¡BIENVENIDOS AL BLOG DEL TALLER LITERARIO DESPERTARES!

Bienvenidos al blog del TALLER LITERARIO DESPERTARES de la Biblioteca Popular "Cultura y Progreso" de Morteros, Córdoba, República Argentina.

Este blog se inicia el 14 de junio de 2011 para publicar los trabajos de los participantes del taller, que funciona en la Biblioteca Popular "Cultura y Progreso".

Ilustración de la cabecera: "El desván de la memoria" de José Manzanares, creador de sueños, artista plástico de Linares, Jaén, España.

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martes, 22 de noviembre de 2022

495. EL RUISEÑOR Y LA ROSA de Oscar Wilde (británico, 1854-1900) - DECADENTISMO (antiacadémico, antipositivista y antinaturalista)


Oscar Wilde (1854-1900)

EL RUISEÑOR Y LA ROSA

-Dijo que bailaría conmigo si le llevaba una rosa roja -se lamentaba el joven estudiante-, pero no hay una solo rosa roja en todo mi jardín.

Desde su nido de la encina, oyóle el ruiseñor. Miró por entre las hojas asombrado.

-¡No hay ni una rosa roja en todo mi jardín! -gritaba el estudiante.

Y sus bellos ojos se llenaron de llanto.

-¡Ah, de qué cosa más insignificante depende la felicidad! He leído cuanto han escrito los sabios; poseo todos los secretos de la filosofía y encuentro mi vida destrozada por carecer de una rosa roja.

-He aquí, por fin, el verdadero enamorado -dijo el ruiseñor-. Le he cantado todas las noches, aún sin conocerlo; todas las noches les cuento su historia a las estrellas, y ahora lo veo. Su cabellera es oscura como la flor del jacinto y sus labios rojos como la rosa que desea; pero la pasión lo ha puesto pálido como el marfil y el dolor ha sellado su frente.

-El príncipe da un baile mañana por la noche -murmuraba el joven estudiante-, y mi amada asistirá a la fiesta. Si le llevo una rosa roja, bailará conmigo hasta el amanecer. Si le llevo una rosa roja, la tendré en mis brazos, reclinará su cabeza sobre mi hombro y su mano estrechará la mía. Pero no hay rosas rojas en mi jardín. Por lo tanto, tendré que estar solo y no me hará ningún caso. No se fijará en mí para nada y se destrozará mi corazón.

-He aquí el verdadero enamorado -dijo el ruiseñor-. Sufre todo lo que yo canto: todo lo que es alegría para mí es pena para él. Realmente el amor es algo maravilloso: es más bello que las esmeraldas y más raro que los finos ópalos. Perlas y rubíes no pueden pagarlo porque no se halla expuesto en el mercado. No puede uno comprarlo al vendedor ni ponerlo en una balanza para adquirirlo a peso de oro.

-Los músicos estarán en su estrado -decía el joven estudiante-. Tocarán sus instrumentos de cuerda y mi adorada bailará a los sones del arpa y del violín. Bailará tan vaporosamente que su pie no tocará el suelo, y los cortesanos con sus alegres atavíos la rodearán solícitos; pero conmigo no bailará, porque no tengo rosas rojas que darle.

Y dejándose caer en el césped, se cubría la cara con las manos y lloraba.

-¿Por qué llora? -preguntó la lagartija verde, correteando cerca de él, con la cola levantada.

-Si, ¿por qué? -decía una mariposa que revoloteaba persiguiendo un rayo de sol.

-Eso digo yo, ¿por qué? -murmuró una margarita a su vecina, con una vocecilla tenue.

-Llora por una rosa roja.

-¿Por una rosa roja? ¡Qué tontería!

Y la lagartija, que era algo cínica, se echo a reír con todas sus ganas.

Pero el ruiseñor, que comprendía el secreto de la pena del estudiante, permaneció silencioso en la encina, reflexionando sobre el misterio del amor.

De pronto desplegó sus alas oscuras y emprendió el vuelo.

Pasó por el bosque como una sombra, y como una sombra atravesó el jardín.

En el centro del prado se levantaba un hermoso rosal, y al verle, voló hacia él y se posó sobre una ramita.

-Dame una rosa roja -le gritó -, y te cantaré mis canciones más dulces.

Pero el rosal meneó la cabeza.

-Mis rosas son blancas -contestó-, blancas como la espuma del mar, más blancas que la nieve de la montaña. Ve en busca del hermano mío que crece alrededor del viejo reloj de sol y quizá el te dé lo que quieres.

Entonces el ruiseñor voló al rosal que crecía entorno del viejo reloj de sol.

-Dame una rosa roja -le gritó -, y te cantaré mis canciones más dulces.

Pero el rosal meneó la cabeza.

-Mis rosas son amarillas -respondió-, tan amarillas como los cabellos de las sirenas que se sientan sobre un tronco de árbol, más amarillas que el narciso que florece en los prados antes de que llegue el segador con la hoz. Ve en busca de mi hermano, el que crece debajo de la ventana del estudiante, y quizá el te dé lo que quieres.

Entonces el ruiseñor voló al rosal que crecía debajo de la ventana del estudiante.

-Dame una rosa roja -le gritó-, y te cantaré mis canciones más dulces.

Pero el arbusto meneó la cabeza.

-Mis rosas son rojas -respondió-, tan rojas como las patas de las palomas, más rojas que los grandes abanicos de coral que el océano mece en sus abismos; pero el invierno ha helado mis venas, la escarcha ha marchitado mis botones, el huracán ha partido mis ramas, y no tendré más rosas este año.

-No necesito más que una rosa roja -gritó el ruiseñor-, una sola rosa roja. ¿No hay ningún medio para que yo la consiga?

-Hay un medio -respondió el rosal-, pero es tan terrible que no me atrevo a decírtelo.

-Dímelo -contestó el ruiseñor-. No soy miedoso.

-Si necesitas una rosa roja -dijo el rosal -, tienes que hacerla con notas de música al claro de luna y teñirla con sangre de tu propio corazón. Cantarás para mí con el pecho apoyado en mis espinas. Cantarás para mí durante toda la noche y las espinas te atravesarán el corazón: la sangre de tu vida correrá por mis venas y se convertirá en sangre mía.

-La muerte es un buen precio por una rosa roja -replicó el ruiseñor-, y todo el mundo ama la vida. Es grato posarse en el bosque verdeante y mirar al sol en su carro de oro y a la luna en su carro de perlas. Suave es el aroma de los nobles espinos. Dulces son las campanillas que se esconden en el valle y los brezos que cubren la colina. Sin embargo, el amor es mejor que la vida. ¿Y qué es el corazón de un pájaro comparado con el de un hombre?

Entonces desplegó sus alas obscuras y emprendió el vuelo. Pasó por el jardín como una sombra y como una sombra cruzó el bosque.

El joven estudiante permanecía tendido sobre el césped allí donde el ruiseñor lo dejó y las lágrimas no se habían secado aún en sus bellos ojos.

-Sé feliz -le gritó el ruiseñor-, sé feliz; tendrás tu rosa roja. La crearé con notas de música al claro de luna y la teñiré con la sangre de mi propio corazón. Lo único que te pido, en cambio, es que seas un verdadero enamorado, porque el amor es más sabio que la filosofía, aunque ésta sea sabia; más fuerte que el poder, por fuerte que éste lo sea. Sus alas son color de fuego y su cuerpo color de llama; sus labios son dulces como la miel y su hálito es como el incienso.

El estudiante levantó los ojos del césped y prestó atención; pero no pudo comprender lo que le decía el ruiseñor, pues sólo sabía las cosas que están escritas en los libros.

Pero la encina lo comprendió y se puso triste, porque amaba mucho al ruiseñor que había construido su nido en sus ramas.

-Cántame la última canción -murmuró-. ¡Me quedaré tan triste cuando te vayas!

Entonces el ruiseñor cantó para la encina, y su voz era como el agua que ríe en una fuente argentina.

Al terminar la canción, el estudiante se levantó, sacando al mismo tiempo su cuaderno de notas y su lápiz.

“El ruiseñor -se decía paseándose por la alameda-, el ruiseñor posee una belleza innegable, ¿pero siente? Me temo que no. Después de todo, es como muchos artistas: puro estilo, exento de sinceridad. No se sacrifica por los demás. No piensa más que en la música y en el arte; como todo el mundo sabe, es egoísta. Ciertamente, no puede negarse que su garganta tiene notas bellísimas. ¿Que lástima que todo eso no tenga sentido alguno, que no persiga ningún fin práctico!”

Y volviendo a su habitación, se acostó sobre su jergoncillo y se puso a pensar en su adorada.

Al poco rato se quedo dormido.

Y cuando la luna brillaba en los cielos, el ruiseñor voló al rosal y colocó su pecho contra las espinas.

Y toda la noche cantó con el pecho apoyado sobre las espinas, y la fría luna de cristal se detuvo y estuvo escuchando toda la noche.

Cantó durante toda la noche, y las espinas penetraron cada vez más en su pecho, y la sangre de su vida fluía de su pecho.

Al principio cantó el nacimiento del amor en el corazón de un joven y de una muchacha, y sobre la rama más alta del rosal floreció una rosa maravillosa, pétalo tras pétalo, canción tras canción.

Primero era pálida como la bruma que flota sobre el río, pálida como los pies de la mañana y argentada como las alas de la aurora.

La rosa que florecía sobre la rama más alta del rosal parecía la sombra de una rosa en un espejo de plata, la sombra de la rosa en un lago.

Pero el rosal gritó al ruiseñor que se apretase más contra las espinas.

-Apriétate más, ruiseñorcito -le decía-, o llegará el día antes de que la rosa esté terminada.

Entonces el ruiseñor se apretó más contra las espinas y su canto fluyó más sonoro, porque cantaba el nacimiento de la pasión en el alma de un hombre y de una virgen.

Y un delicado rubor apareció sobre los pétalos de la rosa, lo mismo que enrojece la cara de un enamorado que besa los labios de su prometida.

Pero las espinas no habían llegado aún al corazón del ruiseñor; por eso el corazón de la rosa seguía blanco: porque sólo la sangre de un ruiseñor puede colorear el corazón de una rosa.

Y el rosal gritó al ruiseñor que se apretase más contra las espinas.

-Apriétate más, ruiseñorcito -le decía-, o llegará el día antes de que la rosa esté terminada.

Entonces el ruiseñor se apretó aún más contra las espinas, y las espinas tocaron su corazón y él sintió en su interior un cruel tormento de dolor.


Cuanto más acerbo era su dolor, más impetuoso salía su canto, porque cantaba el amor sublimado por la muerte, el amor que no termina en la tumba.

Y la rosa maravillosa enrojeció como las rosas de Bengala. Purpúreo era el color de los pétalos y purpúreo como un rubí era su corazón.

Pero la voz del ruiseñor desfalleció. Sus breves alas empezaron a batir y una nube se extendió sobre sus ojos.

Su canto se fue debilitando cada vez más. Sintió que algo se le ahogaba en la garganta.

Entonces su canto tuvo un último destello. La blanca luna le oyó y olvidándose de la aurora se detuvo en el cielo.

La rosa roja le oyó; tembló toda ella de arrobamiento y abrió sus pétalos al aire frío del alba.

El eco le condujo hacia su caverna purpúrea de las colinas, despertando de sus sueños a los rebaños dormidos.

El canto flotó entre los cañaverales del río, que llevaron su mensaje al mar.

-Mira, mira -gritó el rosal-, ya está terminada la rosa.

Pero el ruiseñor no respondió; yacía muerto sobre las altas hierbas, con el corazón traspasado de espinas.

A medio día el estudiante abrió su ventana y miró hacia afuera.

-¡Qué extraña buena suerte! -exclamó-. ¡He aquí una rosa roja! No he visto rosa semejante en toda vida. Es tan bella que estoy seguro de que debe tener en latín un nombre muy enrevesado.

E inclinándose, la cogió.

Inmediatamente se puso el sombrero y corrió a casa del profesor, llevando en su mano la rosa.

La hija del profesor estaba sentada a la puerta. Devanaba seda azul sobre un carrete, con un perrito echado a sus pies.

-Dijiste que bailarías conmigo si te traía una rosa roja -le dijo el estudiante-. He aquí la rosa más roja del mundo. Esta noche la prenderás cerca de tu corazón, y cuando bailemos juntos, ella te dirá cuanto te quiero.

Pero la joven frunció las cejas.

-Temo que esta rosa no armonice bien con mi vestido -respondió-. Además, el sobrino del chambelán me ha enviado varias joyas de verdad, y ya se sabe que las joyas cuestan más que las flores.

-¡Oh, qué ingrata eres! -dijo el estudiante lleno de cólera.

Y tiró la rosa al arroyo.

Un pesado carro la aplastó.

-¡Ingrato! -dijo la joven-. Te diré que te portas como un grosero; y después de todo, ¿qué eres? Un simple estudiante. ¡Bah! No creo que puedas tener nunca hebillas de plata en los zapatos como las del sobrino del chambelán.

Y levantándose de su silla, se metió en su casa.

“¡Qué tontería es el amor! -se decía el estudiante a su regreso-. No es ni la mitad de útil que la lógica, porque no puede probar nada; habla siempre de cosas que no sucederán y hace creer a la gente cosas que no son ciertas. Realmente, no es nada práctico, y como en nuestra época todo estriba en ser práctico, voy a volver a la filosofía y al estudio de la metafísica.”

Y dicho esto, el estudiante, una vez en su habitación, abrió un gran libro polvoriento y se puso a leer.



“The Nightingale and the Rose”,

The Happy Prince and Other Tales, 1888




 TRAMA

Un ruiseñor oye los lamentos de un estudiante causados por la negativa de la hija de su profesor de bailar con él a menos que le traiga una rosa roja. El ruiseñor visita todos los rosales del jardín, y uno de ellos le dice que hay una manera de producir una rosa roja, pero solo si el ruiseñor está dispuesto a cantar su canción más dulce durante toda la noche y sacrificar su vida para crearla. Viendo las lágrimas del estudiante, el ruiseñor lleva a cabo el ritual, y clava su corazón a una espina para que su sangre pueda dar color a la rosa. A la mañana siguiente, el estudiante está contento, pues tiene la rosa roja, pero la hija del profesor le rechaza de nuevo debido a que otro hombre la ha obsequiado con joyas «y ya se sabe que las joyas cuestan más que las flores», le dice. El estudiante lanza con ira la rosa a la calle, vuelve a sus estudios, y decide no creer en el amor verdadero nunca más.


PUBLICACIÓN

"El ruiseñor y la rosa" fue publicado por primera vez en 1888 en la colección "El príncipe feliz y otros cuentos", que reúne cinco cuentos de Oscar Wilde. Fue escrito dos años después de haber nacido el último hijo del autor.





El ruiseñor y la rosa (título original: The Nightingale and the Rose) es un cuento de hadas escrito por el poeta, escritor y dramaturgo británico-irlandés Oscar Wilde. Fue publicado por primera vez en El príncipe feliz y otros cuentos junto a otros cuatro cuentos del autor en 1888.

Si bien, es una historia para niños, trata temas filosóficos y emocionales que están más allá de la comprensión de los niños. También está enriquecido con un significado profundo. Además está lleno de comentarios indirectos sobre la vida, personificaciones, símiles y simbolismo.

Además, en esta historia, Oscar Wilde plantea las cuestiones más comunes del materialismo y el idealismo presentes en la sociedad convencional en la que vivía.

 La rosa y el ruiseñor posee una connotación melancólica y de frustración, pues a pesar del gran sacrificio del ruiseñor, el objetivo final no se logró por la avaricia y soberbia de la amada. De igual forma el ruiseñor es un símbolo de esperanza, del verdadero amor, y la rosa de nuestros problemas y conflictos que muchas veces dejamos que sean el centro de nuestra vida matando así a nuestros ruiseñores


CUESTIONARIO
*¿Estás de acuerdo en que el ruiseñor simboliza la bondad, la virtud y el sacrificio, mientras que la rosa representa el amor verdadero y el arte verdadero? ¿Poe qué?

*¿Cuáles son los temas de "El ruiseñor y la rosa" de Oscar Wilde?

*Si tuvieras que elegir una palabra para describir a cada personaje ¿Cuál sería?

*En la historia ¿Qué simbolizan las rosas rojas?

*El ruiseñor sacrificó su vida por el amor verdadero e ideal, pero ¿vale la pena? ¿Por qué?





BIOGRAFÍA DE OSCAR WILDE (1854-1900)

(Dublín, 1854 - París, 1900) Escritor británico. Hijo del cirujano William Wills-Wilde y de la escritora Joana Elgee, Oscar Wilde tuvo una infancia tranquila y sin sobresaltos. Estudió en la Portora Royal School de Euniskillen, en el Trinity College de Dublín y, posteriormente, en el Magdalen College de Oxford, centro en el que permaneció entre 1874 y 1878 y en el cual recibió el Premio Newdigate de poesía, que gozaba de gran prestigio en la época. La lectura de autores como John Ruskin y Walter Pater conformó por esos años su ideario estético.

Oscar Wilde combinó sus estudios universitarios con viajes (en 1877 visitó Italia y Grecia), al tiempo que publicaba en varios periódicos y revistas sus primeros poemas, que fueron reunidos en 1881 en Poemas. Al año siguiente emprendió un viaje a Estados Unidos, donde ofreció una serie de conferencias sobre su teoría acerca de la filosofía estética, que defendía la idea del «arte por el arte» y en la cual sentaba las bases de lo que posteriormente dio en llamarse dandismo.

A su vuelta, Oscar Wilde hizo lo propio en universidades y centros culturales británicos, donde fue excepcionalmente bien recibido. También lo fue en Francia, país que visitó en 1883 y en el cual entabló amistad con Verlaine y otros escritores de la época. En 1884 contrajo matrimonio con Constance Lloyd, que le dio dos hijos, que rechazarían el apellido paterno tras los acontecimientos de 1895.

Entre 1887 y 1889 editó una revista femenina, Woman's World, y en 1888 publicó un libro de cuentos, El príncipe feliz, cuya buena acogida motivó la publicación, en 1891, de varias de sus obras, entre ellas El crimen de lord Arthur Saville. El éxito de Wilde se basaba en el ingenio punzante y epigramático* que derrochaba en sus obras, dedicadas casi siempre a fustigar las hipocresías de sus contemporáneos. También se reeditó en libro una narración publicada anteriormente en forma de fascículos, El retrato de Dorian Gray, la única novela de Wilde, cuya autoría le reportó feroces críticas desde sectores puritanos y conservadores debido a su tergiversación del tema de Fausto.

           *epigramático, ca Del lat. tardío epigrammatĭcus. 1. adj. Perteneciente o relativo al epigrama.
           2. adj. Que contiene un epigrama o participa de su índole o propiedades. 3. adj. Que compone o             emplea epigramas. U. t. c. s.
           epigrama Del lat. epigramma, y este del gr. ἐπίγραμμα epígramma. 1. m. Frase breve e                           ingeniosa, frecuentemente satírica. 2. m. T. lit. Composición poética breve en que, 
           con precisión y agudeza, se expresa un motivo por lo común festivo o satírico. 
           Era u. t. c. f. 3. m. T. lit. En la Antigüedad griega y latina, inscripción de carácter generalmente               funerario y dedicatorio.

No disminuyó, sin embargo, su popularidad como dramaturgo, que se acrecentó con obras como Salomé (1891), escrita en francés, o La importancia de llamarse Ernesto (1895), obras de diálogos vivos y cargados de ironía; la primera de ellas fue estrenada por la célebre actriz Sarah Bernhardt en 1894. Su éxito, sin embargo, se vio truncado en 1895, cuando el marqués de Queenberry inició una campaña de difamación en periódicos y revistas acusándolo de homosexual. Wilde, por su parte, intentó defenderse con un proceso difamatorio contra Queenberry, aunque sin resultados, pues las pruebas presentadas por el marqués daban evidencia de hechos que podían ser juzgados a la luz de la Criminal Amendement Act.


El 27 de mayo de 1895, Oscar Wilde fue condenado a dos años de prisión y trabajos forzados. Las numerosas presiones y peticiones de clemencia efectuadas desde sectores progresistas y desde varios de los más importantes círculos literarios europeos no fueron escuchadas, y el escritor se vio obligado a cumplir por entero la pena. Enviado a Wandsworth y Reading, donde redactó la posteriormente aclamada Balada de la cárcel de Reading, la sentencia supuso la pérdida de todo aquello que había conseguido durante sus años de gloria.

Recobrada la libertad, cambió de nombre y apellido (adoptó los de Sebastian Melmoth) y emigró a París, donde permaneció hasta su muerte. Sus últimos años de vida se caracterizaron por la fragilidad económica, los quebrantos de salud, los problemas derivados de su afición a la bebida y un acercamiento de última hora al catolicismo. Solo póstumamente sus obras volvieron a representarse y a editarse. En 1906, Richard Strauss puso música a su drama Salomé, y con el paso de los años se tradujo a varias lenguas la práctica totalidad de su producción literaria.




El trágico final de Oscar Wilde y otras cosas que quizás no sabías de 

uno de los autores más célebres de la historia

El día en el que Oscar Wilde salió de la cárcel hace 125 años no había multitudes esperándolo, a pesar de que hasta apenas dos años antes era la persona más famosa de Londres, la capital británica.

No solo era un célebre poeta, dramaturgo y novelista, sino que en la primavera de 1895 había sido protagonista de un espectáculo de tres actos que cautivó a Reino Unido y gran parte del mundo literario.

El escenario había sido el Old Bailey, el tribunal central de Inglaterra y Gales, donde apareció primero como acusador y luego dos veces como acusado, hasta que lo condenaron a dos años de trabajos forzados por ser homosexual.

Era la máxima sentencia para el delito de "flagrante indecencia", pero para el juez, un castigo "totalmente inadecuado" dada la gravedad de su "crimen".

El crimen, por supuesto, fue haberlo condenado, como confirmó el gobierno de Reino Unido 120 años después, cuando lo indultó póstumamente, con la 'Ley Turing' de 2017 (llamada así por el descifrador de códigos británico de la Segunda Guerra Mundial Alan Turing), que exoneró a más de 50.000 hombres sentenciados por homosexualidad.


                                                                        Oscar Wilde

DECADENTISMO

El decadentismo es una corriente artística, filosófica y, principalmente, literaria que tuvo su origen en Francia en las dos últimas décadas del siglo XIX y se desarrolló por casi toda Europa y algunos países de América. ​La denominación de decadentismo surgió como un término despectivo e irónico empleado por la crítica académica, sin embargo, la definición fue adoptada por aquellos a quienes iba destinada.

Denominación

La humillación que supuso para Francia la Guerra franco-prusiana en 1870 dejó la impresión permanente en la nueva generación de que una época había terminado; la estética dominante entonces, el naturalismo, ofrecía además una visión de la vida sumamente desagradable, feísta y antiestética. Según Louis Marquèze-Pouey, fue Maurice Barrès el primero que aplicó y oficializó la denominación de décadents a un grupo literario en 1884, que él identificó con precisión por sus iniciadores. À rebours / A la contra (1884) de Huysmans fue sin duda el aldabonazo del movimiento. Pero el término era despectivo, y solo se generalizó con la polémica que provocó una parodia en forma de pastiche de su estética, temas, estilos y aún de las biografías de sus desmayados autores (neurópatas, morfinómanos, amorales, pesimistas, extranjerizantes o peor: germanófilos y wagnerianos), Les déliquescences. Poèmes décadents d'Adoré Floupette, avec sa vie para Marius Tapora. Byzance: chez Lion Vanné éditeur, 1885; en realidad, fue menos burlescamente impreso en los talleres de la revista Lutèce y sus autores, que inventaron a Floupette y a su amigo del alma y biógrafo Tapora, "farmacéutico de segunda clase", eran los periodistas de esta publicación, Henri Beauclair y Gabriel Vicaire.5​

Estética

Una de las mejores expresiones de este movimiento la refleja el verso de Paul Verlaine: "Yo soy el imperio final de la decadencia". Precisamente Verlaine estuvo durante algún tiempo a la cabeza del movimiento, especialmente después de la publicación de Los poetas malditos (1884).1​

El decadentismo fue la antítesis del movimiento poético de los parnasianos y de su doctrina, inspirada en el ideal clásico del arte por el arte, a pesar de que Verlaine, uno de los máximos exponentes del decadentismo, había sido en sus orígenes parnasiano. La fórmula pictórica y escultórica de los parnasianos (ut pictura poesis, según la norma de Horacio), se sustituye en el decadentismo por el ideal de una poesía que tiende a la cualidad de la música, que solo es forma (Walter Pater) y valora la libertad de expresión hasta el punto de mostrarse indiferente en su valoración a las cuestiones morales. El esteticismo intelectual de Pater (1839-1894), escéptico y enemigo de toda afiliación y compromiso, se considera partidario anticipado de la "disponibilidad" al modo de André Gide, y juega con las ideas como si fueran perlas de cristal sin creer jamás en ellas:

Se nos ha concedido un cierto intervalo de tiempo, terminado el cual abandonaremos esta morada terrena. Algunos seres humanos sienten transcurrir este intervalo en la indiferencia, otros entregados a grandes pasiones y los más sabios al arte y las canciones.
El decadentismo arremete contra la moral y las costumbres burguesas, pretende la evasión de la realidad cotidiana, exalta el heroísmo individual y desdichado y explora las regiones más extremas de la sensibilidad y del inconsciente.

El esteticismo se acompañó, en general, de un exotismo e interés por países lejanos, especialmente los orientales, que ejercieron gran fascinación en autores como el francés Pierre Louÿs, en su novela Afrodita (1896) y en sus poemas Las canciones de Bilitis (1894). Así como en los también franceses Pierre Loti y, acompañado de dandismo, en Jules Barbey d'Aurevilly, o en el inglés Richard Francis Burton, explorador y traductor de una polémica versión de Las mil y una noches.

Pero la máxima expresión del decadentismo lo constituye la novela À rebours (A contrapelo), escrita en 1884 por el francés Joris-Karl Huysmans, quien es considerado uno de los escritores más rebeldes y significativos del fin de siglo. La novela narra el estilo de vida exquisito del duque Jean Floressas des Esseintes, que se encierra en una casa de provincias para satisfacer el propósito de sustituir la realidad por el sueño de la realidad. Este personaje se convirtió en un modelo ejemplar de los decadentes, de tal manera que se consideran descendientes directos de Des Esseintes, entre otros, personajes como "Dorian Gray", de Oscar Wilde, y "Andrea Sperelli", de Gabriele D'Annunzio. À rebours fue definida por el poeta inglés Arthur Symons como el breviario del decadentismo.

La decadencia, por otro lado, es una acumulación de signos o descripciones sensibles cuyo significado no está oculto, como en el simbolismo: es fundamentalmente artificioso. Fue Oscar Wilde quien quizás lo formuló más claramente en La decadencia de la mentira con la sugerencia de tres doctrinas sobre el arte:

"El arte nunca expresa nada más que a sí mismo".
"Todo mal arte proviene de volver a la Vida y la Naturaleza, y elevarlos a ideales".
"La vida imita al arte mucho más de lo que el arte imita a la vida"
Después de lo cual, sugirió una conclusión bastante en contraste con la búsqueda de Moréas de la verdad oculta: "Mentir, decir cosas hermosas y falsas, es el objetivo correcto del Arte".

El decadentismo en Europa
Esteticismo

Ya se ha mencionado el precedente de los poetas malditos franceses (Isidore Ducasse, más conocido como Lautréamont; y Charles Baudelaire y Paul Verlaine, especialmente), y a los que siguieron Pierre Louÿs, Pierre Loti, Jules Barbey d'Aurevilly y Joris-Karl Huysmans; Les Complaintes de Jules Laforgue, Légende d'âmes et de sangs, primer libro de René Ghil; Anatole Baju, fundador en abril de 1886 de la revista Le Décadent Littéraire et Artistique, que duró con diversos avatares hasta 1889. Brujas la muerta de Georges Rodenbach; la primera etapa de Jean Moréas; los italianos Gabriele D'Annunzio y, en cierta manera, Giovanni Pascoli, para quien todo lo moderno y urbano es una degeneración de lo puro y primitivo; en Gran Bretaña, las figuras de Oscar Wilde, especialmente en su novela El retrato de Dorian Gray (1891) y sus relatos cortos, su maestro Walter Pater, que publicó una novela sagrada para su generación, Mario el epicúreo (1885); George Moore, también discípulo de Pater; el poeta, crítico y ensayista Algernon Charles Swinburne; Arthur Symons, autor del poemario El ángel rubio, Ernest Dowson y Lionel Johnson.

                                                                     Charles Baudelaire

El decadentismo en España y en Hispanoamérica
España e Hispanoamérica también se dejaron influir por esta actitud estético-literaria, y toda la poesía de fin de siglo responde a los ideales artísticos del arte por el arte. Así puede considerarse el modernismo del nicaragüense Rubén Darío y del mexicano José Juan Tablada. En España son figuras características el primer Ramón María del Valle-Inclán, Isaac Muñoz, Emilio Carrere, Álvaro Retana, Melchor Almagro y Antonio de Hoyos y Vinent. El decadentismo artístico fue mucho más persistente en América: Julián del Casal, Efrén Rebolledo, Amado Nervo, Leopoldo Lugones, Mariano Azuela, César Vallejo, Horacio Quiroga y otros muchos llenaron muchos años de la vida literaria latinoamericana y en ellos la nota francesa nunca estuvo ausente.

Fin del decadentismo e influencia posterior

Hacia 1890, la revista el Mercure de France se manifestó a favor del simbolismo. A partir de entonces, la trayectoria del Decadentismo, entendido como movimiento, se puede considerar terminada. Anteriormente, en septiembre de 1866, un artículo publicado por Jean Moréas en Le Figaro, habló por primera vez de simbolismo, refiriéndose al bosque de los símbolos del poema "Correspondances" de Baudelaire.

Las teorías del simbolismo aparecieron publicadas en la revista Le symboliste, mientras que los decadentes continuaron usando a Le décadent como vehículo para difundir sus teorías. Se perfiló así la divergencia entre decadentes, complacientes experimentadores en el campo de los sentidos y del lenguaje, y simbolistas, que buscan los valores absolutos de la palabra y aspiran a expresar una armonía universal del mundo.


El decadentismo como punto de encuentro

Más tarde, algunos críticos ampliaron el significado del término decadente como opuesto a los convencionalismos. De esta manera, el decadentismo sería, en sus orígenes, antiacadémico en pintura, antipositivista en filosofía, antinaturalista en literatura. Así, tendencias, escuelas y orientaciones, con frecuencia diversas y lejanas, acabaron por confluir y hallarse comprendidas bajo la misma etiqueta.

Genéricamente se definen como decadentes aquellas formas de arte que superan o alteran la realidad en la evocación, en la analogía, en la evasión, en el símbolo. La lista de los nombres puede incluir a Rainer Maria Rilke, Constantino Cavafis, Paul Valéry, Marcel Proust, Franz Kafka, James Joyce, Oscar Wilde, Thomas Stearns Eliot, o movimientos de vanguardia, como el surrealismo, el imaginismo ruso, el cubismo, o el realismo crítico de Thomas Mann.



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