camino en la penumbra del olvidado paisaje.
Sobre el aire las hojas caen
como suave música del alma.
En eñ cielo un rayo de luz
ilumina cada momento en el que vivo.
El olor de los pinos
me hace sentir el susurro de las aves.
Corro por un sendero
en medio de fieras salvajes
que rugen despavoridos por la amenaza,
de los Árabes.
Me escondo entre el forraje
sopla el viento y las plantas
danzan a su compás.
Me topo con un gorila
que con su grito, ahuyenta a los malvados
pero todo queda en el recuerdo
de lo que sentimos y que fue sólo nuestro.
Ahora es el revolotear de la naturaleza
que está en el corazón.
Natalia Julieta Mandrile
Morteros, 16/05/2013
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