EL COLAPSO DE LAS ABEJAS
“Si la abeja desapareciera de la superficie del globo, al
hombre sólo le quedarían cuatro años de vida: sin abejas, no hay polinización,
ni hierba, ni animales, ni hombres”. Esta frase fue enunciada por Albert
Einstein hace más de seis décadas y desde los primeros años de este siglo esta
afirmación visionaria, comenzó a convertirse en una realidad, despertando la
alarma de científicos y apicultores en todo el planeta.
Desde el año 1976 al 2006, se observó en todo el planeta
una dramática reducción de la población de abejas salvajes y una disminución
gradual en las colmenas mantenidas por los apicultores.
Se han planteado diversas hipótesis explicativas, pero
ninguna ha sido completamente satisfactoria. Muchas autoridades científicas que
estudian el fenómeno atribuyen el problema a factores vivos, tales como los
ácaros Varroa (parásito externo de algunas especies de abejas) y algunas
enfermedades transmitidas a los insectos. Otras causas se relacionan con el
cambio en el medio ambiente como una mala nutrición de las abejas o el uso
indiscriminado de pesticidas. Algunas especulaciones culpan a la radiación de
teléfonos celulares o a cultivos que han sido modificados genéticamente para
ser resistentes a plagas, ambas hipótesis no poseen respaldos científicos
sólidos que las avalen. El panorama no está muy claro, por ello se ha llegado a
declarar que no necesariamente es una causa en particular, sino que el fenómeno
es multifactorial.
El colapso de las abejas se ha dado en los países grandes
productores de miel, en porcentajes que oscilan entre un 35% y 80%, dependiendo
de las zonas donde están ubicadas. Argentina, considerada el “surtidor mundial”
de miel, sufrió una baja de más del 27%, cifra que se acrecentó muchísimo en
los dos últimos años, debido a inundaciones en provincias grandes productoras
como La Pampa, Buenos Aires y Entre Ríos.
Con la desaparición de las abejas no sólo se tiene
repercusiones en la producción de miel, sino que se plantea un complejo
escenario en el desarrollo agrícola y particularmente en la actividad
frutícola, hortícola y de producción de semillas, que se sustentan en buena
medida en la actividad polinizadora de las abejas.
El rol polinizador de las abejas contribuye directamente
a la preservación de especies vegetales silvestres, flora nativa, que es el
pilar de la biodiversidad vegetal. Con la ausencia de abejas, desaparecería la
polinización –indispensable para el ciclo reproductivo de las plantas- y eso,
inevitablemente, llevaría a la extinción de muchas especies vegetales,
alterándose la cadena alimenticia, llevando así a la muerte algunas especies
animales y, posteriormente, a una alteración irreversible de los ecosistemas.
Para poder hallar una solución a la masiva desaparición
de las abejas, se debe establecer con certeza las causas del fenómeno, y así
dar el paso de generar una solución razonable y efectiva. La caída abismal de
la población de abejas en el mundo, es un hecho, y ahora más que nunca las
palabras con que comienza este artículo hacen eco en las mentes de los
científicos que, aunque no se reconocen partidarios de un escenario tan funesto
como el propuesto por Einstein, saben que la intervención del hombre en la Tierra
ha desencadenado procesos que, hasta el momento permanecen como irreversibles.
Hoy, el tiempo corre en contra para nosotros y las abejas continúan
desapareciendo.
¡Genial, Griselda! 🤗
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