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Paren el mundo...
«Los Diez Mandamientos, considerados útiles reglas morales para vivir en sociedad, tienen un excelente uso literario. El escritor, al contar sus historias, debería hacer que sus personajes violen constantemente estos mandamientos».
(02.02.11)
De Paren el mundo que acá me bajo, su primer libro de cuentos aparecido en 1972, a la novela Hasta que me orinen los perros, editada en España por Salto de Página en 2008, Fernando Ampuero mantiene las credenciales de escritor agudo, inquietante, por momentos descreído y dotado de un alto sentido de la observación de los detalles como herramienta literaria que lo convierten hoy en un autor latinoamericano de primera línea. Lector agradecido de autores tan dispares como Salinger, Borges, Fiztgerald, Conrad o Hammett, cinéfilo compulsivo y memorioso, y alguna vez viajero impenitente —ha vivido en las Islas Galápagos, en la selva de Brasil y en Budapest, antes de volver a afincarse en su Lima natal—, Ampuero es ante todo narrador de cuentos y novelas, aunque también poeta y autor teatral. Además, en su país es uno de los periodistas más reconocidos e influyentes, director de revistas y programas de televisión, y autor de crónicas deliciosas como aquella en la que cuenta cuando fue a entrevistar a Emilio El Indio Fernández a su mansión en México y este lo apuntó con su pistola creyendo que Ampuero le había robado su reloj. En España se pueden conseguir sus dos últimas novelas, Puta linda y la mencionada Hasta que..., ambas en Salto de Página, y también —sobre todo en librerías de viejo— sus Cuentos escogidos, publicados hace unos años por Alfaguara, la novela Caramelo verde, en Seix Barral, y la reedición para coleccionistas de Paren el mundo... que Estruendo Mudo lanzó en 2007. Para los interesados, otros libros de cuentos de Ampuero son Deliremos juntos, Malos modales, Bicho raro y Mujeres difíciles, hombres benditos. Ampuero es ya uno de los autores confirmados para el Festival Eñe que celebraremos en Lima del 13 al 16 de abril. Mientras reservas el hotel y los billetes de avión, o le das los últimos toques a tu relato antes de enviarlo al premio Cosecha Eñe 2011, no te pierdas su muy recomendable...
Decálogo del cuentista hechicero
1. Los cuentos empiezan siempre con un sobresalto, gracias a algo (o alguien) que me deslumbra repentinamente, ya sea en medio de una charla de amigos o mientras conduzco el auto, solo y en silencio. Allí, en ese trance, si logro pescar bien la idea, veo generalmente todo: el principio, la anécdota, los personajes, la tensión dramática, lo dicho y lo no dicho, y, sobre todo, el final. Yo suelo completar en mi imaginación los detalles del cuento, repensándolos por varios días, y después, tan pronto sé lo que voy a contar, busco una tarde tranquila y me pongo a escribir.
2. No soy pues de los que escriben a ciegas. Del escenario, quiero saber cómo huele cada rincón; de la anécdota, intuir los lazos invisibles; de los personajes, revelar algo más que el aspecto físico, la conducta y los pensamientos: necesito más bien calar en cada personaje, meterme debajo de su piel, observar el mundo con sus ojos.
3. Escribir exige asumir riesgos. Un buen escritor conoce sus límites e intenta desbordarlos. El peligro está en no correr riesgos.
4. No me basta escribir correctamente. Las bibliotecas del mundo están repletas de libros «bien escritos». Necesito añadir algo más. Todo escritor tiene que descubrir en qué consiste ese añadido.
5. Huyo de los lugares comunes. (Aunque decir esto sea ya un lugar común).
6. Tomo aquí prestada una máxima de Julio Ramón Ribeyro, quien alguna vez me dijo: «Escribe las historias verdaderas o de fondo biográfico de tal manera que, cuando las lean, los lectores digan: Esto es ficción. Y, asimismo, escribe las historias ficticias de tal manera que, cuando las lean, todos digan: Esto le debe haber ocurrido al autor. Ha de ser verdadero».
7. Otra regla prestada, que tomo de Joseph Conrad y en la que éste compara el trabajo literario con las faenas del hombre de mar, su oficio de juventud: «El honor de un escritor estriba en cuidar las frases como la tripulación de un barco baldea y cuida la cubierta, sin esperar mayor recompensa que el respeto silencioso de sus iguales».
8. Nunca olvido que el primer decálogo de la Historia lo escribió Moisés. Los Diez Mandamientos, considerados útiles reglas morales para vivir en sociedad, tienen un excelente uso literario. El escritor, al contar sus historias, debería hacer que sus personajes violen constantemente estos mandamientos, en conjunto o por partes. Mientras alguien robe, mate, mienta, fornique, blasfeme o desee a la mujer del prójimo tendremos un conflicto y en consecuencia una historia que contar. Por el contrario, si sus personajes se portan bien, no sucederá nada: todo será aburridísimo.
9. Adopto como míos los bríos de la princesa Sherezade, esa fascinante narradora de Las mil y una noches. Vale decir, cuido el ritmo narrativo y disemino veladamente esos anzuelos o datos escondidos que generan intriga y curiosidad por el relato. Gracias a que Sherazade fue astuta y entretenida, evitó que le cortaran la cabeza.
10. Recuerdo siempre que mi deber es emocionar al lector con una mentira que él leerá a sabiendas. Debo dar respaldo a esa confianza.
11. Los decálogos literarios no son los rieles de un tren, sino a lo sumo las nerviosas agujas de una brújula. La buena literatura es un milagro.
12. Escribo a diario. Y corrijo a diario. «Con resaca o sin resaca», tal como confesaba Hemingway acerca de este oficio de hechiceros.
http://www.revistaparaleer.com/noticia/2011/02/02/paren-el-mundo
2 comentarios:
Que buen decàlogo!
Imperdible.
Un abrazo.
¡Gracias, querido Gaucho!
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