El Dios Serapium Ruinas de Alejandría
El origen y trascendencia de las civilizaciones, en el tiempo,
es conocido como un período de confusión y de continuos reinados invasivos.
Dinastías, administraban, compartían y competían los espacios.
Antes de Cristo, cuando el enclave griego de “Alejandría” ni siquiera era un sueño,
en las costas del mar Mediterráneo de Occidente, se asentaban dos poderosas
civilizaciones: Roma y Cartago, testigos
del devenir y expansión del continente europeo Occidental, hacia su intrusión
en el ultramar asiático.
En el Cercano Oriente, en tanto, una península,
Anatolia, codiciada sistemáticamente por los Pueblos del Mar, los griegos y los
árabes, al invadirse entre sí con diferentes suertes, unía a dos mares: el Egeo
y el Negro y bañaban litorales de mundos antiguos donde se acunaron civilizaciones.
En 753 a. C. en las costas occidentales del Mediterráneo, estados poderosos dirimían sus contiendas. Uno era la Grecia Antigua: unión de clanes familiares que vivían en distintas ciudades importantes, y primer ensayo político independiente de carácter republicano en la historia que se conoce. El otro era Roma: un Imperio conformado por diferentes monarquías de países occidentales.
Entre ambos reinos, establecieron un Acuerdo de Paz y
el tiempo las convertiría en promotores de la civilización Occidental.
En 546 a. C. avanzando doscientos años, a ese mundo organizado el persa Ciro el Grande, del Imperio de Oriente y reinaba en Egipto, le declaraba la guerra, decidido a recuperar los enclaves que habían perdido en manos de los griegos en un pasado remoto. Al reconquistarlo terminaron con la armonía pactada entre los dos reinos.
El conflicto dio lugar a que en el Senado de Roma, se organizara
una rebelión que expulsaría a los reyes de la monarquía fundadora, y diferentes dinastías de los países aliados
dieran forma a un nuevo Imperio que llamarían República Romana.
En 338 a. C. doscientos años después, en la sometida provincia griega del Oriente Medio, Macedonia, el ejército de su Rey iniciaba una rebelión contra sus opresores, los persas, para recuperar lo que consideraban habían perdido. En las primeras escaramuzas ganaban las ciudades de Atenas y Tebas.
Macedonia se erigiría en una potencia griega,
independiente y una amenaza para Oriente.
En 336 a. C. Alejandro Magno, emperador griego, al frente del ejército macedonio y decidido a recuperar por completo el territorio Sirio, invadía Egipto y vencía al Rey Darío III, gobernador de las provincias del Oriente Medio.
En 336 a. C. Alejandro Magno, emperador griego, al frente del ejército macedonio y decidido a recuperar por completo el territorio Sirio, invadía Egipto y vencía al Rey Darío III, gobernador de las provincias del Oriente Medio.
Instalado en el enclave, Alejandro en un sueño
premonitorio, había vislumbrado al poblado de Rakotis, que se alzaba en una
confluencia del estuario del Nilo con el Egeo, como un extraordinario lugar
para levantar allí una ciudad al estilo griego.
Lo llevaba el afán de mezclar a la cultura griega, creencias
religiosas milenarias, el saber universal y la convivencia con razas nómades
que habían incursionado por valles y mesetas del Asia Oriental desde el fondo
de los tiempos.
Conocedor de la estratégica ubicación del enclave,
hizo construir allí un puerto de apertura a una ruta fluvial, abriendo un
importante intercambio comercial entre dos mundos, que unirían a Occidente con
el continente asiático.
Poco tiempo después, Alejandro Magno abandonó
Alejandría para seguir con su sueño de reconquistas, dejando a Ptolomeo I como
Regente del lugar, dando así comienzo a la dinastía Ptolomeica, propulsora de
una cultura que trascendió por su influencia en el mundo occidental, la
helénica.
Ptolomeo II, notable ascendiente de dicha cultura, sucedió a su padre en el trono, y con la idea de preservar el enclave, ante el interés de los reinos sometidos por recuperar espacios perdidos y para evitar que saqueadores se apropiaran de documentos y pergaminos escritos, abrió en la nueva ciudad un Museo, donde hizo resguardar importantes documentos que revelaban tratados químicos sobre nuevas ciencias, que habían abandonado los árabes al retirarse. En su interior, dispuso un amplio salón donde ordenaron las tablillas y los libros manuscritos, creando así una Biblioteca.
Museo y Biblioteca se hallaban muy cerca del Templo
dedicado al dios greco-egipcio Serapis, reverenciado como patrono de la ciudad
y ubicado en un suburbio, hoy sepultado en el agua por cataclismos; la historia
lo describe como El Bruchión.
Del inventario y la catalogación de libros y tablillas
se encargó Zenodoto de Éfeso. La leyenda
lo considera el primer bibliotecario; lo acompañaba el poeta Calícamo.
El puerto de Alejandría, pasó a ser el punto de arribo
de todo barco mercante que surcara los océanos del mundo conocido.
Los inspectores de su aduana, revisaban las cargas de
los buques que llegaban para proceder al cobro del impuesto correspondiente.
Confiscaban todos los manuscritos que traían, los llevaban a la biblioteca, los
copiaban y luego los devolvían a sus dueños. Así recopilaron noticias de todo
el mundo.
Ptolomeo II para organizar y darle trascendencia al
pueblo, le otorgó la ciudadanía alejandrina a una importante colonia de judíos
que llegaba de Judea, permitiéndoles la plena libertad de practicar su culto. La
periferia de la ciudad, era el lugar más pobre y abandonado y ocupado por los
pescadores egipcios. Pero la mayoría de la población, era de ascendencia griega.
En el Arte y la Arquitectura de la nueva ciudad, predominaba el estilo egipcio, con apenas influencias griegas; en cambio la cultura helénica, sólo se propagaba en las clases altas y en la administración.
Este crisol de diferentes razas, en una ciudad que el
tiempo la fue haciendo cosmopolita, preparaba un camino que la convertiría en
un enclave levantisco y poblado de diferentes cultos religiosos que culminarían
en profundas intolerancias.
Así surgió y se la conoce en la historia, como Alejandría, la ciudad de la Biblioteca. Raíz de culturas que promovió enfrentamientos entre pueblos, que en el acontecer histórico de sus acervos, fueron imposibles evitar.
Siempre es esclarecedor recordar las cepas de la
historia que alumbraron la humanidad que hoy conocemos.
Esperanza
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