Leer para escribir – Paul Auster - La subversión de lo autobiográfico
Paul Benjamin Auster (Newark, Nueva Jersey; 3 de febrero de 1947) es un escritor, guionista y director de cine estadounidense. Sus textos han sido traducidos a más de cuarenta lenguas. Fue nombrado Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia en 1992 y recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2006.
Su obra destaca por contener absurdismo, existencialismo, literatura policíaca y la búsqueda de un significado y de una identidad personal.
“Todos mis libros son difíciles de escribir. Escribo de manera lenta y dolorosa. De hecho, no parto de una estructura; es el libro el que me encuentra a mí. Es más, si entendiera exactamente lo que escribo, no escribiría. Y cuando termino uno de mis libros me siento triste, lamento haber perdido a mis personajes.”
Paul Auster
La investigación constante es el elemento productor de la escritura de Auster. En ella se repiten temas como la búsqueda del padre, la soledad, la deriva existencial y la reflexión sobre la creación literaria. En varias de sus novelas, Auster utiliza elementos de novela negra, pero sólo como punto de partida.
1. La ruptura de lo convencional
Como dice uno de sus críticos, Mark Ford: “La originalidad de Auster es resultado de una magistral utilización de las técnicas de la literatura de vanguardia europea aplicadas a la mitología americana. Auster es, rara avis, un escritor experimental que provoca una lectura compulsiva”.
Ya en sus primeras obras, la Trilogía de Nueva York, podemos detectar transgresiones. Son tres novelas que tienen como escenario a Nueva York y que, como género, son novelas de misterio. Sin embargo, ni una cosa ni la otra responden a las convenciones. Nueva York es miserable y marginal, y la novela de misterio es una historia de intriga en la que detective y escritor son coincidentes.
El planteamiento de La ciudad de cristal, la primera novela de la trilogía, incluye a un personaje típico de Auster, el vagabundo, que dice lo siguiente:
“Vine a Nueva York porque es el sitio más deplorable que pueda existir, el más abyecto. El desastre está en todas partes, el desorden es absoluto. No tiene más que abrir los ojos para verlo. Gente destrozada, casas destrozadas, ideas destrozadas. La ciudad entera es un montón de basura”.
De lo que acaba hablando el escritor-detective es de El Quijote, cuyo autor, Cervantes, también transgredió un género, el de la novela de caballerías.
2 Un universo propio
Todos los libros de Auster están presididos por el afán de conocimiento, por la búsqueda espiritual. En este sentido, todos forman parte de un mismo universo; hasta tal punto, que Auster retoma personajes en varias novelas: protagonistas en una, meros accesorios en otra. Por ejemplo, Anna Blume, personaje principal de El país de las últimas cosas, aparece en El palacio de la luna como la novia ausente de Zimmer.
También determinadas obsesiones y temas reaparecen con frecuencia, conformando un mismo paisaje existencial que se va enriqueciendo libro a libro.
3 No calificar sino destacar
La narración de Auster avanza en espiral; cada tanto, se retoman los datos principales y se agregan unos pocos detalles, espesando la trama y empleando escasos adjetivos calificativos.
A menudo, las frases escuetas aparentan decir lo imprescindible, pero los datos son tan esenciales que sugieren mucho más.
Ejemplo
“Éstas son las últimas cosas –escribía ella-. Desaparecen una a una y no vuelven nunca más”.
El país de las últimas cosas
Ejemplo
“Nadie puede cruzar la frontera que le separa de otro, por la sencilla razón que nadie puede lograr acceso a sí mismo.”
La habitación cerrada
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