NAVEGANDO LAS REDES DEL RECUERDO
En La
Paquita, mi pequeño pueblo, éramos una gran familia, vivíamos y compartíamos.
Las
noticias nos llegaban a través de la radio, la “Vacarri” a batería, y Don Juan, el diariero que venía de Santa Fe
todas las semanas, en tren o coche motor, trayendo los diarios y revistas.
Las
noticias locales corrían a través de
diversas redes: los repartidores de leche, soda, pescado, y el
médico, que iban de casa en casa.
Las
mamás, amas de casa, comentaban en sus
mandados, y por las tardes entre mates,
tejidos y costuras cotillaban reunidas entre vecinas.
Los
varones reunidos en el Club, entre partidas de bochas y cartas, se ponían al
día con las novedades.
Las
abuelas, tempraneras, barrían por horas las veredas, vigilando y cronometrando
las salidas y llegadas de los jóvenes.
Todo
era “en vivo y directo” y compartido. La cigüeña traía un bebé,
todos íbamos a conocerlo y celebrar el
nacimiento. Alguien partía de este mundo, y nos reuníamos con la familia por
nueve días, para acompañar y rezar.
Lo
mejor eran las celebraciones: bodas y cumpleaños. Se esperaban con ansias y
emoción, como la gran familia que éramos todos nos sentíamos un poco parte.
Las
familias pudientes invitaban a casi
todos, las que no podían, festejaban participando a toda la comunidad, solo para la ceremonia
religiosa, la cena solo para los
familiares y muy íntimos. Llegado el día, muy emperifollado íbamos todos a la iglesia.
La fiesta siempre era en el único salón del
pueblo, el bar de “Las Michis”, donde entre manjares, música y baile, los
invitados compartían la felicidad de los
novios. Y desde afuera, navegando las
ventanas, los demás también celebrábamos.
Siento
que éramos muy felices, entre esas redes, frente a frente, mirándonos,
sintiéndonos, compartiendo todo,
alegrías, tristezas, discusiones, enojos,
siempre en compañía, nunca solos.
Hoy puedo tener el mundo a mi alcance con solo
apretar un botón, activando una pantalla y navegar por Internet; pero todo eso en soledad, con la vista baja,
y sin hablar.
Amo la tecnología, pero más amo y añoro las
humanas redes de mi niñez.
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