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sábado, 15 de julio de 2017

304. ARENAS MOVEDIZAS

                           


En absoluto imaginé que un día, terminaría atrapado en la encrucijada de los sentimientos. Hallarme en esta situación ¡Nunca!
Mi vida transcurrió en un hogar donde la premisa era el orden y el respeto a las normas morales de convivencia. Considero haber salido airoso de los avatares a los que me enfrentó la vida.
En la infancia lidié con dos hermanos, por quienes siento un cariño inquebrantable. Yo era el menor de los tres vástagos.
Pero, de la adolescencia guardo en la memoria la frustración del primer amor, que caló muy hondo.
Yo amaba a Lisette ¡y cuánto! Era el éxtasis de la vida cuando ella me miraba y sonreía.
Compartíamos con amigos juegos y bailes. Ella era bonita y lo sabía. Pero en el grupo, ¡también estaba Franco! buen mozo y adinerado.
Sin embargo… Lisette estaba conmigo.
La acompañé a festejos. A danzantes que dejaban buenos dividendos para el viaje de estudio y por fin, llegó el último año del secundario, que fue una gloria.
Pero, imprevistamente, todo cambió en la universidad y a través de Franco descubrí la garra de la infelicidad que estruja el sentimiento. Dicen que son inentendibles las razones del corazón. Sufrí como un condenado y con el tiempo superé el trance. Me enamoré de otra mujer con quien me casé y me dio hijos. La quiero y la respeto.
Lisette y Franco se habían ido del entorno y de mi vida. 
Pero Lisette… hoy ha vuelto a caminar por las calles de mi ciudad, divorciada y solitaria. Hermosa como siempre y mi corazón se acelera cuando la veo pasar. 
Y vuelve a sonreírme… y me estremezco de placer y tiemblo.
Hermosa Lisette: mi vida estaba ordenada… ¿qué hago con las arenas movedizas que reptan ahora bajo mi piel?...

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