Páginas

domingo, 25 de noviembre de 2018

346. NAVEGANDO LAS REDES DEL RECUERDO


NAVEGANDO LAS REDES DEL RECUERDO
En La Paquita, mi pequeño pueblo, éramos una gran familia, vivíamos y compartíamos.
Las noticias nos llegaban a través de la radio, la “Vacarri” a batería,  y Don Juan, el diariero que venía de Santa Fe todas las semanas, en tren o coche motor, trayendo los diarios y revistas.
Las noticias locales corrían  a través de diversas redes: los repartidores de leche, soda, pescado, y  el  médico, que iban de casa en casa.
Las mamás, amas de casa, comentaban  en sus mandados, y  por las tardes entre mates, tejidos y costuras cotillaban reunidas entre vecinas.
Los varones reunidos en el Club, entre partidas de bochas y cartas, se ponían al día con las novedades.
Las abuelas, tempraneras, barrían por horas las veredas, vigilando y cronometrando las salidas y llegadas de los jóvenes.
Todo era “en vivo y  directo”  y compartido. La cigüeña traía un bebé, todos  íbamos a conocerlo y celebrar el nacimiento. Alguien partía de este mundo, y nos reuníamos con la familia por nueve días, para acompañar y rezar.
Lo mejor eran las celebraciones: bodas y cumpleaños. Se esperaban con ansias y emoción, como la gran familia que éramos todos nos sentíamos un poco parte.
Las familias pudientes invitaban  a casi todos, las que no podían, festejaban participando  a toda la comunidad, solo para la ceremonia religiosa, la cena solo para  los familiares y muy íntimos. Llegado el día, muy emperifollado  íbamos todos a la iglesia.
 La fiesta siempre era en el único salón del pueblo, el bar de “Las Michis”, donde entre manjares, música y baile, los invitados  compartían la felicidad de los novios.  Y desde afuera, navegando las ventanas, los demás también celebrábamos.
Siento que éramos muy felices, entre esas redes, frente a frente, mirándonos, sintiéndonos, compartiendo  todo, alegrías, tristezas, discusiones, enojos,  siempre en compañía, nunca solos. 
Hoy  puedo tener el mundo a mi alcance con solo apretar un botón, activando una pantalla y navegar por Internet;  pero todo eso en soledad, con la vista baja, y sin hablar.
Amo  la tecnología, pero más amo y añoro las humanas redes de mi niñez.


No hay comentarios:

Publicar un comentario