Escritoras que usaron seudónimo masculino
¿Qué lleva a una escritora a encubrir su condición femenina usando nombre masculino o denominaciones ambiguas? Cada una de las mujeres que han recurrido durante la historia a estos ardides ha tenido sus propias razones que, en general, tienen que ver con que creyeron que esa era la mejor -en ocasiones la única- manera de lograr la consideración, el respeto, la credibilidad y las oportunidades de las que solo gozaban los hombres: si vestías de hombre, las puertas se abrían y conseguías un trato y reconocimiento entre iguales; si firmabas como hombre, nadie despreciaría tu obra como una extravagancia pretenciosa o un desarreglo “histérico”.
Ejemplos hay muchos, por desgracia. Aquí vamos a desgranar solo algunos de ellos por contrastados.
"Fernán Caballero" era Cecilia Bohl de Faber
• Fernán Caballero (1796-1877) es en realidad un pueblo español de la comunidad de Castilla La Mancha, provincia de Ciudad Real. Y fue el nombre que escogió, casi por azar, Cecilia Böhl de Faber para publicar sus obras: según sus propias palabras, “mejor castizos calzones de Fernán que modestas faldas de Cecilia”. Cuando su marido le sugirió que escogiera un seudónimo si tal repugnancia tenía a ver con su verdadero nombre en letras de molde, esto fue lo que sucedió:
"En este apuro, cogí unos periódicos que había sobre la mesa para buscar un nombre cualquiera que pudiese evitar al mío propio el salir a la vergüenza pública, y encontré la relación de un asesinato cometido en un pueblecillo de la Mancha llamado Fernán Caballero (...)"
Gustóme este nombre, por su sabor antiguo y caballeresco, y sin titubear un momento lo envié a Madrid, trocando para el público mis modestas faldas de Cecilia por los castizos calzones de Fernán Caballero.
La Böhl de Faber pensaba que “la pluma, como la espada, se hizo para la fuerte mano del hombre”, y estaba de acuerdo con Zorrilla cuando decía que las “mujeres escritoras le cargaban”: “en eso soy completamente de su opinión, empezando por mí, por lo cual tomé un nombre masculino”.
La Cecilia mujer quiso crear el personaje masculino Fernán para dotarse de autoridad así que no es de extrañar su decepción cuando se descubrió su verdadera identidad poco tiempo después de comenzar a publicar:
…estoy muy llena de pena. Esta publicidad da un solemne mentís a toda mi demás vida, principios y máximas que han sido el que una mujer vale tanto más cuanto menos ruido mete y menos en boca se toma.
Sorprendente afirmación para una mujer que pretendió formar parte de la renovación de la novela, aunque, como se ve, en contradicción con sus convicciones personales respecto al papel de la mujer y a ciertas aspiraciones de notoriedad impropias de su condición.
"George Sand" era Amantine Aurore Dupin
• George Sand (1804-1876) nació en París como Amantine Aurore Dupin. Apostaríamos, sin temor a equivocarnos (no demasiado, al menos) a que nuestros lectores difícilmente podrán enumerar alguna de sus numerosas obras, aunque, quizá, sí recuerden su relación con Chopin y la estancia de ambos en la isla de Mallorca en la Cartuja de Valldemosa, donde todavía es posible visitar el “domicilio familiar”.
La elección del alias de inequívocas referencia y sonoridad británicas bien podría responder, como dice Luis Antonio de Villena, a su “romántico propósito juvenil de esta mujer era ser una Byron femenina, una dandy (dandy era un término de uso exclusivamente masculino) y alguien, en suma, que quiso -contra los prejuicios de la época, contra la vetustez de las normas- edificar su propia vida. Ser ella. Nada lésbico hay en George Sand; si usó un nombre masculinizante y en su juventud se puso chistera y levita, es porque quiso significar y visualizar que sólo poniéndose en el sitio del hombre -ocupando su puesto- la mujer alcanzaría la culminación de sus derechos y posibilidades, se autorrealizaría. George Sand fue una adelantada, aunque terminó viviendo en el campo y siendo conocida, lejos ya de sus amoríos, como “la bonne dame de Nohant”.
Para Fiodor Dostoievski ocupaba “el primer lugar en las filas de los nuevos escritores”
Currer, Ellis y Acton Bell eran Charlotte, Emily y Anna Brontë
"Currer, Ellis y Acton Bell" eran, en realidad, Charlotte, Emily y Anna Brontë
• Detrás de los nombres de los tres hermanos Currer, Ellis y Acton Bell se ocultaban en realidad Charlotte (1816-1855), Emily (1818-1848) y Anna (1820-1849) Brontë. Los seudónimos, al menos, mantienen la inicial de sus verdaderos nombres. Las tres hermanas demostraron desde pequeñas una vocación literaria innegable, como demuestran sus primeras creaciones juveniles y privadas aunque buen documentadas (junto a su hermano Branwell): Glass Town, Gondal y Angria. Estos primeros ejercicios creativos, que nada tienen que envidiar a los modernos juegos de rol, son los cimientos sobre los que se sustenta el talento literario de las hermanas Brontë, apoyado por sus abundantes y variadas lecturas que incluyen novela, poesía, prensa o la tan de moda literatura gótica. Todas estas influencias aparecerán en sus obras posteriores.
En 1847 comienza la publicación de las primeras obras en prosa de las hermanas. No sin dificultades, Charlotte publica Jane Eyre; Emily, Cumbres borrascosas; y Anna, Agnes Grey. Y las tres lo hacen bajo sus seudónimos Bell. El recibimiento de las obras fue desigual: solo Jane Eyre, tuvo un éxito instantáneo, lo que llevó a Charlotte a romper su anonimato. Emily falleció al año siguiente -el mismo que su hermano Brandwell- sin tener tiempo de escribir nada más; y Anna un año después, tras publicar, todavía como Acton Bell, La inquilina de Wilfred Hall, que fue una de las primeras obras en tratar temas tan actuales como la violencia de género. Charlotte fue la más longeva de la familia y publicó tres novelas más, una de ellas, póstuma.
"George Eliot" era Mary Ann Evans
"George Eliot" era Mary Ann Evans
• George Eliot (1819-1880) era en realidad Mary Ann Evans y fue una mujer independiente y poco sujeta a los convencionalismos de la época victoriana. Toda su vida fue dueña de sus decisiones y de su destino.
Para distanciarse de la obra de las novelistas femeninas de su época (género al que no le tenía mucho aprecio) llegó a publicar en el Westminster Review en 1856, de forma anónima, eso sí, un ensayo titulado Silly novels by Lady Novelists (algo así como “Novelas tontas de mujeres novelistas”).
En él, Eliot critica la mayoría de las novelas escritas por y para mujeres, tildándolas de estúpidas y alejadas de la realidad.
Sus argumentos: que estas “novelas tontas” en realidad perjudicaban enormemente la causa de la educación de las mujeres porque retrataban a protagonistas femeninas muy educadas pero autosatisfechas, aburridas y sumisas cuya máxima aspiración era un buen matrimonio y vida familiar; y que las autoras, muy leídas y cultas con seguridad, eran en realidad malas escritoras porque confundían "vaguedad por profundidad, exaltación por elocuencia y afectación por originalidad".
Eliot concluye que aquellos que lean este tipo de novelas llegarán a la conclusión de las mujeres no se benefician en absoluto de la educación.
Aunque también se aseguró de “librar de la quema” a algunas escritoras a las que calificó de geniales: Elizabeth Gaskell, Charlotte Brontë (Currer Bell) y Harriet Martineau.
Seguramente es en esta baja consideración de la novela donde podemos encontrar la explicación de que usara un pseudónimo masculino. Sin embargo, eso no impidió que sea considerada una de las mejores novelistas en lengua inglesa y, acaso, de toda la literatura. Atentos al dato: su primera novela, Adam Bede (1859), fue muy bien recibida pero cuando un año después se supo que en realidad era obra de una mujer, un periódico de crítica literaria cambió su primera opinión elogiosa por otra claramente negativa.
Según Virginia Wolf, su novela Middlemarch era “uno de los pocos libros ingleses escritos para adultos”.
Detrás de "Gregorio Martínez Sierra" estaba María de la O Lejárraga
• Detrás del éxito literario de Gregorio Martínez Sierra se encontraba en realidad el talento de su mujer, María de la O Lejárraga (1874-1974). No se trata de que María publicara con seudónimo, sino que las obras que publicaba su marido las escribía realmente ella. Y lo hizo en cumplimiento del juramento que se hizo a sí misma ante el fracaso y desprecio familiar de su primera obra: “nunca volveréis a ver mi nombre en la cubierta de un libro…”. Y cumplió su promesa. En lo sucesivo ocultará su autoría detrás del nombre o apellidos de Gregorio incluso después de la muerte de este. De todas formas, se aseguró de guardar cuidadosamente toda la correspondencia con Gregorio, en la que no solo se pone de manifiesto la realidad de la autoría sino la estrecha relación afectiva que siguieron manteniendo toda su vida a pesar de su temprana separación. En una de esas cartas, el propio Gregorio dejó por escrito:
"Declaro para todos los efectos legales que todas mis obras están escritas en colaboración con mi mujer Doña María de la O Lejárraga y Garcia. Y para que conste, firmo esta en Madrid, a 14 de abril de 1930".
A partir de la desaparición de Gregorio comenzó a firmar las obras con su nombre, a pesar de haber prometido no hacerlo, aunque usó siempre el apellido de casada.
… mantuve la promesa hasta la muerte de Gregorio. Ahora firmo mis libros, porque si no los firmo, no cobro; y si no cobro, no como.
"Isak Dinesen" era Karen Bixen
"Isak Dinesen" era Karen Bixen
• Isak Dinesen (1885-1962) era Karen Bixen, más exactamente Karen Christence Blixen-Finecke. Dinesen era su apellido de nacimiento y el que utilizó como nombre artístico. En este caso estamos seguros (bastante seguros al menos) de que han visto-leído-oído hablar de Memorias de África. A ese referente nos remitimos pues se trata de una obra autobiográfica.
De nuevo, la elección del seudónimo masculino esconde el temor de que su obra no fuese objetivamente valorada por el hecho de ser mujer. Pero no nos podemos resistir a recomendar una de sus obras: El festín de Babette; simplemente deliciosa, en el doble sentido: si han leído la novela o visto la película entenderán el porqué la calificamos así.
"J.K. Rowling" y "Robert Gilbraith" Son Joanne Rowling
"J.K. Rowling" y "Robert Gilbraith" Son Joanne Rowling
• Más reciente y conocido es el caso de J.K. Rowling (1965-); Joanne (la K al parecer es en homenaje a la abuela paterna Kathleen) se ve que decidió seguir el consejo de su editor de ocultar su verdadero nombre bajo unas siglas para no espantar a los lectores masculinos, según lo explicó Rowling durante una entrevista:
"Mis editores, los que publicaron Harry Potter, me dijeron: 'Pensamos que este es un libro que atraerá a muchos niños y niñas. ¿Podríamos usar tus iniciales en vez de Joanne?` "
Esto sucedía a finales del siglo XX.
Cuando en 2012, terminada ya la saga de Harry Potter, publicó su primera novela para adultos, recurrió al pseudónimo masculino, esta vez Robert Galbraith, para tratar de eludir la fama previa. Como era de prever, la verdadera autoría no tardó en ser descubierta. Y volvió a usarlo en su siguiente novela, esta vez de género policiaco.
Coincidimos con Santiago Posteguillo en que el mérito de J.K. Rowling reside, fundamentalmente, en haber conseguido enganchar a la lectura a toda una generación de lectores jóvenes (y no tan jóvenes), que le han perdido el miedo al número de páginas de un libro.
Y para los vagos irredentos, también hay adaptaciones cinematográficas muy dignas.
Publicado 6th March 2020 por DesEquiLIBROS
http://desequilibros.blogspot.com/2020/03/escritoras-que-usaron-pseudonimo-masculino.html
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