Raymond Clevie Carver, Jr. (Clatskanie, Columbia, Oregon, Estados Unidos, 25 de mayo de 1938-Port Angeles, 2 de agosto de 1988) fue un cuentista y poeta estadounidense. Es considerado uno de los escritores más influyentes del siglo XX y de la literatura norteamericana.
Estaba en la cama cuando oí la verja. Escuché con atención. No oí nada más. Pero oí eso. Traté de despertar a Cliff. Estaba como un leño. Así que me levanté y fui hasta la ventana. Una gran luna descansaba sobre las montañas que rodeaban la ciudad. Era una luna blanca, cubierta de cicatrices. Hasta un imbécil podría ver una cara en ella.
Había luminosidad suficiente, de modo que podía ver todas las cosas del jardín: las sillas campestres, el sauce, la cuerda de la ropa entre las barras, las petunias, las vallas, la verja abierta de par en par.
Pero nadie se movía allí afuera. No había sombras amenazadoras. Todo estaba bañado por la luz de la luna, y yo veía hasta las cosas más minúsculas. Las pinzas de la ropa, por ejemplo.
Puse las manos en el cristal para tapar la luna. Me quedé mirando un poco más. Escuché. Luego me volví a la cama.
Pero no conseguía dormirme. Daba vueltas en la cama. Pensaba en la verja abierta. Era como un reto.
Era horrible escuchar la respiración de Cliff. Tenía la boca abierta y los brazos pegados a su pecho pálido. Ocupaba el lado de él y la mayor parte del mío.
Lo empujé una y otra vez. Pero lo único que hizo fue gruñir.
Seguí así un rato más, pero al final decidí que no tenía sentido. Me levanté y me puse las zapatillas. Fui a la cocina, hice té y me senté con él a la mesa. Fumé un cigarrillo de los de Cliff, sin filtro.
Era tarde. No quería mirar la hora. Me tomé el té y fumé otro cigarrillo. Al cabo de un rato decidí salir y cerrar la verja.
Así que cogí la bata.
La luna lo iluminaba todo: casas y árboles, postes y tendido eléctrico, el mundo entero. Escudriñé el patio antes de salir del porche. Me llegó una ligera brisa que me obligó a cerrarme la bata.
Empecé a andar hacia la verja.
Se oía un ruido en las vallas que separaban nuestra casa de la de Sam Lawton. Miré con suma atención. Sam estaba apoyado con los brazos sobre su valla, en lugar de apoyarse sobre las dos. Se llevó el puño a la boca y lanzó una tos seca.
—Buenas noches, Nancy —dijo Sam Lawton.
Yo respondí:
—Sam, me has asustado. —Pregunté—: ¿Qué haces levantado? ¿Has oído algo? Yo he oído cómo se abría mi verja.
Él contestó:
—No he oído nada. Ni he visto nada, tampoco. Habrá sido el viento.
Estaba masticando algo. Miró la verja abierta y se encogió de hombros.
A la luz de la luna se le veía el pelo plateado. Lo tenía en punta, además. Podía ver su nariz larga, los rasgos de su cara grande y triste.
Insistí:
—¿Qué haces levantado, Sam? —Y me acerqué a la valla.
—¿Quieres ver una cosa? —añadió.
—Voy, espera.
Salí y caminé por la acera. Era extraño andar por allí fuera en camisón y bata. Pensé para mis adentros que debía recordarlo luego: cómo recorrí así un trecho, fuera de casa.
Sam seguía atento a un costado de su casa con las perneras del pijama muy por encima de los zapatos marrones y blancos. Tenía una linterna en una mano y una lata de algo en la otra.
Sam y Cliff habían sido amigos. Pero una noche se pusieron a beber. Y tuvieron unas palabras. Lo que vino después fue que Sam levantó una valla y Cliff otra.
Fue después de que Sam perdiera a Millie, se casara otra vez y volviera a ser padre, todo en un abrir y cerrar de ojos. Millie había sido buena amiga mía hasta su muerte. Cuando murió sólo tenía cuarenta y cinco años. Un colapso. Le dio cuando entraba con el coche en el jardín. El coche siguió su marcha y llegó hasta el fondo del garaje.
—Mira esto —dijo Sam, subiéndose las perneras del pijama y poniéndose en cuclillas. Enfocó el suelo con la linterna.
Miré y vi una especie de gusanos que se retorcían sobre un espacio de tierra.
—Babosas —aclaró Sam—. Les acabo de echar una dosis de esto —explicó, levantando una lata de algo que parecía Ajax—. Se están adueñando de todo —continuó, sin dejar de mascar lo que tenía en la boca. Volvió la cabeza hacia un lado y escupió algo, tal vez tabaco—. Tengo que seguir con esto; al menos darles batalla. —Dirigió la luz hacia un tarro lleno de aquellos bichos—. Les pongo cebo, y en cuanto tengo un momento vengo con este producto. Las muy putas están por todas partes. Un auténtico crimen es lo que pueden hacer. Mira ahí.
Se incorporó. Me cogió del brazo y me llevó hasta los rosales. Me mostró los pequeños agujeros en las hojas.
—Babosas —repitió—. Mires donde mires de noche. Les pongo cebo y luego salgo y las atrapo —volvió a explicar—. Un invento horrible, las babosas. Las meto ahí en ese tarro. —Enfocó con la linterna debajo de los rosales.
Pasó un avión. Imaginé la gente en sus asientos, con el cinturón abrochado, algunos leyendo, otros mirando por las ventanillas el suelo firme.
—Sam —pregunté—. ¿Cómo están todos?
—Muy bien —respondió, y se encogió de hombros.
Siguió mascando lo que estuviera mascando.
—¿Cómo está Clifford? —dijo.
Contesté:
—Igual que siempre.
Sam dijo:
—A veces, cuando salgo a cazar babosas, miro hacia vuestra vasa. Desearía que Cliff y yo volviéramos a ser amigos. Mira allí —se interrumpió, y respiró bruscamente—. Ahí tienes una. ¿La ves? Ahí mismo, donde estoy enfocando. —Había dirigido el haz de luz hacia la tierra, debajo del rosal—. Mira esto —señaló Sam.
Me apreté los brazos bajo los pechos y me incliné hacia donde iluminaba la linterna. La cosa dejó de moverse y movió la cabeza de un lado a otro. Entonces Sam se acercó con la lata de polvo hasta situarse encima de ella, y empezó a espolvorear el suelo.
—Bichos viscosos —dijo.
La babosa se retorcía de un lado para otro. Luego se curvó y por fin se quedó estirada y rígida.
Sam cogió una pala de juguete y recogió con ella la babosa y la echó dentro del tarro.
—Abandono, ¿sabes? —comentó Sam—. Era necesario. Durante un tiempo las cosas estaban de tal forma que no sabía ni dónde tenía la mano derecha. Seguimos manteniendo las formas en casa, pero ya no hay nada que hacer por mi parte.
Asentí con la cabeza. Me miró; se quedó mirándome.
—Será mejor que vuelva a casa —dije.
—Claro —asintió él—. Seguiré con lo que estoy haciendo y cuando termine me volveré a casa.
Me despedí:
—Buenas noches, Sam.
Él dijo:
—Espera. —Dejó de mascar. Con la lengua empujó lo que mascaba contra la cara interna del labio inferior—. Saluda a Cliff de mi parte.
—Así lo haré, Sam.
Sam se pasó la mano por el pelo plateado como si fuera a asentárselo de una vez por todas, y luego la movió en señal de despedida.
Una vez en el dormitorio, me quité la bata, la plegué y la dejé a mano. Sin mirar la hora, me cercioré de que el seguro del despertador quedaba hacia afuera. Luego me metí en la cama, me tapé con las mantas y cerré los ojos.
Fue entonces cuando me acordé de que se me había olvidado cerrar la verja.
Abrí los ojos y me quedé allí, acostada. Sacudí un poco a Cliff. Se aclaró la garganta. Tragó. Algo se le había atravesado y le gorgoteaba en el pecho.
No sé. Me hizo pensar en aquellos bichos a los que Sam Lawton echaba el polvo de la lata.
Pensé durante un instante en el mundo exterior a mi casa, y luego ya no tuve más pensamientos, salvo el de que tenía que darme prisa en conciliar el sueño.
En "De qué hablamos cuando hablamos de amor"
Raymond Clevie Carver, Jr. (Clatskanie, Columbia, Oregon, Estados Unidos, 25 de mayo de 1938-Port Ángeles, 2 de agosto de 1988) fue un cuentista y poeta estadounidense.[1] Es considerado uno de los escritores más influyentes del siglo XX y de la literatura norteamericana.[2]
Su obra se caracteriza por relatos de corte minimalista, narrados con un estilo seco y simple, sin concesiones metafóricas,[3] en su mayoría ambientados en la región noroeste de los Estados Unidos y protagonizados por personajes de la clase trabajadora o media-baja.[2] Carver fue uno de los mayores exponentes del movimiento literario conocido como realismo sucio.[2]
Biografía
💢Infancia
Raymond Clevie Carver, Jr. nació en Clatskanie, Oregón y creció en Yakima, Washington. Fue hijo de Ella Beatrice y de Clevie Raymond Carver. Su madre era una camarera; mientras que su padre trabajaba en un aserradero en Arkansas, además de ser pescador y alcohólico. Tuvo un hermano llamado James Franklin Carver, que nació en 1943.[4] Carver estudió en escuelas de Yakima, Washington. En su tiempo libre, leía principalmente novelas de Mickey Spillane o publicaciones del Sports Afield y del Outdoor Life; también cazaba y pescaba con sus amigos y familiares.
💢Carrera
Después de graduarse en 1956 Carver trabajó con su padre en un aserradero en el estado de California. En junio de 1957, a los 19 años, se casó con Maryann Burk, de 16 años, quien acababa de graduarse de una escuela episcopal privada para niñas. En diciembre de 1957 nació su primera hija: Christine La Rae. Un año después, nació su primer hijo: Vance Lindsay. Para mantener a su familia Carver trabajó como repartidor, conserje, asistente de biblioteca y en un aserradero, mientras que Maryann trabajaba como vendedora, mesera, asistente administrativa y maestra de inglés de escuela secundaria.[5]
Carver se interesó en escribir mientras asistía a la Universidad Estatal de Chico, por lo que se inscribió en un curso de escritura creativa impartido por el novelista John Gardner, quien se convirtió en su mentor y tuvo una gran influencia en su vida y carrera. En 1961 apareció el primer cuento publicado por Carver: «The Furious Seasons»; el cuento tenía una fuerte influencia de William Faulkner. Carver continuó sus estudios con el escritor de cuentos Richard Cortez Day en la Universidad Estatal de Humboldt en Arcata, California. Durante este período se desempeñó como editor de Toyon, la revista literaria de la universidad, en la que publicó varias de sus propias historias bajo su propio nombre y bajo el seudónimo de «John Vale».
A mediados de 1960 Carver y su familia se mudaron a Sacramento, California, en donde el escritor trabajó brevemente en una librería antes de ocupar un puesto como conserje nocturno en un hospital. Dio clases en la Universidad Estatal de Sacramento y talleres con el poeta Dennis Schmitz. Carver y Schmitz pronto se hicieron amigos, y Carver escribió y publicó su primer libro de poemas («Near Klamath») con la ayuda de Schmitz.
En 1967, su cuento «¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?» apareció en la antología anual Best American Short Stories de la escritora Martha Foley. Tras un viaje a Israel en 1968, Carver se trasladó a San José, California, junto con su familia. En esa época Carver conoció a Gordon Lish, quien sería en el futuro su editor y quien trabajaba al otro lado de la calle de Carver. Después de la publicación de su cuento «Vecinos» en la revista Esquire gracias a Lish, Carver comenzó a enseñar en la Universidad de California en Santa Cruz. Para mantener a su esposa y a sus dos hijos, Carver aceptó trabajos temporales pobremente remunerados. Su primera colección de cuentos, «¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?», se publicó en 1976; la colección fue preseleccionada para el Premio Nacional del Libro.[6]
💢Relación con Tess Gallagher
Después de haberle sido infiel a su esposa y de haber abusado físicamente de ella, Carver tuvo que ser hospitalizado tres veces entre junio de 1976 y febrero —o marzo— de 1977 debido a su alcoholismo, provocando daños irreparables en su primer matrimonio.[7][8][5] Carver comenzó entonces lo que él llamó su «segunda vida», por lo que dejó de beber el 2 de junio de 1977, con la ayuda de Alcohólicos Anónimos.[5] Si bien el escritor continuó fumando marihuana con regularidad y luego experimentó con la cocaína, Carver creía que habría muerto de alcoholismo a la edad de 40 años si no hubiera superado su consumo de alcohol antes de tiempo.
En noviembre de 1977 Carver conoció a la poeta Tess Gallagher en una conferencia de escritores en Dallas, estado de Texas. Gallagher recordó más tarde que se sintió «como si mi vida hasta entonces hubiera sido simplemente un ensayo para conocerla».[9] A partir de enero de 1979, Carver y Gallagher vivieron juntos en El Paso, estado de Texas, en una cabaña prestada cerca de Port Ángeles, estado de Washington y en Tucson, estado de Arizona. En 1980 los dos se mudaron a Siracusa, estado de Nueva York, en donde Gallagher fue nombrada coordinadora del programa de escritura creativa de la Universidad de Siracusa; Carver enseñó como profesor en el departamento de inglés. Él y Gallagher compraron conjuntamente una casa en Siracusa. En los años siguientes, la casa se hizo tan popular que la pareja tuvo que colgar un cartel afuera de la casa que decía: «Escritores trabajando», para que los dejaran tranquilos. Finalmente, en 1982, Carver y su primera esposa, Maryann, se divorciaron.[8]
En 1988, seis semanas antes de su muerte, Carver y Gallagher se casaron en Reno, estado de Nevada.
💢Fallecimiento
El 2 de agosto de 1988 Carver murió en Port Ángeles, estado de Washington, de cáncer de pulmón a la edad de 50 años. Ese mismo año, fue admitido en la Academia Estadounidense de Artes y Letras.[10] Fue enterrado en el cementerio Ocean View en el mismo lugar en el que pereció.
Como indicaba el testamento de Carver, Gallagher asumió su patrimonio literario.[5]
💢La polémica Lish
En 1998, diez años después de la muerte de Carver, un artículo en la The New York Times Magazine suscitó polémica al alegar que su editor Gordon Lish no solo dio consejos a Carver, sino que reescribió párrafos enteros de sus cuentos, hasta el punto de cambiar el final de ciertos de ellos innumerables veces. En el caso de los relatos del libro «De qué hablamos cuando hablamos de amor», Lish llegó a reducir a la mitad el número de palabras originales y reescribió 10 de los 13 finales de los cuentos del libro. Por ejemplo, el cuento «Diles a las mujeres que nos vamos», gana una dimensión más abstracta en manos de Lish, quien suprime las relaciones de causa y efecto que llevan a dos adultos a matar a dos adolescentes, y añade torpeza, profundidad y silencio donde antes había — según el autor del artículo— demasiadas palabras.
Es notable también el caso de «Parece una tontería» —cuento con el que Carver ganó el Premio O. Henry en 1983—. La versión original del relato sobre un niño en coma se ve reducida a la mitad, tiene el título cambiado a «El baño» y la muerte del niño al final de la versión de Carver se convierte en un final abierto, en donde el lector no sabe si el niño vive o no. «El baño» fue publicado en «De qué hablamos cuando hablamos de amor» (1981) y «Parece una tontería» vio la luz posteriormente en «Catedral» (1983).[11]
💢Estilo
Los críticos asocian los escritos de Carver al minimalismo, y le consideran el padre de la citada corriente del «realismo sucio». En la época de su muerte, Carver era considerado un escritor de moda, un icono que América: «No podría darse el lujo de perder», según Richar Gottlieb —entonces editor del The New Yorker—. «Sin duda era su mejor cuentista, quizá el mejor del siglo junto a Chéjov», en palabras del escritor chileno Roberto Bolaño.
💢Obra
Cuentos
1976: ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? (Will You Please Be Quiet, Please?)
1977: Furious Seasons and Other Stories
1981: De qué hablamos cuando hablamos de amor (What We Talk About When We Talk About Love)
1983: Catedral (Cathedral)
1988: Tres rosas amarillas (Elephant and Other Stories)[n. 1]
2001: Si me necesitas, llámame (Call If You Need Me)[n. 2]
2009: Principiantes (Beginners)[n. 3]
Poesía
1968: Near Klamath
1970: Winter Insomnia
1976: At Night The Salmon Move
1985: Where Water Comes Together with Other Water
1986: Ultramarine
1989: Un sendero nuevo a la cascada (A New Path to the Waterfall)
Miscelánea
1983: Fires: Essays, Poems, Stories
1991: Sin heroísmos, por favor (No Heroics, Please: Uncollected Writings)
Antologías
1988: Where I'm Calling From: New and Selected Stories
1990: Carver Country. Con fotografías de Bob Adelman.
1993: Short Cuts: Vidas cruzadas (Short Cuts: Selected Stories)
1996: Todos nosotros (All of Us: The Collected Poems)
2009: Collected Stories
Guion cinematográfico
1985: Dostoyevski (en colaboración con Tess Gallagher)
Filmografía sobre Carver
1990: Jerry and Molly and Sam (adaptación del cuento homónimo, dirigida por Jonathan Sinaiko)
1993: Shortcuts (adaptación de nueve cuentos y un poema de Carver, dirigida por Robert Altman)
2004: Everything Goes (adaptación del cuento «Why Don't You Dance?», dirigida por Andrew Kotatko)
2006: Jindabyne (adaptación del cuento «So Much Water So Close to Home», dirigida por Ray Lawrence)
2014: Birdman (película en donde la obra de Carver tiene un peso en la trama, dirigida por Alejandro González Iñárritu)
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