Yo, Jacinta Manilla, caminé por los campos como si fueran los corredores de la casa y me encontré con un abismo. Al acercarme, vi que era un espejismo y una voz misteriosa me dijo: —Aléjate de aquí o te hechizo. Corrí muy lejos y el fantasma me perseguía. Temblé de miedo, pero de pronto, de la sombra salió un indio con su flecha y arco. Su nombre era Machaco. Con sus flechazos lo hizo caer, se esparció la ceniza por doquier y salimos expulsados por su fuerza sobrenatural. Después, desembocamos en un manantial de ilusión.
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