En la ciudad galáctica Trantor, capital del asteroide Kalliope 22, el
guardián galáctico Yok, vive junto a su nueva esposa Elka y sus dos pequeños
hijos Hank y Greika. Desde hace un tiempo Elka, mujer sensual y muy hot, le
reprocha a Yok su falta de interés y atención hacia ella. Yok, luego de cumplir
con sus obligaciones de trabajo, reparte el poco tiempo que le queda entre
Elka y sus niños. Elka, mujer fogosa,
pretende disfrutar todo el tiempo de eróticos placeres, exigiéndole que satisfaga sus requerimientos y deje a los
niños, caso contrario ella lo abandonará para ir en busca de otro hombre. Una
noche le da el ultimátum: — ¡Ellos o yo!—Yok, en llamas, toma la decisión de
abandonar a los niños e inmediatamente, en su cubículo matrimonial,
comienzan a elaborar un plan. Tan
concentrados estaban que, no se percataron que el difusor de sonido ambiental
estaba en modo activado. Hank se había
despertado con mucha sed y en ese
momento estaba en la sala criogénica de alimentos, aspirando jugo gasificado y
escuchó todo el plan.
Sin amedrentarse, al
instante comenzó a pensar cómo salir de
esa situación. Supuso que no le permitirían llevar ningún artefacto de
comunicación intergaláctico, por lo que se dirigió a la sala de comunicaciones
y buscó una nano gota de comunicación y posicionamiento intergaláctico, la
ocultó introduciéndola en su pequeño ombligo.
A primera hora del día Yok y Elka
despertaron a los niños explicándoles que habían organizado una
excursión para buscar Iridio, al asteroide
Elpis 59. Partieron en el super transbordador, y luego de recorrer tres
parsec de distancia se posaron en el asteroide. Seguidamente organizaron las
tareas, Hank y Greika se encargarían de
limpiar una pequeña caverna calcárea y buscar coque por los alrededores para
tener lumbre y calor. Yok y Elka partieron en el transbordador en modo móvil
terrestre en busca del iridio, prometiendo regresar al final de la jornada. Los
niños obedecieron y realizaron las tareas encomendadas. Quedaron muy sucios por
el polvo de coque, entonces, al no tener la ducha de limpieza en seco con aire
exfoliante y aromatizante, decidieron tomar un baño en las cálidas aguas
termales del lugar. Muy cansados, tomaron sus cubitos de vegetales energéticos
e inmediatamente se durmieron.
Al despertar Hank comprobó lo que ya suponía, el
transbordador con sus padres había desaparecido. Greika comenzó a llorar, Hank
la consoló diciéndole que el había tomado sus recaudos, hurgó en su ombligo
extrayendo la nano gota, —¡Oh! Horror!—
No tuvo en cuenta, que al tomar el baño termal el agua lo destruiría. — ¿Qué
haremos? El nano comunicador, nos proveería planos y todo lo necesario para construir un
transbordador y regresar!— Greika llorando a mocos tendidos, replicó: —¿Y
ahora, quién podrá ayudarnos?—¡Moriremos!— ¡No desesperes! — Caminaremos, algo aparecerá. —
Anduvieron
varios días, un amanecer, ya desfalleciendo, divisaron unas brillantes antenas que emergían entre una
formación rocosa. Sigilosamente se acercaron hasta dar con un enorme portal. —
¡Greika estamos salvados!— Alguien vive
aquí!— Enseguida llamaron, nadie
les respondió. Esperaron un rato y
entraron. Era una gran caverna con todo lo necesario y de última
generación. Hank no cabía en sí de la alegría — ¡Mira Greika, podremos volver a
casa!— De pronto una puerta neumática se abrió y, apareció un enorme robot
androide, al ver a los niños con su robótica voz les preguntó: — ¿Quién sois?
Qué hacéis aquí? ¿Cómo llegasteis?— Los niños, conocedores de las 3 leyes de la robótica, sabían que los androides no pueden atacar, ni
dañar a los seres humanos, sólo están para servirlos y protegerlos.
Contaron su desventura al androide, y este enseguida los alimentó y
atendió en todas sus necesidades. Seguidamente los niños preguntaron por el
humano que era su dueño, el androide que se llamaba Beeep, les contó que su
dueño era un investigador galáctico, que había salido en un recorrido y aun no
había vuelto. Hank le preguntó de quien se trata, Beeep les dijo que su dueño es el almirante Monti.
El niño se entristeció de repente, porque él sabía por su padre, que el
almirante Monti había perecido en una colisión
cerca de La Estrella de la Muerte. Así se lo comunicó a Beeep. Este se puso a las órdenes de los niños, ya
que su dueño no volvería.
Organizaron la partida y en unas horas
estuvieron en Kalliope 22. Se presentaron en su hogar, Rak
los recibió, su aspecto era terrible, andrajoso destruido moralmente por la
culpa de su accionar, desde que volvieron, nunca pudo cumplirle a Elka, la
culpa lo inhibía. Ella lo abandonó, yéndose en busca de otro hombre. Al verlos revivió, los abrazó pidió perdón. Y
desde entonces viven felices los tres. — ¡Ah! y con Beeep también!
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