Fronteras con el indígena en Mar Chiquita y distribución de los fuertes. Línea continua: 1858-1865, línea punteada: 1865-1869 (Punzi 1997).
El mapa es de este sitio:
https://www.promarmarchiquita.com.ar/documentos/archivos/capitulo_historia_problamiento_humano.pdf
Son de aquellos candorosos días de mi
niñez, las emociones que acuden fuertes al arcón de mis memorias.
Un amplio patio la rodeaba. Al sur,
un monte de paraísos y un importante ombú le cortaban las furias de los vientos
que antecedían a las tormentas. Y del lado norte extendía su sombra protectora,
un imponente muro de eucaliptus.
Ese era mi hogar. En Colonia
Tacurales.
__ Un lugar con historia__ siempre
decía papá.
Un campo que heredara de Andrés, su
padre, que lo recibiera de Francisco, su abuelo. Y que compartía con los
hermanos.
En la época de levantar los granos
llegaban los tíos para colaborar con las trillas. El patio era un hervidero de
gente y rondas de tareas. Los veíamos alinear caballos que uncían a las
máquinas. Y luego partir, para cumplir con la labor del día.
Cuando llegaba la noche y el momento
del descanso los convocaba a la cena, con mis hermanos asistíamos asombrados a
las conversaciones que solían tener.
Anécdotas. Apariciones. Chismes.
Todos eran temas para comentario, que a nosotros los niños, nos descubrían
mundos nuevos, llenos de magia que nos llevaban a senderos de misterios.
Mucho de lo que hoy rememoro viene de
esos días. Pero lo que más me impactó fue cuando una noche abordaron el tema de
la historia del lugar, que papá mencionaba a menudo y por la que yo nunca había
indagado.
Y hablaban de indios y de soldados.
De un Fuerte y de un boliche que había existido en el linde sur del campo donde
estábamos, aledaño al camino en diagonal, que entonces demarcaba una frontera.
Lo que recordaban venía del siglo
pasado, tal vez allá por el año 1870, en la época de los primeros inmigrantes
que llegaron al lugar. Cuando los soldados de cuatro Fuertes patrullaban la
línea de frontera y brindaban protección.
Historias que se habían trasmitido de
boca en boca y perpetuado en la memoria de los lugareños.
Esa noche, el boliche de “Doña Rosa”
fue el tema elegido por papá y los tíos. Por los comentarios que hacían,
dedujimos que conocían el lugar donde había estado emplazado. No tuve entonces la
precaución de registrarlo en mi memoria y hoy, no hay quién
pueda indicarme el lugar exacto.
El boliche de “Doña Rosa” había sido
un parador necesario. Allí se realizaba el trueque de provisiones para la
subsistencia de los soldados del Fuerte. Los indios, en paz con los blancos,
también se acercaban al lugar para comerciar.
El comentario de esa noche, era que
en cierto lugar del campo, con el arado levantaban restos de ladrillos, lo que
hacía verosímil la existencia del boliche. El tío Hipólito contó también, que
había encontrado allí una planchita maciza de hierro, de las que antes se
usaban para planchar la ropa. Tampoco recuerdo el final de esa planchita.
En nuestras cabecitas, todo lo que
oíamos era extraordinario. Imaginábamos a los indios rondando por el campo y a
partidas de soldados recorriendo ese camino en diagonal.
Pero la charla familiar de esa noche,
a nosotros los niños, nos llevó a la cama impresionados, al enterarnos de las
razones que habían motivado la desaparición del boliche. Todo había sido por
una pelea entre indios y parroquianos, que había terminado con un muerto.
Y para concluir, dijeron que el
Ejército Argentino, por lo acontecido, había enviado a una partida de soldados
con la orden de arrasar con todo y borrar el boliche del lugar.
Orden que cumplieron eficientemente.
Papá y los tíos decían que por los
restos que hallaban en el campo, ese parador no estaba muy lejos del Fortín
“Los Tacurales”.
Hoy un mangrullo recuerda el lugar de
los probables emplazamientos
Esperanza
Chiapero
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