¡BIENVENIDOS AL BLOG DEL TALLER LITERARIO DESPERTARES!

Bienvenidos al blog del TALLER LITERARIO DESPERTARES de la Biblioteca Popular "Cultura y Progreso" de Morteros, Córdoba, República Argentina.

Este blog se inicia el 14 de junio de 2011 para publicar los trabajos de los participantes del taller, que funciona en la Biblioteca Popular "Cultura y Progreso".

Ilustración de la cabecera: "El desván de la memoria" de José Manzanares, creador de sueños, artista plástico de Linares, Jaén, España.

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martes, 22 de noviembre de 2022

485. EL RUISEÑOR Y LA ROSA de Oscar Wilde (británico, 1854-1900) - DECADENTISMO (antiacadémico, antipositivista y antinaturalista)


Oscar Wilde (1854-1900)

EL RUISEÑOR Y LA ROSA

-Dijo que bailaría conmigo si le llevaba una rosa roja -se lamentaba el joven estudiante-, pero no hay una solo rosa roja en todo mi jardín.

Desde su nido de la encina, oyóle el ruiseñor. Miró por entre las hojas asombrado.

-¡No hay ni una rosa roja en todo mi jardín! -gritaba el estudiante.

Y sus bellos ojos se llenaron de llanto.

-¡Ah, de qué cosa más insignificante depende la felicidad! He leído cuanto han escrito los sabios; poseo todos los secretos de la filosofía y encuentro mi vida destrozada por carecer de una rosa roja.

-He aquí, por fin, el verdadero enamorado -dijo el ruiseñor-. Le he cantado todas las noches, aún sin conocerlo; todas las noches les cuento su historia a las estrellas, y ahora lo veo. Su cabellera es oscura como la flor del jacinto y sus labios rojos como la rosa que desea; pero la pasión lo ha puesto pálido como el marfil y el dolor ha sellado su frente.

-El príncipe da un baile mañana por la noche -murmuraba el joven estudiante-, y mi amada asistirá a la fiesta. Si le llevo una rosa roja, bailará conmigo hasta el amanecer. Si le llevo una rosa roja, la tendré en mis brazos, reclinará su cabeza sobre mi hombro y su mano estrechará la mía. Pero no hay rosas rojas en mi jardín. Por lo tanto, tendré que estar solo y no me hará ningún caso. No se fijará en mí para nada y se destrozará mi corazón.

-He aquí el verdadero enamorado -dijo el ruiseñor-. Sufre todo lo que yo canto: todo lo que es alegría para mí es pena para él. Realmente el amor es algo maravilloso: es más bello que las esmeraldas y más raro que los finos ópalos. Perlas y rubíes no pueden pagarlo porque no se halla expuesto en el mercado. No puede uno comprarlo al vendedor ni ponerlo en una balanza para adquirirlo a peso de oro.

-Los músicos estarán en su estrado -decía el joven estudiante-. Tocarán sus instrumentos de cuerda y mi adorada bailará a los sones del arpa y del violín. Bailará tan vaporosamente que su pie no tocará el suelo, y los cortesanos con sus alegres atavíos la rodearán solícitos; pero conmigo no bailará, porque no tengo rosas rojas que darle.

Y dejándose caer en el césped, se cubría la cara con las manos y lloraba.

-¿Por qué llora? -preguntó la lagartija verde, correteando cerca de él, con la cola levantada.

-Si, ¿por qué? -decía una mariposa que revoloteaba persiguiendo un rayo de sol.

-Eso digo yo, ¿por qué? -murmuró una margarita a su vecina, con una vocecilla tenue.

-Llora por una rosa roja.

-¿Por una rosa roja? ¡Qué tontería!

Y la lagartija, que era algo cínica, se echo a reír con todas sus ganas.

Pero el ruiseñor, que comprendía el secreto de la pena del estudiante, permaneció silencioso en la encina, reflexionando sobre el misterio del amor.

De pronto desplegó sus alas oscuras y emprendió el vuelo.

Pasó por el bosque como una sombra, y como una sombra atravesó el jardín.

En el centro del prado se levantaba un hermoso rosal, y al verle, voló hacia él y se posó sobre una ramita.

-Dame una rosa roja -le gritó -, y te cantaré mis canciones más dulces.

Pero el rosal meneó la cabeza.

-Mis rosas son blancas -contestó-, blancas como la espuma del mar, más blancas que la nieve de la montaña. Ve en busca del hermano mío que crece alrededor del viejo reloj de sol y quizá el te dé lo que quieres.

Entonces el ruiseñor voló al rosal que crecía entorno del viejo reloj de sol.

-Dame una rosa roja -le gritó -, y te cantaré mis canciones más dulces.

Pero el rosal meneó la cabeza.

-Mis rosas son amarillas -respondió-, tan amarillas como los cabellos de las sirenas que se sientan sobre un tronco de árbol, más amarillas que el narciso que florece en los prados antes de que llegue el segador con la hoz. Ve en busca de mi hermano, el que crece debajo de la ventana del estudiante, y quizá el te dé lo que quieres.

Entonces el ruiseñor voló al rosal que crecía debajo de la ventana del estudiante.

-Dame una rosa roja -le gritó-, y te cantaré mis canciones más dulces.

Pero el arbusto meneó la cabeza.

-Mis rosas son rojas -respondió-, tan rojas como las patas de las palomas, más rojas que los grandes abanicos de coral que el océano mece en sus abismos; pero el invierno ha helado mis venas, la escarcha ha marchitado mis botones, el huracán ha partido mis ramas, y no tendré más rosas este año.

-No necesito más que una rosa roja -gritó el ruiseñor-, una sola rosa roja. ¿No hay ningún medio para que yo la consiga?

-Hay un medio -respondió el rosal-, pero es tan terrible que no me atrevo a decírtelo.

-Dímelo -contestó el ruiseñor-. No soy miedoso.

-Si necesitas una rosa roja -dijo el rosal -, tienes que hacerla con notas de música al claro de luna y teñirla con sangre de tu propio corazón. Cantarás para mí con el pecho apoyado en mis espinas. Cantarás para mí durante toda la noche y las espinas te atravesarán el corazón: la sangre de tu vida correrá por mis venas y se convertirá en sangre mía.

-La muerte es un buen precio por una rosa roja -replicó el ruiseñor-, y todo el mundo ama la vida. Es grato posarse en el bosque verdeante y mirar al sol en su carro de oro y a la luna en su carro de perlas. Suave es el aroma de los nobles espinos. Dulces son las campanillas que se esconden en el valle y los brezos que cubren la colina. Sin embargo, el amor es mejor que la vida. ¿Y qué es el corazón de un pájaro comparado con el de un hombre?

Entonces desplegó sus alas obscuras y emprendió el vuelo. Pasó por el jardín como una sombra y como una sombra cruzó el bosque.

El joven estudiante permanecía tendido sobre el césped allí donde el ruiseñor lo dejó y las lágrimas no se habían secado aún en sus bellos ojos.

-Sé feliz -le gritó el ruiseñor-, sé feliz; tendrás tu rosa roja. La crearé con notas de música al claro de luna y la teñiré con la sangre de mi propio corazón. Lo único que te pido, en cambio, es que seas un verdadero enamorado, porque el amor es más sabio que la filosofía, aunque ésta sea sabia; más fuerte que el poder, por fuerte que éste lo sea. Sus alas son color de fuego y su cuerpo color de llama; sus labios son dulces como la miel y su hálito es como el incienso.

El estudiante levantó los ojos del césped y prestó atención; pero no pudo comprender lo que le decía el ruiseñor, pues sólo sabía las cosas que están escritas en los libros.

Pero la encina lo comprendió y se puso triste, porque amaba mucho al ruiseñor que había construido su nido en sus ramas.

-Cántame la última canción -murmuró-. ¡Me quedaré tan triste cuando te vayas!

Entonces el ruiseñor cantó para la encina, y su voz era como el agua que ríe en una fuente argentina.

Al terminar la canción, el estudiante se levantó, sacando al mismo tiempo su cuaderno de notas y su lápiz.

“El ruiseñor -se decía paseándose por la alameda-, el ruiseñor posee una belleza innegable, ¿pero siente? Me temo que no. Después de todo, es como muchos artistas: puro estilo, exento de sinceridad. No se sacrifica por los demás. No piensa más que en la música y en el arte; como todo el mundo sabe, es egoísta. Ciertamente, no puede negarse que su garganta tiene notas bellísimas. ¿Que lástima que todo eso no tenga sentido alguno, que no persiga ningún fin práctico!”

Y volviendo a su habitación, se acostó sobre su jergoncillo y se puso a pensar en su adorada.

Al poco rato se quedo dormido.

Y cuando la luna brillaba en los cielos, el ruiseñor voló al rosal y colocó su pecho contra las espinas.

Y toda la noche cantó con el pecho apoyado sobre las espinas, y la fría luna de cristal se detuvo y estuvo escuchando toda la noche.

Cantó durante toda la noche, y las espinas penetraron cada vez más en su pecho, y la sangre de su vida fluía de su pecho.

Al principio cantó el nacimiento del amor en el corazón de un joven y de una muchacha, y sobre la rama más alta del rosal floreció una rosa maravillosa, pétalo tras pétalo, canción tras canción.

Primero era pálida como la bruma que flota sobre el río, pálida como los pies de la mañana y argentada como las alas de la aurora.

La rosa que florecía sobre la rama más alta del rosal parecía la sombra de una rosa en un espejo de plata, la sombra de la rosa en un lago.

Pero el rosal gritó al ruiseñor que se apretase más contra las espinas.

-Apriétate más, ruiseñorcito -le decía-, o llegará el día antes de que la rosa esté terminada.

Entonces el ruiseñor se apretó más contra las espinas y su canto fluyó más sonoro, porque cantaba el nacimiento de la pasión en el alma de un hombre y de una virgen.

Y un delicado rubor apareció sobre los pétalos de la rosa, lo mismo que enrojece la cara de un enamorado que besa los labios de su prometida.

Pero las espinas no habían llegado aún al corazón del ruiseñor; por eso el corazón de la rosa seguía blanco: porque sólo la sangre de un ruiseñor puede colorear el corazón de una rosa.

Y el rosal gritó al ruiseñor que se apretase más contra las espinas.

-Apriétate más, ruiseñorcito -le decía-, o llegará el día antes de que la rosa esté terminada.

Entonces el ruiseñor se apretó aún más contra las espinas, y las espinas tocaron su corazón y él sintió en su interior un cruel tormento de dolor.


Cuanto más acerbo era su dolor, más impetuoso salía su canto, porque cantaba el amor sublimado por la muerte, el amor que no termina en la tumba.

Y la rosa maravillosa enrojeció como las rosas de Bengala. Purpúreo era el color de los pétalos y purpúreo como un rubí era su corazón.

Pero la voz del ruiseñor desfalleció. Sus breves alas empezaron a batir y una nube se extendió sobre sus ojos.

Su canto se fue debilitando cada vez más. Sintió que algo se le ahogaba en la garganta.

Entonces su canto tuvo un último destello. La blanca luna le oyó y olvidándose de la aurora se detuvo en el cielo.

La rosa roja le oyó; tembló toda ella de arrobamiento y abrió sus pétalos al aire frío del alba.

El eco le condujo hacia su caverna purpúrea de las colinas, despertando de sus sueños a los rebaños dormidos.

El canto flotó entre los cañaverales del río, que llevaron su mensaje al mar.

-Mira, mira -gritó el rosal-, ya está terminada la rosa.

Pero el ruiseñor no respondió; yacía muerto sobre las altas hierbas, con el corazón traspasado de espinas.

A medio día el estudiante abrió su ventana y miró hacia afuera.

-¡Qué extraña buena suerte! -exclamó-. ¡He aquí una rosa roja! No he visto rosa semejante en toda vida. Es tan bella que estoy seguro de que debe tener en latín un nombre muy enrevesado.

E inclinándose, la cogió.

Inmediatamente se puso el sombrero y corrió a casa del profesor, llevando en su mano la rosa.

La hija del profesor estaba sentada a la puerta. Devanaba seda azul sobre un carrete, con un perrito echado a sus pies.

-Dijiste que bailarías conmigo si te traía una rosa roja -le dijo el estudiante-. He aquí la rosa más roja del mundo. Esta noche la prenderás cerca de tu corazón, y cuando bailemos juntos, ella te dirá cuanto te quiero.

Pero la joven frunció las cejas.

-Temo que esta rosa no armonice bien con mi vestido -respondió-. Además, el sobrino del chambelán me ha enviado varias joyas de verdad, y ya se sabe que las joyas cuestan más que las flores.

-¡Oh, qué ingrata eres! -dijo el estudiante lleno de cólera.

Y tiró la rosa al arroyo.

Un pesado carro la aplastó.

-¡Ingrato! -dijo la joven-. Te diré que te portas como un grosero; y después de todo, ¿qué eres? Un simple estudiante. ¡Bah! No creo que puedas tener nunca hebillas de plata en los zapatos como las del sobrino del chambelán.

Y levantándose de su silla, se metió en su casa.

“¡Qué tontería es el amor! -se decía el estudiante a su regreso-. No es ni la mitad de útil que la lógica, porque no puede probar nada; habla siempre de cosas que no sucederán y hace creer a la gente cosas que no son ciertas. Realmente, no es nada práctico, y como en nuestra época todo estriba en ser práctico, voy a volver a la filosofía y al estudio de la metafísica.”

Y dicho esto, el estudiante, una vez en su habitación, abrió un gran libro polvoriento y se puso a leer.



“The Nightingale and the Rose”,

The Happy Prince and Other Tales, 1888




 TRAMA

Un ruiseñor oye los lamentos de un estudiante causados por la negativa de la hija de su profesor de bailar con él a menos que le traiga una rosa roja. El ruiseñor visita todos los rosales del jardín, y uno de ellos le dice que hay una manera de producir una rosa roja, pero solo si el ruiseñor está dispuesto a cantar su canción más dulce durante toda la noche y sacrificar su vida para crearla. Viendo las lágrimas del estudiante, el ruiseñor lleva a cabo el ritual, y clava su corazón a una espina para que su sangre pueda dar color a la rosa. A la mañana siguiente, el estudiante está contento, pues tiene la rosa roja, pero la hija del profesor le rechaza de nuevo debido a que otro hombre la ha obsequiado con joyas «y ya se sabe que las joyas cuestan más que las flores», le dice. El estudiante lanza con ira la rosa a la calle, vuelve a sus estudios, y decide no creer en el amor verdadero nunca más.


PUBLICACIÓN

"El ruiseñor y la rosa" fue publicado por primera vez en 1888 en la colección "El príncipe feliz y otros cuentos", que reúne cinco cuentos de Oscar Wilde. Fue escrito dos años después de haber nacido el último hijo del autor.





El ruiseñor y la rosa (título original: The Nightingale and the Rose) es un cuento de hadas escrito por el poeta, escritor y dramaturgo británico-irlandés Oscar Wilde. Fue publicado por primera vez en El príncipe feliz y otros cuentos junto a otros cuatro cuentos del autor en 1888.

Si bien, es una historia para niños, trata temas filosóficos y emocionales que están más allá de la comprensión de los niños. También está enriquecido con un significado profundo. Además está lleno de comentarios indirectos sobre la vida, personificaciones, símiles y simbolismo.

Además, en esta historia, Oscar Wilde plantea las cuestiones más comunes del materialismo y el idealismo presentes en la sociedad convencional en la que vivía.

 La rosa y el ruiseñor posee una connotación melancólica y de frustración, pues a pesar del gran sacrificio del ruiseñor, el objetivo final no se logró por la avaricia y soberbia de la amada. De igual forma el ruiseñor es un símbolo de esperanza, del verdadero amor, y la rosa de nuestros problemas y conflictos que muchas veces dejamos que sean el centro de nuestra vida matando así a nuestros ruiseñores


CUESTIONARIO
*¿Estás de acuerdo en que el ruiseñor simboliza la bondad, la virtud y el sacrificio, mientras que la rosa representa el amor verdadero y el arte verdadero? ¿Poe qué?

*¿Cuáles son los temas de "El ruiseñor y la rosa" de Oscar Wilde?

*Si tuvieras que elegir una palabra para describir a cada personaje ¿Cuál sería?

*En la historia ¿Qué simbolizan las rosas rojas?

*El ruiseñor sacrificó su vida por el amor verdadero e ideal, pero ¿vale la pena? ¿Por qué?





BIOGRAFÍA DE OSCAR WILDE (1854-1900)

(Dublín, 1854 - París, 1900) Escritor británico. Hijo del cirujano William Wills-Wilde y de la escritora Joana Elgee, Oscar Wilde tuvo una infancia tranquila y sin sobresaltos. Estudió en la Portora Royal School de Euniskillen, en el Trinity College de Dublín y, posteriormente, en el Magdalen College de Oxford, centro en el que permaneció entre 1874 y 1878 y en el cual recibió el Premio Newdigate de poesía, que gozaba de gran prestigio en la época. La lectura de autores como John Ruskin y Walter Pater conformó por esos años su ideario estético.

Oscar Wilde combinó sus estudios universitarios con viajes (en 1877 visitó Italia y Grecia), al tiempo que publicaba en varios periódicos y revistas sus primeros poemas, que fueron reunidos en 1881 en Poemas. Al año siguiente emprendió un viaje a Estados Unidos, donde ofreció una serie de conferencias sobre su teoría acerca de la filosofía estética, que defendía la idea del «arte por el arte» y en la cual sentaba las bases de lo que posteriormente dio en llamarse dandismo.

A su vuelta, Oscar Wilde hizo lo propio en universidades y centros culturales británicos, donde fue excepcionalmente bien recibido. También lo fue en Francia, país que visitó en 1883 y en el cual entabló amistad con Verlaine y otros escritores de la época. En 1884 contrajo matrimonio con Constance Lloyd, que le dio dos hijos, que rechazarían el apellido paterno tras los acontecimientos de 1895.

Entre 1887 y 1889 editó una revista femenina, Woman's World, y en 1888 publicó un libro de cuentos, El príncipe feliz, cuya buena acogida motivó la publicación, en 1891, de varias de sus obras, entre ellas El crimen de lord Arthur Saville. El éxito de Wilde se basaba en el ingenio punzante y epigramático* que derrochaba en sus obras, dedicadas casi siempre a fustigar las hipocresías de sus contemporáneos. También se reeditó en libro una narración publicada anteriormente en forma de fascículos, El retrato de Dorian Gray, la única novela de Wilde, cuya autoría le reportó feroces críticas desde sectores puritanos y conservadores debido a su tergiversación del tema de Fausto.

           *epigramático, ca Del lat. tardío epigrammatĭcus. 1. adj. Perteneciente o relativo al epigrama.
           2. adj. Que contiene un epigrama o participa de su índole o propiedades. 3. adj. Que compone o             emplea epigramas. U. t. c. s.
           epigrama Del lat. epigramma, y este del gr. ἐπίγραμμα epígramma. 1. m. Frase breve e                           ingeniosa, frecuentemente satírica. 2. m. T. lit. Composición poética breve en que, 
           con precisión y agudeza, se expresa un motivo por lo común festivo o satírico. 
           Era u. t. c. f. 3. m. T. lit. En la Antigüedad griega y latina, inscripción de carácter generalmente               funerario y dedicatorio.

No disminuyó, sin embargo, su popularidad como dramaturgo, que se acrecentó con obras como Salomé (1891), escrita en francés, o La importancia de llamarse Ernesto (1895), obras de diálogos vivos y cargados de ironía; la primera de ellas fue estrenada por la célebre actriz Sarah Bernhardt en 1894. Su éxito, sin embargo, se vio truncado en 1895, cuando el marqués de Queenberry inició una campaña de difamación en periódicos y revistas acusándolo de homosexual. Wilde, por su parte, intentó defenderse con un proceso difamatorio contra Queenberry, aunque sin resultados, pues las pruebas presentadas por el marqués daban evidencia de hechos que podían ser juzgados a la luz de la Criminal Amendement Act.


El 27 de mayo de 1895, Oscar Wilde fue condenado a dos años de prisión y trabajos forzados. Las numerosas presiones y peticiones de clemencia efectuadas desde sectores progresistas y desde varios de los más importantes círculos literarios europeos no fueron escuchadas, y el escritor se vio obligado a cumplir por entero la pena. Enviado a Wandsworth y Reading, donde redactó la posteriormente aclamada Balada de la cárcel de Reading, la sentencia supuso la pérdida de todo aquello que había conseguido durante sus años de gloria.

Recobrada la libertad, cambió de nombre y apellido (adoptó los de Sebastian Melmoth) y emigró a París, donde permaneció hasta su muerte. Sus últimos años de vida se caracterizaron por la fragilidad económica, los quebrantos de salud, los problemas derivados de su afición a la bebida y un acercamiento de última hora al catolicismo. Solo póstumamente sus obras volvieron a representarse y a editarse. En 1906, Richard Strauss puso música a su drama Salomé, y con el paso de los años se tradujo a varias lenguas la práctica totalidad de su producción literaria.




El trágico final de Oscar Wilde y otras cosas que quizás no sabías de 

uno de los autores más célebres de la historia

El día en el que Oscar Wilde salió de la cárcel hace 125 años no había multitudes esperándolo, a pesar de que hasta apenas dos años antes era la persona más famosa de Londres, la capital británica.

No solo era un célebre poeta, dramaturgo y novelista, sino que en la primavera de 1895 había sido protagonista de un espectáculo de tres actos que cautivó a Reino Unido y gran parte del mundo literario.

El escenario había sido el Old Bailey, el tribunal central de Inglaterra y Gales, donde apareció primero como acusador y luego dos veces como acusado, hasta que lo condenaron a dos años de trabajos forzados por ser homosexual.

Era la máxima sentencia para el delito de "flagrante indecencia", pero para el juez, un castigo "totalmente inadecuado" dada la gravedad de su "crimen".

El crimen, por supuesto, fue haberlo condenado, como confirmó el gobierno de Reino Unido 120 años después, cuando lo indultó póstumamente, con la 'Ley Turing' de 2017 (llamada así por el descifrador de códigos británico de la Segunda Guerra Mundial Alan Turing), que exoneró a más de 50.000 hombres sentenciados por homosexualidad.


                                                                        Oscar Wilde

DECADENTISMO

El decadentismo es una corriente artística, filosófica y, principalmente, literaria que tuvo su origen en Francia en las dos últimas décadas del siglo XIX y se desarrolló por casi toda Europa y algunos países de América. ​La denominación de decadentismo surgió como un término despectivo e irónico empleado por la crítica académica, sin embargo, la definición fue adoptada por aquellos a quienes iba destinada.

Denominación

La humillación que supuso para Francia la Guerra franco-prusiana en 1870 dejó la impresión permanente en la nueva generación de que una época había terminado; la estética dominante entonces, el naturalismo, ofrecía además una visión de la vida sumamente desagradable, feísta y antiestética. Según Louis Marquèze-Pouey, fue Maurice Barrès el primero que aplicó y oficializó la denominación de décadents a un grupo literario en 1884, que él identificó con precisión por sus iniciadores. À rebours / A la contra (1884) de Huysmans fue sin duda el aldabonazo del movimiento. Pero el término era despectivo, y solo se generalizó con la polémica que provocó una parodia en forma de pastiche de su estética, temas, estilos y aún de las biografías de sus desmayados autores (neurópatas, morfinómanos, amorales, pesimistas, extranjerizantes o peor: germanófilos y wagnerianos), Les déliquescences. Poèmes décadents d'Adoré Floupette, avec sa vie para Marius Tapora. Byzance: chez Lion Vanné éditeur, 1885; en realidad, fue menos burlescamente impreso en los talleres de la revista Lutèce y sus autores, que inventaron a Floupette y a su amigo del alma y biógrafo Tapora, "farmacéutico de segunda clase", eran los periodistas de esta publicación, Henri Beauclair y Gabriel Vicaire.5​

Estética

Una de las mejores expresiones de este movimiento la refleja el verso de Paul Verlaine: "Yo soy el imperio final de la decadencia". Precisamente Verlaine estuvo durante algún tiempo a la cabeza del movimiento, especialmente después de la publicación de Los poetas malditos (1884).1​

El decadentismo fue la antítesis del movimiento poético de los parnasianos y de su doctrina, inspirada en el ideal clásico del arte por el arte, a pesar de que Verlaine, uno de los máximos exponentes del decadentismo, había sido en sus orígenes parnasiano. La fórmula pictórica y escultórica de los parnasianos (ut pictura poesis, según la norma de Horacio), se sustituye en el decadentismo por el ideal de una poesía que tiende a la cualidad de la música, que solo es forma (Walter Pater) y valora la libertad de expresión hasta el punto de mostrarse indiferente en su valoración a las cuestiones morales. El esteticismo intelectual de Pater (1839-1894), escéptico y enemigo de toda afiliación y compromiso, se considera partidario anticipado de la "disponibilidad" al modo de André Gide, y juega con las ideas como si fueran perlas de cristal sin creer jamás en ellas:

Se nos ha concedido un cierto intervalo de tiempo, terminado el cual abandonaremos esta morada terrena. Algunos seres humanos sienten transcurrir este intervalo en la indiferencia, otros entregados a grandes pasiones y los más sabios al arte y las canciones.
El decadentismo arremete contra la moral y las costumbres burguesas, pretende la evasión de la realidad cotidiana, exalta el heroísmo individual y desdichado y explora las regiones más extremas de la sensibilidad y del inconsciente.

El esteticismo se acompañó, en general, de un exotismo e interés por países lejanos, especialmente los orientales, que ejercieron gran fascinación en autores como el francés Pierre Louÿs, en su novela Afrodita (1896) y en sus poemas Las canciones de Bilitis (1894). Así como en los también franceses Pierre Loti y, acompañado de dandismo, en Jules Barbey d'Aurevilly, o en el inglés Richard Francis Burton, explorador y traductor de una polémica versión de Las mil y una noches.

Pero la máxima expresión del decadentismo lo constituye la novela À rebours (A contrapelo), escrita en 1884 por el francés Joris-Karl Huysmans, quien es considerado uno de los escritores más rebeldes y significativos del fin de siglo. La novela narra el estilo de vida exquisito del duque Jean Floressas des Esseintes, que se encierra en una casa de provincias para satisfacer el propósito de sustituir la realidad por el sueño de la realidad. Este personaje se convirtió en un modelo ejemplar de los decadentes, de tal manera que se consideran descendientes directos de Des Esseintes, entre otros, personajes como "Dorian Gray", de Oscar Wilde, y "Andrea Sperelli", de Gabriele D'Annunzio. À rebours fue definida por el poeta inglés Arthur Symons como el breviario del decadentismo.

La decadencia, por otro lado, es una acumulación de signos o descripciones sensibles cuyo significado no está oculto, como en el simbolismo: es fundamentalmente artificioso. Fue Oscar Wilde quien quizás lo formuló más claramente en La decadencia de la mentira con la sugerencia de tres doctrinas sobre el arte:

"El arte nunca expresa nada más que a sí mismo".
"Todo mal arte proviene de volver a la Vida y la Naturaleza, y elevarlos a ideales".
"La vida imita al arte mucho más de lo que el arte imita a la vida"
Después de lo cual, sugirió una conclusión bastante en contraste con la búsqueda de Moréas de la verdad oculta: "Mentir, decir cosas hermosas y falsas, es el objetivo correcto del Arte".

El decadentismo en Europa
Esteticismo

Ya se ha mencionado el precedente de los poetas malditos franceses (Isidore Ducasse, más conocido como Lautréamont; y Charles Baudelaire y Paul Verlaine, especialmente), y a los que siguieron Pierre Louÿs, Pierre Loti, Jules Barbey d'Aurevilly y Joris-Karl Huysmans; Les Complaintes de Jules Laforgue, Légende d'âmes et de sangs, primer libro de René Ghil; Anatole Baju, fundador en abril de 1886 de la revista Le Décadent Littéraire et Artistique, que duró con diversos avatares hasta 1889. Brujas la muerta de Georges Rodenbach; la primera etapa de Jean Moréas; los italianos Gabriele D'Annunzio y, en cierta manera, Giovanni Pascoli, para quien todo lo moderno y urbano es una degeneración de lo puro y primitivo; en Gran Bretaña, las figuras de Oscar Wilde, especialmente en su novela El retrato de Dorian Gray (1891) y sus relatos cortos, su maestro Walter Pater, que publicó una novela sagrada para su generación, Mario el epicúreo (1885); George Moore, también discípulo de Pater; el poeta, crítico y ensayista Algernon Charles Swinburne; Arthur Symons, autor del poemario El ángel rubio, Ernest Dowson y Lionel Johnson.

                                                                     Charles Baudelaire

El decadentismo en España y en Hispanoamérica
España e Hispanoamérica también se dejaron influir por esta actitud estético-literaria, y toda la poesía de fin de siglo responde a los ideales artísticos del arte por el arte. Así puede considerarse el modernismo del nicaragüense Rubén Darío y del mexicano José Juan Tablada. En España son figuras características el primer Ramón María del Valle-Inclán, Isaac Muñoz, Emilio Carrere, Álvaro Retana, Melchor Almagro y Antonio de Hoyos y Vinent. El decadentismo artístico fue mucho más persistente en América: Julián del Casal, Efrén Rebolledo, Amado Nervo, Leopoldo Lugones, Mariano Azuela, César Vallejo, Horacio Quiroga y otros muchos llenaron muchos años de la vida literaria latinoamericana y en ellos la nota francesa nunca estuvo ausente.

Fin del decadentismo e influencia posterior

Hacia 1890, la revista el Mercure de France se manifestó a favor del simbolismo. A partir de entonces, la trayectoria del Decadentismo, entendido como movimiento, se puede considerar terminada. Anteriormente, en septiembre de 1866, un artículo publicado por Jean Moréas en Le Figaro, habló por primera vez de simbolismo, refiriéndose al bosque de los símbolos del poema "Correspondances" de Baudelaire.

Las teorías del simbolismo aparecieron publicadas en la revista Le symboliste, mientras que los decadentes continuaron usando a Le décadent como vehículo para difundir sus teorías. Se perfiló así la divergencia entre decadentes, complacientes experimentadores en el campo de los sentidos y del lenguaje, y simbolistas, que buscan los valores absolutos de la palabra y aspiran a expresar una armonía universal del mundo.


El decadentismo como punto de encuentro

Más tarde, algunos críticos ampliaron el significado del término decadente como opuesto a los convencionalismos. De esta manera, el decadentismo sería, en sus orígenes, antiacadémico en pintura, antipositivista en filosofía, antinaturalista en literatura. Así, tendencias, escuelas y orientaciones, con frecuencia diversas y lejanas, acabaron por confluir y hallarse comprendidas bajo la misma etiqueta.

Genéricamente se definen como decadentes aquellas formas de arte que superan o alteran la realidad en la evocación, en la analogía, en la evasión, en el símbolo. La lista de los nombres puede incluir a Rainer Maria Rilke, Constantino Cavafis, Paul Valéry, Marcel Proust, Franz Kafka, James Joyce, Oscar Wilde, Thomas Stearns Eliot, o movimientos de vanguardia, como el surrealismo, el imaginismo ruso, el cubismo, o el realismo crítico de Thomas Mann.



sábado, 12 de noviembre de 2022

484. AUTOR, NARRADOR Y LECTOR

🖋😀🖊Yo soy el autor implícito de mi relato. También estoy hecho de palabras. Puedo narrar yo o cualquiera de mis narradores y puedo usar más de un narrador en mis cuentos para comunicarme con mi lector implícito.


😄Soy el narrador, el autor me creó con el fin de que vea la historia y la relate desde donde me encuentre.

                                              

😈👻👺HISTORIA O DIÉGESIS👽💀😇


😎📖Yo soy el lector implícito de esta obra, soy el receptor de la historia que el autor implícito escribió para mí. Soy el lector ideal para quien se hizo la obra. Al leer, me convierto en co-creador de esta historia.




Antes que nada, es pertinente hacer notar la diferencia entre el/la escritor/a (ser humano de carne y hueso)[1] y el narrador de una historia.  Óscar Tacca, en su libro Las voces de la novela, dice que “La categoría de ‘autor’ es la del escritor que pone todo su oficio, todo su pasado de información literaria y artística, todo su conocimiento e ideas (no sólo las que en la vida sustenta) al servicio del sentido unitario de la obra que elabora.” [2]    Aclara que la imagen de ‘autor’ es una convención ideal.   Pero aún este autor ideal, no es en definitiva el narrador de una historia, sino el encargado de crear a dicho narrador. Según Alberto Paredes:


La persona que cuenta la novela o el cuento no es propiamente el autor, sino aquel ser que dentro del texto personifica una proyección singular del autor como emisor del discurso literario.”[3]


Para diferenciar al ser humano de la figura que escribe un texto. W. Booth crea la categoría de autor implícito, misma que representa al autor específico de una obra cuyo trabajo se centra exclusivamente en lo que está escribiendo. Como se trata de una categoría difícil de comprender, cito lo que propone  Paredes para explicar al autor implícito:


 «…entidad [que] no tiene correspondencia forzosa con el narrador.  Son dos [narrador y autor implícito] figuras del autor en distinto nivel.  Aun cuando en muchas obras se da esta correlación, porque el narrador representa con apego la conducta y la identidad del autor,[…]teóricamente no debe cumplirse fidelidad alguna…”[4].

Y la entrada del Glosario de narratología complementa la información:


AUTOR IMPLÍCITO. La voz que desde dentro del DISCURSO novelístico, de cuya estructura participa como sujeto inmanente de la enunciación, transmite mensajes para la recta interpretación de la HISTORIA, adelanta metanarrativamente peculiaridades del DISCURSO, hace comentarios sobre los personajes, da informaciones complementarias generalmente de tipo erudito, e incluso transmite contenidos de evidente sesgo ideológico.  Por todo ello tiende a confundirse con el AUTOR EMPIRICO, del que sin embargo, debe ser distinguido radicalmente.”[5]


El autor empírico es una persona histórica total, de carne y hueso que tiene familia y que en la calle no anda contando historias, sino que maneja su automóvil, va a un restaurant y es capaz de escribir no una obra, sino muchas en las que tendrá que convertirse en diversos autores implícitos, según la obra que emprenda. El autor implícito se comunica directamente con un  lector implícito que es su lector ideal, en quien está pensando como perfecto leyente de su obra, quizá es un desdoblamiento de sí mismo como lector.  Según Luz Aurora Pimentel:  “el autor, al construir su texto, tiene en mente un tipo de lector al cual va dirigido su discurso, y que, simétricamente, ha sido llamado <<lector implícito>> o <<virtual>>.”[6]

Obviamente, el autor empírico es un ser humano igual que el lector empírico.  La doctora Pimentel aporta una interesantísima aclaración al término:


«Todo lector real está, por así decirlo, invitado a jugar un papel dentro del texto, a ocupar un lugar definido por el lector implícito, aunque es evidente que no estará obligado a ocuparlo de manera pasiva» [7]

Es decir que para que se cierre el círculo del acto literario, debe existir un receptor que lo deconstruya y lo reconstruya a través de su propia carga de subjetividad, de ahí la importancia de la función del lector que es la de co-crear la obra.

[1]  Beristáin, Diccionario de retórica y poética, México, Porrúa, 2001, 

[2] Óscar Tacca, Las voces de la novela, Madrid, Gredos, 1978, pp.17-18.

[3] Alberto Paredes, Las voces del relato, México, Universidad Veracruzana, 1987. p.29.

[4] Alberto Paredes, Op.Cit. p.30.

[5] Darío Villanueva, Glosario de narratología .

[6] Luz Aurora Pimentel, El relato en perspectiva, estudio de teoría narrativa, México, SXXI/UNAM, 2008, p.174


https://uacmenunciacionyvoces.wordpress.com/el-autor-el-narrador-y-el-lector/

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jueves, 10 de noviembre de 2022

483. Cordero asado. ROALD DAHL

482. CORDERO ASADO de Roald Dahl (1916-1990)

 





La habitación estaba limpia y acogedora, las cortinas corridas, las dos lámparas de mesa encendidas, la suya y la de la silla vacía, frente a ella. Detrás, en el aparador, dos vasos altos de whisky. Cubos de hielo en un recipiente.

Mary Maloney estaba esperando a que su marido volviera del trabajo.

De vez en cuando echaba una mirada al reloj, pero sin preocupación, simplemente para complacerse de que cada minuto que pasaba acercaba el momento de su llegada. Tenía un aire sonriente y optimista. Su cabeza se inclinaba hacia la costura con entera tranquilidad. Su piel -estaba en el sexto mes del embarazohabía adquirido un maravilloso brillo, los labios suaves y los ojos, de mirada serena, parecían más grandes y más oscuros que antes.

Cuando el reloj marcaba las cinco menos diez, empezó a escuchar, y pocos minutos más tarde, puntual como siempre, oyó rodar los neumáticos sobre la grava y cerrarse la puerta del coche, los pasos que se acercaban, la llave dando vueltas en la cerradura.

Dejó a un lado la costura, se levantó y fue a su encuentro para darle un beso en

cuanto entrara.

-¡Hola, querido! -dijo ella.

-¡Hola! -contestó él.

Ella le colgó el abrigo en el armario. Luego volvió y preparó las bebidas, una fuerte para él y otra más floja para ella; después se sentó de nuevo con la costura y su marido enfrente con el alto vaso de whisky entre las manos, moviéndolo de tal forma que los cubitos de hielo golpeaban contra las paredes del vaso. Para ella ésta era una hora maravillosa del día. Sabía que su esposo no quería hablar mucho antes de terminar la primera bebida, y a ella, por su parte, le gustaba sentarse silenciosamente, disfrutando de su compañía después de tantas horas de soledad. Le gustaba vivir con este hombre y sentir -como siente un bañista al calor del sol- la influencia que él irradiaba sobre ella cuando estaban juntos y solos. Le gustaba su manera de sentarse descuidadamente en una silla, su manera de abrir la puerta o de andar por la habitación a grandes zancadas. Le gustaba esa intensa mirada de sus ojos al fijarse en ella y la forma graciosa de su boca, especialmente cuando el cansancio no le dejaba hablar, hasta que el primer vaso de whisky le reanimaba un poco.

-¿Cansado, querido?

-Sí -respondió él-, estoy cansado.

Mientras hablaba, hizo una cosa extraña. Levantó el vaso y bebió su contenido de una sola vez aunque el vaso estaba a medio llenar.

Ella no lo vio, pero lo intuyó al oír el ruido que hacían los cubitos de hielo al volver a dejar él su vaso sobre la mesa. Luego se levantó lentamente para servirse otro vaso.

-Yo te lo serviré -dijo ella, levantándose.

-Siéntate -dijo él secamente.

Al volver observó que el vaso estaba medio lleno de un líquido ambarino.

-Querido, ¿quieres que te traiga las zapatillas? -Le observó mientras él bebía el whisky-. Creo que es una vergüenza para un policía que se va haciendo mayor, como tú, que le hagan andar todo el día -dijo ella.

Él no contestó; Mary Maloney inclinó la cabeza de nuevo y continuó con su costura. Cada vez que él se llevaba el vaso a los labios se oía golpear los cubitos contra el cristal.

-Querido, ¿quieres que te traiga un poco de queso? No he hecho cena porque es jueves.

-No -dijo él.

-Si estás demasiado cansado para comer fuera -continuó ella-, no es tarde para que lo digas. Hay carne y otras cosas en la nevera y te lo puedo servir aquí para que no tengas que moverte de la silla.

Sus ojos se volvieron hacia ella; Mary esperó una respuesta, una sonrisa, un signo de asentimiento al menos, pero él no hizo nada de esto.

-Bueno -agregó ella-, te sacaré queso y unas galletas.

-No quiero -dijo él.

Ella se movió impaciente en la silla, mirándole con sus grandes ojos.

-Debes cenar. Yo lo puedo preparar aquí, no me molesta hacerlo. Tengo chuletas de cerdo y cordero, lo que quieras, todo está en la nevera.

-No me apetece -dijo él.

-¡Pero querido! ¡Tienes que comer! Te lo sacaré y te lo comes, si te apetece.

Se levantó y puso la costura en la mesa, junto a la lámpara.

-Siéntate -dijo él-, siéntate solo un momento. Desde aquel instante, ella empezó a sentirse atemorizada -. Vamos -dijo él-, siéntate.

Se sentó de nuevo en su silla, mirándole todo el tiempo con sus grandes y asombrados ojos. Él había acabado su segundo vaso y tenía los ojos bajos.

-Tengo algo que decirte.

-¿Qué es ello, querido? ¿Qué pasa?

El se había quedado completamente quieto y mantenía la cabeza agachada de tal forma que la luz de la lámpara le daba en la parte alta de la cara, dejándole la barbilla y la boca en la oscuridad.

-Lo que voy a decirte te va a trastornar un poco, me temo -dijo-, pero lo he pensado bien y he decidido que lo mejor que puedo hacer es decírtelo en seguida. Espero que no me lo reproches demasiado.

Y se lo dijo. No tardó mucho, cuatro o cinco minutos como máximo. Ella no se movió en todo el tiempo, observándolo con una especie de terror mientras él se iba separando de ella más y más, a cada palabra.

-Eso es todo -añadió-, ya sé que es un mal momento para decírtelo, pero no hay otro modo de hacerlo. Naturalmente, te daré dinero y procuraré que estés bien cuidada. Pero no hay necesidad de armar un escándalo. No sería bueno para mi carrera.

Su primer impulso fue no creer una palabra de lo que él había dicho. Se le ocurrió que quizá él no había hablado, que era ella quien se lo había imaginado todo. Quizá si continuara su trabajo como si no hubiera oído nada, luego, cuando hubiera pasado algún tiempo, se encontraría con que nada había ocurrido.

-Prepararé la cena -dijo con voz ahogada.

Esta vez él no contestó.

Mary se levantó y cruzó la habitación. No sentía nada, excepto un poco de náuseas y mareo. Actuaba como un autómata. Bajó hasta la bodega, encendió la luz y metió la mano en el congelador, sacando el primer objeto que encontró. Lo sacó y lo miró. Estaba envuelto en papel, así que lo desenvolvió y lo miró de nuevo. Era una pierna de cordero.

Muy bien, cenarían pierna de cordero. Subió con el cordero entre las manos y al entrar en el cuarto de estar encontró a su marido de pie junto a la ventana, de espaldas a ella.

Se detuvo.

-Por el amor de Dios -dijo él al oírla, sin volverse-, no hagas cena para mí. Voy a salir.

En aquel momento, Mary Maloney se acercó a él por detrás y sin pensarlo dos veces levantó la pierna de cordero congelada y le golpeó en la parte trasera de la cabeza tan fuerte como pudo. Fue como si le hubiera pegado con una barra de acero. Retrocedió un paso, esperando a ver qué pasaba, y lo gracioso fue que él quedó tambaleándose unos segundos antes de caer pesadamente en la alfombra.

La violencia del golpe, el ruido de la mesita al caer por haber sido empujada, la ayudaron a salir de su ensimismamiento.

Salió retrocediendo lentamente, sintiéndose fría y confusa, y se quedó por unos momentos mirando el cuerpo inmóvil de su marido, apretando entre sus dedos el ridículo pedazo de carne que había empleado para matarle.

«Bien -se dijo a sí misma-, ya lo has matado.»

Era extraordinario. Ahora lo veía claro. Empezó a pensar con rapidez. Como esposa de un detective, sabía cuál sería el castigo; de acuerdo. A ella le era indiferente. En realidad sería un descanso. Pero por otra parte. ¿Y el niño? ¿Qué decía la ley acerca de las asesinas que iban a tener un hijo? ¿Los mataban a los dos, madre e hijo? ¿Esperaban hasta el noveno mes? ¿Qué hacían?

Mary Maloney lo ignoraba y no estaba dispuesta a arriesgarse.

Llevó la carne a la cocina, la puso en el horno, encendió éste y la metió dentro. Luego se lavó las manos y subió a su habitación. Se sentó delante del espejo, arregló su cara, puso un poco de rojo en los labios y polvo en las mejillas. Intentó sonreír, pero le salió una mueca. Lo volvió a intentar.

-Hola, Sam -dijo en voz alta. La voz sonaba rara también-. Quiero patatas, Sam, y también una lata de guisantes.

Eso estaba mejor. La sonrisa y la voz iban mejorando. Lo ensayó varias veces. Luego bajó, cogió el abrigo y salió a la calle por la puerta trasera del jardín.

Todavía no eran las seis y diez y había luz en las tiendas de comestibles.

-Hola, Sam -dijo sonriendo ampliamente al hombre que estaba detrás del mostrador.

 

-¡Oh buenas noches, señora Maloney! ¿Cómo está?

 

-Muy bien, gracias. Quiero patatas, Sam, y una lata de guisantes.

 

El hombre se volvió de espaldas para alcanzar la lata de guisantes.

 

-Patrick dijo que estaba cansado y no quería cenar fuera esta noche -le dijo-.Siempre solemos salir los jueves y no tengo verduras en casa.

 

-¿Quiere carne, señora Maloney?

 

-No, tengo carne, gracias. Hay en la nevera una pierna de cordero.

 

-¡Oh!

-No me gusta asarlo cuando está congelado, pero voy a probar esta vez. ¿Usted cree que saldrá bien?

-Personalmente -dijo el tendero-, no creo que haya ninguna diferencia. ¿Quiere estas patatas de Idaho?

-¡Oh, sí, muy bien! Dos de ésas.

-¿Nada más? -El tendero inclinó la cabeza, mirándola con simpatía-. ¿Y para después? ¿Qué le va a dar luego?

-Bueno. ¿Qué me sugiere, Sam?

El hombre echó una mirada a la tienda.

-¿Qué le parece una buena porción de pastel de queso? Sé que le gusta a Patrick.

-Magnífico -dijo ella-, le encanta.

Cuando todo estuvo empaquetado y pagado, sonrió agradablemente y dijo:

-Gracias, Sam. Buenas noches.

Ahora, se decía a sí misma al regresar, iba a reunirse con su marido, que la estaría esperando para cenar; y debía cocinar bien y hacer comida sabrosa porque su marido estaría cansado; y si cuando entrara en la casa encontraba algo raro, trágico o terrible, sería un golpe para ella y se volvería histérica de dolor y de miedo. ¿Es que no lo entienden? Ella no esperaba encontrar nada. Simplemente

era la señora Maloney que volvía a casa con las verduras un jueves por la tarde

para preparar la cena a su marido.

«Eso es -se dijo a sí misma-, hazlo todo bien y con naturalidad. Si se hacen las cosas de esta manera, no habrá necesidad de fingir.»

Por lo tanto, cuando entró en la cocina por la puerta trasera, iba canturreando una cancioncilla y sonriendo.

-¡Patrick! -llamó-, ¿dónde estás, querido? Puso el paquete sobre la mesa y entróen el cuarto de estar. Cuando le vio en el suelo, con las piernas dobladas y uno de los brazos debajo del cuerpo, fue un verdadero golpe para ella.

Todo su amor y su deseo por él se despertaron en aquel momento. Corrió hacia su cuerpo, se arrodilló a su lado y empezó a llorar amargamente. Fue fácil, no tuvo que fingir.

Unos minutos más tarde, se levantó y fue al teléfono. Sabía el número de la jefatura de Policía, y cuando le contestaron al otro lado del hilo, ella gritó:

-¡Pronto! ¡Vengan en seguida! ¡Patrick ha muerto!

-¿Quién habla?

-La señora Maloney, la señora de Patrick Maloney.

-¿Quiere decir que Patrick Maloney ha muerto?

-Creo que sí -gimió ella-. Está tendido en el suelo y me parece que está muerto.

-Iremos en seguida -dijo el hombre.

El coche vino rápidamente. Mary abrió la puerta a los dos policías. Los reconoció a los dos en seguida -en realidad conocía a casi todos los del distrito- y se echó en los brazos de Jack Nooan, llorando histéricamente. El la llevó con cuidado a una silla y luego fue a reunirse con el otro, que se llamaba O’Malley, el cual estaba arrodillado al lado del cuerpo inmóvil.

-¿Está muerto? -preguntó ella.

-Me temo que sí… ¿qué ha ocurrido?

Brevemente, le contó que había salido a la tienda de comestibles y al volver lo encontró tirado en el suelo. Mientras ella hablaba y lloraba, Nooan descubrió una pequeña herida de sangre cuajada en la cabeza del muerto. Se la mostró a O’Malley y éste, levantándose, fue derecho al teléfono.

 

Pronto llegaron otros policías. Primero un médico, después dos detectives, a uno de los cuales conocía de nombre. Más tarde, un fotógrafo de la Policía que tomó algunos planos y otro hombre encargado de las huellas dactilares. Se oían cuchicheos por la habitación donde yacía el muerto y los detectives le hicieron muchas preguntas. No obstante, siempre la trataron con amabilidad.

 

Volvió a contar la historia otra vez, ahora desde el principio. Cuando Patrick llegó ella estaba cosiendo, y él se sintió tan fatigado que no quiso salir a cenar. Dijo que había puesto la carne en el horno -allí estaba, asándose- y se había marchado a la tienda de comestibles a comprar verduras. De vuelta lo había encontrado tendido en el suelo.

 

-¿A qué tienda ha ido usted? -preguntó uno de los detectives. Se lo dijo, y entonces el detective se volvió y musitó algo en voz baja al otro detective, que salió inmediatamente a la calle.

«…, parecía normal…, muy contenta…, quería prepararle una buena cena…, guisantes…, pastel de queso…, imposible que ella…»

 

Transcurrido algún tiempo el fotógrafo y el médico se marcharon y los otros dos hombres entraron y se llevaron el cuerpo en una camilla. Después se fue el hombre de las huellas dactilares. Los dos detectives y los policías se quedaron. Fueron muy amables con ella; Jack Nooan le preguntó si no se iba a marchar a otro sitio, a casa de su hermana, quizá, o con su mujer, que cuidaría de ella y la acostaría.

 

-No -dijo ella.

No creía en la posibilidad de que pudiera moverse ni un solo metro en aquel momento. ¿Les importaría mucho que se quedara allí hasta que se encontrase mejor? Todavía estaba bajo los efectos de la impresión sufrida.

-Pero ¿no sería mejor que se acostara un poco? -preguntó Jack Nooan.

-No -dijo ella.

Quería estar donde estaba, en esa silla. Un poco más tarde, cuando se sintiera mejor, se levantaría.

 

La dejaron mientras deambulaban por la casa, cumpliendo su misión. De vez en cuando uno de los detectives le hacía una pregunta. También Jack Nooan le hablaba cuando pasaba por su lado. Su marido, le dijo, había muerto de un golpe en la cabeza con un instrumento pesado, casi seguro una barra de hierro. Ahora buscaban el arma. El asesino podía habérsela llevado consigo, pero también cabía la posibilidad de que la hubiera tirado o escondido en alguna parte.

 

-Es la vieja historia -dijo él-, encontraremos el arma y tendremos al criminal.

 

Más tarde, uno de los detectives entró y se sentó a su lado.

 

-¿Hay algo en la casa que pueda haber servido como arma homicida? –le preguntó-. ¿Le importaría echar una mirada a ver si falta algo, un atizador, por ejemplo, o un jarrón de metal?

-No tenemos jarrones de metal -dijo ella.

-¿Y un atizador?

-No tenemos atizador, pero puede haber algo parecido en el garaje.

La búsqueda continuó.

Ella sabía que había otros policías rodeando la casa. Fuera, oía sus pisadas en la grava y a veces veía la luz de una linterna infiltrarse por las cortinas de la ventana. Empezaba a hacerse tarde, eran cerca de las nueve en el reloj de la repisa de la chimenea. Los cuatro hombres que buscaban por las habitaciones empezaron a sentirse fatigados.

 

-Jack -dijo ella cuando el sargento Nooan pasó a su lado-, ¿me quiere servir una bebida?

-Sí, claro. ¿Quiere whisky?

-Sí, por favor, pero poco. Me hará sentir mejor. Le tendió el vaso.

-¿Por qué no se sirve usted otro? -dijo ella-; debe de estar muy cansado; por favor, hágalo, se ha portado muy bien conmigo.

-Bueno -contestó él-, no nos está permitido, pero puedo tomar un trago para seguir trabajando.

Uno a uno, fueron llegando los otros y bebieron whisky. Estaban un poco incómodos por la presencia de ella y trataban de consolarla con inútiles palabras.

El sargento Nooan, que rondaba por la cocina, salió y dijo:

-Oiga, señora Maloney. ¿Sabe que tiene el horno encendido y la carne dentro?

-¡Dios mío! -gritó ella-. ¡Es verdad!

-¿Quiere que vaya a apagarlo?

-¿Sería tan amable, Jack? Muchas gracias.

Cuando el sargento regresó por segunda vez lo miró con sus grandes y profundos ojos.

-Jack Nooan -dijo.

-¿Sí?

-¿Me harán un pequeño favor, usted y los otros?

-Si está en nuestras manos, señora Maloney…

-Bien -dijo ella-. Aquí están ustedes, todos buenos amigos de Patrick, tratando de encontrar al hombre que lo mató. Deben de estar hambrientos porque hace rato que ha pasado la hora de la cena, y sé que Patrick, que en gloria esté, nunca me perdonaría que estuviesen en su casa y no les ofreciera hospitalidad. ¿Por qué no se comen el cordero que está en el horno? Ya estará completamente asado.

-Ni pensarlo -dijo el sargento Nooan.

-Por favor -pidió ella-, por favor, cómanlo. Yo no voy a tocar nada de lo que había en la casa cuando él estaba aquí, pero ustedes sí pueden hacerlo. Me harían un favor si se lo comieran. Luego, pueden continuar su trabajo.

 

Los policías dudaron un poco, pero tenían hambre y al final decidieron ir a la cocina y cenar. La mujer se quedó donde estaba, oyéndolos a través de la puerta entreabierta. Hablaban entre sí a pesar de tener la boca llena de comida.

-¿Quieres más, Charlie?

-No, será mejor que no lo acabemos.

-Pero ella quiere que lo acabemos, eso fue lo que dijo. Le hacemos un favor.

-Bueno, dame un poco más.

-Debe de haber sido un instrumento terrible el que han usado para matar al pobre

Patrick —decía uno de ellos—, el doctor dijo que tenía el cráneo hecho trizas.

-Por eso debería ser fácil de encontrar.

-Eso es lo que a mí me parece.

-Quienquiera que lo hiciera no iba a llevar una cosa así, tan pesada, más tiempo del necesario. Uno de ellos eructó:

-Mi opinión es que tiene que estar aquí, en la casa.

-Probablemente bajo nuestras propias narices. ¿Qué piensas tú, Jack?

En la otra habitación, Mary Maloney empezó a reírse entre dientes.





CORDERO ASADO de Roald Dahl https://mrpoecrafthyde.files.wordpress.com/2016/09/dahl-roald-cordero-asado.pdf mrpoecrafthyde.com


Roald Dahl (Llandaff, 13 de septiembre de 1916-Oxford, 23 de noviembre de 1990) fue un novelista, cuentista, poeta y guionista británico de ascendencia noruega. Entre sus obras más populares se encuentran Charlie y la fábrica de chocolate, James y el melocotón gigante, Matilda, El gran gigante bonachón, Agu Trot, Las brujas y Relatos de lo inesperado.





https://www.borradores.es/foro/cordero-asado-roald-dahl-con-comentarios#:~:text=Desde%20el%20aspecto%20literario%2C%20%E2%80%9CCordero,Patrik%20%E2%80%9CY%20se%20lo%20dijo.

Comentario de “Cordero asado” de Roald Dahl, pertenece a la antología Relatos de lo inesperado (Tales of the Unexpected, 1979) Alfred Hitchcock realizó una adaptación para su serie televisiva, y Almodóvar le rindió homenaje en alguna de sus películas.

Según D. Enrique A. Imbert, el rasgo que define al cuento por excelencia es la brevedad. Cordero asado de Roald Dahl cumple con esa premisa sin lugar a dudas. No hay una frase de más, ni una palabra de menos.

Raymond Chandler, en El simple arte de matar, dice “Los muchachos que apoyan los pies sobre el escritorio (policías) saben que el caso de asesinato que más fácil resulta solucionar es aquel con el cual alguien ha tratado de pasarse de listo; el que realmente les preocupa es el asesinato que se le ocurrió a alguien dos minutos antes de llevarlo a cabo.” Esto es lo que plantea Dahl en este apasionante relato.

¿En qué momento la dulce y casi perruna Mary Maloney decide acabar con Patrick? ¿Cuándo le informó que iba a abandonarla? ¿Cuándo sopesó la pieza de carne? ¿O la gota que rebalsó el vaso fue la frase final de su marido “Por el amor de Dios, no hagas cena para mí. Voy a salir.”? No lo sabemos, el autor, con mucho oficio, elude revelarnos esa parte (y algunas otras) de los pensamientos en torbellino que rondan la cabecita de Mary.

Como en muchos crímenes de la vida real, su perfección radica en el modo que emplea el culpable (¿Mary es victimaria o víctima?) para eludir las consecuencias. Allí, la historia da un giro radical: la mujercita ha mostrado las uñas, y se dispone a luchar no por ella sino por su cachorro. No va a permitir que su hijo le sea arrebatado ni que sufra por su acción. Mary, amante esposa y futura madre, ensaya gestos y entonaciones ante el espejo. Con una astucia impensable en ella, pobre mosquita muerta, enreda a los policías hasta el punto de hacerles tragar el arma homicida. Claro que esto tiene un precio: Mary Maloney, en la escena final, a solas “Mary Maloney empezó a reírse entre dientes.” No hallo en esa risa la satisfacción del burlador, sino el despertar de la locura.

Desde el aspecto literario, “Cordero asado” es un cuento redondo, sin fisuras. Dahl nos convierte en cómplices involuntarios, en testigos amordazados, de un drama. Con maestría, omite revelar no sólo los pensamientos de la protagonista sino el parlamento de Patrik “Y se lo dijo. No tardó mucho, cuatro o cinco minutos como máximo. Ella no se movió en todo el tiempo, observándolo con una especie de terror mientras él se iba separando de ella más y más, a cada palabra.” Cualquier lector imagina la crudeza de la escena, quizá el modo telegráfico en que pudieron ser pronunciadas. Otro escritor, con menos tablas que Dahl, hubiera caído en la tentación de poner en boca del personaje toda la explicación.

¿Sospechan los colegas del muerto de su afligida viuda? Hasta donde se lee no. Dahl los muestra haciendo su trabajo a conciencia, quizá incentivados por tratarse del asesinato de un compañero... Y saboreando una exquisita pierna de cordero asado.


https://www.docsity.com/es/cordero-asado-roald-dahl/8140078/

TÍTULO:Alude a un elemento fundamental en el cuento: el arma homicida.

TEMA: Crimen perfecto.

NARRADOR: En tercera persona, externo. Narra desde el punto de vista de Mary. Esta elección de contar la historia desde el punto de vista del asesino es una elección interesante y una que define en gran medida esta historia, esto significa que el lector sabe más que los otros personajes, especialmente en relación con la pierna de cordero. Por otro lado, el lector no tiene acceso al razonamiento detrás de la decisión de Patrick de irse. Esto hace que sea mucho más fácil para el lector estar del lado de Mary cuando toma decisiones cuestionables.

PERSONAJES: Protagonista: Mary Maloney; antagonista: Patrick Maloney; personajes secundarios: Sam, Jack Nooam y O´Malley.

ESPACIO: Casa de los Maloneys.

TIEMPO: Cronológico.

El cuento comienza con una introducción que nos permite conocer el marco y a la protagonista: "La habitación estaba limpia y acogedora, las cortinas corridas, las dos lámparas de mesa encendidas, la suya y la que estaba junto a la silla vacía, frente a ella. Detrás, en el aparador, dos vasos altos, soda, whisky. Cubitos de hielo en un recipiente.".



Impulsado por Cecil Scott Forester, Dahl escribió su primer trabajo publicado, Pan comido, que fue comprado por el Saturday Evening Post.

Su primer libro para niños fue Los gremlins, que trataba de unas pequeñas criaturas malvadas que formaban parte del folclore de la Royal Air Force, fue publicado en 1943, el libro había sido encargado por Walt Disney para un largometraje animado que nunca lo llegó a realizar. Dahl continuó creando algunas de las historias para niños más conocidas del siglo XX, tales como Charlie y la fábrica de chocolate, Matilda, James y el melocotón gigante, Los Cretinos o Boy (relatos de infancia) donde cuenta su infancia.

Paralelamente, tuvo una exitosa carrera como escritor de macabros cuentos para adultos, usualmente apelando al humor negro y a los finales sorpresivos. Muchos de ellos fueron originalmente escritos para revistas estadounidenses tales como Ladies Home Journal, Harper's, Playboy y The New Yorker y luego recogidos en antologías, ganando la aclamación mundial para el autor. Dahl escribió más de sesenta cuentos y han aparecido en numerosas colecciones, algunas solo publicadas en forma de libro después de su muerte.

Uno de sus cuentos para adultos más famosos, Hombre del Sur (The smoker o Man from the South), fue filmado como un episodio de Alfred Hitchcock Presenta y fue adaptada en el segmento de Quentin Tarantino de la película de 1995 Four Rooms. Su colección de cuentos Relatos de lo inesperado fue adaptada para una exitosa serie de televisión del mismo nombre. Algunos de sus cuentos son supuestamente extractos del diario de su (ficticio) tío Oswald, un caballero rico cuyas hazañas son el tema de estas historias.

Por un breve período en los años 1960, Dahl escribió guiones para obtener dinero. Dos de ellos, la película de James Bond, Sólo se vive dos veces (You only live twice) y Chitty Chitty Bang Bang, fueron adaptaciones de novelas de Ian Fleming. Además, adaptó su propio trabajo para realizar Willy Wonka y la fábrica de chocolate, de 1971.

Sus libros han vendido más de 250 millones de copias en el mundo.

Muchas de sus obras infantiles tienen ilustraciones de Quentin Blake.


481. EL ORIGEN DEL DILUVIO, NARRACIÓN DE UN ESPÍRITU cuento de LEOPOLDO LUGONES (1874-1938)

 




La tierra acababa de experimentar su primera incrustación sólida y hallábase todavía en una oscura incandescencia. Mares de ácido carbónico batían sus continentes de litio y de aluminio, pues estos fueron los primeros sólidos que formaron la costra terrestre. El azufre y el boro figuraban también en débiles vetas.

Así, el globo entero brillaba como una monstruosa bola de plata. La atmósfera era de fósforo con vestigios de flúor y de cloro. Llamas de sodio, de silicio, de magnesio, constituían la luminosa progenie de los metales. Aquella atmósfera relumbraba tanto como una estrella, presentando un espesor de muchos millares de kilómetros.

Sobre esos continentes y en semejantes mares, había ya vida organizada, bien que bajo formas inconcebibles ahora; pues no existiendo aún el fosfato de cal, dichos seres carecían de huesos. El oxígeno y el nitrógeno, que con algunos rastros de bario entraban en la composición de tales vidas, completaban los únicos catorce cuerpos constituyentes del planeta. Así, todo era en él extremadamente sencillo.

La actividad de los seres que poseían inteligencia, no era menos intensa que ahora, sin embargo; si bien de mucho menor amplitud; y no obstante su constitución de moluscos, vivían, obraban, sentían, de un modo análogo al de la humanidad presente. Habían llegado, por ejemplo, a construir enormes viviendas con rocas de litio; y el sudor de sus cuerpos oxidaba el aluminio en copos semejantes al amianto incandescente.

Su estructura blanda, era una consecuencia del medio poco sólido en que tomaron origen, así como de la ligereza específica de los continentes que habitaban. Poseían también la aptitud anfibia; pero como debían resistir aquellas temperaturas, y mantenerse en formas definidas bajo la presión de la profunda atmósfera, su estructura manteníase recia en su misma fluidez.

Esbozos de hombres, más bien que hombres propiamente dicho, o especies de monos gigantescos y huecos, tenían la facilidad de reabsorberse en esferas de gelatina o la de expandirse como fantasmas hasta volverse casi una niebla. Esto último constituía su tacto, pues necesitaban incorporar los objetos a su ser, envolviéndolos enteramente para sentirlos. En cambio, poseían la doble vista de los sonámbulos actuales. Carecían de olfato, gusto y oído. Eran perversos y formidables, los peores monstruos de aquella primitiva creación. Sabían emanar de sus fluidos organismos, seres cuya vida era breve pero dañina, semejantes a las carroñas con los gusanos. Fueron los gigantes de que hablan las leyendas.

Construían sus ciudades como los caracoles sus conchas, de modo que cada vivienda era una especie de caparazón exudado por su habitante. Así, las casas resultaban grupos de bóvedas, y las ciudades parecían cúmulos de nubes brillantes. Eran tan altas como éstas, pero no se destacaban en el cielo azul, pues el azul no existía entonces, porque faltaba el aire. La atmósfera sólo se coloreaba de anaranjado y de rojo.

Apenas dos o tres especies de aves cuyas alas no tenían plumas, sino escamas como las de las mariposas, y cuyo tornasol preludiaba el oro inexistente, remontaban su vuelo por la atmósfera fosfórica.

Era ella tan elevada, y el vuelo tan vasto, que las llevaba cerca de la luna. El arrebato magnético del astro solía embriagarlas; y corno éste poseía entonces una atmósfera en contacto con la terrestre, afrontábanla en ímpetu temerario yendo a caer exánimes sobre sus campos de hielo.

Una vegetación de hongos y de líquenes gigantes arraigaba en las aún mal seguras tierras; y no lejanos todavía del animal, en la primitiva confusión de los orígenes, algunos sabían trasladarse por medio de tentáculos; tenían otros, a guisa de espinas, picos de ave, que estaban abriéndose y cerrándose; otros fosforecían a cualquier roce; otros frutaban verdaderas arañas que se iban caminando y producían huevos de los cuales brotaba otra vez el vegetal progenitor. Eran singularmente peligrosos los cactus eléctricos que sabían proyectar sus espinas.

Los elementos terrestres se encontraban en perpetua inestabilidad. Surgían y fracasaban por momentos disparatadas alotropías. La presión enorme apenas dejaba solidificarse escasos cuerpos. Las rocas actuales dormían el sueño de la inexistencia. Las piedras preciosas no eran sino colores en las fajas del espectro.

Así las cosas, sobrevino la catástrofe que los hombres llamaron después diluvio; pero ella no fue una inundación acuosa, si bien la causó una invasión del elemento líquido. El agua tuvo intervención de otro modo.

Ahora bien: es sabido que los cuerpos, bajo ciertas circunstancias, pueden variar sus caracteres específicos hasta perderlos casi todos con excepción del peso; y esto es lo que recibe el nombre de alotropía. El ejemplo clásico del fósforo rojo y del fósforo blanco debe ser recordado aquí: el blanco es ávido de oxígeno, tóxico y funde a los 44°; el rojo es casi indiferente al oxígeno, inofensivo e infusible, sin contar otros caracteres que acentúan la diferencia. Sin embargo, son el mismo cuerpo, para no hablar de las diversas especies de hierro, de plata, que constituyen también estados alotrópicos.

Nadie ignora, por otra parte, que el calor multiplica las afinidades de la materia, haciendo posibles, por ejemplo, las combinaciones del ázoe y del carbono con otros cuerpos, cosa que no sucede a la temperatura ordinaria; y conviene recordar, además, que basta la presencia en un cuerpo de partículas pertenecientes a algunos otros, para cambiar sus propiedades o comunicar las nuevas, siendo particularmente interesante a este respecto lo que sucede al aluminio puesto en contacto, por choque, con el mercurio; pues basta eso para que se oxide en seco, descomponga el agua y sea atacado por los ácidos nítrico y sulfúrico, al revés exactamente de lo que le pasa cuando no existe el contacto.

A estas causas de variabilidad de los cuerpos, es menester añadir la presión, capaz por sí sola de disgregar los sólidos hasta licuarlos, cualquiera que sea su maleabilidad, y sin exceptuar al mismo acero; pues nada más que con la presión se ha llegado a convertirlo en una masa blanduzca, trabajándolo con entera comodidad.

Mencionaré, por último, una extraña propiedad que los químicos llaman acción catalítica, o en términos vulgares, acción de presencia, y por medio de la cual ciertos cuerpos provocan combinaciones de otros, sin tomar parte en las mismas. Entre éstos, uno de los más activos, y el que interviene en mayor número de casos, es el vapor de agua. Los datos que anteceden, nos ponen ya en situación de explicar el fenómeno al cual están dedicadas estas líneas.

Sucedió por entonces que la atmósfera terrestre, condensándose en torno al globo, empezó a ejercer una atracción progresiva sobre la atmósfera de la luna. Al cabo de cierto tiempo, esta atmósfera no pudo resistir aquella atracción, y empezó a incorporar con la nuestra sus elementos más ligeros. La falta de presión causada por este fenómeno, vaporizó los mares de la luna que estaban helados hacía muchos siglos; y una niebla fría, a muchos grados bajo nuestro cero termométrico, rodeó el astro muerto como un sudario.

Cierto día el vapor acuoso se precipitó en la atmósfera terrestre, y ésta vio aumentado su peso en varios miles de millones de toneladas. A tal fenómeno, unióse la acción catalítica del vapor, y entonces fue cuando empezaron a disgregarse los sólidos terrestres.

Un ablandamiento progresivo dio a todos la consistencia del yeso; pero cuando el fenómeno siguió, deleznándose aquéllos en una especie de lodo, empezó la catástrofe. Las montañas fueron aplastándose por su propio peso, hasta degenerar en médanos que el viento arrasaba. Las mansiones de los gigantes volviéronse polvo a su vez, y pronto hubo de observarse con horror que el elemento líquido cambiaba de estado en la forma más extraordinaria; secábase sin desaparecer, volviéndose también polvo por la disgregación de sus moléculas, y se confundía con el otro en un solo cuerpo, seco y fluido a la vez sin olor, color ni temperatura.

Lo raro fue que el fenómeno no se efectuaba al mismo tiempo en la materia organizada. Esta resistía mejor, sin duda por su condición semilíquida; pero semejante diferencia comportaba la muerte violenta en aquella disgregación. Poco después no hubo en el globo otra existencia que la flotante sobre esa especie de arenas cósmicas; mas ya la mayor parte de los seres animados había muerto de inanición; pues aunque no comían como nosotros, absorbían del aire sus principios vitales, y el aire estaba cambiado por los elementos de la luna.

Apenas uno que otro gran molusco se revolvía sobre la universal fluidez sin olas, bajo el horror de la atmósfera gigantesca, preñada de tósigos mortales, donde se operaba la futura organización. Tampoco pudieron ellos resistir a esas combinaciones, ni adaptarse al estado de disgregación; y, por otra parte, éste los afectaba a su vez. Ellos fueron también disolviéndose hasta desaparecer; y entonces, sobre el ámbito del planeta, fue la soledad y la negra noche.

Millares de años después, los elementos empezaron a recomponerse.

Formidables tempestades químicas conmovieron el estado crítico de la masa, y los catorce cuerpos primitivos revivieron, engendrando nuevas combinaciones.

El litio se triplicó en potasio, rubidio y cesio; el fósforo en arsénico, antimonio y bismuto; el carbono engendró titano y zirconio; el azufre, selenio y teluro....

Los océanos fueron ya de agua, el agua de la luna periódicamente exaltada hacia su origen por la armónica dilatación de las mareas. La atmósfera se había vuelto de aire semejante al nuestro, aunque saturado de ácido carbónico.

Ningún ser vivo quedaba de la anterior creación. Hasta sus huellas habían sido destruidas. Pero los vapores de la luna  trajeron consigo gérmenes vivificantes, que el nuevo estado de la tierra fue llamando lentamente a la existencia.

El mar se cubrió de vidas rudimentarias. La costra sólida pululó de hierbas, y el dominio de éstas duró una edad.

Pero yo no sabría repetir el enorme proceso. Réstame decir que los primeros seres humanos fueron organismos del agua: monstruos hermosos, mitad pez, mitad mujer, llamados después sirenas en las mitologías. Ellos dominaban el secreto de la armonía original y trajeron al planeta las melodías de la luna que encerraban el secreto de la muerte.

Fueron blancos de carne como el astro materno; y el sodio primitivo que saturaba su nuevo elemento de existencia, al engendrar de sí los metales nobles, hizo vegetar en sus cabelleras el oro hasta entonces desconocido...

... He aquí lo que mi memoria, millonaria de años, evoca con un sentido humano, y he aquí lo que he venido a deciros descendiendo de mi región, el cono de sombra de la tierra. Os añadiré que estoy condenado a permanecer en él durante toda la edad del planeta.

La médium calló, recostando fatigosamente su cabeza sobre el respaldo del sofá. Y Mr. Skinner, una de las ocho personas que asistían a la sesión, no pudo menos de exclamar en las tinieblas:

–¡El cono de sombra! ¡El diluvio!... ¡Disparatada superchería!

Nada pudimos replicarle, pues un estertor de la médium nos distrajo.

De su costado izquierdo desprendíase rápidamente una masa tenebrosa, asaz perceptible en la penumbra. Creció como un globo, proyectó de su seno largos tentáculos, y acabó por desprenderse a modo de una araña gigantesca. Siguió dilatándose hasta llenar el aposento, envolviéndonos como un mucílago y jadeando con un rumor de queja. No tenía forma definida en la oscuridad espesada por su presencia; pero si el horror se objetiva de algún modo, aquello era el horror.

Nadie intentaba moverse, ante el espantoso hormigueo de tentáculos de sombra que se sentía alrededor, y no sé cómo hubiera acabado eso, si la médium no implora con voz desfallecida:

–¡Luz, luz, Dios mío!

Tuve fuerzas para saltar hasta la llave de la luz eléctrica; y junto con su rayo, la masa de sombra estalló sin ruido, en una especie de suspiro enorme.

Mirámonos en silencio.

Algo como un lodo heladísimo nos cubría enteramente; y aquello habría bastado para prodigio, si al acudir a su lavabo, Skinner no realiza un hallazgo más asombroso.

En el fondo de la palangana, yacía no más grande que un ratón, pero acabada de formas y de hermosura, irradiando mortalmente su blancor, una pequeña sirena muerta.



LAS FUERZAS EXTRAÑAS: Este libro fue publicado en 1906. Tiene 12 cuentos que son:

El autor advierte al lector que "fuerzas oscuras" acechan la tranquilidad humana. La suspensión de la incredulidad que plantean estos cuentos, aducen a una física simbolista en lugar de una literatura fantástica. Puede interpretarse a partir de una perspectiva fantástica. Es posible interpretar Las fuerzas extrañas de Leopoldo Lugones aplicando la metodología simbolista propuesta por el físico alemán Heinrich Hertz y planteada filosóficamente por Ernst Cassirer. 

La fuerza omega

La lluvia de fuego

Un fenómeno inexplicable

El milagro de San Wilfrido

El escuerzo

La metamúsica

El origen del Diluvio

Los caballos de Abdera

Viola Acherontia

Yzur

La estatua de sal

El Psychon

A pesar de haber sido uno de los trabajos menos exitosos en ese momento, está considerado un libro pionero en el género de la ciencia ficción y la fantasía1​en Argentina.

Las historias giran siempre alrededor del concepto del conocimiento humano, y muchas están presentadas de forma similar: un científico que invita a un amigo o conocido a su laboratorio para que vea los resultados de sus experimentos. A veces estos terminan de forma trágica.






ARTÍCULO SOBRE "LAS FUERZAS EXTRAÑAS" DE LUGONES Por Sergio Inestrosa

https://www.cineyliteratura.cl/critica-las-fuerzas-extranas-de-leopoldo-lugones-la-ciencia-ficcion-del-dannunzio-argentino/

[Crítica] «Las fuerzas extrañas», de Leopoldo Lugones: La ciencia ficción del «D’Annunzio argentino»

PUBLICADO POR: CINE Y LITERATURA 25 DICIEMBRE, 2020

El singular escritor trasandino además de poeta, también fue un cuentista excepcional. A decir verdad solo conocía los versos de «Lunario sentimental», pero por suerte me topé con sus libros de relatos, textos creativos donde resultó un formidable cultivador de la literatura fantástica, al igual que el uruguayo Horacio Quiroga, y que su compatriota Jorge Luis Borges.

Por Sergio Inestrosa

Publicado el 25.12.2020

Leopoldo Lugones nació el 13 de junio de 1874 en Río Seco, Argentina y puso fin a su vida el 18 de febrero de 1938, en la localidad de El Tigre, ingiriendo una mezcla de cianuro y whisky. 

Borges consideró a Lugones como uno de los grandes escritores de la lengua en español, además Lugones fue uno de los máximos exponentes del modernismo y junto a José Martí y Rubén Darío conforman los llamados padres de este movimiento en Hispanoamérica. 

Entre otros reconocimientos, Lugones recibió el Premio Nacional de Literatura en 1926 y los que saben más sobre él afirman que fue uno de los impulsores de la Sociedad Argentina de Escritores. 

Lugones no solo fue poeta, también es un cuentista excepcional.

A decir verdad solo conocía su Lunario sentimental (1909), pero por suerte me topé con sus libros de relatos, Las fuerzas extrañas (1906) y Cuentos fatales (1924): fue un cultivador de la literatura fantástica, al igual que Horacio Quiroga y por supuesto Borges. 

«Las fuerzas extrañas» 

El libro Las fuerzas extrañas reúne doce relatos y en ellos están presentes temas como el ocultismo, el espiritismo, las ciencias (atracción que compartieron varios de los escritores modernistas), las referencias bíblicas, además de los motivos populares.   

Las fuerzas extrañas es un ejemplo de perfección tanto por la prosa como por los argumentos de los cuentos. Los críticos afirman que influyeron en Lugones escritores como Edgar Allan Poe, Marcel Marcel Schwob y Goethe, entre otros.

El primero de los cuentos se titula  «La fuerza Omega” que trata sobre el violento poder del sonido, que uno de tres amigos descubrió creando un aparato sencillo: «Anda por ahí a flor de tierra, solía decirme, más de una fuerza tremenda cuyo descubrimiento se aproxima. De esas fuerzas interetéreas que acaban de modificar los más sólidos conceptos de la ciencia, y que justificando las afirmaciones de la sabiduría oculta, dependen cada vez más del intelecto humano».

Y un poco más adelante afirma: “He descubierto la potencia mecánica del sonido. Y como ella es la última en la síntesis vibratoria cuyos otros componentes son el calor, la luz y la electricidad, la he llamado la fuerza Omega”.

“Una de esas mañanas encontramos a nuestro amigo, muerto, con la cabeza recostada en el respaldo de su silla. Fácil es imaginar nuestra consternación. El aparato maravilloso estaba ante él y nada anormal se notaba en el laboratorio”.

El segundo cuento se titula, “La lluvia de fuego” y trata de una lluvia de cobre que un mediodía empezó a caer desde un cielo limpio.

El protagonista es un hombre rico que al despuntar la segunda mañana y comprobar que la ciudad ha ardido y ya no queda nadie a su alrededor, baja al sótano, bebe una botella de vino y toma consigo un vino venenoso para cuando llegue la ocasión de poner fin a su vida. 

“Reanimado por el vino, examiné mi situación. Era asaz sencilla. No pudiendo huir, la muerte me esperaba; pero con el veneno aquél, la muerte me pertenecía… La soledad era absoluta”.

Sale por última vez, y mira a un hombre que se le acerca, después a unos leones desesperados por la sed y entonces vuelve a llover fuego y baja de nuevo, entra en la cisterna y toma el veneno.


El tercer cuento se titula, “Un fenómeno inexplicable”, y en el fondo se trata del tema del doble, solo que el doble de la persona, en este caso, es un mono.

El contexto es el encuentro de dos homeópatas que conversan de la ciencia que ambos dominan. En cierto momento, el hombre de casa le confiesa que mientras estaba en la India quiso desarrollar los poderes de los “yoghis” y lo logró.  Una noche, sin embargo, decidió ver su doble: “Ver qué era lo que salía de mí, siendo yo mismo, durante el sueño extático”.

Y he aquí lo interesante: “El desprendimiento se produjo con la facilidad acostumbrada. Cuando recobré la conciencia, ante mí, en un rincón del aposento, había una forma. Y esta forma era un mono… Desde entonces no se aparta de mí. Lo veo constantemente. Soy su presa”.

Y entonces el visitante le pide permiso para dibujar esa sombra: “Allí ante nuestros ojos, la raya de lápiz trazaba una frente deprimida, una nariz chata, un hocico bestial. ¡El mono! ¡La cosa maldita!”.

Una de las tantas ediciones de «Las fuerzas extrañas» (1906)


El realismo fantástico de Leopoldo Lugones

La siguiente historia se titula “El milagro de San Wilfrido”, el cuento ocurre en el mes de junio y julio de 1099 durante las Cruzadas, una noche cuatro valientes caballeros cristianos viajan a Jafa para encontrarse con refuerzos para conquistar la ciudad de Jerusalén.  

Por el camino los árabes capturan a Wilfrido que se había rezagado y lo crucifican, pero no pueden desclavar una de las manos de la cruz así que se la cortan y queda clavada al símbolo de madera.

Un día, cuando el líder árabe se preparaba para defender la ciudad se acerca a la cruz en la cual ha quedado clavada la mano de Wilfrido y esa misma mano lo tomó del cuello y lo estranguló, y ahora se exhibe en el convento franciscano de Jafa la cruz con la mano clavada.


El relato que continua se titula “El escuerzo” y es uno de los cuentos más cortos.

El narrador de la historia tiene ocho años y ha matado a un sapo “raro” y se lo lleva a la criada para que le aclare sus dudas y la mujer le dice que es un escuerzo y que si no lo queman, resucitará. En eso llega Julia que le pide a la empleada que cuente los pormenores de lo que le pasó al hijo de la finada Antonia.

Y la mucama les relata el argumento de esa breve ficción, la cual usted conocerá cuando lea este libro.


El siguiente cuento se titula, en tanto, «La metamúsica», y trata sobre la visualización de la música, sobre los colores físicos y pictóricos de las partituras sonoras.

Este relato se parece un poco en su forma y tema a «La fuerza omega» la primera historia del libro, el narrador tiene un amigo a quien no ha visto por dos meses, pues este ha estado recluido experimentando los secretos de la música: el hablante, entonces, le confiesa no entender nada de la música y que esa arte no logra despertar en él ninguna emoción.  

El día en que se encuentran, un miércoles, quedan en verse el próximo sábado, para que el melómano le muestre al insensible su descubrimiento.

El narrador va todas las noches a ver a su amigo ocultamente, pues piensa que está chiflado, pero nunca lo encuentra hasta el sábado, y al llegar lo recibe Juan y lo lleva a su cuarto y le dice: “Las notas poseen cada cual su color, no arbitrario, sino real. Alucinaciones y chifladuras nada tienen que ver con esto. Los aparatos no mienten, y mi aparato hace perceptibles los colores de la música”.

En un momento de la conversación, Juan le dice al narrador: “la música es la expresión matemática del alma”.

Y poco después, añade: “El universo es música, prosiguió animándose. Pitágoras tenía razón, y desde Timeo hasta Kepler todos los pensadores han presentido esta armonía. Eratóstenes llegó a determinar la escala celeste, los tonos y semitonos entre astro y astro. Yo creo tener algo mejor, pues habiendo dado con las notas fundamentales de la música de las esferas, reproduzco en colores geométricamente combinados, el esquema del Cosmos”.

Leopoldo Lugones


El siguiente relato se titula “El origen del diluvio” y este es uno de los cuentos más extraños y al final se revela de algún modo el narrador, quien se encuentra en una sesión de “espiritismo”.

La historia entremezcla el tema científico con la leyenda, por ejemplo se mencionan gigantes y sirenas, de suyo el cuento termina señalando: “En el fondo de la palangana, yacía no más grande que un ratón, pero acabada deformas y de hermosura, irradiando mortalmente su blancor, una pequeña sirena muerta”.


En el planeta de los simios

El siguiente cuento se titula “Los caballos de Abdera” se trata de un relato fantástico que versa sobre la pasión que había despertado en la ciudad la relación con los caballos, pero la pasión se había desbordado, hasta llegar a una “humanización” de los equinos.

Se cuenta por ejemplo, el caso de una yegua que había exigido espejos en su pesebre. Como era de esperar un día los caballos se rebelan y destruyen la ciudad: “las puertas reventadas a coces yacían por el suelo”.

Lo que salva a los humanos del ataque caballar fue la presencia de una cabeza de león, pero al final se revela que aquella bestia que hizo que los caballos huyeran era nada menos que:

—¡Hércules, es Hércules que llega!


El siguiente cuento se titula «Viola acherontia», es también un relato relativamente corto y asimismo es de corte fantástico. El texto trata como se establece en la primera línea: “Lo que deseaba aquel extraño jardinero, era crear la flor de la muerte”. Si el lector lee la historia sabrá si el jardinero lo logra o si el narrador lo detiene antes de que logre su fin. 


El siguiente cuento se titula “Yzur” y este ese el nombre del chimpancé que compró el narrador en un circo. En el cuento, el narrador empieza diciendo que:

Los naturales de Java atribuían la falta de lenguaje articulado en los monos a la abstención, no a la incapacidad. No hablan, decían, para que no los hagan trabajar”.  

Y continúa: “este postulado antropológico:  Los monos fueron hombres que por una u otra razón dejaron de hablar. El hecho produjo la atrofia de sus órganos de fonación y de los centros cerebrales del lenguaje, debilitó casi hasta suprimir la relación entre unos y otros, fijando el idioma de la especie en el grito inarticulado, y el humano primitivo descendió a ser animal.

«Claro es que si llegara a demostrarse esto quedarían explicadas desde luego todas las anomalías que hacen del mono un ser tan singular, pero esto no tendría sino una demostración posible: volver el mono al lenguaje». 

Y de eso justamente se trata el cuento, de hacer evolucionar a un mono para saltar el abismo que lo separa del lenguaje. 


La estatua de sal bíblica en el lenguaje metafórico adquiere un sentido memorable y extraordinario. La sal petrificada representa aquí el anquilosamiento, la inactividad, la parálisis. El hombre es un ser en continuo proceso de cambio que avanza hacia el futuro, a pesar de todos los pesares y de sí mismo, de manera imparable.

El siguiente cuento se titula “La estatua de sal”, este es también, un cuento corto y en él, el narrador introduce la historia del monje Sosistrato contada por un peregrino.

Ayúdeme Nuestra Señora del Carmelo y vosotros escuchad con atención. Lo que vais a oír, me lo refirió palabra por palabra el hermano Porfirio, que ahora está sepultado en una de las cuevas de San Sabas, donde acabó su santa vida a los ochenta años en la virtud y la penitencia. Dios le haya acogido en su gracia. Amén”.

El cuento es la historia de otra historia y esto lo hace interesante, más allá de lo bíblico.

No resisto la tentación de copiar estos renglones, relacionados con la mujer de Lot, por su perfección literaria:

A los ojos del solitario apareció una mujer, vieja como la eternidad, envuelta en andrajos terribles, de una lividez de ceniza, flaca y temblorosa, llena de siglos. El monje que había visto al demonio sin miedo, sintió el pavor de aquella aparición”.


El último cuento también cabe en el grupo de relatos “científicos” o de apariencia tal y se titula «El psychon» y trata de un físico (el doctor Paulin) que ha llegado a Buenos Aires y quiere materializar los pensamientos a través de un aparato que ha llamado Psychon. Por cierto, en esta historia aparece, al final, un gato.


Las fuerzas extrañas, es sin duda digno de lectura. El libro se inscribe dentro de la producción del movimiento del modernismo latinoamericano. Recuérdese que en el caso particular de Argentina, esta corriente retoma la tradición francesa al respecto.

***

Sergio Inestrosa (San Salvador, 1957) es escritor y profesor de español y de asuntos latinoamericanos en el Endicott College, Beverly, de Massachusetts, Estados Unidos, además de redactor permanente y miembro del comité editorial del Diario Cine y Literatura.


---->ARTÍCULO DEL DIARIO CLARÍN SOBRE LUGONES: 

https://www.clarin.com/cultura/dia-escritor-argentina-historia-detras-suicidio-leopoldo-lugones_0_WM1ROwItx.html

«Las fuerzas extrañas», de Leopoldo Lugones: La ciencia ficción del «D’Annunzio argentino»

Leopoldo Antonio Lugones dedicó parte de su vida a ponerles belleza a las palabras y su muerte, una drástica decisión frente al drama de amar y no poder expresarlo, tuvo un correlato con esa búsqueda poética: perpetró su suicidio con una ingestión de cianuro, veneno que ataca a los órganos que mayor irrigación sanguínea tienen, el cerebro y el corazón.

La historia detrás de la tragedia escondía que el poeta no podía pensar ni sentir por estar clandestinamente enamorado y socialmente perseguido frente a la pasión por una mujer a la que ya no podía acceder. Y por eso el 18 de febrero de 1938, a los 64 años, entendió que ya no había razones para seguir vivo.

Lugones nació el 13 de junio de 1874 y de allí que ese día quedó institucionalizado como el Día del Escritor en Argentina. Porque este cordobés de Villa María exploró no solo los intrincados caminos de la poesía, sino que desplegó su talento literario en otros géneros y se lo presenta como cuentista, ensayista, novelista, dramaturgo y hasta periodista.

De hecho, su primer libro en prosa fue La guerra gaucha, una recopilación de cuentos ambientados en la época de la Independencia y con la provincia de Salta como escenario, y que fue llevado al cine en 1941 con una película protagonizada por Enrique Muiño y Amelia Bence, dirigida por Lucas Demare y con Homero Manzi como uno de sus guionistas.

La película, considerada una de las primeras grandes obras del cine nacional, se estrenó el 20 de noviembre de 1942. Del suicidio de Lugones habían transcurrido 1736 días, aunque la estela de su decisión y las razones que la motivaron seguían presentes en una sociedad conmovida tanto por semejante pérdida cuanto por lo furtivo del secreto que entendió el escritor que ya no podía seguir guardando.


Emilia Santiago, la mujer que llevó a la muerte a Lugones.


Dominante frente al complejo ejercicio de poner en las justas palabras lo que muchas veces se piensa y siente, Lugones se vio impotente frente a la encerrona que el destino le preparó con tan solo 22 letras: Emilia Santiago Cadelago era su nombre. El gran amor de su vida, aunque no el primero.

En 1896 se casó con Juana González en Córdoba. Lugones estaba deslumbrado con quien era su esposa, compañera y amante, a la que le dedicaba sus obras y con quien se mostraba en público cada vez que un evento social lo requería. Ese matrimonio dio a luz un solo hijo, Leopoldo, al que se lo conocía como Polo.

Tabita Peralta Lugones, bisnieta del literato y autora del libro “Retratos de familia”, recordó en una nota publicada en Clarín en 2013 que “el poeta fue el marido más fiel de Buenos Aires hasta que se enamoró de una estudiante de veintipocos años cuando él ya había cumplido 52”.

Leopoldo y Juana llevaban tres décadas de matrimonio cuando, en 1926, Lugones recibió a Emilia Santiago Cadelago en su oficina de la Biblioteca Nacional de Maestros, la que presidió desde 1915 hasta su muerte. Le dijo que necesitaba un ejemplar de Lunario sentimental, su tercer libro de poemas, publicado en 1909, por entonces agotado. Ese encuentro fue la chispa que encendió un romance tan intenso como clandestino.

El testimonio de lo que vivieron Leopoldo y Emilia quedó reflejado en las cartas que la joven le entregó años más tarde a su amiga María Inés Cárdenas de Monner Sanz, quien las publicó en su libro Cuando Lugones conoció el amor: cartas y poemas inéditos a su amada. En efecto, esos manuscritos atesoraban la forma en que el escritor se reinventó como un hombre enamorado, tal como antes lo había estado de su esposa.

Quien no soportó la deshonra hacia su madre y embistió con odio y fiereza contra el romance fue Polo Lugones, un hombre que superaba a su padre en la catalogación de personajes políticamente incorrectos. El poeta libaba con las ideas fascistas, había celebrado la revolución rusa de 1915 y adhería al régimen de Benito Mussolini en Italia. Y en la Argentina participó activamente en el primer golpe militar, cuando en 1930 José Evaristo Uriburu derrocó a Hipólito Yrigoyen.


Polo Lugones, el hijo del escritor que fue personaje clave en el trágico final.

Polo, quien según su nieta Tabita “creció rodeado de mimos pero se intuía su maldad”, ya durante el gobierno de Uriburu fue condenado por violentar a los jóvenes que tenía a cargo en el Reformatorio de Olivera. Su padre intercedió ante el Gobierno para que le conmutaran la condena y fue enviado como diplomático a Europa. En su regreso, fue nombrado al frente de la policía secreta de Buenos Aires, en donde introdujo la picana eléctrica como método para torturar y sacarles información a los enemigos políticos.

En esa posición, Polo supo de la relación de Leopoldo y Emilia en 1932. Y acometió contra ambos con feroces métodos extorsivos: los vigiló día y noche, los amedrentó, los amenazó. A su propio padre le dijo que llegaría al límite de declararlo insano para encerrarlo en un manicomio. Tenía el poder del Estado de su lado y, sobre todo, el afán de vengar y salvar el honor de su madre engañada.

Emilia y su familia se mudaron a Montevideo. Y Lugones se recluyó para sólo seguir escribiendo. Así durante los seis años que pasó sin poder ver ni saber de su amada. Su última obra publicada, en 1938, fue Romances del Río Seco. En un prólogo sobre el mismo, el historiador Pacho O’Donnell recordaría que “luego llegaría el suicidio de Lugones dejando inconclusa en el medio de una palabra su biografía sobre Julio A. Roca”. Y que el poeta, “el 18 de febrero de 1938 en un concurrido recreo del Delta escribió: ‘No hay sino lodo, lodo y más lodo’. A continuación bebió el cianuro’”.

En efecto, Lugones había dejado una carta sobre la mesa de luz de su habitación de la pensión del Tigre sobre el río Paraná de las Palmas. "Que me sepulten en la tierra sin cajón y sin ningún signo ni nombre que me recuerde. Prohíbo que se dé mi nombre a ningún sitio público. Nada reprocho a nadie. El único responsable soy yo de todos mis actos", reclamó. La familia, la viuda y su hijo Polo, hizo caso omiso del deseo. Lo despidieron en una casa velatoria de Barrio Norte y fue sepultado en el cementerio de la Recoleta. Su esposa Juana lució un flamante vestido rojo en el último adiós a su compañero.

Emilia murió soltera, en mayo de 1981, en la ciudad de Buenos Aires. Esa mujer a la que Lugones le había declarado su amor con frases como "tu reino es como el de la estrella inaccesible y presente", fue inhumada junto con un gato de peluche que el poeta le había regalado.

Jorge Luis Borges, en una biografía de Leopoldo Lugones que escribió junto con Betina Edberg en 1955, definió con especial intensidad el momento del suicidio de quien fuera fundador de la Sociedad Argentina de Escritores. "Decir que ha muerto el primer escritor de nuestra República, decir que ha muerto el escritor de nuestro idioma, es decir la estricta verdad y es decir muy poco".

El amor no mata, pero sí lo hace la desesperación ante la imposibilidad de expresarlo, tal como le pasó al poeta. Una forma de entender a Leopoldo Lugones y su trágico final es a través de un verso del poema Elegía crepuscular, publicado en 1924 en el libro Romancero: “Heroísmo de amar hasta la muerte”.


Leopoldo Antonio Lugones Argüello (Villa de María del Río Seco,13 de junio de 1874-San Fernando, 18 de febrero de 1938) fue un escritor modernista y polímata argentino. Fue a la vez narrador, poeta, periodista, historiador, bibliotecario, pedagogo, docente, traductor, biógrafo, filólogo, teósofo, diplomático, político y simpatizante nacionalista.

Fue el principal exponente del modernismo argentino y su obra poética es considerada como la inauguración en lengua castellana de toda la poesía moderna,​ además del inicio de todas las experiencias y experimentos de la poética moderna en el idioma español.​ Fue el primer escritor en hacer uso del verso libre en la literatura hispánica,​ y con sus cuentos se transformó en el precursor y en uno de los pioneros de la literatura fantástica y de la ciencia ficción en Argentina, además de haber sido uno de los primeros escritores de habla hispana en producir microrrelatos.​

En Argentina, la fecha de su nacimiento es considerada el día del escritor.


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