En la espesura de la floresta dos niños Pedro y Antonio decidieron ir a conocerla.
Mientras caminaron sintieron olor a pinos, a perfume de flores silvestres, al susurro del viento sobre su piel.
Hasta que de pronto los árboles se empezaron a mover y aparecieron unos duendes que los invitaron a descubrir su castillo mágico en el que los objetos vuelan por la casa, nadie trabaja pero con sus poderes inventan deliciosos manjares.
Los pequeños se deleitan con el agradable sabor de los frutos del bosque, pero no todo se encuentra en paz ya que las gigantescas plantas los persiguen.
Entonces los duendes usan su poderosa fuerza y se libran de ellas con la magia de los sentidos audiovisuales les arrojan aguas de ojos que las ahogan y su amistad con los chicos se convierte en rayos de luz que brillan por su ternura.
Por la noche comparten una fiesta y viven siempre felices.
Natalia Julieta Mandrile
Morteros, 13/10/2013
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