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sábado, 20 de diciembre de 2014
221. EPANADIPLOSIS Y ANADIPLOSIS, recursos literarios
La epanadiplosis es una figura retórica que consiste en repetir, al final de una oración, la palabra misma palabra con la que había comenzado, a fin de obtener un efecto expresivo.
Son ejemplos de epanadiplosis en la literatura hispanoamericana:
Verde que te quiero verde. (Federico García Lorca)
última amarra, cruje en ti mi ansiedad última. (Pablo Neruda)
Silencio de la noche, doloroso silencio (Rubén Darío)
Fuerte es la Parca, pero tú más fuerte;
no se debió a su golpe tu caída… Gabriel Bocángel.
Iguales somos en la esencia, iguales… Juan Meléndez Valdés, “La caída de Luzbel”.
¡Hurra, cosacos del desierto, hurra! José de Espronceda
El dueño de las tórtolas, el dueño… Rubén Darío.
¿Cómo era, Dios mío, cómo era? J. R. Jiménez
Verde que te quiero verde… Federico García Lorca.
Fuera menos penado si no fuera
nardo tu tez para mi vista, nardo,
cardo tu piel para mi tacto, cardo,
tuera tu voz para mi oído, tuera… Miguel Hernández.
Última amarra, cruje en ti mi ansiedad última. Pablo Neruda.
Se emplea en la prosa también; Francisco de Quevedo en su Vida de Marco Bruto lo combina con sus habituales paradojas:
Solamente los hechiceros de la ambición pudieron confeccionar corona que quitase corona, honra que atosigase la honra, vida que envenenase la vida, adoración que produjese el desprecio, aplauso que granjease odio.
La palabra proviene del griego επαναδιπλωσις, y tenía en esa lengua el mismo significado, a partir de otro anterior, de 'duplicación, reiteración'. Era equivalente a epanalepsis επαναληψσις, también recogida en castellano.
El vocablo griego, que nos llegó a través de los romanos, provenía del verbo anadiploun αναδιπλωυν 'doblar, plegar', a partir del adjetivo diplous διπλωυν 'doble'.
Anadiploun dio lugar también al nombre de otra figura retórica, la anadiplosis, que consiste en repetir la última parte de un grupo sintáctico de un verso, al comienzo del siguiente:
Oye, no temas, y a mi ninfa dile,
dile que me muero.
Esteban Villegas (s. XVII).
Mal te perdonarán a ti las horas;
las horas que limando están los días,
los días que royendo están los años.
Luis de Góngora, siglo XVII.
Oye, no temas, y a mi ninfa dile,
dile que muero. Esteban Manuel de Villegas
Abre, que viene el aire
de tu palabra… ¡Abre!
Abre, Amor, que ya entra… ¡Ay! Miguel Hernández.
Mi sien, florido balcón
de mis edades tempranas,
negra está, y mi corazón,
y mi corazón con canas. Miguel Hernández.
Yo escucho cantos
de viejas cadencias
que los niños cantan
cuando en corro juegan (...)
y dicen tristezas,
tristezas de amores
de antiguas leyendas. Antonio Machado.
Nadie ama solamente un corazón:
un corazón no sirve sin un cuerpo. J. M.ª Fonollosa, Ciudad del hombre, New York.
En el caso que solo se repita el final de la palabra se llama eco encadenado:
El Soberano Gaspar
par es de la bella Elvira
vira de amor más derecha,
hecha de sus armas mismas. Sor Juana Inés de la Cruz.
http://elcastellano.org
http://retorica.librodenotas.com/Recursos-estilisticos-sintacticos/epanadiplosis
http://retorica.librodenotas.com/Recursos-estilisticos-sintacticos/anadiplosis
miércoles, 17 de diciembre de 2014
220. DIARIOS DE ADÁN Y EVA de Mark Twain (1835-1910)
EL DIARIO DE ADÁN Y EVA de Mark Twain
Un relato en el que Mark Twain pone de manifiesto sus
hilarantes y poco ortodoxas opiniones sobre la religión.
«Me gusta una buena historia bien contada. Por esta
razón, a veces me veo obligado a contarlas yo mismo». Con estas palabras Mark
Twain, según Hemingway el padre indiscutible de la literatura estadounidense,
defendía sus cuentos, hábilmente tramados, de inventiva inagotable y personajes
inolvidables. El diario de Adán y Eva (1893-1905), una divertidísima y por
tanto poco ortodoxa reconstrucción de la vida en el Jardín del Edén, es una
excelente muestra. Este relato forma parte de la antología Cuentos selectos.
PARTE I: EXTRACTOS DEL DIARIO DE ADÁN
Lunes
Esta nueva criatura del pelo largo empieza a ser un poco
pesada. No hace más que seguirme y hacerse la encontradiza. No me gusta. No
estoy acostumbrado a tener compañía. Preferiría que se quedase con los demás
animales… Hoy está nublado, sopla viento de poniente, creo que tendremos
lluvia… ¿Tendremos? ¿Por qué he dicho eso? Ahora caigo: la nueva criatura
siempre habla así.
Martes
He estado inspeccionando la gran cascada. Es de las cosas
más bonitas de la finca, o eso opino yo. La nueva criatura la llama «cataratas
del Niágara», no estoy muy seguro de por qué. Dice que se parece a las
cataratas del Niágara. Pero eso no es una razón, sino una idiotez absurda. No
me deja poner nombre a nada. La nueva criatura le pone nombre a todo lo que
encuentra antes de que yo pueda decir nada. Y siempre pone la misma excusa: que
se parece a algo. Ahí está, por ejemplo, el dodo. Ella sostiene que, nada más
verlo, uno se da cuenta de que «parece un dodo». Seguro que se queda con ese
nombre. Estoy harto de preocuparme por eso, y además no sirve de nada. ¡Un
dodo! No parece más un dodo de lo que pueda parecerlo yo.
Miércoles
Me he construido un refugio para la lluvia, pero no hay
manera de estar tranquilo. La nueva criatura siempre acaba entrometiéndose.
Cuando traté de echarla, vertió agua por los agujeros que utiliza para mirar,
se los secó con la parte trasera de las patas e hizo un ruido como algunos de
los otros animales cuando se asustan. Ojalá no hablase tanto; se pasa el día
hablando. Parece que trato de criticar a la pobre criatura, de vilipendiarla,
pero no es esa mi intención. Nunca había oído una voz humana, y cualquier
sonido nuevo y extraño que interrumpa el solemne susurro de estas soledades me
molesta e irrita. Y ese nuevo sonido está tan cerca, justo junto a mi hombro,
en el oído, primero en uno y luego en el otro, y yo estoy acostumbrado a
sonidos más o menos lejanos.
PARTE II: DIARIO DE EVA (Traducido del original)
Domingo de la semana siguiente
Me he pasado la semana siguiéndolo y tratando de que nos
conozcamos. He tenido que llevar todo el peso de la conversación porque es muy
tímido, pero no me importa. Parecía contento de tenerme cerca y empleé mucho la
segunda persona del plural, porque parecía gustarle que lo incluyera también a
él.
Miércoles
Nos llevamos muy bien y cada vez nos vamos conociendo
más. Ya no trata de evitarme, lo que parece buena señal y demuestra que le
agrada tenerme cerca. Eso me gusta y trato de ayudarle en todo lo que puedo,
para que me coja más aprecio. Estos últimos dos días le he librado de la
preocupación de tener que poner nombre a las cosas; para él ha sido un gran
alivio, pues no se le da muy bien, y es evidente que está muy agradecido. No se
le ocurre ni un solo nombre racional, pero yo procuro darle a entender que no
me he dado cuenta de ese defecto. Siempre que aparece una nueva criatura, le
pongo nombre antes de que tenga tiempo de avergonzarse por su silencio. De ese
modo le he ahorrado muchos malos ratos. Yo no comparto su defecto. En cuanto le
echo la vista encima a un animal, sé lo que es. No tengo que pensarlo ni un
momento: se me ocurre su nombre en el acto, como por inspiración, y sin duda
debe de serlo, pues un momento antes no tenía ni idea. Es como si supiera de
qué animal se trata por la forma y el modo en que se comporta.
Cuando apareció el dodo, él pensó que era un gato
montés…, lo vi en sus ojos. Pero le ahorré la vergüenza. Y tuve mucho cuidado
de decirlo sin herir su orgullo. Hablé con sorpresa y naturalidad, sin asomo de
pedantería, y dije: «¡Vaya, si tenemos aquí un dodo!», y le expliqué, sin que
pareciera que se lo estaba explicando, por qué sabía que se trataba de un dodo,
y, aunque me pareció que estaba un poco picado de que yo conociera un animal
que él desconocía, era evidente que me miraba con admiración. Fue muy
agradable, y lo he recordado varias veces antes de dormir. ¡Qué cosas tan
nimias bastan para alegrarnos cuando sentimos que nos lo merecemos!
Jueves
Mi primera desilusión. Ayer se pasó el día dándome
esquinazo y era como si no quisiera que le hablase. Yo apenas podía creerlo y
pensé que se trataba de algún malentendido, pues me encanta estar con él y
oírle hablar, y no entendía que él pudiera ser tan desagradable si nunca le he
hecho nada malo. Pero al final resultó ser cierto, así que me marché y me senté
sola en el mismo sitio donde lo vi la mañana en que nos hicieron, cuando aún no
sabía lo que era él y lo veía con indiferencia; ahora se había convertido en un
lugar triste, todo me apenaba y me recordaba a él. No sabía por qué
exactamente, porque era una sensación nueva; no la había experimentado nunca
antes y era un misterio que no sabía resolver.
Pero, cuando anocheció, no pude soportar la soledad y fui
al nuevo refugio que ha construido, para preguntarle qué le había hecho y cómo
podría repararlo para que volviese a ser amable conmigo, pero me sacó a la
lluvia y sufrí mi primera desilusión.
https://www.youtube.com/watch?v=N8tvw8I8BSY (Audiolibro)
Samuel Langhorne Clemens, conocido por el seudónimo de Mark Twain (Florida, Misuri, 30 de noviembre de 1835 – Redding, Connecticut, 21 de abril de 1910), fue un popular escritor, orador y humorista estadounidense. Escribió obras de gran éxito como El príncipe y el mendigo o Un yanqui en la corte del Rey Arturo, pero es conocido sobre todo por su novela Las aventuras de Tom Sawyer y su secuela Las aventuras de Huckleberry Finn.
Samuel Langhorne Clemens, conocido por el seudónimo de Mark Twain (Florida, Misuri, 30 de noviembre de 1835 – Redding, Connecticut, 21 de abril de 1910), fue un popular escritor, orador y humorista estadounidense. Escribió obras de gran éxito como El príncipe y el mendigo o Un yanqui en la corte del Rey Arturo, pero es conocido sobre todo por su novela Las aventuras de Tom Sawyer y su secuela Las aventuras de Huckleberry Finn.