría, hizo que
una ola gigantesca, un tsunami, devastara grandes franjas costeras, al punto
que embarcaciones fueron depositadas sobre los tejados de las casas, muy
distantes de la orilla.
Los eruditos consideran que fue el evento que borró de
la tierra las ruinas de la histórica Biblioteca de Alejandría.
En 380 d. C. el Emperador de Roma, Teodosio el
Grande, declaraba al Cristianismo Ortodoxo que llegaba de Oriente, como la
única religión legítima en todo el Imperio y ordenaba combatir al resto de los cultos.
Enviaba a Alejandría al Patriarca Ortodoxo Teófilo,
con la orden de destruir los templos de los Ptolomeos, al considerarlos propulsores
de culturas paganas, y que se los
demoliera hasta los cimientos.
Envió prefectos a Siria, Egipto y Asia menor, con la orden de disolver todo apoyo
a cultos paganos, al tiempo que prohibía en todo el reino, el sacrificio de
sangre.
El profeta Teófilo mandaba destruir a la ya decadente ciudad
de Delfos, al considerar a su Oráculo, propulsor del paganismo al tiempo que
prohibía los juegos Olímpicos, en la convicción de que se realizaban como
tributo a dioses paganos.
El Emperador Teodosio el Grande, retiraba así el apoyo
de Roma a los cultos tradicionales, venerados desde lo arcano de la historia.
Los Emperadores del imperio romano eran proclamados
Dioses, en la cultura del Cristianismo Ortodoxo.
Pero en Oriente, el cismo por la tercera persona del divino Jesús, continuaba dividiendo religiones.
En 553 d. C. desde Roma, el emperador Constantino
I, ante disidencias con Oriente por el poder religioso, establecía un nuevo
culto oficial para Occidente, una nueva religión: la Católica Apostólica
Romana.
En la discusión por la supremacía de ideas que
sostenía con los sabios de Alejandría, por la naturaleza del mártir Jesús, declaraba
herética a la religión ortodoxa de Oriente, y mandaba combatir a quienes ya habían comenzado a
erigir sus propias iglesias, separados del resto de los cristianos.
En 642 d. C. los musulmanes, después de
conquistar Jerusalén, habían invadido Egipto en abierto desafío al poder de
Roma, ganando la contienda y luego de catorce meses de asedio, lograba por fin entrar
y doblegar a la ciudad de Alejandría, que seguía siendo una de las mayores
metrópolis mediterráneas en el momento de la conquista musulmana.
Los árabes, para evitar que sueños de reconquista permanecieran latentes
en la mente de griegos ortodoxos, destruyeron por completo la ciudad y mandaron
levantarla en otro sitio. Ordenaron la quema de millares de libros de la
biblioteca primitiva que aún existían, perdiéndose así todo rastro de ella y
terminando con casi mil años de pertenencia de Alejandría, al mundo
greco-latino.
Para entonces, la famosa Biblioteca de Alejandría, ya
había dejado de existir tal como había sido conocida, víctima de civilizaciones
en pugna, de intransigencias religiosas y desastres naturales.
Alejandría ciudad, perdería su importancia, oscurecida
por Constantinopla, hoy Estambul.
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